¿Hablamos?


La luz de la luna que se colaba fría y tranquila por el ventiluz sobre mi cama, bañaba mi rostro y teñía cada una de mis facciones en tonos azulados. Si mi tez lucía como mis manos, debo haber parecido una muñeca de porcelana en ese momento.

Seria, blanca, fría...muerta.

Sí, así me sentía. Muriendo por dentro, sufriendo un poquito más a cada segundo que pasaba.

Suspiré para aliviarme, un suspiro profundo y pesado que imprevistamente salió impulsado desde mis pulmones arrastrando en cada partícula todos mis pesares de esa noche. ¡Si tan solo eso hubiera servido para brindarme alivio! Pero no, no se los llevaba. Los dejaba en suspenso, enfriándolos bajo la tenue luz lunar hasta que volvían a caer presos de su propio peso sobre mí.

Y mis pesares de esa noche, como en todas las noches de las últimas semanas, tenían nombre.

Chat Noir.

Sí, él.

Mi coqueto gatito...

Ni siquiera Adrien y toda nuestra nueva relación de amistad y trabajo, con esa fresca personalidad que ahora ostentaba, tan carismática, tan seductora; y esas benditas camisas negras que tan bien le quedaban, y que para mí fortuita desgracia las vestía prácticamente a diario. O Hawk Moth y sus recientes hechizos, que amenazaban en cada batalla nuestra integridad física. Ni Savasti, ni la colección otoño-invierno de Gabriel Agreste, en la que estaba participando como parte de mi entrenamiento y me tenía tan estresada.

Nada, absolutamente nada, lograba quitarlo de mis pensamientos. Siempre su imagen se colaba entre medio de mis ocupaciones y ocupaba toda mi atención.

Chat sonriendo.

Chat herido.

Chat besándome.

Chat indiferente.

Chat provocándome...

Imposible quitarlo. Y ya iba dándome cuenta que cualquier resistencia a él y a todo lo que causaba en mí, se reducía a nada, a una pérdida de energía.

Esa era mi nueva realidad, un par de horas por día compartiendo con él durante los patrullajes o en luchas contra akumas, y el resto del tiempo en mis pensamientos, en mí con todas esas sensaciones que me provocaban su recuerdo.

En las semanas que transcurrieron al bendito beso, si así tan simplemente pudiera nombrarlo, no pasaba una noche sin que desmenuzara cada uno de sus gestos, de sus reacciones, de sus palabras, intentando encontrar una respuesta a lo que me sucedía.

Al principio lo encasillé en una emergencia hormonal por mi período de sequía.

¡Brillante! ¡Dha!

Al menospreciarlo así confié que con el tiempo se desvanecería. Hasta consideré la posibilidad de que con mi nueva relación con Adrien, se me "pasaría el metejón".

Sí, seguro.

Pero no fue así. Empeoró. Porque era verlo noche tras noche y caer en la cuenta que cada sensación que me recorría, cada pensamiento que desestimaba, cada anhelo que intentaba ignorar, me devolvían a él.

Me estaba resultando imposible luchar contra todo lo que crecía en mí, porque lo que estaba sucediendo no era ni remotamente todo "eso" en donde quería encasillarlo. Era algo mucho más profundo.

Eran sentimientos. Y, lo peor fue que lo supe todo el tiempo... sólo que reconocerlo lo hacía realidad y esa realidad me aterraba.

Así que aquí estaba, con todo esa gran bola de sentimientos que crecía dentro mío y que no sabía cómo resolver. Aunque si era sincera conmigo misma, y siempre terminaba eligiendo serlo, sí sabía cómo resolverlo. Sólo que me aterraba hacerlo.

Porque por fin tenía el toro parado frente a mí, con la cabeza gacha, esperando a que me decidiera tomarlo por las astas y yo simplemente lo miraba desesperada, buscando la forma de eludirlo.

¡Estúpido toro! Shu Shu, ¡vete!

Suspiré nuevamente girando mi cuerpo para quedar boca arriba en la cama. Estiré con desgano mi mano y tomé el móvil desde la repisa que funcionara como respaldar.

2:05 a.m. notificaba la pantalla luminosa.

Definitivamente, así no podría conciliar el sueño. Y no se me ocurría que más hacer para lograrlo. Me incorporé suavemente, teniendo especial cuidado de no despertar a Tikki, y trepé por la escalera para subir a la azotea sobre mi dormitorio.

La noche estaba hermosa. A lo mejor el rocío nocturno o el paisaje Parisino de calles brillosas por la humedad bajo las farolas, tranquilizaría mi mente.

Me apoyé en el barandal para sumirme en la calma contemplación de mi bendito intento por distraerme. Maldita sea el momento en que, acomodando mi rostro sobre mis brazos cruzados, mi mirada giró hacia el techo en donde Chat me llevara, aún siendo unos mocosos, para mostrarme la frustrada sorpresa que le había preparado a Ladybug aquella noche en la que se daría su primer cita.

Éramos unos niños y él estaba tan enamorado...

No pude evitar que una dulce sonrisa se dibujara en mis labios, pero en seguida se tiñó de dolor.

¿Por qué no pude solamente aceptarlo en aquel entonces?

Me gustaba. Realmente él me gustaba. Y era dulce, romántico, profundo, y vanidoso, y un pseudo Don Juan... pero me amaba, de verdad que lo hacía.

Era mío, todo mío.

Era mi Chat.

Pero no, la terca de mí no se daba espacio en pensar en nadie más que Adrien. Estaba empecinada con él. Pero ¡qué digo! Estaba obsesionada ¡Si hasta llevaba una calendario de sus actividades y horarios!

Daba miedo...

¿Por qué carajos no me abrí a esa posibilidad?

Y ahora...ahora quizás ya era tarde. Yo le pertenecía y él...

Suspiré nuevamente, sin poder evitar que una tenue queja dolorosa escapara junto al aire.

— ¿Qué sucede Marinette? ¿Otra vez Chat Noir?

Esa dulce vocecita me devolvió a la realidad, jalándome fuera de esa tortuosa abstracción que me tenía sometida.

—Perdón Tikki— pestañeé y giré para verla— ¿Te desperté?— Intenté sonreírle, pero no pude.

Ella negó y se posó sobre la baranda de metal, al lado de mi brazo, tomándome con sus pequeñas manitos en una caricia, mirándome cuando al fin terminó de acomodarse. Esos tiernos y sabios ojitos...tan adorable.

— ¿Ya has resuelto que vas a hacer?

—Tikki...— mi mirada se ensombreció aún más. —No... En estos momentos, con todo esto que siento, en lo único en lo que puedo pensar es en que lo arruiné todo.

Una nueva queja de dolor se escurrió entre mis palabras.

—No creo que lo arruinaras, Marinette. Sólo que...

—Para él no significó nada, Tikki. Llego tarde.

—Ummm... Yo creo que no. Creo que todo se está poniendo... mejor que nunca. — Y me sonrió, hasta con sus ojitos.

—¿Llamas a esto "mejor que nunca"? ¿En serio? Mírame Tikki, me estoy desmoronando y él insiste en que no fue nada... "Son los efectos de un akuma, te entiendo" — dije con burla, intentando imitar la voz de Chat Noir.

Ella rio por lo bajo, con esa carcajadita dulce y aguda que siempre hace.

— Y sigue con su vida, igual que siempre, coqueteando con sus fans mientras yo ... ¡Ahhhh! —

Me tapé la cara con ambas manos tratando de contener ese grito de frustración que me ahogaba. Cuando al fin pude mirarla nuevamente, creo que mis ojos tenían tatuado un "ayúdame, por favor" porque la mirada que me devolvió mi kwami fue tan dulce, tan calma, con esa ternura maternal que te consuelan previa al consejo.

¿Consejo de Tikki? Oh, oh...

Suspiró nuevamente y alzó la mirada hacia mí, quedando así por unos segundos, moviendo sus pupilas mientras me recorría el rostro buscando algo en el, ¿una señal? ¿las palabras? No lo sabía, sólo sentía que algo venía tras eso y me estaba poniendo ansiosa.

—Mira Marinette, creo que deberías dejar de pensarlo tanto y simplemente arrojarte a lo que sientes— Me dijo al fin con voz firme.

—¿Qué...? Tikki, ese no es un consejo... ¿Qué me estás pidiendo?

—Te mueres por hacerlo — y encogió sus hombritos sonriéndome dulcemente.

—Sí, pero...— Pestañeé varias veces procesando sus palabras. ¿Había oído bien? — No creo que... ¿Me dices que le diga lo que ... siento?—

Asintió sacudiendo su cabecita varias veces.

—Yo...— por un segundo se cruzaron por mis pensamientos imágenes mías intentando confesarme a Chat y él mirándome como si estuviera loca — No puedo. No, no. Imposible. Es una locura. —

Ella me miró asintiendo nuevamente, como si intentara motivarme para que decantara por su opción.

—¡No! ¡Tikki, no!

—¿Por qué no? No veo nada de malo en eso...

— ¿Nada malo? ¡Oh sí! Lo ato nuevamente como en el episodio de Veritas y lo obligo a escuchar mi confesión...— Intenté reír pero no me salió

—No creo que tengas que obligarlo, menos atarlo. Bueno... si te place eso y a él le gusta ¿Por qué no?— Me sonreía ampliamente, hasta sus cerrados ojitos lo hacían. Y esta vez estaba provocándome.

—¡Tikki! — intenté reprenderla —Te desconozco—

¿Qué mierda estás diciendo?

La observé por unos instantes, con esa mirada de sorpresa mezclada con horror y un profundo temor al rechazo. Ella continuaba sonriéndome y, a cada segundo que pasaba, mi desesperación aumentaba.

—No, Tikki, esta vez no voy a hacerte caso — y me desinflé sobre el barandal, arrojándome otra vez al estado de desdicha, acomodándome para lamer nuevamente mis heridas.

La oí suspirar tras de mí. Un suspiro pesado al que creí, erróneamente, que se trataba de la expresión audible de la rendición. Aunque esas no fueran las ideas que mi adorable kwami tuviera en su mente, porque segundos después de ese pesado silencio palmeó mi mejilla llamando mi atención.

—Mira Marinette, yo te entiendo perfectamente. — Su postura frente a mí era por demás decidida, y un escalofrío recorrió mi espalda — No intento confundirte ni menos hacerte sufrir más de lo que evidentemente ya haces. Lo rechazaste cuando él se te declaraba y ahora te le declaras, a tu forma, a la forma en la que te salió; y crees que él está en otra ...sintonía. ¿Así se le dice...? ¿Otra sintonía? Bueno, como sea. Tú crees que él ahora gusta de otra—

—De otras, Tikki

—Otras... bueno, bueno. Pero... yo creo que no es así. Yo creo q—

—¡Tikki! ¿Otra vez con eso?—

—Marinette... ¿quieres dejarme terminar las frases?— Me dijo con toda la paciencia del mundo, sonriéndome dulcemente, pero con un dejo de advertencia en la mirada.

Asentí.

Era lo único que podía hacer en ese momento. Quien la conociera sabía que, aunque se imagen fuera de dulzura y completa vulnerabilidad, estaba lejos de serlo. Muy lejos.

—Lo que aquí pasa, lo que te pasa, es que te estás resistiendo, demasiado.

—¿Qué?

—Dejar de pensar. Por una vez confía en ti misma en el amor, haz lo que sientas. Toma tus instintos y ve. Es simple.— Entrecerró sus ojitos sonriéndome con picardía.

—Estás loca Tikki. Te amo... pero... estás loca.

— A ver Marinette. Voy a serte sincera. — Carraspeó.

¿En serio? Tikki nunca carraspea cuando me habla, es directa.

— Digamos como que... voy a romper varias reglas con esto. Pero lo vales. — Me lo aclaró, hasta con sus ojos. — Así que, por favor, préstame atención porque lo diré una sola vez. ¿Ok?

Asentí mirándola desconcertada, pero atenta, con la seriedad que me demandaba.

— Eres la primer Ladybug que se está tardando tanto en rendirse a su Chat Noir.

Las palabras salieron lentas de su boca, articuladas de forma tal que no quedaran dudas de lo que decía. Asegurándose de que lo entendiera y no existiera margen a ningún reproche.

—Tikki... ¿Qué? Esto... ¿no es nuevo?— Pestañeé repetidamente cuando pude al fin procesarlo.

—Nop. Siempre ha pasado, época tras época. Portador tras portador. Aunque... pensándolo bien, nunca se dio de la forma en como se está dando ahora. — Se encogió de hombros. — La verdad ustedes dos han sido...especiales. Algo... ciegos diría yo... pero entiendo que así ha tenido que ser, sólo que considero que estás sufriendo demasiado y ya como que... hay que apurar un poquitín las cosas. No me siento bien viéndote así— Me sonrió.

—Ya no me soportas verme quejándome todas las noches por él, ¿no?— Le dediqué una media sonrisa de lado.

—Sí, eso— Y su sonrisa le cerró los ojitos.

Reimos por unos instantes. Mi dulce y terrible Tikki...

—Creo que deberías hablar con él. Decirle lo que sientes. Porque lo sientes, Marinette.

Y me clavó esos hermosos y azules ojos, instigándome, con una dulce sonrisa en los labios. Una adorable pasivo-agresiva.

Estaba frita.

—No lo sé Tikki, no es tan simple. ¿Recuerdas como lo rechacé? Después de eso... cambió.

—Entiendo. Fuiste dura esa vez ...— En ese momento, agachó la mirada huyendo de la mía, y pude observar apenas que su semblante se oscurecía — Aunque no fue toda tu culpa...

Le acaricié la cabeza con el dorso de mis dedos.

—Sí, fue mi culpa. Fui yo la que le dijo esas...cosas.

—Ummm...sí, tú se las dijiste, pero ese día creo que fui más yo que tú la que rechaza a Chat Noir.

—¿Por qué lo dices?

—Hay una historia entre Plagg y... yo...—suspiró, le dolía, sospeché que tenía que ver con toda esa historia que aún no podía contarme — Parte de tu rechazo hacia Chat Noir tiene que ver con mi enojo hacia Plagg. Cuando estamos juntas, transformadas, parte de mi personalidad se fusiona con la tuya y... Perdón, Marinettte.— Me miró, con algo de tristeza.

Le sonreí. Debía admitir que en varias oportunidades había intuido esa especie de fusión de personalidades, pero no lo consideré como certero. No hasta ahora.

—No hay nada que perdonar Tikki. — le acaricié la mejilla y ella devolvió el gesto al apoyarse sobre mi dedo.

—Tienes que decírselo, Marinette. Confía en mí, por favor.

—¿Decirle que lo... amo? ¿Qué ahora sí le amo? — Tragué grueso —No sé Tikki...Lo conoces, él va a jugar conmigo y no podría reprocharle nada.— suspiré con dolor.

— ¡Oh, sí! Sí que lo va a hacer.

—No me ayudas con eso...

Ella dejó escapar una risita juguetona y sugerente— Créeme, esa va a ser la mejor parte. Los juegos de los Chat Noir son... exquisitos.

La miré entrecerrando los ojos. No pude evitar que se me acelerara el pulso al escucharla, se sentía como si ella supiera absolutamente todo pero sólo me brindara pequeñas pistas para que yo recorriera el camino sola. Y me otorgaba esperanzas, e incertidumbre y mucho, mucho temor.

—No estoy tan segura de eso. Creo que este Chat no es como los que conoces. Siempre hay una chica distinta. ¿Por qué ahora conmigo sería diferente?

Rodó sus ojitos. Creo que la estaba sacando de quicio.

—¿Y Adrien? ¿Y Luka? Que con Adrien no hayas logrado nada... ¡Vamos! Tú tampoco has estado precisamente sola

Y me miró con esa expresión que hacía que quisiera comérmela, dejándome con la boca abierta, sin palabras.

— Los Chat son coquetos, románticos, impulsivos, no pierden el tiempo. Para ellos el romance es el condimento de la vida los que los lleva a ser picaflores en ocasiones. Hasta que aparece su Ladybug. En ese momento, su mundo se vuelve de cabeza. Y, cuando ella le corresponde, se entregan completamente. En cuerpo y alma – suspiró, pero esta vez no fue de alivio. Juro que, si su piel hubiera sido de otro color, ahora se hubiera vuelto roja.

—¡Epa Tikki! ¿A caso...? Ummmm... las cosas que podrías enseñarme.

—No voy a decir nada más — acotó rápidamente y reímos.

—Desconocía ese lado tuyo ¿eh? Eres toda una... picarona.

—Tengo unos varios años más que tú — me brindó unos pequeños golpecitos sobre el brazo— Y, además, ya no aguantaba más viéndote llorar todas las noches. Niña... ¡tienes que despabilarte!—

Reímos nuevamente. Debía admitir que en unos minutos de conversación había logrado cambiar mi ánimo, de deprimente a ... bueno, me sentía mejor aunque sinceramente estaba asustada.

—Sí... pero... ¡ay! No voy a poder pegar un ojo en toda la noche ahora...— Suspiré.

—¿Quieres que rompamos algunas reglas más?

—¿Se puede?

Asintió riendo —Transfórmate en Ladybug y vamos a dar un paseo, de esos que te gustan. Vas a relajarte.

—¿Estás segura?

—¡Totalmente! — y me sonrió —Además, me siento con suerte esta noche.

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"Tenías razón Tikki, esto se siente maravilloso"

El viento golpeando mi rostro a medida que, con el incesante balanceo del yoyo, avanzaba por medio de los edificios. Uno tras otro pasaban desdibujándose en la periferia de mi mirada, la que prácticamente no lo registraba, sólo se arrojaba al disfrute de ese avanzar sin destino y sin prisa, sin presiones de héroes o de akumas.

¡Y se sentía extraordinariamente!

Nunca antes había reparado en esa sensación, en la adrenalina electrificante que recorría mi cuerpo sin razón, sólo bajo el egoísta anhelo de hacerme libre, de permitirme experimentar el sentir de volar valiéndome de ese don que el destino me regalara para para un fin benefactor.

Esta noche el beneplácito de mis virtuosos dones servían sólo a una persona, a mí y a la búsqueda del desahogo de mi dolor. Y ¡era grandioso!

—Gracias Tikki — susurré a la nada, a la noche, al viento.

Sabía que ella me oía, que ella me sentía y continuaba otorgándome el permiso a disfrutar de esa tregua en mis deberes. No me lo hubiera permitido sin su licencia.

Y avanzaba, me deslizaba por el aire, sin sentido, sin rumbo, sin destino. Avanzaba, simplemente saltando, volando de un edificio o monumento al otro, recorriendo la ciudad, saboreando los aromas y las diferentes iluminaciones de la zona que transitara, dejando la voluntad en automático, al capricho que en ese momento demandara el piloto tácito que comandaba mis movimientos.

Empero, debería haber prestado algo de atención porque, sin notarlo, casi sin quererlo; llegué a la torre Eiffel, a nuestro punto de encuentro habitual para los patrullajes y que, ahora para mí, se había transformado en nuestro lugar especial, en donde besara a Chat por primera vez.

Aparentemente mi cuerpo tenía memoria y le gritaban a la voluntad que me llevara a ese preciso lugar.

Un escalofrío me recorrió al advertir que me encontraba en la exacta pasarla en la que maniaté a Chat, justo delante de la viga sobre la que había cruzado el yoyo para inmovilizarlo. Sonreí con nerviosismo al evocar el momento. Tan perverso y tan...caliente.

Suspiré. Estaba allí no para recordar, sino para relajarme, recapacité repentinamente tal bofetada. No iba a permitir que un descuido arruinara mis noche de licencia al transportarme otra vez a ese instante y devolverme a esa posición tortuosa de culpabilidad y error.

La torre era perfecta para las acrobacias, ¿no? Si mi cuerpo me llevaba ahí, tomaría la fortuna de lo que brindaba.

Sonreí con malicia y escalé prácticamente saltando por las salientes de metal, enredando el extremo del cordel en el tirante en la cima del monumento, para intempestivamente arrojarme al vacío en un salto digno de la más arriesgada acrobacia en altura.

Cerré mis ojos regocijándome de los sonidos que el aire arremolinaba en mis oídos, hasta sentir el golpe seco que apretó mi cintura al llegar al límite de la extensión que le había brindado al yoyo.

Allí quedé, balanceándome de cabeza, con los cabellos colgando al aire, los brazos abiertos invitando a la noche a acariciarme.

Con mis ojos aún cerrados para aumentar el disfrute, los labios se estiraron levemente por el placer que me recorría. La sensación era asombrosa, podía apreciar las tristezas desvaneciéndose en al aire que rozaba la piel.

Y en el instante en que un nuevo agradecimiento se esbozaba en mis pensamientos, el indiscutible sonido de una carraspera me devolvió a la realidad con brusquedad.

No estaba sola a esas alturas.

Abrí los ojos girando hacia la torre siguiendo el sonido. Y allí estaba, el sujeto de mis suspiros, de las desdichas de esa noche. El responsable de que me encontrara allí, así.

Sentado en la saliente de la pasarela más alta y oscura, él me observaba siguiendo cada uno de mis movimientos con sus pupilas de neón, con esa sonrisa seductora, que me quemaba cada vez que mis ojos huían a mi control y se posaban deseosos en ella. Esa insoportable sonrisa...

—¿Chat?

Desarmé mi posición rápidamente cohibida por la vergüenza, y me arrojé a la pasarela debajo de él, sentándome en el borde a espaldas a su ubicación. No quería verlo directamente, acababa de ponerme realmente nerviosa. No esperaba encontrármelo. No esa noche, no a esa hora, no después de todo lo que estuviera conversando con Tikki.

Si estaba allí era precisamente para olvidarme de él, aunque sea unos instantes, no para enfrentarlo.

— ¿Me estás siguiendo?— le reproché cuando lo oí aterrizar detrás de mí.

— Eso mismo iba a preguntarte, ma lady — respondió mientras se acomodaba sentándose a mi lado, a escasos centímetros de mí — Llevo observándote jugar con tu yoyo durante los últimos cinco minutos —

—Oh – abrí grandes los ojos. Sentí las mejillas arder.

—Fue...¿cómo decirlo? ... Exquisito— y una sonrisa melosa terminó de dibujarse en su rostro, plena, tan típica de él.

Me observaba atentamente, podía sentirlo. Pero no me atrevía a confirmarlo, si lo hacía él notaría que era vulnerable a cualquiera de sus gestos, a su simple presencia, y aún no me sentía preparada para enfrentar a todo lo que se agitaba en mi interior.

Intenté suspirar, más no pude. El aire se entrecortaba en mi garganta. Podría fácilmente admitir que me ahogaba, que no había aire que llenara mis pulmones, más no sería más que una vana excusa ya que el viento a esas alturas castigaba dulcemente nuestro semblante revolviéndonos los cabellos.

Y, como si fuera un truco del destino, una ráfaga más violenta que las anteriores, arremolinó una de mis coletas adhiriendo a mis húmedos labios un mechón del negro cabello. En ese instante, sentí la mano de Chat electrificarme la piel al rozarme escasamente mi mejilla derecha cuando, con extrema delicadeza, enganchó la garra del dedo índice al cabello para retirarlo lentamente desde mi boca.

Algo se terminó de derretir dentro de mí en el preciso momento en que mi mirada se encontró con la suya, con esos iris esmeralda que se fijaron en mí con vehemencia intentando leerme desesperadamente. O eso es lo que interpretaba mientras pretendía yo lucir indescifrable.

Desvié mis ojos tan rápido como su mano me lo permitió, no sin antes llegar a vislumbrar un dejo de tristeza en su semblante.

—Ma lady— su profunda voz me cautivó estremeciéndome — ¿Qué te trae aquí en la madrugada? ¿Te sientes bien? — su preocupación era sincera.

Suspiré antes de responder, un suspiro profundo, cargado.

— No... — una penosa sonrisa se asomó entre mis labios —Bueno... sí, estoy bien... podría decirse —

Aflojé mis hombros, que cayeron hacia delante, y volví a bajar la mirada más allá de nosotros, aunque él siguiera pendiente de mí.

— Simplemente, no podía dormir.

—Te entiendo. Suele pasarme. ¿Hay algo que te preocupa?

Encogí mis hombros en una esquiva respuesta, indecisa.

—Sabes que puedes contar conmigo bichito ¿no?

Sus palabras, mencionadas con ese tono envuelto en dulzura, bajaron mi guardia y no pude más que girar para mirarlo y encontrarme con una afable sonrisa en la que no había provocación, sólo sincera aflicción.

Le sonreí no por reflejo, en agradecimiento a que hubiera abandonado su instinto seductor, porque me invadía tal vulnerabilidad que impediría cualquier intento de resistencia de mi parte si él sugiriera con su accionar cualquier otra cosa que no fuera hablar. Y eso, terminaría por destruirme.

— Soy todo gato-oídos — acotó en un tono despreocupado y un tanto divertido, inclinando su cabeza hacia mí, mientras señalaba una de las orejas de gato de su traje.

Si quitara cualquier sesgo de mi juicio, podría haber afirmado que en ese momento él se esforzaba para lucir menos indefenso que yo. Eso leía en sus ojos, en el casi imperceptible temblor en sus labios, en ese leve sonrojo en sus mejillas cuando, sin querer, la respuesta de mi cuerpo ante su ofrecimiento fuera morderme el labio inferior mientras mis comisuras se contraían en una tímida sonrisa.

Suspiré nuevamente, un nuevo suspiro intenso y entrecortado por el nudo que se me había formado en la garganta. Su voz, tan profunda, tan claramente cargada de inquietud, estaban generando el espacio que tantas veces le hubiera pedido a Chat desde el asunto de Veritas.

Hablar. Escucharnos. Decirlo todo.

Todo.

— Dime ¿qué es lo que no te deja dormir?

No lo iba a dejar pasar. No mi Chat.

Lo miré nuevamente. Y no fue al pasar. Esta vez me hundí en sus verdes pupilas, en su rostro, en él. Porque sus palabras, la vibración de su profunda voz acariciando mis tímpanos, empujaron a todo mi ser hacia el destino que sugiriera mi kwami.

Y aunque aún algunas barreras estuvieran alzadas entre nosotros, fue un segundo de descuido que me llevó a reparar en como la brisa desarreglaba su dorado cabello, o la tenue luz a esas alturas jugaba con cada músculo de su cuerpo realzándolos en su endemoniado juego de sombras, o la dulce sonrisa que me seducía aún brindada sin esa específica intención; el momento en que supe que cualquier resistencia que montara sería en vano.

Ya era inútil oponerme al impulso de confesarle el pesar que me mantenía en ese estado frente a él, despierta en la madrugada, huyendo en la noche parisina.

Y las palabras comenzaron a agolparse en mi garganta.

En realidad, era un único vocablo repetido mil veces de diferente forma: "Tú."

"Todo es por ti."

"Eres tú"

"Me estás matando... "

"Tú"

"¡Tú!"

—Tú.

Dije al fin, sutil pero decididamente.

Simple, corta, contundente palabra que fluyó desde mi garganta en respuesta a la pregunta que tan inocentemente hubiera sido formulada.

Pude notar la sorpresa inundar su mirada, como sus ojos se abrieron y sus labios se separaron acompañando la respuesta inconsciente de su confusión. Y como, en un pestañear, intentó acomodar la expresión para mantenerse dentro de su postura superada.

Logré advertirlo, brindándome unos segundos para vislumbrar una esperanza, más las palabras que luego me dijera me devolvieron casi en un suspiro a la posición inicial de duda, de culpa, de... dolor.

—Ma lady... — brotó de entre sus labios una media sonrisa libidinosa, acompañando esa frase— Haberlo sabido antes y no estaríamos despiertos a estas horas...—

Y ahí estaba él, el Chat de siempre.

Me entregó un ademán de saludo real llevando la mano al pecho e inclinando la cabeza hacia delante.

— Siempre estoy a tus servicios. — Sus ojos perversos se elevaron posándose en los míos al finalizar la afirmación, otorgando el énfasis que necesitara lo que seguía a continuación — A todos "tus servicios".

Su ofrecimiento golpeaba lentamente mis oídos cargado de la sensualidad de su voz, mientras su lengua acariciaba la comisura derecha de la boca y desviaba, sin disimulo, la mirada a mis labios.

Si tan vana fuera mi necesidad, su respuesta hubiera sido más que satisfactoria. Pero, contrario a ello, la furia se apoderó de mi ser.

—¡Chat!

Le grité y me incorporé de un salto, alejándome de él sobre la pasarela.

Refunfuñé palabrotas por lo bajo antes de girar en la comodidad de la distancia que había conseguido, y mirarlo con dureza.

— ¿Tienes que tomarte siempre todo en broma? ¿Ni por un instante vas a escucharme sin intentar... sin querer... avanzarme? — espeté con furia.

Realmente conseguía cambiarme el estado de ánimo en un santiamén. Cualquier sinceramiento serio que quisiera hacer, quedaban anulados.

Lejos de inmutarse por mis reclamos, su mirada se tiñó de travesura. Ahora me observaba divertido, plácidamente sentado en la saliente. Se había inclinado levemente, encogiendo una pierna a su costado y apoyando el codo en la misma. La pose le favorecía terriblemente. No dejaba ningún punto de su anatomía a la imaginación y no era casual que la adoptara. Me había percatado de que él era totalmente consciente de como mi cuerpo reaccionaba al suyo y sabía aprovecharlo a su favor.

Si quería molestarme, lo había logrado y con creces. Y no estaba dispuesta a admitir lo tanto que me cabreaba que fuera conocedor de sus dotes y de mis debilidades, más cuando intentaba sincerar mi sentir y él decantaba por su acto de seducción barata.

—¡Mierda Chat! ¡Sabes lo que me pasa! ¡Sabes todo! — tragué para aclarar mi garganta al momento que crucé los brazos sobre mi pecho.

Estaba nerviosa y enojada, e incómoda por cómo me estaba viendo mientras le hablaba. Bha... mientras le gritaba.

Seducción barata, pero seducción al fin, y, a mi pesar, estaba haciendo efecto. Estaba jodida. Sí, realmente jodida esa noche.

"¡La puta madre!"

—¿Nerviosa?

— Esto es en serio, Chat. — Suspiré derrotada, cansinamente tratando de calmarme —Veritas hizo qu—

—Esos fueron solo los efectos de un akumatizado. – Interrumpió. ¿En serio Chat? — Ya sabes que está todo bien con eso. Estuvo bueno, no voy a mentirte bichito — me brindó un guiño —pero ya está, ya pasó. Qué... —

—¡No fue solo eso! — le corté en seco, alzando intempestivamente la voz — Bueno, sí— carraspeé— ¡Pero no solo eso! —

Él entrecerró los ojos.

—Yo...El problema no fue el... beso— me sonrió ladinamente — El problema...es...fue lo que me hizo...después... yo — ¿Acaso estaba tartamudeando?

Me observaba intrigado. Ya su sonrisa maliciosa se había esfumado. No lograba descifrar si no entendía nada de lo que le decía o ya sabía todo y simplemente quería escucharme decirlo.

—Sé que me has superado – suspiré nuevamente relajando mi postura.

Mejor dicho, rindiéndome. Sí, Chat era así, un gato seguro y vanidoso, y también era incondicional, atento y sincero, y todo ese combo es el que me había enamorado al final.

— Y no te lo reprocho, de verdad. Era obvio que eso iba a suceder, te rechacé tantas veces... y muchas de la peor forma, sobre todo la última —lo miré con una expresión de disculpas.

Él asintió.

—Pero, hay algo que... Chat, ya no quiero cometer el mismo error dos veces. — tomé coraje inflando mi pecho.

Suspiré otra vez. Creo que fue la noche que más veces suspiré en mi vida. Lo que quería decir, debía ser en un único tirón sino huiría a la primer oportunidad.

— Lo que pasó, lo que hice bajo los efectos de Veritas... eso... eso que tú lo simplificas en efectos de akumatizado...yo...yo... —

Le miré nuevamente. Él ni se movía de su posición.

—Lo siento de verdad.

Asentí apretando los labios.

— Me hizo dar cuenta de que siento... — respira nena — siento muchas, demasiadas cosas por ti Chat y... no son nuevas.

En ese instante, moviéndose tal felino en caza, él se incorporó desde su posición y se situó frente a mí, a centímetros, complicándome todo aún más. Inclinó la cabeza para mirarme profundamente a los ojos. Estaba tan cerca y me observaba de esa forma que me derritiera. No había sonrisa sugerente, no había ironía, pero sí provocación, mucha y no se sentía intencional, era como si su cuerpo reaccionara involuntariamente a mis palabras.

— Creo que... — pasé saliva dificultosamente.

No cometería el mismo error que cometí con Adrien, por más que esta vez me costara muy caro.

— Chat... creo que ...me enamoré de ti.—

Mi mirada tembló en ese momento, pero mi determinación permaneció inalterable. Lo había hecho. Dentro de mí sentía alivio, una cierta alegría de cumplir con un hito necesario. Aunque, de a poco, el temor por el precio demandado por tal sinceramiento comenzaba a asomar entre medio de la euforia de la victoria.

Y él, inmóvil frente a mí, con sus ojos anclados en los míos, su cercanía respirando agitada, empampándome con su aliento, envolviéndome con su calor; no acallaba ninguno de mis miedos.

Dios... tuve que jalonar con resolución a mis manos que desesperadamente ansiaban tomar su rostro, acariciarlo, fijarlo en ese lugar para que mi boca llegara tranquila a saborear sus labios.

Y, si había tenido la revelación de que era correcto confesarme a pesar de mis recelos, no podía ignorar que lo que había logrado hacer era suficiente por esa noche. No demandaría una respuesta de su parte, pero tampoco me quedaría a torturarme mientras intentaba leer de entre sus expresiones si en algún punto me correspondía, o lo haría alguna vez.

— Bueno, es mi turno ahora... mantener la esperanza ¿no? – le brindé una media sonrisa de resignación mientras encogía un hombro — Gracias por escucharme gatito...—

Sabía que todo lo que dije iba a dolerme y que no podría dormir en lo que restaba de la noche o de la semana. Pero ya estaba, sin planearlo había conseguido la conversación que buscaba. Ahora debería estar muy atenta de que él no jugara conmigo. Aunque era tonto pensarlo, Chat podía ser mujeriego, muy seguro de sí mismo y alardearlo, pero no jugaba con las personas. Siempre había sido muy frontal conmigo, con todos.

De todas formas, decidí que me cuidaría, para que no doliera más de lo que ya lo hacía. Estaba preparada para un rechazo. O por lo menos eso me gustaba creer.

Le brindé una última y triste sonrisa antes de voltear y balancear el yoyo con un simple movimiento de muñeca, para iniciar mi partida.

No quería huir, y no era eso lo que estaba haciendo. Ni siquiera demoré el impulso de mi salto, pero fue en ese instante en el que había abandonado cualquier esperanza de una respuesta, que percibí su mano en un firme agarre por mi muñeca.

Giré sorprendida para encontrarme con una mirada profunda y determinada, la misma que me brindara aquella noche en que lo rechacé por última vez. La misma, sólo que ahora se sentía como que me envolvía y aferraba; y que no iba a dejar que escapara.

Extendió la otra mano para tomar mi mejilla y acercarme más hacia él. Nuevamente estábamos a centímetros, su rostro inclinado hacia mí, tomando mis ojos, tomándome toda. La caricia que en ese instante ansiaba, no se hizo demorar erizando cada poro de mi mejilla en su recorrido hasta mi mentón. Y tras sus dedos, el camino tácito que dejó ese leve roce fue seguido por sus ojos deteniéndose en mis labios. La anticipación me devoraba y ya sentía el calor de su boca en la mía. El tiempo se había detenido, no había brisa, no había noche, no había nada más que él y yo, y esos intensos ojos verdes que ahora volvían a los míos.

Soltó mi muñeca para tomarme de la cintura empujándome hacia él. Ahora mi cuerpo lo sentía e instintivamente en lo único que pude pensar fue en besarlo.

—Chat... por favor no jue.. —

—Shhh... nunca lo haría — apagó mis palabras.

Impulsó mi mentón hacia arriba al momento que se inclinó cerrando el poco espacio que aún quedaba entre nosotros. Y tomó con sus labios los míos.

Gemí, un gemido ahogado en su agarre, que se esbozó inocente, reflejo del placer que me provocaba pero que no pasó desapercibido por sus ansias porque, en ese exacto momento en que mis sonidos se acallaron contra él, el beso se intensificó. Y, ¡por dios!, que bien que se sentía.

Era dulce y caballeroso. No necesitaba serlo, semanas atrás prácticamente lo habría tomado en ese lugar sin preámbulos ni permisos, de haber averiguado como quitarle ese bendito traje, por lo que no entendía porque no se arrojaba a su característica osadía. Si lo hubiera hecho, lo aceptaría igual, tal era mi deseo en ese momento que nada hubiera importado.

Pero no, por el contrario, elegía ser suave, ser firme, ser lento, ocupar el tiempo que le demandara conocer cada rincón de mi boca. Brindarme lo que le fuera exigiendo, pidiendo con sus suaves caricias el permiso para ir a por más, como si me estuviera conquistando por primera vez.

No podía negarlo, si su fin era desarmar cualquier vestigio de mi voluntad atándola a la suya, lo estaba logrando espectacularmente.

Lentamente, solté mi yoyo para librarme y rodearle los hombros con mis dedos. Una de mis manos no tardó en subir hasta la nuca, enredarse en su dorado cabello, saboreando la sedosidad, el calor, aferrándolo más a mí. Y ese simple movimiento le brindó el permiso para envolverme la espalda con su otro brazo apretándome a él, volviendo el beso aún más íntimo, despertando en mí ese apetito que comenzaba a devorarme por dentro aún solo con la mirada.

Lo deseaba, realmente lo deseaba.

—No voy a dejar que te me escapes esta vez, bichito — susurró con su voz más grave en el instante en que ligeramente nos separamos por aire.

Pude apenas responder intentando en vano asentir. Me limitaba a respirar sin perderme detalle del movimiento de sus labios al hablar.

Y cuando un atisbo de sonrisa comenzaba a estirar sus comisuras, no pude contenerme y elevé mi rostro reclamando por más, a lo que él respondió asiendo mis mejillas con ambas manos mientras sus garras apenas rozaban mi cuero cabelludo, hundiéndose en el y enviando descargas electrificantes por toda mi columna vertebral. Un movimiento que detuvo los míos y me fijó a escasos centímetros de él, aprestándome a una distancia conveniente para su mirada.

Me observaba, recorría cada centímetro de mi rostro desmenuzándolo, prendándose de los micros expresiones que se iban dibujando en reacción a su toque, a su cercanía. Me observaba deseoso, anhelante, nervioso, como si esperara alguna clase de venia de mi parte que le confirmaran que era real.

Y cuando la garra de su pulgar se aventuró a rozar mi labio inferior, un gemido fue la gota que rebalsó su dilación, agitando el ya entrecortado aliento con el que acariciaba mi rostro.

— Ma lady...no tienes una idea de lo que esperé por esto...

Le sonreí nerviosamente, más no sin dicha. Esas simples palabras eran la confirmación que tanto me apremiaba.

—Quiero... ven conmigo esta noche.

Sólo unos segundos pasaron desde que su petición fuera realizada, para que mi mirada se oscureciera en anticipación a lo que esas simples palabras albergaban en su seno.

No dije nada, ni una respuesta se esbozó de entre mis labios. Fue sólo la seriedad en mi semblante y la oscuridad de mis iris los que le brindaron la certeza de que estaba en la misma sintonía a sus demandas.

Se separó apenas de mí, y envolvió firmemente mi cintura con uno de sus brazos. En la otra mano le correspondió el bastón que, ahora desplegado, se preparaba para darle impulso a nuestra retirada juntos.

Le rodeé el cuello con mis manos apretándome a él, sin decir nada, sin aclarar menos. Él me brindó una última y encendida mirada antes de hacerme subir a su cuerpo. Le permití obrar a como diera, a como quisiera, contrario a lo que hubiera consentido semanas atrás. Estaba totalmente entregada a lo que la noche y él decidieran.

Y allí nos fuimos, en un salto, dos o tres. Pronto la torre y sus luces quedaron atrás para adentrarnos a las arboledas preludio de las campiñas. Sinceramente, desconocía hacia donde nos dirigíamos, pero sabía que fuera el que fuera el lugar al que me llevaba, sólo íbamos a estar los dos.

Sólo los dos.

Ya sin barreras, sin juicios.

Sólo los dos, hambrientos uno del otro.

Notas del autor

Hola, hola, hola...

Se está poniendo intenso, ¿no?

Les prometo que este es el preludio a la parte interesante jajajajajaja

No sé cuánto me demoré en volver a publicar, es que mi vida está un tanto ajetreada últimamente, pero no me olvido de este fic ni el otro. Jamás!

Podrán apreciar que tiene un estilo levemente diferente a los otros, y es me encontré bastante inspirada en la edición. Es que estoy leyendo, cuando puedo, una novela que tiene intrigadisima y enganchadisima. Ai No Kusabi se llama y la recomiendo jejejeje

Bueno, a pesar de todo, espero que hayan disfrutado de este capítulo.

Muchísimas gracias a todos los que vienen comentando, eligiendo este fic y dándome sus estrellitas o agregándolos a sus listas de lectura. Muchas, muchas gracias.

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