Capítulo dieciséis: Como un padre
Inhalo profundamente para contener el llanto. Si Ali llegase a ver una segunda lágrima recorrer mi mejilla en definitiva Brian siendo azotado sería el menor de mis problemas. Me siento aterrorizada por primera vez en muchos años, mis músculos se tensan y siento el frío sudor comenzar a correr sobre mi frente. No respondo a su pregunta pues, aunque sé que conoce la respuesta, no quiero pronunciar traición alguna. Mi silencio lo molesta, por lo que cuando regresa a mi lado me toma del cabello para hacer que me levante y darme un buen golpe en las costillas. Es más alto que yo y a pesar de su edad se conserva fuerte. Aunque asumo que le daría batalla, la sola idea de defenderme de él es risible. Levantar una mano en su contra sería visto como un golpe de estado y cubrirme como un acto de rebeldía. Por esto, cuando me lanza hacia el suelo para darme una patada permito que la punta de su zapato me impacte sin poner resistencia.
—¿En qué carajo pensaban al ir con Harrison Grey? —habla furioso, pero de alguna manera conservando la calma—. ¿Quieren verlo muerto? Porque en este preciso instante tengo a un francotirador apuntando a su cabeza, solo necesita una orden.
—No, nosotros... —Recibo otra patada que me ordena guardar silencio. No quiere oírme, solo darme una lección.
—¿Creían a caso que podían ocultarme algo a mí? —se ríe con ironía—. ¡A mí, agente!
—Claro que no. —Mi voz suena entrecortada y yo ruego que piense que es por la fuerza de sus golpes.
—Una cosa es el exceso de alcohol en las fiestas que, aunque fue irresponsable, supieron manejarlo. Soy consiente de que la misión los expone a un ambiente nuevo, pero esto... —Gruñe a la vez que vuelve a descargar su enojo contra mí. Por supuesto que supo lo de la fiesta—. ¿Qué son esas idioteces de querer fundar un centro de ayuda los necesitados? ¿Crees acaso que soy un maldito centro comunitario?
—No.
Antes ya se había molestado conmigo, pero no como ahora. Sus golpes nunca habían pasado de una bofetada o un puñetazo, sin embargo, esta vez es diferente. Cada palabra la acompaña de un impacto contra mi piel, cada uno más fuerte que el anterior. Se cerciora de que los moretones que seguramente va a dejar no sean visibles. Estoy bastante familiarizada con el dolor físico, las patadas no son lo que me hacen flaquear, sino el hecho de que sea Alí quien está propiciando la paliza. El entumecimiento punzante que comienza a recorrer mis músculos se ve opacado por el arrepentimiento y la vergüenza de haberle fallado. Es mi tutor, la persona que más se preocupa por mi integridad. Si hace esto debe ser porque lo merezco.
—Te estás volviendo débil y yo no puedo permitir que un agente Sombra sea débil — amenaza—. Lo más sencillo sería detener la misión y someterte a los entrenamientos de Ortega nuevamente, pero eso sería darte el camino fácil. Necesito que me demuestres que sigues siendo digna de tu rango.
Sus golpes al fin se detienen y yo lucho por recuperar el aire. El dolor se expande en mi pecho, abdomen y espalda, no se molestó en medir su fuerza. Aún muy serio, vuelve a sentarse a la mesa para probar nuevamente su comida. Mastica como si nada hubiese pasado mientras yo como puedo consigo arrodillarme. Lo hago lo más rápido que mi cuerpo me lo permite, pues si no demuestro fortaleza mental al menos debo soportar esto físicamente para no ser considerada inservible. No me permito alzar la cabeza, permanezco en el suelo a manera de respeto; en silencio, esperando a que él vuelva a hablar.
—Escuché que te has interesado por la filosofía —Dice—. Supongo que ya conoces entonces el dilema del tranvía.
—No —contesto apenas en un susurro.
—Un tranvía avanza sin frenos y está a punto de atropellar a un grupo de personas. Tú estás al lado del camino, teniendo al alcance una palanca que te da la opción de cambiar la dirección de la maquinaria hacia otra vía en donde solo hay una persona. ¿Qué haces? ¿Sacrificas a una persona por el bien del grupo o no intervienes?
—No lo sé. —Estoy aturdida, no puedo pensar en dilemas éticos ahora y no entiendo por qué él querría que lo hiciera.
—¿No lo sabes? Eso es una lástima.
—¿Por qué...? —pregunto confundida y por fin vuelvo a mirarlo.
—Lamentablemente conseguir un tren y amarrar gente a las vías no es tan sencillo como esperaba, así que tuve que ingeniármelas. Hay que hacer el dilema realidad. El grupo de personas será ese centro de ayuda a la comunidad al que al parecer le tomaste cariño.
—Es que... —Niego tratando de encontrar un poco de compasión en él—. Hay niños ahí.
—Me importa poco que ellos mueran si así cobro la vida de algunos silentes. «Al menos treinta», dijiste en tu informe. Esta también tendría que ser tu perspectiva, si me permites recordártelo. Anderson tiene todo listo para derrumbar el lugar cuando le des la señal porque sí, tú vas a darla.
—El tranvía tiene dos carriles, ¿qué hay en el otro? —Alí me mira con una sonrisa y da otro bocado.
—El agente Zeta reportó que el Silente Bush se ha convertido en un problema. Ha estado vigilándolos.
—El asunto con John está bajo control, he trabajado en acercarme a él para calmar sus sospechas.
—Sabes que no soy fanático de tomar riesgos, sin embargo, es cierto que últimamente he corrido bastantes. Voy a dejar que tú decidas. Si le quitas la vida a John Bush entonces no tocaré el refugio.
Lo miro mientras mis manos comienzan a temblar y mi mente enlista las consecuencias ante cualquiera de las dos opciones. No deben ser más de las ocho de la noche, en el refugio aún debe haber bastante movimiento, por lo que derrumbarlo implicaría la posibilidad de asesinar a decenas de Silentes, además de a cientos de niños y adultos que pasan las noches refugiados. A los que no mueran les arrebataría su hogar, el único sitio en el que reciben comida y cobijo. Todos ellos son personas inocentes y no merecen ser castigados... John, por otro lado, es un Silente.
Ya perdí la cuenta de a cuantos de ellos he asesinado, dispararle no debería ser diferente a las veces anteriores. Pero he llegado a conocerlo, a verlo en clase todas las semanas y a asimilar que de hecho no es tan mala persona. Sí, sospecha de Brian y de mí y tal vez se convierta en un problema, pero eso no significa que quiera hacerle daño. Ya no. Quitarle la vida destrozaría a muchas personas y si Mathews llegase a saber que he sido yo jamás me lo perdonaría... Lo cual no debería preocuparme considerando que en unos meses acabará muerto también.
Es la opción más sensata si Alí no me deja otra salida.
—¿Qué pasa si no doy la señal ni mato a John?
—Si no tomas una decisión para antes de las 10:00 p.m. el agente Zeta seguirá siendo azotado durante el resto de la semana, luego acusado de traición y entregado a Ortega para sus estudios.
Cierro los ojos tratando de contener el temblor en mi mandíbula. Si mi integridad fuera la que estuviera en juego podría correr el riego, pero él sabe perfectamente que incluso antes de esta misión la vida de Brian es para mí más valiosa que la de cualquiera. Tal vez solo la de Alí está por encima en mis prioridades, pero jamás pondría en riesgo la seguridad del agente zeta, mucho menos por un Silente. Aunque John tal vez no sea la escoria que creí que era al quitarse el uniforme, para mí su vida no vale más que la de mi amigo ni más que el refugio.
No tiene caso esperar a que pase más tiempo. Debo ir por mi uniforme y por un arma para acabar con esto lo antes posible. Utilizo un mueble para ponerme de pie, pero en cuanto voy a dar un paso hacia las escaleras Alí me detiene con unas simples palabras.
—¿A dónde vas?
—A matar a John Bush —respondo con tanta seguridad como puedo—. Debe seguir en el refugio, lo encontraré ahí.
—Sí, la mayoría elige una vida sobre las de un grupo —dice lejos de estar impresionado, antes de meter más pollo en su boca—. Pero apenas probaste la comida que preparé. No pierdas tus modales y termina de cenar conmigo.
—Es que ya no tengo hambre. —Entre más me demore más tiempo pasará Brian siendo azotado.
—Siéntate a terminar la maldita comida o la trituraré y usaré un embudo para meterla en tu garganta.
Discutir con él sería absurdo, por lo que me siento a la mesa nuevamente. Veo la comida y se me hace un hueco en el estómago. Cada bocado que intento ingerir despierta una ola de náuseas, pero el tiempo apremia y debo hacer lo posible por mantener la comida en mi interior. A pesar de mis esfuerzos por engullir la cena lo más rápido posible, Alí se detiene a disfrutar cada mordisco, saboreando con una lentitud tortuosa. Cada instante que pasa se convierte en una eternidad, con la sensación de que los segundos se estira como una tela oscura y pegajosa que se adhiere a mi piel, impidiéndome escapar hasta que él decida apiadarse de mí.
—April, si te estoy dando esta oportunidad es solo por el gran cariño que te tengo y por el recuerdo de tus padres.
—Lo sé.
—Sin embargo, si vuelvo a ver una sola lágrima de tu parte o dudo de tu nivel como Sombra voy a hacer que desoyes al agente Zeta para que recuerdes tu propósito en este mundo.
—Sí, señor.
Tan rápido como Alí me lo permite, tomo mi uniforme y un arma que me dejará hacer un tiro a larga distancia. Guardo ambas cosas en una mochila, no sería inteligente abandonar este vecindario luciendo como un agente. Como no puedo usar mi auto y el refugio no está cerca, debo arreglármelas para robar una motocicleta y poder llegar a tiempo. Cuando hablé con Ian esta tarde me dijo que estaba con John en el centro de ayuda, por el bien de todos espero que sigan ahí o me tomará más tiempo del que dispongo encontrarlo.
Conduzco velozmente, esquivando autos e ignorando varios semáforos. Cuando por fin estoy a unas calles, dejo la motocicleta en un callejón y me adentro en un edificio en construcción que me permitirá tener una buena vista a una distancia prudente. Se me acaba el tiempo, son pasadas las 9:30 p.m. y ruego porque John sea igual de dedicado que Jack para quedarse aquí hasta altas horas de la noche o tendré que pedir que hagan estallar el refugio. En cuanto llego a un piso lo suficientemente alto, preparo todo y me pongo mi uniforme. Al asomarme por la mirilla del arma, algo no parece estar bien.
Están evacuando el refugio, como si alguien les hubiera avisado de un posible ataque. Veo a Jack guiando a las personas fuera del edificio, ayudando a la gente mayor a caminar lo más rápido que pueden. Su rostro luce extremadamente preocupado y siento la culpa crecer en mi interior. Observo la hora en mi reloj, pero no hay suficiente tiempo como para esperar a que todos salgan. Aun hay bastantes personas ahí adentro como para elegir volar el refugio antes que la cabeza de John Bush. La buena noticia es que si Jack está aquí, él también debe estarlo.
No consigo verlo. Hay demasiadas personas en movimiento que me impiden encontrarlo. Un tiro limpio va a ser complicado, podría fallar y darle a un inocente en su lugar. Trato de concentrarme, no me puedo permitir cometer ningún error ni mostrarme nuevamente sentimental cuando Alí está escuchándome.
—Tres minutos, agente —advierte en mi oído.
Muevo la mirilla de un lado a otro hasta que por fin lo encuentro junto a Ian, como es costumbre. Maldigo entre dientes al verlos peligrosamente cerca de un grupo de niños, si fallo puede haber graves consecuencias y además alertaría a todo el mundo. Un segundo tiro no es una opción viable. Debo ser rápida, trato de no pensar demasiado en lo que haré y enciendo la luz que me asegurará un tiro certero a su cabeza. Un punto rojo ahora adorna su frente y mi dedo se coloca en el gatillo. No reacciono lo suficientemente rápido como para detenerme, Ian advierte que John está en peligro. Al mismo tiempo que disparo, Silverman lo empuja y la bala la recibe él en su lugar.
Siento la sangre abandonar mi rostro al verlo caer al suelo. Los niños gritan y todos a su alrededor se ponen alerta. Se crea un ambiente de pánico en el que pierden por completo el control sobre los refugiados. John atrapa el cuerpo de Ian para amortiguar la caída, pero la multitud me hace imposible ver más. Observo a Jack correr hasta ellos, alejándose del refugio para saber qué es lo que está pasando. Mis oídos zumban, no consigo reaccionar.
—Escuché un disparo, ¿está hecho? —habla Alí a través del auricular al no escucharme dar un informe.
—El silente Silverman se cruzó en el camino —me obligo a reportar.
—Creo que mis instrucciones fueron claras. Yo quería la vida de John Bush.
—Tengo otro tiro, no fallará esta vez —aseguro preparándome, pues no me queda más opción que intentar.
—No, se agotó el tiempo. —Siento mis latidos amenazar con detenerse. Asesiné a Ian y no sirvió de nada—. Sin embargo, me demostraste que aún tienes el valor de tirar del gatillo. Supongo que es suficiente para perdonarle la vida al agente Zeta.
—Gracias —contesto agotada y me dejo caer al suelo. No puedo seguir viendo las consecuencias de lo que hice, por más cobarde que eso suene. Trato de ignorar los gritos y concentrarme en el hecho de que cumplí con mi objetivo, pues no me puedo permitir paralizarme. Debo salir de aquí lo antes posible.
—Pero, como no cumpliste del todo, tomaré el refugio.
Mis ojos se abren de golpe. No termino de comprender sus palabras y mucho menos me da la oportunidad de negociar con él. Los gritos que tanto pedía que cesaran por fin se detienen, pero solo para ser sustituidos por una fuerte explosión.
Hola, hola.
El poder que Alí tiene sobre April es gigante, pues es su única figura paterna y desea su aprobación con todas sus fuerzas.
Me siento obligada a aclarar que, aunque April crea que merece el castigo de Alí, una persona que nos quiere jamás nos pondría una mano encima. ¿Ok? Ok.
Espero hayan disfrutado el capítulo. ¿Hay manera en que Jack la perdone por esto?
Nos leemos pronto.
—Nefelibata
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top