Capítulo Ocho: Resaca
La noche avanza y Jack, tal como prometió, no se separa de mi lado. La cerveza no fue de mi agrado durante el juego, sin embargo, gracias a Summer descubro que los shots de limón y fresa son exquisitos. Tan dulces que el alcohol apenas se percibe... y ese es el gran problema. Creo que debí escuchar cuando me advirtieron que el ingrediente principal es vodka. El piso no parece tan estable como de costumbre, por lo que no suelto el brazo de mi acompañante un solo segundo.
Al menos mi juicio sigue intacto, o eso creo hasta que escucho en las bocinas sonar una canción de la cuál si alcance a memorizar la letra completa. Break My Heart de Dua Lipa la conozco de principio a fin y Jack, al notar mi emoción, no tarda en convencerme de acercarme con él a la pista de baile en donde encuentro también a Brian. Canto la canción a todo pulmón mientras hago mi mejor intento de bailar. Creo que lo estoy haciendo bien, pues escucho a lo lejos cómo las personas me animan a seguir.
No estoy segura de cómo, pero de un momento a otro estoy en la playa lanzando pequeños sacos de arena hacia una madera con tres agujeros, intentando que pase por alguno de ellos sin tener éxito. Apuntar es ahora mucho más difícil para mí y no soporto que Jack esté ganándome con tanta ventaja. Cuando noto que va a ser imposible alcanzar su puntaje, decido que el voleibol será una mejor idea ahora que la red está vacía. No resulta nada bien.
Como si de magia se tratara, ahora me encuentro sentada a la orilla del mar, con el agua salada tocando mis pies cada vez que las olas los alcanzan. Siento en mis dedos cada grano de arena, como si antes hubiera carecido del sentido del tacto o de la capacidad de apreciar las texturas. La brisa acaricia mi cara de una manera exquisita y, aunque ya antes había estado en la playa, siento que es la primera vez que la he pisado... si es que eso tiene algún sentido.
Nada parece tenerlo ahora, a decir verdad.
—¿Te sientes mejor, Smith? —pregunta Jack y me sobresalto al percatarme de que sigue a mi lado. Ni siquiera había notado que sostiene un vaso con agua y hielos en mi frente, pero el brusco movimiento hace que se lo derrame encima.
—Lo siento —digo aturdida y recuerdo de pronto el golpe que me di contra el tubo que sostiene la red de voleibol.
Carajo, ¿qué más no recuerdo? No debo haber confesado nada o probablemente ya estaría muerta. Ni siquiera hubiera podido defenderme... hablando de eso, ¿En donde está mi bolsa? Tenía una navaja ahí adentro. Espera, más importante que eso, ¿en dónde está mi vestido? Mis sentidos comienzan a despertar, haciendo que empiece a temblar por el frio cuando noto que no traigo más que el traje de baño de dos piezas. Aun estoy mareada y sumamente confundida. Observo la luna brillando en lo alto, ¿qué hora es?
—Parece que alguien comienza a regresar al planeta tierra —pronuncia Jack—. ¿Ya me vas a dejar cubrirte con algo o volverás a desvestirte?
—¿¡Que yo qué!? —exclamo atónita y sumamente avergonzada. Es un sentimiento que no frecuento a menudo.
No parece molesto conmigo, ni siquiera cuando su camisa está empapada por mi culpa. Estoy segura de que lo arruine todo, Alí va a asesinarme por esto. Jack no querrá volver a salir conmigo y me hablará únicamente porque compartimos cada maldita clase... y eso solo si no sugiere que trabajemos por separado para no volver verme a la cara. Brian va a acusarme de ser la mayor hipócrita que este mundo ha visto, juzgándolo por su comportamiento y luego actuando diez mil veces peor. Pero, si todo eso es cierto, ¿por qué este idiota hace que me ponga su chamarra y se sienta a mi lado?
—Debo haberte arruinado la fiesta —afirmo envolviéndome en la chaqueta. Detesto estar tan expuesta.
—¿Estás bromeando? Fue una de las mejores de toda mi vida. —Ríe, pero no alcanzo a entender si solo ha sido sarcasmo.
—No recuerdo la mitad de lo que pasó.
—Fue mi culpa por no cuidarte, debí saber que con lo estricto que es tu padre no estabas acostumbrada a beber. No tienes por qué avergonzarte, Smith. A casi todos nos ha pasado alguna vez.
Me han enseñado a no hacer preguntas por más que quieras saber las respuestas, pero esta vez, aunque no quiero escuchar lo que hice esta noche sé que tengo que averiguarlo. Me siento atontada, todo mi mundo da mil vueltas cuando quiero ponerme de pie y Jack tiene que sostenerme para que me vuelva a sentar. Apenas mi trasero toca nuevamente la arena, me tengo que recostar. Pronto, mi mirada se encuentra con que Matthews también se ha tumbado a mi lado, mucho más relajado que yo. Es como si me hubieran envenenado, no quiero volver a beber nunca en mi vida.
—¿En dónde están mis cosas? —pregunto arrastrando las palabras.
—Yo las tengo.
—Necesito mi bolsa. —Jack me la tiende y yo la tomo torpemente. Busco en su interior, pero solo encuentro mi celular y mis llaves.
—No voy a darte esa navaja Smith. Podrías hacerte daño.
—La necesito. —Quiero ponerme de pie para pelear por ella, pero mis extremidades no me responden—. No tenías derecho a revisar mi bolso.
—No lo hice, tú tiraste el contenido y yo lo recogí. Te prometo que voy a dartela en cuanto todo el alcohol salga de tu cuerpo.
—Pero...
—Son casi las tres de la mañana, Smith. Hay muy pocas personas en esta playa y ninguna quiere hacerte daño, lo prometo.
—Haces demasiadas promesas.
—Y cumplo cada una de ellas.
Resignada a sea cual sea mi destino, cambio de posición para mirar el cielo. La luna está en esa fase en donde apenas comienza a mostrarse, con forma de una uña del pie. La tarta de manzana despertó demasiados memorias y el sentimiento de tristeza al recordar que mi padre me decía que el satélite me estaba sonriendo regresa, pero esta vez consigo contenerlo. A pesar de que sigo consciente de estar en una misión, el lugar de pronto comienza a sentirse agradable y estar recostada en la arena junto a la persona con la que he luchado la mayor parte de mi vida de pronto no se siente como lo peor que me podría haber pasado.
—¿Tienes alguna corazonada sobre cómo vas a morir? —pregunto.
—¿Tenemos otra crisis existencial, Smith?
—Solo contesta.
—Intento no pensar mucho en eso.
—Mmm... —¿Cómo es posible no pensar en la muerte cuando prácticamente cada día de nuestras vidas estamos al borde de ella? Yo hace mucho tiempo aprendí a aceptarla. Trato de evitarla, pero sé que no voy a poder huir siempre de ella—. Yo voy a morir asfixiada.
—¿Por qué crees eso? —Alzo los hombros.
—Solo es un presentimiento.
Supongo que no es solo un presentimiento. En la agencia se utilizan distintos entrenamiento de resistencia mental y procedimientos de modificación conductual para ayudar a los agentes a adoptar una personalidad fuerte. Se comienzan a aplicar en el primer año de llegada, pues entre más joven sea el agente más fácil es moldearlo y mejor será para todos. Nos ayuda a dejar a un lado cualquier sentimiento que pudiera interferir con nuestras misiones futuras y, según mi experiencia, traen muy buenos resultados.
"El submarino" es uno de los procedimientos más comunes. Es simple, pero efectivo. Y aunque era uno de los menos agresivos de entre todos, por alguna razón es el que más recuerdo; tal vez es porque fue uno de los primeros que usaron conmigo. Consiste en provocar una asfixia controlada sumergiendo la cabeza del agente en agua helada y sacándola justo antes de quedar inconsciente. Lo cierto es que era una sensación muy poco agradable, el estar a punto de desvanecer una y otra vez era algo sumamente agotador.
—Una bala —confiesa al fin y su mirada vuelve a cruzarse con la mía. Unos ojos azules que por alguna razón, a pesar de que es un agente, siguen llenos de brillo—. Creo que voy a morir joven y va a ser por una bala.
Tiene sentido para mí, considerando que yo misma le he apuntado a la cabeza con un arma en varias ocasiones, una de ellas la semana pasada, y que es así como planeo terminar esta misión. Rápido, sin tiempo de escuchar súplicas o llantos. De cualquier forma, cuando el momento llegue, yo ya tendré toda la información. No habrá necesidad de alargar su sufrimiento más que por puro entretenimiento.
—¿Cómo es tu familia? —cuestiono también—. Tú ya sabes acerca de que mi padre es... inusual.
—Mi padre es un tanto estricto y sobreprotector, pero siempre encuentro cómo salirme con la mía. La verdad es que somos bastante unidos.
—Presumido. —Se ríe.
—No tengo hermanos y a mis primos apenas los veo. Él es toda mi familia, aunque tengamos nuestras discusiones —confiesa.
—¿Por qué discuten? —Jack analiza unos momentos si contarme o no acerca de su vida privada, pero me nota tan ebria que probablemente piense que no recordaré nada de esta conversación mañana.
—No soy fanático de la... empresa familiar de la que te hablé. Si estuviera en mis manos, creo que elegiría otra profesión, pero él espera que en cuanto este año escolar termine dedique el resto de mi vida a ella.
—¿Y a qué te dedicarías de tener opción?
—Vas a burlarte de mí.
—Seguramente, sí. —Vuelve a reírse.
—Eres muy rara, Smith.
—¿Eso es malo?
—No en este caso —Afirma—. Me gustaría ser chef.
Tal y como él lo tenía previsto, junto mis labios para no soltar una carcajada al imaginarlo con un gorro y delantal. Una profesión como esa es menos valiosa en comparación con el espionaje. No necesita táctica militar, inteligencia, sigilo, combate o análisis estratégico... Aunque por alguna razón creo que sus platillos serían deliciosos. El único valor que encuentro en su sueño es que sería útil como un disfraz. Tener conocimientos culinarios avanzados podría permitirle moverse sin llamar la atención en entornos sociales específicos, acceder a ciertos lugares o incluso utilizar alimentos como herramientas o distracciones.
Tal vez esa es mi opinión porque el ser agente es todo lo que hay en mi vida.
—¿Por qué querrías eso?
—Porque la comida es más que solo eso. Es una puerta que te transporta a través del tiempo, como lo que te pasó hoy con la tarta. Cada bocado es un recuerdo en potencia y una oportunidad de conectar. Me parece fascinante, si tuviera tiempo haría elaborados platillos todos los días.
—¿Y a quien en todo el mundo invitarías a cenar para que probara tu comida?
—¿En serio, April? ¿Estás usando "Las 36 Preguntas Que Llevan Al Amor"?
—¿Las qué...?
—Ya sabes, las que aceleran el proceso de enamoramiento entre dos extraños. Las usas y aún así tienes el descaro de afirmar que no te gusto.
—¿Existe una serie de pasos para enamorar a alguien? —Exclamo incorporándome velozmente, provocando que mi cabeza vuelva a dar vueltas.
—Eso dicen.
—¿Y... funcionó? —Jack suelta una carcajada para después, por desgracia, negar.
—Lo siento, Smith. Te faltaron unas cuantas para hacerme caer.
Tuerzo la boca disgustada. Si lo que dice este idiota es cierto, ¿por qué esa información no estaba en los documentos de apoyo? Hubiera hecho el proceso mucho más sencillo y eficiente, pero ahora que él lo sabe no podré usar ese método. Pudo ser tan simple como un interrogatorio, algo de charla y Brian y yo estaríamos volando de regreso a la base con otra misión exitosa. Pero no, tenían que complicarlo todo.
—Anda —dice incorporándose y extendiéndome sus manos para que haga lo mismo—, ya tengo que llevarte a tu casa.
Veo sus palmas con detenimiento, aunque algo borrosas por la bebida. Por breves instantes este Jack amable y carismático me hace creer que no es el Silente con el que he luchado, pero sus manos revelan una fusión peculiar de características derivadas de su entrenamiento y su experiencia en el campo del espionaje. Son fuertes, pero también parecen ágiles, dotadas de una destreza excepcional. Presentan marcas, cicatrices sutiles que narran enfrentamientos pasados y misiones. ¿Habré causado yo alguna de ellas? Lo más probable es que sí. Sus manos demuestran habilidad, capaces de realizar tareas finas y delicadas o cambiar rápidamente a acciones bruscas.
—Creí que ya habíamos dejado claro que no está en mis planes hacerte daño —afirma cuando nota mi expresión pensativa. Si él supiera que en los míos sí está hacérselo a él.
Finalmente, tomo sus manos y él tira suavemente para que me ponga de pie. A pesar de ser gentil vuelvo a tambalearme, dando un par de pasos a la izquierda y un par más hacia atrás. ¿Cuánto falta para que vuelva a la normalidad? Detesto esta sensación de no tener el control sobre mi cuerpo. Jack se ofrece a llevarme en su espalda y, aunque la idea es humillante, llegar hasta su auto en este estado sería aún peor.
—¿Te enojarías conmigo si vomito en tu auto? — pregunto, pues siento en mi estómago esa posibilidad.
—Sacaste todo hace un rato, espero que haya sido suficiente.
—Ay, no...
Nos despedimos de varias personas, pero realmente no recuerdo el nombre de ninguna de ellas. Por más resistencia que pongo, mis párpados se vuelven demasiado pesados durante el viaje. La música que Jack puso sirve únicamente de arrullo, pues cuando vuelvo a abrir los ojos, nuevamente estoy en sus brazos. Ni siquiera se molesta en buscar la llave, al creer que estoy dormida decide forzar la puerta de la entrada principal para luego recostarme en el sillón de la sala.
—¿Qué haces...? —pregunto al verlo acomodar los cojines del sillón frente a mí.
—No quiero que te ahogues en la noche. Si estás de acuerdo, dormiré aquí para cuidarte.
"Cuidarme", que concepto más extraño. Mi entrenamiento insiste en la independencia, pero una sensación de vulnerabilidad se cuela entre mis defensas ante la idea de ser protegida. El gesto parece abrir una brecha en mi armadura, recordándome la fragilidad que tanto he tratado de ocultar. Aunque siento una gratitud callada por la preocupación mostrada, una lucha interna se desata en mi interior; resistirme parece un acto de autosuficiencia, pero mi subconsciente anhela el apoyo que siempre me negaron. Acepto, escudándome detrás de la excusa de que es un avance para la misión.
—En el mueble de allá hay unas cobijas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top