Capítulo ocho: Rebelión

Esperamos en la sala de juntas a que Prescott consiga contactar con Mark, quien seguramente está dormido. En Santa Mónica debe ser pasada la una de la madrugada, sin embargo, él insistió en que su superior tenía que escuchar esta conversación y no podíamos esperar a mañana. Tobby está conmigo en el sofá, recargando su cabeza en mis piernas y sin separarse de solo segundo. Este es un asiento más cómodo que la silla frente a la mesa y, más importante, estoy alejada de John. 

—Toma esto —ordena Aria, extendiendo una taza hacia mí tan pronto entra a la sala con Roland. Su mirada me indica que no es opcional aceptar la bebida—. Es té de valeriana. A mí no me gusta, pero dicen que tiene un efecto relajante. Roland dijo que tuviste un ataque bastante...

Su medio hermano choca su hombro con el de ella para indicarle que deje de hablar. Ella lo hace, aunque a regañadientes.

—Gracias —contesto, aun sintiéndome un tanto desorientada mientras caliento mis manos con la taza. Ella me dirige una sonrisa con la que se presume satisfecha por haber hecho una buena acción, luego toma asiento frente a la mesa con John y Prescott. 

Roland elige quedarse a mi lado, dirigiéndome una sonrisa y preguntándome en lengua de señas si necesito algo más. Yo niego, restándole importancia a la situación a pesar de que sé que él notó lo mal que me sentó lo que pasó en las celdas. Desde que era pequeña nadie me ha acompañado durante mis ataques de pánico, que dos agentes lo hayan presenciado me inunda de vergüenza. John permanece muy serio, sabe que le espera una sanción por lo que hizo y sé que eso va a hacer más grande su odio hacia mí; si es que eso de alguna manera es posible. Por ese lado, yo no tengo mucho de lo que preocuparme, no tienen autoridad para castigarme aquí adentro. 

Observamos a Jack entrar en la habitación. No me he cruzado con él en varios días, por lo que me es más sencillo notar que sus ojeras han adquirido un color oscuro. Inspecciona la habitación como si John y yo no fuéramos más que niños regañados. Parece agotarlo el hecho de tener que lidiar con otra de nuestras disputas. Su padre no va a estar feliz con esto y, considerando que lo ha puesto a cargo, somos completamente su responsabilidad. Pasa al frente, cortando de inmediato la llamada de Prescott hacia Mark.

—¿Qué cree que hace? —cuestiona Mathews molesto.

—Llamo a tu padre —responde Prescott, un tanto ofendido.

—¿Para qué? ¿Para demostrarle que no podemos manejar solos un simple problema?

—¿Simple problema? —ríe Aria, mirando a John. Al escucharla Jack también voltea a mirarlo, exigiendo una explicación.

—Hubo un incidente con el tirador de Sevilla —escupe Bush casi a la fuerza. 

—¿Qué tipo de incidente?

—Dejó de respirar. —Jack cierra los ojos un momento.

—Las instrucciones eran mantenerlo vivo para usarlo.

—Ya sé cuáles eran las instrucciones, pero la situación se salió de control.

—¿Cómo?

—Pregúntale a Smith, parece que no sabe seguir órdenes. 

Su tono me molesta. Estoy de acuerdo en no empeorar la situación entre nosotros, pero no va a echarme toda la culpa por esto. Afortunadamente Jack no parece tener interés en mí, su amigo es su prioridad ahora.

—Su superior le está pidiendo una explicación a usted, agente Bush —señala Prescott y John se obliga a adoptar una postura más firme. Aun no entiendo cuál es la relación ente él y Mathews, no sé si predomina la amistad o su rango en la organización, pero dudo que le guste recibir sus órdenes.

—Interrogué sin éxito al rehén por semanas, señor. Él insistía en que la presencia de la sombra era lo único que lo haría hablar. No quería perder más tiempo, así que decidí explorar esa opción. 

—Sin consultármelo —afirma Jack—. Supongo que ella no es la única que no sabe seguir órdenes.

—Yo acepté acompañarlo, la culpa es de ambos —intervengo.

—¡No necesito tu ayuda, sombra! —grita Bush despectivamente, y yo aprieto los labios.

—Basta —exige Jack de manera firme—. ¿Al menos lo consiguieron?

—El imbécil le dio un mensaje a Smith, pero se negó a colaborar para profundizar en el tema.

—No me niego a colaborar. Les he dado tanta información como me ha sido posible —defiendo, ya un tanto irritada—, pero eso es todo lo que vine a aportar. No acepté venir a ejercer tortura sobre nadie, esos son sus problemas.

—¿Y desde cuándo te molesta? Deja la hipocresía a un lado y...

—¿Cuál fue el mensaje? —interrumpe Mathews nuevamente.

—Nada que tenga sentido —digo—. Algo acerca de que la persona que lo contrató quería reunirse con su esposa.

—¿Mencionó nombres? —indaga Prescott.

—Anna y Félix Weber —informa John—. Quisiera añadir que ese imbécil rogó por la vida de la sombra y, tan pronto le entregó el mensaje, se enterró un puto cuchillo en el ojo. Si eso no les parece prueba suficiente de que está trabajando para ellos entonces...

—Intentemos no llegar a conclusiones aceleradas —calma Prescott—. Señorita Smith, ¿ese mensaje significa algo para usted?

—No —afirmo, pero las miradas desconfiadas de los tres hombres frente a la mesa no tardan en caer sobre mí. Suelto un suspiro frustrado—. ¿Para qué se molestan en preguntar si no van a confiar en mi palabra?

—Yo buscaré los nombres en... —Aria comienza a hablar, pero se interrumpe—. ¿Ustedes también escuchan eso?

Un murmullo comienza a formarse afuera de la habitación, cada vez más molesto. Se vuelve demasiado fuerte como para ignorarlo, por lo que se detiene el flujo de la conversación. Jack y Prescott cruzan miradas, pero ninguno parece saber qué es lo que sucede. Temiendo que sea algo de lo cual deban preocuparse, deciden investigar. En el momento en que abren la puerta observamos a decenas de Silentes abandonar sus actividades para recorrer los pasillos en orden, guiados por una alarma. 

Jack se abre paso entre ellos para mezclarse y tratar de llegar lo antes posible al auditorio, el cual parece ser el punto de reunión. El resto de las personas en la sala lo siguen, por lo que después de cruzar miradas con Roland decidimos hacer lo mismo. Tan pronto Tobby da un salto para bajar del sillón, me pongo de pie para unirme a la multitud. En el camino, nos encontramos a Paula, quien fue obligada a dejar su habitación para atender el llamado. Aún luce cansada, pero tiene mejor semblante que hace un rato. 

—¿Tú sabes qué sucede? —pregunto, incómoda por estar rodeada de tantas personas en un pasillo reducido.

—Convocaron una asamblea —responde, pero eso no parece tener sentido dado que Prescott no estaba enterado.

Una vez que llegamos al recinto la gente se dispersa, dejándome respirar. En un escenario una chica bastante furiosa brama un discurso, se declara la responsable de haber reunido a sus compañeros con una falsa asamblea. Los estandartes que la rodean no me ponen precisamente en una posición segura, pues hay un símbolo de muerte sobre el que solía ser el símbolo de los Sombra. Con megáfono en mano y una seguridad abrumadora cuestiona a la autoridad a la que responde, exponiendo sus dudas de si acoger a los agentes que antes eran sus enemigos fue una decisión prudente. Expone los expedientes de sus ahora compañeros como si no fueran otra cosa que una historia de terror., acompañadas con imágenes y videos que se reproducen en las pantallas. Junto a nosotros reparten volantes, y Roland no pierde la oportunidad de conseguir un par de ellos para estar mejor informado sobre lo que está sucediendo. Me ofrece uno y lo reconozco como una copia de los miles de registros que hice públicos hace años. Específicamente, son de los exsombra que residen en esta misma base. 

—¡La nueva adquisición de nuestro líder es nada más y nada menos que la Sombra April Smith! —grita la chica, llamando mi atención—. Su trayectoria de destrucción y muerte abarca el globo, desde las ciudades más influyentes de Europa hasta las regiones más vulnerables del Medio Oriente. Todo lo hizo siendo la mano derecha de Alí, la mayor amenaza que hemos enfrentado como Silentes. No sé ustedes, pero yo opino que ella no es diferente a ese hombre. Es un insulto que nuestros líderes la hayan reclutado.

—¿Esa es Lucy...? —pregunto, y Paula asiente.

Las pantallas ahora muestran a una versión de mí que ya no existe, una versión despiadada e indiferente al dolor ajeno. Abro la boca, alternando la vista entre los distintos monitores y percatándome de que todo está aquí. Las evidencias contundentes que yo misma me aseguré de entregarles me exhiben cubierta de sangre, asesinando sin censura a diestra y siniestra. Lucy habla desde el hackeo a la bolsa de valores de Nueva York y la infiltración al sistema de inteligencia de Turquía hasta la masacre en Colombia y el asalto al tren de Italia. No consigo mantener la mirada fija en los videos y agacho la cabeza cuando noto cómo Roland me desconoce. 

Excelente, el primer amigo que hago en años y terminará odiándome como el resto.

—Los Sombra fueron nuestros enemigos más despiadados —continua—, los mismos que arrasaron con nuestras familias, que asesinaron a nuestros compañeros y que cargaron la traición como su bandera. No podemos olvidar que cada uno de nosotros ha perdido algo o a alguien a manos de ellos. Es una ofensa a los caídos, a los que lucharon y murieron por esta causa, que ahora se nos pida trabajar codo a codo con ellos. Por esto, ¡exigimos que se expulse a todos los que un día portaron el emblema de los Sombra!

Observo a los Silentes, el discurso de Lucy parece comenzar a surtir efecto. Algunos de ellos asienten entre sí, dejando claro su postura acorde con la de su compañera. Otros más muestran dudas en su rostro hacia las decisiones de sus líderes, buscan a los ex-sombras entre ellos para darle un rostro a los crímenes que acaban de escuchar. Noto cómo Paula se tensa, llevando su mano al arma en su cinturón como precaución. Yo no tengo nada para defenderme.

Jack trata de alcanzar el escenario para quitarle el megáfono a Lucy, pero los Silentes que colaboraron con ella para organizar esto lo impiden. Es un movimiento arriesgado, están pronunciándose contra sus líderes en lo que se podría considerar una rebelión. Observo a John y, contrario a lo que hubiera pensado, ayuda a Mathews para detener el alboroto. La presencia de ambos hombres parece hacer retroceder a unos cuantos, siguen siendo agentes admirados por las personas de este lugar. 

—¡No seremos cómplices de nuestra propia caída! Si los que nos gobiernan no toman cartas en el asunto, entonces lo haremos nosotros. 

Se escucha el grito de aquellos quienes la apoyan, pero acto seguido estos son silenciados por un disparo. Nora, la chica de la cicatriz en el cuello que me atacó en el gimnasio cuando llegué, ha sido abatida y ahora yace muerta tendida en el suelo. Roland de inmediato saca una de sus armas de corto alcance y me la entrega, a pesar de que no se me permite cargar con ningún arma. Tan pronto la tengo en mis manos él se apresura a llegar al lado de Aria, preocupado porque algo pueda ocurrirle. 

Jack abandona su intento de llegar al escenario para llamar a los guardias y dirigirlos, no puede permitirse ninguna otra baja. Prescott lo apoya, tratando de contener a los rebeldes y poniendo a salvo a tantos de los ex-sombra como le es posible. No nos encontramos rodeados de civiles indefensos, si no de agentes entrenados. Algunos de ellos aún se debaten entre si atacar, defender o simplemente permanecer en un punto medio. Paula y yo cubrimos nuestras espaldas, conscientes de que somos blancos.

—Por favor, dime que no tienes problemas con dispararle a unos cuantos.

Tobby comienza a chillar y a ladrar, asustado por la cercanía de las personas que se hieren a escasos metros de nosotros. Tengo que protegerlo yo ahora. Paula me necesita, sé que también depende de mí que no acabemos muertas, sin embargo, no contesto a su pregunta. La verdad es que no sé si aun soy capaz de tirar del gatillo.

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