Capítulo diez: Pulsaciones

—¿Entonces fue agradable? —Pregunta Brian cargando una pesada caja con la leyenda «FRÁGIL» escrita en su costado.

—Es el más comunicativo de los tres, así que tuvimos bastante de qué hablar.

Ian Silverman y yo nos reunimos en un café cerca del campus para conocernos mejor. Es un tipo bastante alegre, pero con un toque de amabilidad profunda que te inspira confianza apenas comienzas a interactuar con él. Entre John, Jack y él, es por mucho el menos arrogante. No perdió la oportunidad de Interrogarme, obteniendo discreta y puntualmente detalles acerca de mí. Le di información general de mi pasado, cuidando cada detalle para que ninguno comprometiera mi historia. La suspicacia en él me deja en claro que aún llevando vidas aparentemente tranquilas siguen alerta ante el peligro.

Yo no perdí oportunidad de indagar acerca de por qué siempre que Jack desaparece por sus supuestos asuntos familiares John y él también lo hacen. A pesar de conocer la respuesta, es bastante útil que alguien te mienta a la cara cuando sabes que lo está haciendo. Si observas con detenimiento, puedes identificar las micro expresiones que los de latan. Ian, por ejemplo, apretó los labios por apenas una fracción de segundo antes de decirme que, como los tres son muy cercanos, el padre de Jack los invitó a participar en el negocio.

—Mathews estuvo toda la tarde intentando sacarme lo que Ian me dijo —comento sellando otra caja para que Brian la ponga con el resto una vez que estoy segura de que el contenido está intacto—. Hablamos poco de él, pero fue divertido sacarlo de sus casillas al darle información a medias.

Ian me dijo que Jack le hizo prometer que no me contaría nada inadecuado acerca de él y se disculpó diciendo que tenía que mantener su palabra. Sin embargo, me propuso que torturáramos un rato a su amigo haciéndole creer que sí había obtenido detalles de su vida privada. Él definitivamente habla mi idioma, torturar es algo en lo que si tengo habilidad. Y la tortura psicológica siempre es mucho más divertida.

—Es buena noticia —dice Brian

—¿Que Ian quiera que lo torture?

—No —se ríe—. Que Jack no quiera que te enteres de sus conquistas quiere decir que posiblemente te ve como una de ellas. Si no quisiera acostarse contigo no le importaría que supieras con quién lo ha hecho.

Pienso en sus palabras mientras cuento que los frascos con asteroides estén completos. ¿Tendré que acostarme con Jack en algún punto durante esta misión? Anteriormente, he seducido a personas para llevarlas a un lugar privado y asesinarlas, pero jamás me han tocado. ¿Tendré que dejar que Mathews lo haga? Si no quiero hacerlo ... ¿Alí me obligaría?

—¿Para qué querrán todos estos medicamentos?

—¿Crees que deba tener sexo con Jack? —pregunto y Brian me mira un tanto sorprendido mientras noto como tensa la quijada.

—Creí que la estrategia seguía siendo ser indiferente.

—Lo es —explico tranquila dándole otra caja más—. Me refiero a en algún punto de la misión.

—Esperemos que no tengas que llegar a eso. —Su expresión se ha vuelto seria, lo cual me confunde aún más. Dice ser mi amigo, ¿no debería poder preguntarle cualquier cosa? Si no por eso, por la misión no debería molestarse cuando le pido un consejo—. ¿En la base tú nunca ...?

—Zeta —interrumpo su pregunta y él se encoge de hombros.

—Solo digo que hay bastantes agentes. Para mí era más complicado ya que apenas hay mujeres y aún así...

—Agente A, agente Zeta —saluda un hombre que, por las arrugas que comienzan a formarse en las comisuras de sus ojos, sabemos que es un alto mando—. Mi nombre es Anderson, ahora estoy a cargo de la organización del envío y recolección de los paquetes.

Brian coloca la caja en su lugar y yo dejo de contar frascos. Nuestras posturas cobran firmeza de inmediato para mostrarle respeto, sin pronunciar palabra hasta tener su permiso. Luego de que encontraran al soplón y descubrieran que todo un cargamento fue interceptado el sábado pasado, Michael dejó de ser útil para la organización. No tardaron en encontraran un reemplazo.

Algunas noches, como hoy, Alí nos pide a Brian y a mí montar guardia o asegurar la integridad de los paquetes para que no ocurran incidentes. Brian sigue cuestionándose por qué la agencia ha pedido una enorme cantidad de medicamento cada semana, por más que le he repetido que debe cerrar la boca. Esta no es nuestra misión, solo servimos de apoyo debido a que nuestro alejamiento temporal está bastante cerca. Los detalles no nos incumben, ya tenemos bastantes problemas como para involucrarnos en más.

—También se me ha puesto al tanto de su misión aquí en Santa Mónica, por lo que seré un medio de comunicación.

—Sí, señor —contestamos al unísono.

—Agente A, debido a que la ubicación del joven Mathews estaba bastante cerca del lugar en el que perdimos el camión el día sábado, voy a necesitar que el 21 de septiembre lo mantenga ocupado.

—Pero es jueves —mascullo luego de hacer algunas cuentas mentales, desgraciadamente Anderson consigue escucharme.

—Sí, es jueves —dice con una ceja en alto—. ¿Tiene algún problema con eso agente? ¿Acaso tenía planes más importantes?

—No, señor. Estaré con Jack el 21 de septiembre —contesto sin dar más explicaciones.

Tratar de exponer las dificultades que implica que Mathews acepte estar conmigo en Jueves es totalmente inútil. Dudo que pueda hacer que elija cualquier actividad conmigo sobre su empresa familiar; en realidad ni siquiera creo que tenga opción de hacerlo. Seguramente tendré que armar un gran alboroto, uno que lo preocupe lo suficiente como para abandonar sus labores. ¿Qué voy a hacer? ¿Hacer explotar un edificio al otro lado de la ciudad para alejarlo del punto de recolección?

—Bien, la siguiente vez espero que esa sea su primera respuesta —advierte—. Brian terminará el inventario, a usted la esperan en el almacén dos.

Asiento sin decir otra palabra o volver a mirar a Brian, pues me acerqué peligrosamente a un castigo. Camino con expresión seria y paso firme hasta el lugar indicado. Después de identificarme, dos sombras abren las puertas para mí. Adentro, encuentro frente a un televisor una familiar silla sobre la cual se sostiene un casco. Cuando la entrada queda sellada nuevamente, Alí y el doctor Ortega dejan de ocultarse. Me sorprendo al ver a mi más alto mando frente a mí, pues es poco usual que trate temas relacionados con la agencia fuera de la base. Es demasiado arriesgado para él, sobre todo con la amenaza de soplones entre nosotros y sin mencionar que hay demasiados agentes sin el rango suficiente para conocer su rostro.

—Hola, April —saluda calmado y, al escucharlo utilizar mi nombre, me relajo. Sé que el hombre a su lado tiene su absoluta confianza, así que no me sorprendo cuando se acerca a darme un corto abrazo.

—¿Qué haces aquí? —pregunto.

—¿No puedo visitar a mi agente favorito?

—He cumplido con misiones en las que no nos vemos durante meses, aquí llevo poco más de tres semanas.

—Sí, es cierto —confiesa—, pero ambos sabemos que no es un tipo de misión a la que estés acostumbrada. Por eso quise venir con el doctor Ortega, espero que no lo hayas olvidado.

—Es un placer volver a verla, agente.

Hago un gesto a manera de saludo hacia él, agradecida por no tener que ser amable como cuando estoy en cubierto. La primera vez que lo conocí yo tenía ocho años, es el jefe del departamento Coerción Mental y Conductual. Él es el diseñador y supervisor de los entrenamientos de resistencia mental y procedimientos de modificación conductual, por lo que no me emociona verlo. Me preparo, pues lo único que su presencia representa es que estoy a punto de sufrir bastante dolor físico.

—Por favor, quítese el uniforme. Ya conoce el procedimiento de la silla —pide Ortega, como si no estuviera por electrocutarme.

—Creí que, como agente Sombra, ya había pasado todas las pruebas —comento, pero de cualquier manera comienzo a desvestirme. Es mejor acabar rápido con esto.

—Así es —contesta Alí ayudando al doctor a colocar las cintas de seguridad en mis muñecas y tobillos una vez que estoy sentada—. Pero, debido a tu exposición a un nuevo entorno, queremos asegurarnos de que este primer acercamiento no haya alterado nada. Tomará solo unos segundos, te acompañaré en el proceso.

Ortega asegura el casco a mi cabeza, limpia mi piel y después comienza a colocar electrodos en mis brazos, piernas y pecho con el fin de medir mi pulsación. Mi respiración no se acelera mientras prepara el equipo, no estoy asustada pues, tal como dijeron, estoy acostumbrada. A pesar de no intimidarme, lo cierto es que tampoco me emociona que esta misión requiera volver a presentarme a estas cansadas sesiones.

Mi ritmo cardiaco se muestra en el monitor y yo abro la boca para que Alí consiga colocaran un paño que podré morder en caso de necesitarlo. La actividad en mi corazón es estable, mis latidos deberán mantenerse así para que todo salga bien. Con mi alto mando presente, no puedo permitirme fallar más de una vez; sé que al menos recibiré una descarga. Estoy preparada, la televisión frente a mí se enciende y sé que hemos comenzando.

Siempre me muestran videos distintos para asegurar que los resultados del estudio no se vean comprometidos ante la familiaridad o costumbre. Lo primero que observo es una batalla, una guerra en la que las personas están siendo asesinadas, mutiladas o heridas. Después reproducen un par de tiroteos, en lugares comunes como una plaza y un campo de juegos. También me enseñan comunidades en situaciones precarias, sufriendo hambre y enfermedades. Nada de eso altera el ritmo de mis latidos, la violencia es algo que puedo manejar.

Siento una primera descarga, la que ya esperaba, cuando me muestran un video de Brian siendo sometido al submarino. El video es viejo, el luce mucho más joven, pero el verlo sufrir siempre ha sido algo doloroso para mí. La electricidad recorre mi cabeza y se esparce por todo mi sistema nervioso. Evito pronunciar algún quejido, pero aprieto mis dientes mientras me retuerzo solo un poco en mi lugar.

—Continúe, Ortega —pide Alí—. Ya estamos al tanto de que el agente Zeta representa un punto débil para la agente A, hemos sabido manejarlo.

Con «saber manejarlo» se refiere a usar su integridad como amenaza si alguna vez se me ocurre romper las reglas, fallar con una misión o mentir.

El doctor espera a que mi ritmo cardíaco se estabilice para reproducir nuevamente el video. Según recuerdo, deben faltar las imágenes de daños provocados por desastres naturales y al fin habremos terminado. Así pasa, observo huracanes y tornados, también las consecuencias de estos. Creo que ya nada va a tomarme por sorpresa hasta que Jack aparece en la pantalla.

El video fue tomado hoy en SAMOHI, lo sé por la ropa que está usando. Está conversando con Marie, una chica que comparte con nosotros la asignatura de ciencia. Sin embargo, contrario a lo que usualmente hace, no está coqueteando. De repente su mirada se desvía, he entrado en su campo de visión al sentarme en una mesa de los jardines del campus. De inmediato se disculpa para terminar con la conversación y llegar hasta donde yo estoy.

Mis manos están cubiertas de silicona y estambre que intento quitar de mala gana. El estúpido taller al que me inscribí con Summer quiso hacer marionetas y la mía fue un completo desastre. Tan pronto se sienta a mi lado, él toma lo que se supone debía ser un perro para comenzar a hacer chistes acerca de mi poca habilidad. Me quejo de la mujer que impartió la clase mientras él me mira con una media sonrisa. En mi rabieta, tiro mi botella y tan pronto cae me agacho por ella. En ese momento no me di cuenta de que cubrió con su mano la esquina de la mesa para que no me golpeara con ella y retiró un par de hilos de mi cabello.

Un fuerte choque eléctrico me toma desprevenida, pues revisé mis pulsaciones y estas eran normales aún cuando comencé a cuestionarme porqué carajos ese idiota me cuidaba. Esta vez la descarga es mucho más fuerte y duradera que el primera, no consigo reprimir un quejido cuando siento mis músculos entumecerse y hormiguear. Mi respiración se vuelve pesada. El incidente del viernes pasado hace que las lágrimas amenacen con salir, como si hubieran abierto un grifo y ahora tuviera fugas. Debo controlarme, una lágrima provocaría mi muerte o la suspensión de la misión. Nadie puede enterarse de lo sucedido.

—Interesante —comenta Ortega—. Usualmente nuestros agentes presentan una aceleración en su pulso cuando ven a los Silentes, causado por su odio hacia ellos.

—¿Deberíamos preocuparnos? —cuestiona Alí.

—No, me atrevo a decir que esto se debe a que la agente ha pasado demasiado tiempo con ese muchacho. Es un resultado esperado dada la misión en la que trabaja, sin embargo, si lo desea puedo aplicar un refuerzo.

—Sí, hagamos eso y también tengamos con ella estas sesiones de manera regular. Las suficientes para no perder el control, pero no tantas como para causarle algún daño permanente.

—Sí, señor.

Así lo hacen. Me dan unos minutos para recuperarme mientras el doctor crea una nueva película para mi refuerzo. En ella intercala vídeos explícitos y violentos con tomas de Jack, Ian y John. Cada vez que uno de ellos aparece, recibo una descarga hasta que mi pulsación vuelve a acelerarse apenas los veo en la pantalla. No sé cuánto tiempo pasa, solo sé que estoy realmente cansada y mis párpados se vuelven cada vez más pesados.

Hola, hola. 

Espero que este capítulo haya dado un poco más de claridad acerca de por qué April es como es y piensa como lo hace. Me encantaría leer su opinión.

Nos leemos pronto. 

—Nefelibata

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