Capítulo 16: «No es un tornado lo que se avecina. Es algo mucho peor.»

En las nubes; así se había sentido durante toda la mañana. La bruja heredera de los Night al fin había hecho frente a sus sentimientos y empezaba a pensar en la posibilidad de que estos fueran correspondidos.

«Dijo que esperara...», se sonrojó al recordar las palabras del príncipe. «Dijo que deseaba besarme...», siguió torturándose. Porque, aunque fuera cosa mutua, pensar en ello, hacía que su pulso se le acelerase y que su habitual calma se disipara. Además, no sabía cómo le iba a sentar a Morgan o a su familia. Entendía que todos le habían dado un respiro pensando que el concurso no llevaría a ninguna parte. «Pero... ¿Y si me ama?», se preguntó nuevamente; incluso estuvo a punto de pellizcarse. «¿Sería suficiente para que se nos permitiese estar juntos? No creo que su familia lo acepte», reflexionó. Tampoco estaba segura de que la suya lo hiciera. Y aunque tuvieran esa suerte, uno de los dos debería renunciar a su legado. «El príncipe no tiene hermanos, en cambio, yo...», empezó a fantasear. Lo lógico sería que ella le legara su posición como futura líder del aquelarre a Morgan; pero estaba pensado a muy largo plazo. Necesitaba calmarse y no correr demasiado.

—Hoy pareces alterada —apreció Nut con los ojos entrecerrados; cavilaba en su cabeza, tratando de averiguar el porqué de su actitud—. ¿Qué es lo que te mantiene andando nerviosa, de un lado a otro, como un torbellino, Lily?

Pero la bruja no se veía capaz de contarle lo ocurrido, la noche anterior, a su mejor amigo.

—¡Duermes como un tronco! —le dijo en su lugar.

—¿Y eso qué tiene que ver? —preguntó, chillón, Nut.

Lilibeth sonrió nerviosa.

—Gracias a Dios, duermes como un tronco —dijo antes de marcharse.

A pesar de que Nut trató de pisarle los talones, Lilibeth le cerró la puerta en los morros y, con un rápido movimiento de manos, conjuró su salvación:

Claudere —murmuró. Desde dentro se podían escuchar los gritos del familiar.

—¡No me encierres, Lily! —gritó aporreando la puerta. O lo intentó, pues sus manos eran diminutas.

—¡Es temporal! ¡Necesito un respiro y sé que tú me vas a agobiar!

—¡Ábreme!

—¡El hechizo solo durará una hora! —le indicó. Luego, se aferró a su bolsa de mano y emprendió su camino, a paso decidido.

Lily se marchó dejando los gritos del familiar a su espalda. Quería muchísimo a Nut, pero era consciente de que iba a presionarla hasta conseguir averiguar lo que rondaba por su cabeza. Y en aquel momento, lo que más necesitaba, era alguien que la escuchara sin juzgarla y sin hacer tambalear la invisible balanza.

Al llegar a los aposentos de su amiga, se la encontró saliendo por la puerta y, con cara de sorpresa, la saludó.

—¡Lilibeth! —exclamó Lady Blanche—. ¿Qué haces aquí? Justo iba a buscarte.

—Yo también iba a buscarte.

—¡Qué casualidad! —le sonrió. Lady Blanche siempre tenía una aura bonita y cálida aura a su alrededor.

—¿Podemos charlar un poco? —le preguntó tímidamente; no sabía cómo iniciar aquella conversación, pero pensó que un sitio tranquilo sería adecuado.

Su amiga alzó una ceja extrañada; enseguida entendió que algo la preocupaba.

—Vayamos un rato al jardín. ¿Te parece? —propuso.

Y colgándose de su brazo, empezaron a caminar a través del castillo, buscando una salida cercana. Al llegar al jardín, ambas se dieron cuenta de que el sol y el calor eran sofocantes; ambas vestían con ropas finas, pero, aun así, era bochornoso. Por ello decidieron ir en busca de un poco de sombra y se sentaron en uno de los bancos de hierro forjado, justo debajo de la copa de un árbol, a resguardo. Aun así, Lady Blanche no dudó en quitarse los guantes que guardaban sus manos blanquecinas.

Las hojas verdes resplandecían y los pájaros se escuchaban cantar por doquier. La belleza del paisaje y el ambiente tan calmado hizo que ambas amigas se relajaran en silencio antes de iniciar la difícil conversación; al menos, para la bruja.

—Cuéntame, Lilibeth. ¿Qué sucede?

Ella se mordió el labio, nerviosa; pero no tenía motivo alguno. Lady Blanche era su amiga y aunque estuvieran participando en el mismo concurso, ella no iba detrás del corazón del príncipe Maximiliano.

—No tuve la cita con el príncipe —explicó primero.

—¿Cómo? —preguntó incrédula, Lady Blanche.

—Pero luego se presentó en mi habitación, a altas horas de la madrugada —continuó Lilibeth.

Las palabras le salieron tan atropelladas, que pilló de sorpresa a su amiga, que no pudo hacer otra cosa que ahogar un grito.

—¿Cómo? —repitió.

Lilibeth la miró de refilón; estaba boquiabierta.

—¿Y qué pasó? —insistió su amiga; necesitaba saber qué había ocurrido—. Por favor, Lily, no me dejes con las ganas.

La bruja trató de buscar las palabras adecuadas, aunque era un tanto complicado.

—Dijo muchas cosas... se disculpó por haberme dejado plantada y luego... No sé cómo pasó —susurró clavándole la mirada, suplicante, a su amiga—. Ambos estábamos muy cerca... Yo tenía el corazón acelerado y podía notar su respiración, como en las novelas románticas.

—Te besó —afirmó Lady Blanche con chispas en los ojos. Rápidamente, la bruja, negó con la cabeza.

—Dijo que no me iba a besar.

—¡Me siento confundida! —exclamó su amiga abanicándose dramáticamente.

Aquello le arrancó una pequeña sonrisa a Lilibeth.

—Dijo que no me iba a besar, pero que deseaba hacerlo —se sonrojó.

Lady Blanche fingió que se desmayaba y, sin reparo alguno de que la pudieran ver, incluso se tumbó en el banco y lanzó un par de alaridos. Luego, se levantó rápidamente y cogió a Lilibeth de los hombros.

—¡No entiendo por qué no te besó! Pero, está claro, que le gustas... —se emocionó.

—No quiero hacerme ilusiones. No quiero que me rompa el corazón... —murmuró la bruja con pena.

Su amiga negó con la cabeza.

—¿Y por qué debería romperte el corazón? ¿Y si se lo rompes tú?

Lilibeth pensó largo y tendido sobre las palabras de su amiga. Ciertamente, aunque Maximiliano resultara dispuesto a compartir su vida con ella, aún debía averiguar si podía ofrecerle lo mismo.

—Soy una bruja Night, heredera del aquelarre más poderoso del reino del Sol. Tengo unas obligaciones y mucha responsabilidad. Si yo me negara a cumplir con mi destino... mi hermano se enfadaría muchísimo. Él no desea convertirse en líder de nada. Le estaría arrebatando su libertad.

Aunque ella tampoco había elegido aquello.

—¿Y tu felicidad? ¿No te lo mereces? —apuntó Lady Blanche y le dio de lleno en el corazón.

Quería ser feliz, pero le asustaba demasiado.

—No sé qué hacer... —pronunció cubriéndose el rostro, avergonzada y sobrepasada por sus sentimientos.

—Empieza por probar sus carnosos labios... —le dijo, burlona, Lady Blanche.

Ambas amigas estallaron a carcajadas. Sin duda, una de las mejores cosas que le habían pasado a Lilibeth durante el concurso, había sido toparse con ella.

—Jamás he besado a nadie... —le confesó la bruja en un susurro. Sus mejillas se encendieron irremediablemente y Lady Blanche, lejos de reírse de ella, sintió ternura.

—Quiero ser dama de honor —bromeó su amiga.

Al caer la noche y habiendo calmado un poco sus penas gracias al tiempo que había compartido con su amiga, Lilibeth, se despidió de ella y emprendió el camino a sus aposentos. La bruja avanzaba distraída y con la cabeza, nuevamente en las nubes. No fue hasta que un escalofrío la recorrió entera, que levantó la vista y se topó con una mujer desconocida, que parecía desafiarla con la mirada.

Le bastó un nuevo gesto de desdén para darse cuenta de que, aquella mujer tan hermosa y de semblante frío y calculador, era la mismísima princesa Rosella Arrowflare; la madre de Dagmar. Ciertamente, eran físicamente muy parecidas.

La bruja se congeló al instante, ante su mirada: le había quedado claro que no era de su agrado. A pesar de ser extremadamente bella, resultaba desagradable por su actitud y modales. Y no de la misma forma que Dagmar. Ella infundía terror real.

—Jaque mate, bruja —pronunció esta, a la vez, que le dedicaba una sonrisa escalofriante.

Lilibeth no supo cómo reaccionar; se limitó a observar a la madre de la princesa, cómo se alejaba contoneándose y haciendo repicar sus finos zapatos de tacón a lo largo del pasillo, hasta que no se escucharon más.

¿A qué había venido aquello? No lo sabía. Pero tenía una extraña sensación pegada al cuerpo.

—¡Lily! ¡Lily! —la sorprendió Nut avanzando por el extremo opuesto del pasillo.

El familiar parecía alterado y hablaba muy deprisa. Tanto, que la bruja no podía sentirse más confundida. ¿Acaso él también se había topado con la fría Rosella?

El familiar estaba agitado y fuera de sí. Lilibeth empezó a preocuparse a sobremanera.

—¡Por favor, Nut! ¡Cálmate! ¡Necesito que me expliques qué sucede!

La ardilla pareció comprender que necesitaba tomarse un momento para expresarse, y tras hacerlo, le comunicó a Lilibeth las malas noticias:

—¡El huevo Elmaris ha desaparecido! —chilló.

El corazón de Lilibeth se resquebrajó por un momento.

«Sin huevo, no hay concurso», entendió mientras el temor se apoderaba de su cuerpo.



¡Holi!

 ❤

¡He vuelto!

Espero que a finales de la semana que viene tengáis disponibles todos los capítulos de la historia de Lili.

Es triste, pero ella también necesita un final.

¿Qué os ha parecido?

¡Está hecha un lío!

¡Os leo!

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