Capítulo uno: Fénix
Desde la caída de los Sombra, ha sido más sencillo extendernos alrededor del mundo. Las puertas entre los gobiernos se nos han abierto; no tomamos partido, pero intervenimos en los conflictos cuando es necesario. Esta será la primera vez que visito la base de España, pues no hace mucho tiempo entró en funcionamiento y de cualquier forma el vuelo es demasiado largo como para que sea yo quien pueda atender asuntos urgentes.
El vuelo resulta complicado, una tormenta nos intercepta provocando turbulencias exageradas. Tomo mi turno para descansar en la parte trasera del avión, limitándome a observar los rayos desde la ventana. El paisaje caótico lo percibo como un mal augurio de cómo resultará la ejecución de este plan: impredecible y peligrosa. Los fuertes truenos, que usualmente me resultan indiferentes, esta vez provocan que un escalofrío recorra mi espina dorsal cada vez que ruguen. Nuevamente, mi pierna se agita de arriba a abajo a un ritmo molesto, e inconscientemente mis uñas se atacan entre sí, hundiendo más de lo prudente la cutícula de cada uno de mis dedos.
Mi mente se esfuerza por mantener a raya mis sentimientos, igual que lo he hecho durante ocho años, pero está resultando imposible. Las ideas me atacan, como olas que te revuelcan con fiereza en el mar sin dejarte tomar por piedad un poco de aire. Pienso en la posibilidad de que Alí realmente esté vivo, por más improbable que eso siga pareciéndome. Si durante este tiempo ha recobrado su fuerza, ¿cómo planea atacarnos? ¿Quiénes morirán esta vez? ¿Los Sombra que ahora trabajan para nosotros elegirán volver con él? Pienso en todo, incluso en ella.
Me he obligado a no recordarla más que como una pesadilla, una mala broma de mi memoria incluso; como si no hubiera existido y ese último año en SAMOHI yo no lo hubiera vivido. Trato de olvidar el sentimiento que me invadió cuando regresé a la base, la sensación de las miradas sobre mí juzgándome por cómo pude ser tan idiota como para dejarme engañar. Vergüenza, la más abrumadora que he experimentado nunca. Ofrecí mis disculpas y acepté la culpa por el incidente, pero nunca hablé más de ello ni tengo planeado hacerlo. No necesito hacerlo, porque estoy bien.
Realmente estoy bien.
—Jack —llama Paula y yo despierto de golpe, confundido. Ni siquiera recuerdo en qué momento me quedé dormido—. Estamos por aterrizar, podrías al menos ayudar con eso.
—Sí, sí —contesto aturdido, poniéndome de pie sin estar completamente consciente todavía.
—Oye, cuando te dije que descansaras me refería a un par de horas, no a todo el maldito vuelo. John es un pésimo piloto y un verdadero dolor de cabeza.
Paula es una opción sensata para acompañarme en esto. No era amiga de April, nadie lo era realmente, pero tiene más idea que cualquiera de nosotros acerca de cuáles podrían ser sus movimientos; la estudió con Anderson para evaluar si era candidata al proyecto de rehabilitación. Ella estuvo con nosotros el día de la batalla en Santa Mónica y no necesita que nadie le explique el contexto adicional. Además, como fue la mano derecha de Anderson durante su pequeño (aunque efectivo) golpe de estado, apenas terminó la batalla se incorporó con nosotros. Ha llegado a ser una de mis primeras opciones cuando me veo obligado a cooperar con otro agente.
John, por otro lado, se metió a la fuerza en esta misión. Él no debería estar aquí, pues su odio hacia la persona que le arrebató a Ian sigue tan fresco como el primer día en que lo perdimos. Nunca le dije la verdad, simplemente no pude. Paula juró que mantendría el secreto, la historia que todos conocen es que escapó y que, por la premura de alejarnos de una muerte segura, la perdimos. Bush no tardó en unir los puntos acerca de quién había sido la responsable de poner una bala en la cabeza de Silverman, sin embargo, pensó como yo que no duraría ni siquiera un año a su suerte. Con una ira interiorizada por no poder ser él el verdugo, lo convencimos de no perseguirla. ¿Cómo podría admitir ante él que simplemente la dejé ir? Que no hice nada aun sabiendo que nos quitó a Ian. No me perdonaría, y no pienso perderlo una segunda vez.
—Torre de control, aquí Tango Bravo 247, solicitando permiso para aterrizar —informo cuando estoy en la cabina.
—Tango Bravo 247, aquí Torre de control. Copiado. Proceda a las coordenadas de espera Delta y mantenga altitud en 3000 pies. Informe cuando esté en posición.
—¿Cómo estuvo su viaje, agentes? —pregunta mi padre, quien también está en la línea.
—Hubiera sido más sencillo si John no hubiera dormido todo el camino y nos hubiera ayudado —bromeo, únicamente para sacar de sus casillas a Bush, quien de inmediato me arroja el sándwich que estaba comiendo.
—¿Por qué desperdiciar la comida de esa manera? —reclamo negando cuando he boqueado la línea, limpiando la mayonesa de mi mejilla.
—Lo hizo Paula —argumenta.
—¿Y?
—Está horrible.
—¡Puedo oírte, imbécil! —grita Paula desde la parte trasera y John se ríe—. ¡La próxima vez que tengas hambre puedes prepararte algo tú mismo!
—¡Es broma, Pau! —contesta de la misma manera, pero luego se acerca a mí para susurrar—. No es broma, de verdad, no pruebes nada de lo que te ofrezca.
Aunque reacio en inicio a que los Sombra trabajaran con nosotros, John ha sido uno de los agentes que más ha visto por la integración de ellos a la base. Contrario a lo que podría haber imaginado, incluso ha formado lazos bastante fuertes con muchos de ellos. Paula y él, por ejemplo, se llevan sorpresivamente mejor de lo que cualquiera esperaría.
Finalmente aterrizamos y bajamos de la nave, siendo recibidos por una formación de agentes a quienes encabeza Prescott. Él sirvió en el ejército, mi padre lo nombró subdirector y es el responsable de que los asuntos en España se mantengan bajo control. Su experiencia es evidente en el blanco de su cabello y, aunque ya no está en sus mejores días, ha demostrado ser eficiente.
—Es un placer conocerte al fin, Jack —habla estrechando mi mano, guiándonos—. Tú padre habla mucho de ti.
—Dudo alcanzar las exageradas expectativas que seguramente ha creado sobre mí. —Él se ríe.
Entramos en una habitación en donde nos esperan otros dos agentes. Hay una chica sentada sobre un mueble, al costado de la pantalla en donde nos presentarán los detalles de la misión. Es bastante joven, debe ser parte del grupo de nuevos reclutas. Sus piernas están cruzadas y una laptop descansa sobre sus piernas. Miro con curiosidad su uniforme, pues parece que lo ha confeccionado a su estilo. ¿Eso está si quiera permitido? Su cabello está peinado en una cola de cabello alta y sus labios pintados con un intenso labial rojo. Dudo que esté siguiendo el código de vestimenta y dudo aún más que le importe.
Se dedica a preguntarle al hombre junto a ella si la paleta de colores que eligió para las diapositivas es adecuada o si debería cambiarla, pero él ni siquiera hace el esfuerzo por interesarse ya que la chica se contesta sola una y otra vez, alcanzando sus propias conclusiones.
—Agentes —regaña Prescott con fuerza al ver la postura poco formal con la que nos reciben.
—Estoy por terminar —dice ella frustrada mientras se acomoda. Prescott niega con desaprobación.
—Lo lamento. Por favor, tomen asiento —nos indica y nosotros nos acomodamos frente a la mesa—. Ellos son Aria y Roland, trabajarán con ustedes.
—¿Eso es necesario? —pregunta Paula y yo le dirijo una mirada para que sea cortés—. Es que... tres somos suficientes.
—Aunque ahora no lo parezca, son mis mejores agentes cuando se trata de tecnología. Los ayudarán a distancia, estarán en la silla vigilando las cámaras, monitoreando las noticias, dándoles acceso a lugares restringidos.
—¡Ya está! —anuncia Aria y coloca en la pantalla la dichosa presentación—. ¡Misión Fénix!
Prescott comienza presentando las imágenes que antes mi padre ya me había mostrado, por lo que en lugar de prestar atención a sus palabras dirijo mi mirada al tal Roland. Su piel es morena y sus rastas las ha recogido en lo alto de su cabeza. Se mantiene callado en una esquina de la habitación con la espalda muy recta, la barbilla en alto y las manos detrás de la espalda; eso último me pone bastante incomodo. Mi padre no me concedió venir solo y tampoco me advirtió que habría más personas involucradas en la misión. Ya bastante tengo con John y Paula, que dos desconocidos vayan a ser los responsables de ser nuestros ojos a la distancia no me hace particularmente feliz.
Mi atención vuelve a la pantalla cuando esta se llena con fotografías de April. Tienen al menos una por cada año desde que la dejé a su suerte. Luce diferente en todas, pero la reconocería en cualquier lugar. Usa pelucas, su cabello cambia de color y tamaño en cada imagen. Su ropa siempre es discreta, pero el estilo nunca es único. Sabe cómo pasar desapercibida entre la gente. Me fijo en los lugares en los que ha estado, ha visitado demasiados países.
Mi mirada se posa en la fotografía más reciente de la colección, marcada con la fecha de hace solo cinco semanas atrás. No es la adolescente que abandoné, ahora es una mujer. Luce bastante más delgada y su cabello es corto, apenas llega más abajo de su barbilla. En el resto de las imágenes su cara está cubierta por grandes lentes de sol, bufandas e incluso maquillaje, pero no en esa última. Puedo ver cada detalle de su rostro; sus grandes ojos cafés, sus labios pequeños y el lunar al costado de su oreja. Me reprendo al sentir un efímero alivio al no notar heridas visibles. No debería reconfortarme el hecho de que estos años se las ha podido arreglar. Lo cierto es que encontraba cierto consuelo en creerla muerta, pero ahora que sé que está viva y que tengo que ir a buscarla, me siento sumamente abrumado.
Noto también que en esa última foto su mirada denota urgencia, parece estar huyendo y la premura no le permitió camuflarse con otro disfraz. No carga una bolsa ni una mochila, por lo que es probable que empacar lo mucho o poco que tiene no fue una opción. En su cuello no hay ningún collar y en sus dedos no hay anillos, lo mantiene simple. Está maquillada, aunque sutilmente, con colores mayormente marrones. Luce... luce como si estos años la hubieran tratado medianamente bien.
Podría pasarme un largo rato más apreciando los detalles de cada foto, pequeños indicios que me adviertan lo que ha pasado con ella en estos años, pero salgo del trance en el momento en que noto que la mirada de todos está sobre mí. Los observo confundido, pues no sé qué es lo que han dicho y tampoco estoy seguro de si esperan respuesta de mi parte a una pregunta que definitivamente no escuche.
—Parece que alguien está nervioso por reencontrase con su ex —comenta Aria en un tono cantarín que amenaza con sacarme de mis casillas.
—Que sea la última vez que escucho un comentario como ese —ordeno mirándola, pero lejos de intimidarse se nota entretenida. Soy el hijo de la persona al mando de este lugar, deberían tenerme un poco de respeto—. Vamos a afrontar esta misión de una forma madura y profesional. ¿Todos tienen eso claro?
—Estoy de acuerdo, Jack —secunda Prescott—. Los chicos han intentado encontrarla accediendo a las cámaras del país. Aún no tenemos suerte, pero estamos seguros de que está en Sevilla. Tenemos algunos puntos en la mira, por alguna razón siempre terminamos encontrándola siendo voluntaria en albergues.
—¿Albergues? —cuestiona John con un notable gesto asqueado y Prescott alza los hombros, restándole importancia.
—Además, tenemos buenas y malas noticias.
—Primero las malas —pide Paula.
—Alguien más comenzó la cacería en su contra antes que nosotros, la han estado siguiendo. Ha habido amenazas de atentados, reportes de avistamientos de personas con armas en lugares público, actividad sospechosa... y siempre hay rastros de que ella estuvo cerca.
—¿Y las buenas noticias? —pregunto.
—Alguien comenzó la cacería en su contra antes que nosotros —responde con ironía y le dirigimos una mirada de confusión, por lo que continúa explicando—. Sin importar quién la esté buscando, nos está ahorrando el trabajo. La están obligando a moverse más de lo que usualmente lo haría, lo que hace mucho más sencillo encontrarla.
—Sí, de hecho, acaban de sacarla de su escondite —anuncia Aria, reemplazando su colorida presentación por la imagen de una cámara—. Será mejor que se vayan de una vez.
En la pantalla, observo a April corriendo al lado de Tobby. Las personas a su alrededor hacen lo mismo, pues al fondo se observan dos tipos con armas de fuego amenazando su integridad. El pánico se extiende en el aire como un virus.
—Prescott, envía a tus agentes más próximos a cuidar de los civiles —ordeno poniéndome de pie—. Andando, no queremos perderla de vista.
¡Hola, hola!
Nueva historia, nuevos personajes. ¿Cómo piensan que será el reencuentro con April? ¿Qué hizo durante ocho años? Además, hay muchas preguntas sin resolver que dejamos pendientes en la primera parte.
Por desgracia, no tengo capítulos de respaldo para prometer actualización semanal. Iré actualizando conforme pueda escribir para no esperar más tiempo.
Nos leemos pronto.
—Nefelibata
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