1, Los accidente pasan.
Soltó la ultima caja vacía, y sonrió emocionada, quizás por decima vez en lo que iba del día.
—Luego de un largo fin de semana, oficialmente instalada —dijo Olivia, orgullosa.
Observó un poco mas a su al rededor, el pequeño lugar, que ahora sería su nuevo hogar, relucía en su simpleza. Un monoambiente, lo que por momentos se podía costear, comenzaba en una puerta y terminaba en un par de ventanas. Nada extravagante. Un esquina donde iba su cama, un escritorio, un sillón (donde estaba segura que comería) una cocina, y una simple mesada pegada a la pared. Nada mas, tampoco creía necesitar mucha más que eso.
—Si trabajo y estudio, este lugar será de paso —se trató de convencer.
Sonó su celular, y salió de su liviana ensoñación.
—Hola mamá —respondió alegre—. Justo estaba por salir a comprar para almorzar
—¿Cómo te ha ido? —preguntó la mujer—. Me hubieras esperado, y hoy iba a darte una mano. Comíamos juntas.
Olivia asentía ante el palabrerío de su madre. Por mucho que la quisiera allí, necesitaba ese espacio para si misma. Desde el viernes que no dejaba de acomodar sus próximas semanas. Luego de clases, llevaría currículos a tres locales, entre ellos una cafetería a la vuelta del departamento. El martes buscarías las fotocopias para las nuevas materias, y el miércoles iría a a visitar a su abuela, quien le obsequiaría una vieja heladera.
Por esa semana, no cabía ninguna visita. Todos los días estaban ocupados con actividades de todo tipo. Hasta se hizo el espacio por si llegaba a conseguir un trabajo.
Así que, mientras Laura le seguía hablando a Olivia sobre lo mucho que la ayudaría si tan solo le diera el espacio, ella salió para ir hacer las compras. Abrió la puerta, ocupando sus manos con la bolsa ecológica, y las llaves, maniobrando con el celular pegado al oído.
—Olivia —exclamó Laura del otro lado—. Hija, no solo hagas ruidos con la boca, di algo mas.
Olivia asintió con la cabeza.
—Mamá, el fin de semana que viene —dijo Olivia.
Antes de completar su idea, tras cerrar la puerta y alejarse de espalda, giró sobre sus talones, y chocó contra una persona que salía al mismo tiempo que ella. El celular saltó de su vago agarre, y cayó al suelo, haciendo un sonido seco contra este. Olivia quedó petrificada, viendo a su pobre victima, y alzó la vista al tiempo en que su vecino corría escaleras abajo. Llegando a divisarlo de espalda, y sus rizos castaños.
—¿Hija? —se oyó.
Olivia lo recogió, y la pantalla quebrada fue el golpe de realidad que no necesitaba en ese momento.
—¿Ma, me oyes? —preguntó, con un deje de angustia.
—¿Qué fue todo eso? —Laura sonaba preocupada—. No me digas que te han robado, te dije que ese barrio es peligroso, por eso tienen los pisos tan baratos.
—No mamá, un idiota me tiró el celular —respondió, y su voz tembló—. Oh no, esto no entraba dentro del presupuesto. La pantalla, no veo nada.
Se oyó un soplido del otro lado. Supo de inmediato lo que le diría. No le hacía falta escucharlo, ya de por si se estaba quedando aturdida con sus propios gritos internos.
—Te puedo dar plata para el arreglo —dijo Laura—. Vamos Livi, no vivirás mas acá, pero aun eres mi hija.
Olivia rodó los ojos. Podía aceptarlo, pero no quería. La relación con su mamá era la mejor, solo que quería demostrarse así misma que era capaz de lidiar con los imprevisto de su nueva vida, aunque en ellos no cabía un vecino matón de aparatos eléctricos.
—Ma, ¿Puedes colgar tú? —dijo—. Todavía tengo mucho que hacer, y aun no he comido nada en todo el día.
—Bien, pero la oferta sigue pie Olivia Julia —dijo, y colgó.
Se quedó observando el celular, y tomó aire por la boca, inflando su pecho. No, no iba a llorar por algo así. Le había sucedido peores cosas a lo largo de sus veintitrés años. Esto era un pequeño rasguño. Uno que estaba a punto de generarle las peores lágrimas de los últimos días. Porque no lloró cuando pasó la primera noche sola, ni tampoco cuando casi le revotaron el contrato de alquiler.
—Tiene solución —murmuró, con la voz algo rota.
Guardó el celular en la riñora, y se fue por las escaleras. Otra razón de porque estaba tan barato el lugar. Llegó a la calle, viendo que tuviera lo que le hacía falta, para no tener que subir. Lo revisó durante el trayecto en lo que bajaba, aun así insistió en que debía fijarse una vez mas. Con sus ojos atentos en otro lado que no fuera el frente, se frenó al borde de la vereda.
—Perfecto —murmuró.
Lista, a punto de dar un paso, un chico pasó en su bicicleta sobre un charco de agua de lluvia, y la salpicó de pie a cabeza. Su remera blanca dejó de serla, al igual que su short celeste, hasta goteaba residuos de su fleco. Cuando lo vio, solo de espalda, reconoció su rizada cabellera castaña. Por un momento se preguntó si podía ser la misma persona. En el edificio vio lo mismo, ¿Los rizados del barrio se pusieron de acuerdo para arruinarle el lunes? No quería ser paranoica y pensar que si.
—Tranquila —murmuró, y tomó aire por la nariz—. Irá bien, listo. Se soluciona bañándome.
No volvió al departamento, no se quería dar le lujo de volver a subir por las escaleras hasta el tercer piso. Prefería aguantarse la humedad, a la cual se le sumaba la humedad del día post lluvias. Al igual que el sofocante calor de verano, que empeoraba aun mas su humor. El cual pendía de un frágil hilo.
•
Almorzó a las corridas, porque bañarse a esa hora no estaba dentro de sus horarios. Llegó a la facultad diez minutos antes que llegara la profesora. Lo bueno era que el autobús urbano la dejaba en el centro de la ciudad universitaria, lo malo fue que tuvo que caminar tres cuadras mas para llegar al edificio donde tendría la clase.
—Llegas a tiempo —la recibió Natalia en cuanto entro al aula.
Olivia agradeció de que ella si haya llegado a tiempo para guardarle un lugar. No muy cerca de la pizarra pero tampoco en el fondo en donde era capaz de quedarse dormida si cerraba los ojos. Se acercó, dando largas zancadas, y se frenó para poder saludarla con un beso en la mejilla.
—¿Te puedo felicitar? —preguntó Natalia.
Tras dejar su bolso bajo la silla, se sentó y le sonrió, aunque por dentro estaba con la batería muy baja.
—Ni tanto —dijo Olivia—. Si puedes, pero debes saber que me ha ido de mal a peor hoy.
Natalia se sentó a su lado, y ladeó la cabeza. La miró fijo, torciendo su mueca a la par que arqueaba una fina ceja oscura. La oyó tantas veces decir lo mismo, que no sabía cuando sería el día en que fuera una chica por completo feliz. O si era capaz de serlo sin quejarse de por medio.
Cuando Olivia iba a defender su postura para no quedar como una quejumbrosa mas otro nuevo año lectivo, se calló al ver a un compañero bajar por detrás de Natalia. Lo siguió con la mirada, hasta que este, luego de haber saludado a un par de compañeros mas, se marchó del aula.
Su espalda, su remera verde con un par de franjas blancas en el centro, su cabellera rizada de un castaño claro suave, se le hicieron familiar.
—Olivia —Natalia movió una mano frente a sus ojos.
En silencio, inspeccionó mejor a sus compañeros. Como la materia estaba divida en dos comisiones, el turno de la tarde tenía menos cantidad de alumnos. Entre ellos no habían tantos chicos rizados, uno estaba detrás de Natalia pero su cabello era más corto y oscuro.
—¿Sabes quién es el que salió recién? —preguntó Olivia.
Natalia miró a la entrada, y ambas lo vieron al mismo tiempo. Olivia se contuvo para no salir corriendo en su dirección y decirle que era un mal educado que no se fijaba por donde andaba, ¿Cómo alguien era capaz de dos veces en el día accidentar a una misma persona?
—Es Finn —respondió Natalia, y volvió la vista a Olivia—. ¿Qué pasa con él?
De todo, quiso decirle. Sin embargo, trató de ser moderada, y no insultarlo sin conocerlo.
—Bueno, fue quien me causó mi mal día —dijo Olivia, y puso el celular sobre la mesa del pupitre.
Cada vez que veía la pantalla quebrada le hacía doler el bolsillo.
—¿Te lo rompió él? —preguntó Natalia, tratando de no sonar tan sorprendida.
—Creo que es mi vecino —respondió Olivia—. Al medio día me chocó y tiró mi celular.
Lo volvió a guardar, porque cada vez que lo recordaba el dolor se hacía mas grande. Un hueco que le costaría tapar sino conseguía el trabajo. La conversación quedó para mas tarde, pues la profesora de Historia II les llamó la atención al grupo para poder dar comenzada la clase.
Fin subió, y se sentó tres hileras detrás de ellas. Olivia, durante los primeros cuarenta minutos, pensó en como le haría entender que le debía una disculpa.
[Palabras: 1529]
☆☆☆
Capítulo 1, así bien caótico. Amo hacer capítulo que empiezan re tranquis o bien caóticos. Así son mis días 💅🏻
Plata es dinero. Y como acá nadie dice dinero, pues plata.
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