Capítulo diez: Sospechosos

(Narra Jack)

Al escuchar a Aria hago que April y Tobby entren en la habitación conmigo, cerrando la puerta detrás de nosotros. La sospecha de que existe un traidor en la base es algo que le pedí mantener entre nosotros dos hasta tener pruebas contundentes, por lo que le recrimino con la mirada el no haber sido más discreta. Si la idea comienza a esparcirse dentro de la base generará caos y, si es que realmente hay un informante aquí, entonces se volverá precavido y nos costará más trabajo encontrarlo. Idealmente habría dejado a April fuera de esto, pero perderla de vista ahora no es una opción. Busco un pants antes de continuar con la conversación y también limpio la herida que me causó el dardo. Más le vale que esto sea importante.

—¿Sabes qué? Tal vez no es nada —continúa Aria, aun sin dejar de alternar su mirada curiosa entre April y yo—. Volveré más tarde para que...

—No, yo me voy para que ustedes puedan... hablar —interrumpe April, sin encontrar una mejor palabra.

—Cualesquiera que sean las ideas que se les hayan cruzado a las dos por la cabeza, simplemente no —aclaro, y mi vista se dirige a Aria—. Ahora, ¿me estás diciendo que te colaste en mi habitación por un "tal vez no es nada"?

—No me colé, dejaste la puerta abierta.

—Si esto es por tu tarjeta de acceso, yo la tomé —informa April sin remordimiento, entregándosela. Aria abre la boca y se apresura a quitársela.

—Okay, en primer lugar, that's rude... —acusa guardándola, aunque volviendo al tema de inmediato—. Pero mis sospechas no son por eso, es más bien una corazonada, ¿sí?

—¿Una corazonada que no pudo esperar a mañana? —pregunto.

Aria se acerca a la cama, en donde antes de que llegáramos ya había colocado en orden los expedientes. Todos están organizados por colores brillantes y el título en llamativas letras grandes, caracterizando su trabajo con una estética bonita, aunque para nada profesional. Me entrega uno, pero antes de abrirlo me alejo un par de pasos de Smith para conservar la confidencialidad. Ella rodea los ojos y procede a tomar asiento en uno de los sillones del cuarto, llamando a Tobby para que suba junto a ella.

—¿Qué puesto debo tener para que me den un cuarto tan grande como este? —pregunta Aria, dispersa, observando cada uno de los detalles del lugar.

—Aria, al punto —reclamo, sin comprender qué vino a decir—. Ya revisamos esta información unas mil veces, todo está en orden.

—Sí, sí está en orden, pero pon atención a las hojas en donde están los nombres de nuestros proveedores, las direcciones de entrega y los horarios.

A pesar del cansancio, hago lo que me pide. Vuelvo a repasar de arriba a abajo las páginas, sin embargo, al igual que la primera vez que lo hice, no consigo notar nada extraño. Realmente me esfuerzo, pero no consigo comprender el porqué de su impulso de venir hasta aquí a mitad de la noche. Un par de minutos después alzo mi vista hasta a ella negando, rendido. Aria suelta un suspiro de frustración y toma otro de los sobres con la intención de entregárselo a April.

—¿Qué haces? —pregunto, interceptándolo antes.

—Necesito la opinión de alguien más —reclama. Smith nos mira con indiferencia, sin ánimo de ayudarnos de cualquier modo—. Oye, ella no es quien está filtrando la información.

—Suenas muy segura.

—Los ataques comenzaron antes de que yo llegara a este lugar, Mathews —defiende April.

—Además, pasa casi todo el día con Roland —complementa Aria—. Si mi hermano confía en ella, entonces yo también. Leí su expediente, era una de las agentes más inteligentes de los Sombra.

Volteo para ver a April. Noto cómo su mirada se suaviza en el momento en que esas palabras alcanzan sus oídos, y comprendo de inmediato el motivo de ello. Lo que Aria rescato de todo lo que hay en el expediente de Smith no fueron los actos terroristas ni los asesinatos, si no una de sus cualidades. Recuerdo que esa fue la forma en la que decidimos en qué lugar los ex-sombra podrían adaptarse mejor con nosotros, explotando al máximo lo que disfrutaban y sabían hacer. Al notar su trabajo valorado, los resultados mostrados mejoraron de forma exponencial. No tendría por qué ser de otra forma con April si de cualquier modo ya está aquí para ayudarnos. No me queda más que soltar un suspiro y entregarle yo mismo el sobre, esta vez lo recibe de buena gana; mucho más dispuesta a cooperar.

—La hoja es diferente —afirma apenas comienza a revisarla, sin cometer el error de detenerse a leer el contenido como yo. Aria asiente con una sonrisa.

—¿Cómo dices? —pregunto.

—La esquina superior —explica, mostrándome—. Mira, para las hojas con información menos relevante están maltratadas, porque han sido consultadas más veces, pero estas están un tanto más aplanadas. Además, el material es ligeramente más grueso y un par de milímetros más grande.

—Y la tinta tiene más brillo. Carajo, no estoy loca —exclama Aria, feliz de que alguien más vea lo mismo que ella—. ¿Por qué no le pedimos ayuda desde un inicio? Nos había ahorrado mucho trabajo.

La muestro una mirada de reproche por el comentario, pero lo cierto es que no puedo reclamarle demasiado en estos momentos. Hizo un excelente trabajo, siguió buscando algo relevante incluso cuando yo ya comenzaba a convencerme de que mis sospechas no eran más que falsas especulaciones.

—Alguien sacó copias y cometió el error de no devolver los originales —afirmo, impresionado por su habilidad para percibir esos pequeños detalles—. Buen trabajo, Aria.

Su rostro muestra satisfacción.

Tomamos el resto de los expedientes para examinarlos, tratando de encontrar más errores. Necesitamos identificar cada una de las hojas comprometidas a fin de seguir tirando del hilo. Aria permanece sobre la cama, April en el sofá y yo frente al escritorio. Pasamos el resto de la madrugada organizando las pruebas para que pueda presentárselas a mi padre apenas aterrice. La tarea se vuelve más difícil a medida que pasan las horas, la vista cansada no ayuda y es realmente sencillo pasar por alto las escasas diferencias.

Como sospechaba en un inicio, lo más evidente es que los datos de nuestros proveedores fueron comprometidos. Se extrajeron cada una de las ubicaciones de las entregas hasta dar con el patrón adecuado para interceptarlos. Notamos también que tomaron las identidades de nuestros agentes de mayor rango, así como los detalles de sus misiones. Me cuesta seguir pensando que la reciente muerte de tres de ellos es una simple coincidencia. El registro de los ex-sombra es un punto en él que pusieron particularmente atención, lo que me lleva a la conclusión más obvia.

—No tiene sentido que sea Lucy quien nos esté traicionando —opina Aria.

—Puede que ella no sea la traidora, pero puede saber quién sí lo es. —aseguro—. Entregar esta información va en contra del alma de su rebelión, sin embargo, además de ti y de Prescott, solo ella tiene acceso.

April suelta una risa irónica y nuestra mirada se posa en ella. Que haya conseguido burlar la seguridad de este lugar es prueba de que hacerse con los medios para robar la información no es tan complicado como nos gustaría. Sin embargo, muy a mi pesar, debo admitir que sus habilidades están por encima que las de la mayoría de nuestros agentes.

—Que tú hayas entrado no significa que cualquiera pueda hacerlo.

—La seguridad de este lugar es un asco, Mathews, como si hubiera sido construido para que alguien los traicionara. Créeme, cualquiera pudo entrar —afirma.

—Pues, por el momento, Lucy es la única pista que tenemos. —Me pongo de pie al observar por la ventana que el sol comienza a alzarse y Tobby es el único que pudo dormir—. Iré a interrogarla, aún debe faltar como una hora para que llegue mi padre.

—Yo regresaré todo esto a su lugar antes de que alguien note que los saqué y seguiré buscando pistas —habla Aria, recogiendo los archivos y dirigiéndose a la puerta—. Deberíamos hacer pijamadas más seguido, fue divertido.

—Lo dudo bastante —contesto, pero ella de cualquier manera nos dirige una sonrisa antes de irse.

—¿Y yo qué? ¿Me quedo esperándolos? —pregunta April, indignada al ver cómo me preparo para irme, entrando al baño para cambiarme—. Oye, ya me hicieron parte de esto así que tengo derecho a ayudar.

—No pensaba dejarte fuera, Smith. Quiero que me ayudes a investigar discrepancias en los accesos de la sala de archivos y a revisar el historial de las impresiones. —Solo escucho el silencio—. ¿Qué? ¿No vas a objetar de alguna manera como es costumbre?

—Quien haya hecho las copias seguramente borró el historial, lo que significa que debo acceder a sus servidores para intentar encontrar una copia. Además, los registros de quien entra y sale del lugar están codificados. ¿Vas a dejarme volver a hackear sus sistemas?

—¿No puedes? Creí que tu expediente decía que eras buena en....

—Soy perfectamente capaz de hacerlo, Mathews,

—Entonces no sé por qué te pones tan...

Me interrumpo cuando escucho cómo tocan la puerta y debo salir antes de terminar de vestirme para indicarle a April que guarde silencio. Suficiente es que Aria nos haya encontrado a punto de entrar en la habitación, pero fui muy claro con que debía ser discreta acerca de que ambas pasaron aquí la noche. Si alguien menos prudente llegase a ver a Smith conmigo sería un desastre. Ella lo sabe tan bien como yo, por lo que no tiene problema en levantarse para colocarse en un lugar más discreto antes de que yo atienda.

Entreabro la puerta, y maldigo un millón de veces en silencio cuando me encuentro a John comiéndose un enorme sándwich de carnes. No sé cómo soporta esa comida tan temprano, pero es lo último que me preocupa en este momento. De todas las personas que pudieron acudir, él es una de las peores opciones.

—Buenos días —dice, ofreciéndome un emparedado igual con la intención de entrar en mi habitación, pero en cuanto lo intenta cierro un poco más la puerta para impedirle el paso. Él me mira confundido—. ¿Qué? ¿No puedo pasar?

—No, me estoy cambiando. —John alza una ceja.

—Por favor, hemos compartido la ducha un millón de veces desde que éramos niños —afirma, tratando de abrirse paso nuevamente, pero vuelvo a interponerme. Él me examina unos segundos, armando historias en su cabeza que preferiría que jamás hubieran tomado forma—. Pasaste la noche con alguien.

—No, no pasé...

—Claro que sí. —Me dirige una sonrisa jocosa e intenta asomarse para descubrir de quien se trata. Al no conseguirlo, baja el tono de su voz que ahora carga un tono juguetón—. ¿Quién es? ¿Es española? ¿La entrenadora de las mañanas? ¿La pelirroja de finanzas? No, no. La rubia que ayer tenía unos pantalones entallados que hacían...

—John, lárgate —imploro, realmente consternado porque consiga moverme—. Necesito que lleves a Lucy a una sala de interrogatorios.

—Con todo gusto, después de que me digas quién está ahí adentro —afirma sonriendo—. Carajo, me alegra tanto que te diviertas un poco para variar.

En otro de sus intentos por descubrir a quién estoy escondiendo un buen pedazo de tocino cae de su comida. Tobby lo percibe apenas toca el suelo y Smith no consigue detenerlo a tiempo. La bola de pelos se cuela entre mis piernas para devorar la carne, lamiendo el suelo cuando termina y saltando sobre John para tratar de conseguir más. La sonrisa desaparece de la cara de Bush al instante, remplazada por confusión e incredulidad. Deja de pedir permiso y me aparta con un fuerte empujón, encontrando a April detrás de la puerta.

—John, te juro que no es lo que piensas.

No me da la oportunidad de ofrecer explicaciones. Pasa a mi costado furioso y sale de la habitación sin dirigirme si quiera la mirada. Suspiro, consiente de que hará un gran alboroto al respecto y me tomará mucho esfuerzo convencerlo de que la presencia de April en mi habitación no fue más que algo laboral. Pienso en seguirlo, pero antes de que pueda hacerlo Roland aparece frente a la puerta bastante agitado, tratando de comunicarse conmigo. Aunque aún no sé lo suficiente de lengua de señas como para poder entenderlo, no lo necesito; sé por qué está aquí.

¿Acaso todo el mundo cree que mi habitación es una sala de juntas?

—April está conmigo no tienes que alertar a nadie —afirmo frustrado. En pocos instantes se esfumó el plan de ser discretos.

Él se muestra confundido. April se asoma al escucharme decir su nombre y saluda a Roland con cautela, alzando una mano en su dirección. Él de inmediato le muestra una nota molesto para pedirle una explicación. En la hoja supongo que ella le decía que tenía que irse y no le sentó nada bien la noticia. Si pudiera producir sonido estoy seguro de que estaría gritando. Ella lo calma, externando en señas lo que creo que son las razones que tenía, pero él no hace más que dar vueltas para tratar de recuperar la calma. Niega molesto, pero terminan abrazándola.

Ese gesto me sorprende, más aún cuando April no lo aparta y, de hecho, le corresponde. Noto sus brazos alrededor de ella estrujándola con fuerza, su mano en su cabeza y su frente encontrando un lugar entre su hombro y su cuello. Algo me obliga a apartar la vista, colocándome al fin la playera del uniforme. Tomo mis cosas, pues hay cosas mucho más importantes que atender.

—Explícale a Roland lo que hicimos anoche —pido y April se separa de él—, que él te de acceso otra vez al área de División Cibernética para que puedas trabajar.

—Te busco cuando tenga el historial —afirma —. Y gracias, por dejarme ayudar.

Finalmente, todo el mundo sale de mi habitación para cumplir con sus tareas. Me dirijo a las celdas y afortunadamente, a pesar de la furia que carga contra mí en estos momentos, John hizo lo que le pedí. No tiene mucha opción, pues durante la misión le han tenido que recordar demasiadas veces que soy su superior y no obedecer a mis órdenes podría provocar su expulsión. Lo encuentro a él y a Lucy en la sala de interrogatorios, ninguno me recibe con la mejor cara, pero poco me importa por el momento. Ella mantiene una postura poco formal, esposada a la mesa, y él está recargado contra una de las esquinas del lugar sin decir palabra.

—¿Esto es lo que querías? —pregunta Lucy apenas cierro la puerta, agitando las cadenas en sus brazos—. Los tuyos están en celdas mientras que los putos ex-sombra atienden nuestras misiones.

—Ellos no organizaron una rebelión y asesinaron a sus compañeros —digo, tomando asiento frente a ella—, pero mi padre ya hablará con ustedes al respecto.

—¿Qué quieres entonces?

—Sacaste copias de los expedientes de los sombra. —Lucy se muestra confundida.

—Pues sí, me encargué de repartir tantos como me fue posible a todos los Silentes.

—¿Y solo eso? —cuestiono, pero ella solo me mira con cautela—. Otros archivos clasificados también fueron comprometidos, si ya admitiste un crimen no me queda más que asumir que el resto también son obra tuya. Por el rango de tu posición sabes de los ataques recientes a nuestra base.

—Sí, de parte de un tipo que dice ser Alí. —Una sonrisa incrédula se forma en su rostro—. ¿Me estás acusando a mí de traición?

—Tú dime. —Ella bota una carcajada. Mi mirada se cruza un instante con la de John, quien también me observa como si hubiera dicho la mayor estupidez del universo.

—De verdad que eres un maldito hipócrita —acusa Lucy, aun recuperándose—. Si hay un traidor en este asqueroso cuarto eres tú, Jack. No entiendo cómo puedes seguir defendiendo a esos monstruos.

—Las personas de las que hablas ya no son Sombra, son Silentes. Han luchado con nosotros suficientes años para limpiar su nombre.

—Ah, ¿eso crees? —habla herida—. ¿También April? ¿Por eso la trajiste aquí? ¿Para perdonarla por...?

—El caso de April Smith es distinto porque ella...

—¡No es distinto! —grita—. ¡Lo creen así únicamente porque eres el hijo de Mark y ella te hirió a ti, pero no es distinto!

—Es distinto porque la posición que ella ocupaba en la...

—¡No! —grita nuevamente y esta vez su mirada se posa en John—. ¿Y tú? ¿Estás de acuerdo con esto? De todas las personas, esperaría que tú estuvieras con nosotros.

—La mayoría de ellos no eligieron ser lo que fueron —apoya John cuando Lucy le exige una respuesta—. Fueron arrastrados a una vida cruel en contra de su voluntad.

—¡No me vengas con eso! Esa perra tomó la vida de tu novio como si fuera un maldito trofeo. Si tuvieras algo de dignidad, pelearías a nuestro lado, y harías lo correcto. Sin importar las consecuencias.

—El caso de esa sombra es otra historia.

—Y dale con lo mismo —exclama Lucy frustrada—. ¿Por qué? ¿Por qué carajo es diferente? ¿Por qué ella mato a alguien a quienes ustedes amaban? ¿Qué hay de las personas a las que yo amaba? ¡A las que todos amábamos! Paula, por ejemplo. Esa maldita perra con la que se codean asesinó a dos de mis mejores amigos, pero eso a ustedes no les importa, ¿cierto? Nos exigen perdonarlos, nos exigen convivir con ellos día tras día sin pensar en lo que eso implica para nosotros.

Escucho sus palabras con cuidado, al igual que John. No puedo negar que su voz carga sentido, sin embargo, Ian no es la única persona que perdimos durante la larga enemistad que vivimos con los Sombras. También hemos tenido que aprender a trabajar con personas que nos arrebataron amigos y familia, unos más cercanos que otros, pero el caso de April... fue simplemente demasiado. Procuramos que las personas con conflictos no se encuentren en la misma base, ni siquiera en el mismo país, aunque somos conscientes de que la red a veces es demasiado confusa como para que todos estén a gusto. Realmente es imposible mantener a todos felices.

—El proyecto de rehabilitación fue puesto a votación hace ocho años, Lu. —argumento más tranquilo—. Los Silentes estuvieron de acuerdo en dejar entrar a los Sombras.

—Una mierda —escupe—. Los votos de aceptación apenas superaron el cincuenta por ciento, y el resto de nosotros nos jodimos.

El silencio se hace presente.

—Solo necesito saber si le diste acceso a la sala de los archivos a alguien más. Es importante,

—No, no le di acceso a nadie, Jack. Sé cuáles son las reglas.

—A veces no te gusta seguirlas. —Ella rodea los ojos.

Un guardia toca un par de veces para después abrir la puerta e informarnos que el avión de mi padre ha aterrizado. La mandíbula de Lucy, aunque pretende mantenerse firme, titubea por un efímero instante. No importa cuánto afirme que las consecuencias de su rebelión no le importan, todos somos consientes de que lo que hizo, más su historial, probablemente culmine en la expulsión.

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