Capítulo catorce: Reclutamiento
(Narra April)
Abro los ojos con dificultad, inhalando el polvo que se ha levantado a mi alrededor. El impacto de la explosión hizo que me golpeara y cayera. Noto las paredes cuarteadas, pedazos del techo en el suelo y a Jack recobrando el equilibrio unos metros detrás de mí. La detonación más cercana al edificio me ha dejado aturdida, pero aun así puedo percibir a lo lejos cómo el ataque continúa. Las bombas ahora parecen caer lejanas, sobre el hangar y los campos de entrenamiento. Como si quisieran destruir todo a excepción de este edificio. Podría apostar a que Prescott le ha indicado a Brian que los agentes estarían reunidos en el auditorio, pero de ser así, ¿por qué no dio prioridad al ataque en ese lugar?
Esto es mi culpa. Si no hubiera intervenido Brian jamás habría tenido acceso al equipo militar resguardado y a las células de agentes de los Sombra que ahora pelean por él. Trato de hacer cuentas mentales, en España no debe tener suficientes personas para tirar esta base, pero un ataque sorpresa definitivamente le otorgará ventaja.
Tobby se acerca a mí para lamer mi cara, no parece estar herido. Llevo mi mano hasta mi frente al notar un dolor punzante, no me sorprende encontrar sangre al revisar mis dedos, pero le resto importancia. Jack también se nota aturdido, sin embargo, se acerca para ayudarme a ponerme de pie y asegurarse de que puedo caminar. Ambos avanzamos con paso tambaleante hasta el auditorio sin decir una sola palabra, conscientes de que los Silentes deberán prepararse para el ataque.
Al avanzar por los pasillos nos encontramos con Paula saliendo de su habitación. Aún tiene mal semblante, lo que comenzó como cansancio y dolor de cabeza ahora es una gripe que no le ha dado tregua por más que se esfuerce en seguir su rutina normal. Debió ausentarse a la asamblea debido al malestar.
—Jack —habla preocupada—. ¿¡Qué carajos sucede!?
—¿Qué crees que sucede? —responde él sin detenerse, inspeccionando en un instante que Paula tampoco esté herida—. Estamos bajo ataque, ponte tu uniforme y dirígete a tu puesto.
—No, Jack —sentencia ella mostrándole su holográfico, una tableta mediana, restringida únicamente a la red de comunicación de los Silentes. Mathews frena en seco, observándola con confusión—. ¿No traes contigo el tuyo? Lo enviaron a todas las bases después de que cayera la primera bomba.
Por lo que me explicó Aria, los holográficos son dispositivos que los Silentes usan cuando necesitan enviar mensajes masivos importantes. Lección que la hermanastra de Roland tuvo que aprender a la mala después de usarlo para invitar a sus compañeros a una fiesta. Jack toma el de Paula y reproduce el video que hay en la pantalla. Prescott es el protagonista.
—Lo dos pilares más grandes que sostienen a esta organización son la integridad y la ética —comienza diciendo—. Silentes, me dirijo a ustedes con profundo dolor para informarles que esos cimientos se han visto comprometidos. Se tambalearon hace ocho años cuando Mark Mathews, nuestro líder, le abrió las puertas a nuestros enemigos. Se quebraron cuando su hijo, Jack, se involucró con la hija del hombre más despreciable con el que nos hayamos topado. Hoy, con gran pesar, temo que no quedan más que los escombros. ¿Realmente van a continuar siguiendo las ordenes de los que provocaron nuestro declive? ¿Van a hacerlo aun cuando han traído a la Sombra April Smith para comprometer la seguridad de este lugar?
—No lo entiendo —menciona a Jack—. Si Prescott está ayudando a Brian, ¿qué pretende con esto?
—¿Brian? —pregunta Paula, y su mirada se dirige hacia mí—. ¿No estaba muerto?
—Parece que no tanto —respondo.
El discurso de Prescott es reemplazado por videos de las cámaras de seguridad de la base. Estos han sido alterados para que resulten más comprometedores de lo que realmente son, comenzando por él argumentando en una reunión privada que deberían deshacerse de los Sombra y al padre de Jack defendiendo el hecho de que son parte de sus tropas. Noto cómo la mandíbula de Jack se tensa al vernos a nosotros dos en las cocinas, compartiendo un bocadillo nocturno mientras me promete que no me delatará por haber accedido a los archivos clasificados. Hay un video de Roland dándome acceso al sistema para modificar los códigos de encriptación, aunque claro, omitieron la parte en que su superior lo autorizaba. Se reproduce otro de Paula ayudándome a entrenar para que matarme no les fuera sencillo, y también uno de Aria arreglando las prendas que me proporcionaron para que esconder armas entre la tela fuese más sencillo. Incluso John resulta sospechoso cundo me lleva a las celdas, un área restringida, para interrogar a un enemigo.
Todos los que están involucrados en la misión Fénix están jodidos. Sin importar que haya más ex-sombras en este lugar, ninguno de ellos clasifica como un enemigo tanto como yo. Haberme traído a este lugar ha comprometido su confiabilidad.
El video continúa, pero Jack decide que no quiere escuchar más las palabras de Presscott. Cambia las imágenes por la transmisión en vivo de la asamblea dirigida por su padre para ver lo que sucede ahí dentro. Los agentes se han movilizado para defender su hogar, sin embargo, hay algunos que se han detenido en el camino para atacar y cuestionar a Mark.
Jack devuelve el dispositivo y un segundo después está corriendo hacia el auditorio. Paula y yo lo seguimos sin detenernos a pensarlo dos veces. Avanzamos contra corriente, con los Silentes que tienen sus prioridades bien ordenadas dispuestos a llegar hasta sus puestos para detener a quien sea que siga lanzando bombas a los alrededores del recinto. Adentro se escuchan órdenes y disparos, afuera gritos y naves despegando. Tenemos que dar un par de codazos para abrirnos el camino.
John está al lado de Mark, apartando con brusquedad a cualquier agente que quiera acercarse de más a él. Se muestra autoritario, furioso por la posición en la que el comunicado de Prescott lo dejó al asociarlo conmigo. Se mantiene firme a su líder y recalca su compromiso con los Silentes, sin embargo, el respeto por parte de sus compañeros se ha puesto en juego, por lo que muchos de ellos se animan a enfrentarlo hasta el punto de ganarse un ojo morado o un labio partido.
Jack consigue llegar hasta ellos para apoyarlos, pero recibe el mismo trato amargo por parte de los Silentes. Las acusaciones llueven sobre ellos, adjudicando la culpa de este ataque a Mark y tachando de traidor a cualquiera que intente defenderlo. Comienzan a lanzar a ellos objetos, como una botella de vidrio que impacta en la cabeza del padre de Jack. Pierden por completo el control sobre las personas y sabemos que es necesario salir de aquí cuando las armas comienzan a desenfundarse.
Paula se aleja de mi lado para apoyarlos, un intento desesperado porque no se dispare la primera bala. Yo me detengo al ser consciente de que mi presencia junto a ellos solo crearía más controversia. Quiero ayudarlos, pero me siento atada de manos. Mi mirada recorre el lugar con desesperación en busca de alguna idea y, afortunadamente, encuentro una al costado del escenario.
Las máquinas de humo son parte del sistema de efectos escénicos, pueden generar la distracción necesaria para sacar a Mark por la puerta trasera. Rogando porque estén cargadas y aprovechando que los rebeldes no han notado mi presencia al fondo, rodeo la multitud junto con Tobby hasta estar tras bambalinas. Encuentro el panel de control, repleto de botones e interruptores que solo Dios sabe cómo funcionan. Oprimo cada uno de ellos con desesperación hasta que por fin doy con el correcto.
Elevo los botones deslizantes para ajustar la intensidad del humo hasta el máximo. Cae desde el techo y se dispara por los costados, creando una neblina artificial que oculta al grupo. Aunque funcionó para desorientar a los agentes que pretendían dañarlos, también bloqueó la vista de mis compañeros de misión. Escucho detonaciones, observando entre la densa nube el color de la pólvora al explotar, pero sin ninguna pista de en dónde ha caído la bala.
Observo los reflectores y busco el interruptor adecuado para encenderlos, sin embargo, antes de que pueda si quiera intentarlo un movimiento de alerta por parte de Tobby llama mi atención. Atenta a su advertencia, alcanzo a esquivar una daga que se dirigía directo a mi espalda. Me giro, encontrándome con un Silente que consiguió encontrarme y que está dispuesto a asesinarme.
Se abalanza sobre mí sin pensarlo dos veces. Gracias al entrenamiento de las últimas semanas mis reflejos ya no están tan oxidados. Evito los primeros puñetazos que el agente dirige a mi rostro e incluso consigo acertar un par de patadas en su estómago. Lo hago perder el equilibrio, pero no tengo la fuerza suficiente como para noquearlo. Mi instinto me pide utilizar los cuchillos que yacen ocultos bajo la tela de mi chamarra, argumentando que si no me deshago de él entonces mis compañeros acabaran recibiendo un disparo. Se que un simple corte no va a detenerlo, tendría que acabar con él.
El peso de las ideas me hace titubear, pero me niego a empuñar el filo para hacerle daño.
La duda me entorpece lo suficiente como para que el Silente aproveche, consigue acertar un golpe en la herida de mi frente. Me incorporo, tratando de utilizar las columnas para mantenerme de pie, pero el impacto me ha dejado claramente en desventaja. Recibo otro puñetazo que vuelve a abrir la herida de mi pómulo, justo cuando por fin estaba mejorando. El tercer impacto cae en mi barbilla, es lo que necesita para hacerme caer al suelo.
Tobby se lanza sobre él antes de que logre hacerme más daño. Se dispone a morder su cuello, pero el Silente se cubre la yugular con el brazo. Los colmillos se clavan sin piedad en su piel, haciendo que se queje mientras la sangre mancha el piso del lugar. Para quitárselo de encima, el sujeto le proporciona un golpe en las costillas que lo hace chillar, soltándolo de inmediato. Lo lanza lejos y su mirada vuelve a mí, dispuesto a terminar el trabajo que comenzó conmigo a pesar de su herida. Me levanto para enfrentarlo, sin embargo, antes de que dé el primer paso un golpe por la espalda noquea a mi contrincante.
Roland es el responsable de haberlo dejado inconsciente y yo nunca me había alegrado tanto de verlo.
—¿En dónde diablos te habías metido? —pregunta Aria. Ambos me miran con una mezcla de confusión y preocupación.
—Les explico luego —digo, aturdida por el dolor en mi rostro.
Trato de ignorar la sensación punzante mientras vuelvo a acercarme al panel para intentar encender las luces. Lo único que consigo es que los reflectores se iluminen y se apaguen como en una discoteca, con destellos intermitentes que enfurecen más a los rebeldes al pie del escenario.
Roland me aparta al entender lo que pretendo y, con mayor conocimiento acerca del funcionamiento del lugar, activa las luces de evacuación que marcan las rutas de emergencia. También enciende uno de los reflectores cercanos a nosotros, usando una luz roja con la esperanza de que llame la atención del grupo para poder reunirnos.
—¡Jack! —llamo, tan fuerte como puedo para que mi voz se perciba entre el caos—. ¡Jack, por aquí!
Cubro mi nariz, el humo es demasiado denso como para poder ver algo. Siguen detonándose disparos sin blanco seguro, cada estallido me eriza la piel. Llamo un par de veces más, pero no obtengo respuesta. Los segundos parecen eternos hasta que unas siluetas se dirigen hacia nosotros con paso firme. Aria toma mi brazo para apartarme en caso de que sean rebeldes, pero bajamos la guardia al ver a John escoltar a Mark.
—¿¡En dónde carajos está Prescott!? —cuestiona a Aria tan pronto la ve, pues ella es la más allegada a él.
—¡No lo sé! —responde preocupada, pero John se niega a aceptar esa respuesta.
Mi mirada sigue en el humo, esperando a que el resto aparezca. Dos figuras más se acercan, arrastrando a una tercera por el suelo. Mi pulso se acelera conforme avanzan y no se alivia cuando noto cómo Paula y Jack tiran de los brazos de Héctor, un agente que había sido amable conmigo durante los entrenamientos. El humo no les permitió ver que una bala había alcanzado su corazón y ya no había nada más que hacer por él.
—¡No estoy mintiendo! —excusa Aria ante el brusco interrogatorio de John—. ¡Yo no tenía idea de lo que Prescott estaba planeando!
—John, déjala —ordena Jack al notar que Roland está dispuesto a empeorar la situación por la amenaza a su hermanastra—. Tenemos que sacar al general Mathews de aquí
Otra bomba cae cerca del auditorio, sacudiendo el lugar y desorientándome otro tanto. Un par de vigas caen del techo, amenazando con que la siguiente detonación lo derrumbe por completo.
—No iré a ningún lado, agente —excusa su padre—. Sin importar la situación, esta es mi gente y está siendo atacada. Soy responsable de ellos.
—Y yo soy responsable de ti —responde Jack—. Papá, te asesinaran en cuando el ataque se detenga. Este lugar no es seguro y tengo la certeza de que podrás dirigirlos desde otra base.
—Abandonar la base durante un ataque significaría...
—Muerto no podrás recuperar la confianza de nadie —argumenta su hijo. La preocupación en su mirada parece convencer a su líder, quien asiente rendido—. El avión que iba a llevarte a Toronto, ¿está listo?
—Mi vuelo está programado para mañana —responde—, pero una misión a Portugal estaba preparada para despegar hoy después de la asamblea. Si no lo han hecho estallar, es probable que podamos usarlo.
—Pues no hay que perder más tiempo. Prescott puso un blanco en nuestras espaldas, esta base no es segura para ningún integrante de la misión Fénix. —ordena Jack—. Gautier, eres responsable de guiarnos. Bush, tú y yo cubrimos a mi padre. El resto se mantiene cerca y dispara a cualquiera que quiera atacarnos.
—Ya escucharon —complementa Bush—. ¡Muévanse!
Se colocan en formación de inmediato para dirigirse a la salida trasera del auditorio, avanzando con decisión. No estoy segura de si soy parte de su plan de escape, sin embargo, por el momento mi única salida del lugar es la misma que para ellos. Llamo a Tobby, y junto con él decidimos seguirlos. Paula me entrega un arma y me pide por favor no congelarme, pero no puedo prometerle nada.
Avanzamos con paso firme hasta estar fuera del auditorio, en los campos. Una vez ahí no tenemos que preocuparnos por los agentes que pretendían hacernos daño, pues los rebeldes se quedaron en el auditorio y los que están en el exterior están demasiado ocupados defendiendo la base. Una de las puertas secundarias vuela en pedazos debido a un misil, los ecos del impacto resuenan como un grito de guerra junto con las alarmas del lugar. Lucho por mantenerme centrada y no perder la cabeza al ver los cuerpos sin vida que se apilan en el suelo; desmembrados, mutilados o calcinados debido a las explosiones.
Mi atención se desvía del ataque aéreo cuando noto la presencia de otros agentes luchando en tierra. Las balas provienen de todos lados, como gotas de lluvia imposibles de evitar. Tenemos que separarnos para poder atravesar el lugar, y el color desaparece de mi cara cuando el uniforme de los agentes que invaden el recinto me resulta familiar. La prenda negra que porté durante años, el símbolo de los Sombra invade el patio. Los agentes son despiadados, disparando a matar sin titubear un solo instante tal y como era en los viejos tiempos. Pienso en Brian, en cuales son las instrucciones que pudo haberles dado. No llego a ninguna conclusión clara.
Es hasta que Paula tira de mi mano para que siga avanzando que me percato de que mis pies se han quedado petrificados.
Afortunadamente las bombas se dirigieron a las naves de combate, dejando ileso el jet comercial que mencionó Jack anteriormente. La pista parece estar despejada por el momento, si nos damos prisa puede que consigamos ponerlo en el aire.
Mark es el primero en subir al avión. El resto del equipo lo sigue, subiendo las escaleras tan rápido como pueden. Yo me encuentro al final de la fila, el contacto con el frio barandal me hace detenerme nuevamente. Los recuerdos del día en que hicimos explotar la base de los Silentes llegan a mi mente, golpeándome como si estuviera allí nuevamente. Yo quería subir al avión, quería escapar con ellos, pero Jack no me permitió hacerlo.
¿Soy tan estúpida como para creer que esta vez será diferente? No, esto es una tontería. Mi mirada se desvía nuevamente hacia los Sombra que atacan el recinto. Si Brian le hablo de mí al tirador que John torturaba, ¿también lo habrá hecho con sus agentes? ¿Tendrán instrucciones de no asesinarme? ¿De llevarme con él? Tal vez esa es una idea más sensata. Mentiría si digo que no quiero verlo de nuevo ahora que sé que está vivo. Ese hombre dijo que me perdonaría, tal vez pueda razonar con él. Tal vez podamos...
—¡Smith! —grita Jack, al verme aún en el suelo—. ¿¡Qué esperas!? ¡sube ya!
Y eso es todo lo que necesito para dejar de divagar.
Mis pies recorren los escalones y, tan pronto estoy dentro, Mathews cierra la puerta. Se escucha la respiración agitada del grupo mientras la nave comienza a moverse sin esperar a que tomemos asiento. Nos ponemos tan seguros como nos es posible cuando se enciende la señal de que debemos colocarnos el cinturón de seguridad. Acaricio a Tobby cuando este se acomoda a mi lado, pero antes de meter el metal en la hebilla recorro al grupo con los ojos. Tres integrantes nos hacen falta.
—¿Quién va a volar el avión?
—Roland —responde Jack—. Paula es su copiloto.
—¿Y en dónde está Aria? —Pregunto, pero no parecen tener respuesta—. ¿¡En dónde está Aria!?
—La perdí cuando nos separamos —confiesa John cuando Mathews voltea a mirarlo.
—¿¡Y la dejaste atrás!? —cuestiono furiosa.
Roland va a perder la cabeza si sabe que su hermanastra no está a bordo. John no me otorga respuesta y, al notar que el avión aún no va lo suficientemente rápido considero la idea de volver. No sería la primera vez que salto de algo en movimiento y una pierna rota es la peor de las consecuencias. John nota mis intenciones y de inmediato me obliga a mantenerme en mi asiento, no porque se preocupe por mí ni mucho menos, sino porque pondría en riesgo el despegue.
—¡La prioridad era sacar a salvo al General Mathews sombra! —Grita, pero antes de que pueda discutir con él el padre de Jack nos interrumpe.
—Bueno, creo que eso tampoco salió muy bien, Agente Bush.
Nuestra mirada se dirige a Mark. Una bala alcanzó su abdomen, justo a la altura del hígado. La cara de Jack palidece al ver cómo la hemorragia empeora a una velocidad incontrolable. El avión despega y los tres sabemos que toda esperanza es inútil. Jack abandona su asiento para buscar un botiquín. Yo me quito la chamarra para tratar de hacer presión sobre la herida, pero esta se mancha de rojo en un instante, incapaz de contener la gran cantidad de flujo. John me aparta, creyendo que puede hacer un mejor trabajo que yo al tratar de contener el sangrado, pero nota de inmediato la gravedad del asunto.
—Espero no haberme equivocado con usted, señorita Smith —menciona Mark, pero yo no alcanzo a responder.
Jack se desespera al no encontrar nada útil. Regresa a nosotros solo con unas gasas, pero este tipo de heridas requieren operación inmediata y ninguno de nosotros podría realizarla.
—Hay que aterrizar —ordena—. ¡Que Roland vuelva al suelo!
John y yo no contestamos, sabemos que sería imposible llegar a un hospital con la base bajo ataque. Jack lee nuestras miradas, pero se niega a aceptarlo.
—Oye, no —pide a su padre cuando comienza a cerrar los ojos—. Resiste un poco. Por favor, aguanta un poco.
—Está bien —dice con un último esfuerzo, sonando tranquilo—. Te amo, hijo.
Los ojos de Jack contienen las lágrimas, rojos por el esfuerzo y la furia acuulada. Da palmadas en la mejilla de Mark al sentir como su mano ha dejado de apretar la suya. Trata de hablarle, pero ya no obtiene respuesta. Se desespera, y grita tan fuerte que creo que se va a desgarrar la garganta. Su frente se apoya en el pecho de su padre, como un niño pequeño buscando refugio. Volteo a ver a John de inmediato, rogándole que le dé el consuelo que yo no puedo ofrecerle.
Su amigo lo abraza mientras yo solo puedo colocar mis manos nerviosas sobre mi boca. Su padre se ha ido.
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