Capítulo Cinco: Epítome De Belleza
Durante la noche no consigo pegar el ojo. Había un soplón en la base, ¿quién puede asegurar que no hay más? Si consiguen dar con nuestra identidad la misión estará arruinada. Brian y yo estaríamos seis metros bajo tierra en poco tiempo. Vigilo las puertas y las ventanas pensando que alguien me siguió desde el complejo, esperando a que intenten forzar las cerraduras. Mantengo mis armas al alcance, mientras que mi única compañía durante la velada es el cachorro. Incluso me convenció de lanzar una pelota repetidas veces para que jugara.
Me parece eterna la espera por la salida del sol, pero el primer rayo de luz por alguna razón me hace sentir segura. No soy buena utilizando maquillaje, no es algo común, pero durante la noche encontré en el tocador algo de él. Siguiendo unos cuantos videos de YouTube, consigo hacer un trabajo medianamente decente al cubrir los moretones y disimular las ojeras debajo de mis ojos. ¿Debería comenzar a utilizar cosméticos? Ayer noté que casi todas las chicas de la preparatoria lo hacían.
Estoy acostumbrada a pasar las noches en vela, por lo que, aunque sí me siento cansada, no es problema para mi llegar a la escuela. Decido seguir ignorando los murmullos a mi alrededor, manteniendo un paso firme hasta abrir mi casillero, apresurándome a sacar mis libros para llegar a tiempo a la clase de filosofía. Al menos podré dormir un rato mientras el maestro da otro de sus discursos.
—Hoy te ves realmente mal, querida April —saluda Brian a manera de broma, pero por alguna razón el comentario me molesta.
—Pasé una mala noche, es todo.
—Asumo que es tu culpa que Mathews tenga lastimada la nariz y Bush esté cojeando.
—Ah, entonces sí está vivo.
—¿Qué? —exclama preocupado y luego baja la voz—. ¿Intentaste matarlo?
—No es para tanto, tenía que distraer a Jack.
—Si es para tanto, no puedes lastimar a ninguno de ellos. Levantarías sospechas e incluso podrías provocar que los reubicaran. Deben creer que Santa Mónica sigue siendo un lugar seguro para ellos. —Hago una mueca. Cada día reducen más mis opciones.
—Supongo que tú cumpliste con la investigación.
—Envíe el reporte esta mañana, no nos equivocamos.
—Bien —contesto cerrando el casillero—. Tal vez deberíamos hablar de esto en otro lado.
—Te veré en el receso. —Me dirige una sonrisa amable y luego se retira. Abrumada, meto el último libro en mi mochila, pero antes de que consiga dar un solo paso soy interceptada por Summer.
—Te traje esto —dice ofreciéndome un túper con pequeños pasteles —. Es la receta de brownies de mi abuela, como agradecimiento por ayudarme ayer y como disculpa por hacer que te golpearan.
—Oh... —Es lo único que consigo decir cuando tomo el recipiente, por lo que la expresión de Summer se vuelve triste.
—¿No te gusta el chocolate? —pregunta y realmente no sé la respuesta. La dieta que llevamos en la base es estricta, no hay espacio para golosinas—. ¿Qué digo? A todos les gusta el chocolate. Crees que soy rara, lo lamento. Solo intentaba ser amable, lo juro.
—No, no —digo al ver cómo su cara comienza a tornarse roja—. Gracias, de verdad. No tenías que traerme nada.
Su postura se relaja y me dirige una sonrisa. Necesito tener amigos en este lugar, o al menos necesito que crean que los tengo. Ella parece ser alguien lo suficiente insegura como para confiar en cualquiera que se le acerque, debería ser sencillo ganarme su confianza. Practicar con alguien además de Brian seguramente resultará útil para desarrollar alguna habilidad social. Además, aunque su conversación no es muy interesante, no me molesta su compañía.
—Eres buena con el maquillaje —digo, pues su rostro está lleno de vida—. ¿Te importaría enseñarme? No hice un buen trabajo esta mañana.
—¡Por supuesto! —contesta emocionada casi de inmediato y toma mi brazo para comenzar a caminar—. Puedes ir a mi casa el siguiente viernes, incluso podríamos hacer una pijamada. Mi mamá puede cocinar para nosotras y...
—Ese día Jack Mathews irá a mi casa —interrumpo antes de que termine de planear todo nuestro día y yo me arrepienta de mi decisión—. ¿Te parece que sea en nuestras horas libres y... lo demás lo dejamos para luego?
—Uh, ¿Jack Mathews irá a tu casa?
—Sí, haremos un trabajo. —Me mira incrédula.
—Por favor, ¿en la segunda semana de clases? Muchos maestros ni siquiera han comenzado a enseñar sus primeros temas. —Alzo los hombros.
—Fue su idea.
—Pues el sábado vas a contarme todos y cada uno de los detalles.
Summer se despide de mi eufóricamente cuando llegamos a la puerta del aula en dónde tomaré mi primera clase. Me divierte su actitud, pues es la misma que la del cachorro que está de intruso en mi casa. ¿También tendré que lanzarle pelotas para entretenerla cuando su energía sea demasiada?
Al entrar al salón, el maestro Hammet me recibe calurosamente llamándome su rebelde favorita y elogiando el hecho de que yo si poseo la puntualidad entre mis cualidades. Sus palabras llaman la atención de los estudiantes, pero me contagia un poco de su energía matutina. Intento dirigirle la mejor sonrisa que puedo y tomo asiento en el mismo lugar que el día anterior. Debido a la pierna lastimada de John, los tres chicos que me interesa observar en esta clase deciden aparecer antes de lo esperado.
Ian ayuda a su amigo a caminar colocando su brazo por encima de su hombro, burlándose de cómo salta como un conejo para avanzar. Jack, por otro lado, carga su mochila y la de su amigo en el hombro. Su nariz tiene una banda... el golpe que le di fue bastante fuerte, pero debe estar agradecido de seguir con vida. Apenas John está sentado, Mathews nota mi mirada sobre él, girando hacia mi dirección en el mismo instante.
Me dirige una sonrisa amistosa, pero yo alejo mi atención de él de inmediato. ¿Es malo que me haya descubierto con los ojos puestos en él? Y... ¿por qué carajos se dirige hacia mí? Trato de mantener mi concentración en algo más mientras sus pasos se acercan, pero no consigo evitar mirarlo desde el rabillo del ojo. La navaja que guardé en mi mochila sigue a mi alcance, un movimiento bastará para alcanzarla. Las ventanas están abiertas, un zarpazo rápido hacia su garganta y debo poder escapar antes de que...
—Buenos días, Smith —saluda amistosamente tomando el asiento a mi lado, por lo que me sorprendo—. Creo que me diste mal tu número de teléfono.
—¿Por qué crees eso?
—Te envié un mensaje ayer y no respondiste. —Lo miro, divertida porque la única conclusión a la que pudo llegar al no obtener una respuesta de mi parte era que yo me había equivocado al darle mi número. Parece notarlo—. O tal vez solo decidiste ignorarme deliberadamente
—Deberías poner más atención en ti que en otros. ¿Qué te paso en la nariz?
—¿Te preocupas por mí, Smith?
—Me intriga cómo aún con una nariz fracturada tu ego sigue intacto. —Se ríe. Creo que es buena señal.
—Oye, no soy un acosador. Solo quería saber si Johan no te había lastimado. El año pasado envío a tres chicas a la enfermería en el primer periodo.
—Bueno, pues puedes estar tranquilo. Tu exnovia solo me dio un par de golpes. —Mi respuesta le sorprende y también parece complacerle.
—Parece que alguien ha estado investigando sobre mí.
Antes de que pueda dar una excusa, el profesor pide que guardemos silencio. Jack va a levantarse para volver al pupitre en donde dejó sus cosas, pero Hammet le advierte que es demasiado tarde para cambiar de pareja. ¿No estamos juntos ya en suficientes clases? Además, en esta asignatura no debía ser su pareja. Soy pésima, no tengo nada que aportar al trabajo y no puedo perder mi tiempo estudiando acerca de las crisis existenciales que tuvieron unos tipos hace cientos de años. Lo único positivo es que, al emparejarnos por accidente, no sospechará que su semestre estuvo planeado.
—¿No les encanta cuando una clase es interactiva? —pregunta Hammet con emoción, pero no comparto su entusiasmo—. A mi sí, y esa es la razón por la que juntos elegiremos sobre que escribirán en su siguiente ensayo.
—¿De cuantas páginas será el ensayo? —cuestiona una chica.
—Tantas como su cerebro pueda crear —responde.
—¿Cuál será el tema?
—Estamos a punto de averiguarlo. ¡Señorita Smith!
Ay no. ¿Qué carajos tiene este loco en mi contra? Las miradas de todos caen sobre mí, otra vez. Pudo decir el nombre de cualquiera en esta aula, pero no, decidió decir el mío. Tal vez debí mentir y decirle que la filosofía era mi asignatura favorita, así no perdería el tiempo conmigo.
—Este semestre decidí que tengo la misión de hacerla empatizar con la filosofía. —Alzo una ceja. Nunca debí abrir la boca de más—. Dígame, ¿cuál fue la última crisis que azotó su mente?
—Eso me parece un tanto personal, ¿no lo cree, señor Hammet? —respondo y, sorprendentemente, la respuesta son unas cuantas risas.
—Es por puros fines académicos, se lo aseguro. Nadie va a juzgarla en este salón.
Eso lo dudo.
No va a dejarme en paz, de eso estoy segura. Las miradas siguen sobre mí, sin embargo, estoy un poco más relajada que antes. Jack también me mira, animándome con la mirada a hablar. No puedo pensar en una mentira, lo cierto es que no tengo muchas crisis existenciales. Vivo el día a día, el pasado no me interesa recordarlo y mi vida no será demasiado larga como para preocuparme por el futuro. Pensar demasiado y ahogarme en mis propias ideas no es algo común para mí... o al menos no lo era antes de que comenzara esta misión. Tendré que intentar algo nuevo: decir la verdad.
—¿La belleza puede ser un tema filosófico?
—¡Por supuesto que sí! ¿Alguien quiere aportar algo?
—Kant sostenía que la belleza no reside en el objeto en sí mismo, sino en la experiencia subjetiva del sujeto —dice una chica de cabello castaño al otro lado de la habitación —. Él argumentaría que la belleza no es solo una cuestión de apariencia física, sino que también puede encontrarse en la manera en que interpretamos y apreciamos nuestra propia singularidad y autenticidad.
—Platón argumentaría que la persona en crisis está inmersa en un mundo de apariencias cambiantes y superficiales, mientras que la verdadera belleza radica en el mundo de las ideas o formas eternas —aporta otra estudiante—. Se debería buscar una comprensión más profunda de la belleza, alejándonos de las nociones superficiales y explorando la belleza más allá de lo físico, en valores, virtudes y conocimientos.
—¡Maravilloso! Estoy feliz de que el curso del año pasado siga fresco en sus mentes —exclama Hammet—. Por favor, continúen la discusión con sus parejas y anoten los puntos clave para el ensayo que entregaran la siguiente semana.
Me da la impresión de que en esta escuela se toman muy enserio las clases. Es eso o realmente les apasiona la filosofía a estas personas. Sin embargo, lo que mencionaron esas dos chicas no me ayuda en nada con el debate interno acerca de mi apariencia que tuve ayer. Apreciar mi singularidad y mi autenticidad... Encontrar mi belleza interna. ¿Cómo debe ser mi interior para ser considerado... bonito? Y más importante aún, ¿por qué comienza a importarme eso?
—¿Soy atractiva? —pregunto de pronto, tomando desprevenido a Jack.
—¿Te importa mi opinión?
—No —contesto sinceramente—. No me lo había cuestionado hasta que ayer me dijeron que no lo era. Quiero saber qué piensa alguien imparcial.
—¿Quién te dijo que no eras atractiva?
Para que las mentiras sean convincentes, estas deben ir acompañadas de una pizca de verdad. Es por esto que la historia falsa de mi vida, la que contaré a todos los que pregunten en este lugar, tiene entrelazados datos reales de lo que realmente he vivido. Simplemente hay que diluir las cosas para que las personas puedan digerirlas de una manera más sencilla.
—Mi padre —respondo al fin—. Creo que sus palabras fueron que yo no soy un "epítome de belleza".
—Eso parece algo cruel.
Cruel no es una palabra que use a menudo en mi vocabulario, así como tampoco es común escucharla en la base. No es un adjetivo que utilizaría para describir a Alí o a sus acciones. Reemplacé ese concepto asociando su manera de ser con firmeza y determinación. A decir verdad, ¿qué es considerado cruel? En la base no importa el límite que tengas que cruzar si con eso logras cumplir tus objetivos. ¿Yo habré actuado de manera cruel alguna vez?
Carajo, detesto esta clase. Me hace pensar.
—Quédate tranquila, Smith. Puedo asegurarte que eres atractiva —habla nuevamente, justo cuando comenzaba a interpretar su silencio como una respuesta—. Y gracias por compartir algo personal conmigo.
—¿Por qué agradeces eso?
—Porque así puedo conocerte mejor. Además, comienza a tomar sentido que estés siempre a la defensiva y con ese gesto molesto.
Jack me sonríe sin darle demasiada importancia al asunto, sacando su tableta para comenzar a anotar palabras clave que nos serán de utilidad en el ensayo. ¿Cómo alguien puede cambiar su personalidad tan drásticamente como él? Anoche demostraba fiereza, imponía una seguridad letal en la azotea. Ahora, aunque sigue mostrándose seguro, es también amable y, hasta cierto punto, carismático. Yo no puedo hacer eso, yo soy la misma que con el uniforme, pero no tengo puesta una máscara que me ayude a pasar desapercibida.
—¿Qué hay de mí, Smith? —pregunta volviendo a adoptar un tono sarcástico—. ¿Algo en mí te parece atractivo?
Las ideas que compartieron ambas chicas de la clase destacaban la importancia del juicio individual, la búsqueda de la belleza más allá de lo físico y la valoración de la autenticidad. Jack no necesita que alguien le reafirme su atractivo superficial, él es muy consciente de él e incluso diría que se aprovecha de ello. Sin pensarlo demasiado, podría nombrar al menos diez características por las que estoy segura media escuela está a sus pies, pero sería demasiado sencillo.
—Tu seguridad —afirmo—. Proyectas una confianza increíble, una sensación de que tienes todo bajo control.
—Bueno, gracias —se ríe entre dientes—. Ya que compartiste conmigo algo personal, también te contaré un secreto: estoy muy lejos de tenerlo todo bajo control.
Mi celular vibra, librándome de tener que compartir un momento incómodo con Mathews. El nombre de Brian aparece en la pantalla, por lo que decido revisar el mensaje que ha enviado. Anoche, en medio de mi insomnio, pasé un rato observando la fotografía que tomé de Jack, Ian y John. Desafortunadamente, en el momento en el que desbloqueo el móvil, esta aparece cubriendo cada centímetro de la pantalla. La quito lo más rápido que puedo, pero es demasiado tarde. La sonrisa en el rostro de mi compañero me asegura que ya la ha visto. Espero que al menos el mensaje de Brian valga esta humillación.
"Intenta salir rápido a la hora del almuerzo ¡Van a servir pizza y no he comido una rebanada de esa cosa en años!"
Voy a asesinarlo si en las palabras de este estúpido texto no hay una frase oculta para advertirme de algún peligro inminente. Por más que lo analizo, no encuentro nada. Eso es todo lo que quería decirme: en el almuerzo servirán pizza.
—Creo que sí te gusto después de todo.
—No sé cómo llegó esa foto a mi celular. —Me toma desprevenida, mi mentira está lejos de ser convincente—. Además, tu ego es demasiado grande, puede ser que me guste John o Ian.
—Puedo presentártelos, si eso es lo que quieres —contesta después de soltar una carcajada—. Arrugas la nariz, ¿lo sabias? Cuando mientes.
La campana suena, anunciando el fin de la clase. Me siento aliviada de poder salir corriendo, pero el consuelo desaparece cuando recuerdo que aún me queda un largo día al lado de este imbécil. Siento la sangre concentrarse en mis mejillas, una sensación extremadamente desagradable. Brian, más te vale que la pizza sea deliciosa o jamás voy a personarte por esto.
Hola, hola.
Me da mucho gusto comenzar a ver algunos votos constantes cada vez que publico un capítulo. ¿Les cuento un secreto? Estoy bastante inspirada y ya tengo 11 capítulos más programados para publicar, pero no quiero emocionarme porque luego me quedo sin reservas. Aunque... un maratón siempre es buena idea.
Me encantaría saber su opinión hasta ahora, aunque nos quede todavía un largo camino.
Nos leemos pronto.
—Nefelibata
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