No de amor

Era un día soleado en una veraniega Superciudad. La Universidad de las Rosas se inundaba de alumnos en los edificios de sus facultades, siendo la Facultad de Artes y Música la que más movimiento presentaba, pues habían sido nombrados anfitriones de la clausura del año escolar, y bien era sonado que la FAM era la que mejores galas regalaba.

León Piepequeño despertó como un pianista de alto nivel que estaba encargado del último número de la presentación musical, siendo intérprete de una pieza muy querida a su oído: concierto para piano n.º 3 en re menor, opus 30 de Serguéi Rajmáninov. Un trabalenguas en nombre y en ejecución.

No parecía ser un universo tan descabellado, el arte y la música invadía cada rincón de aquella universidad. Pero en ningún lado había logrado ver a su pelimorado favorito.

Apenas terminó el eterno ensayo junto a la orquesta de la facultad, salió corriendo como alma que lleva el diablo en dirección a su casa, en espera de encontrar alguna pista de aquel chico de ojos rosas. Y así fue. Llegó a un edificio blanco, subió al quinto piso, dobló la esquina y se encontró a un hogareño Sandman regando unas lindas suculentas y cactus afuera de su departamento.

- Buenas tardes - se atrevió a saludar en busca de encontrar alguna pista de su relación.

El pelimorado volteó al llamado, revelando unos magníficos ojos rosas, un atuendo casual y una aspecto muy cuidado - Buenos días, León -

Y volvió a su labor de regar plantas.

León se decepcionó un poco por aquella interacción tan pobre. Sin querer forzar una conversación, entró a su departamento.

- ¡León! - escuchó una voz femenina rasposa que ya intuía quién pertenecía.

- Hola, Nita - se atrevió a predecir el nombre de su hermana, en el cual acertó.

Cuando la vio notó de inmediato la gran brecha de años que había entre ellos. Él debía tener al menos diecinueve y su hermana catorce o quince. Ambos se sentaron a ver una serie que aparentemente veían juntos. En medio de un descanso para ir por algo de comer, León se atrevió a investigar sobre Sandman.

- Nita.

- ¿Qué pasó?

- ¿Tu conoces al vecino del departamento de al lado?

- ¿Hablas de Sandy? ¿O es que ya se mudó alguien nuevo?

- Hablo de Sandy.

- Pues claro que lo conozco, León. No porque ya no sean novios significa que me olvidaré de él.

Silencio.

¿Ya no eran novios?

- De casualidad, ¿Recuerdas hace cuánto fue que él y yo terminamos?

- Pues fue antes de que entraras a la universidad, ¿No? Apenas debió de pasar un año.

León quedó pensativo. No había pensando en la posibilidad de estar en un universo donde su historia son Sandman ya había tenido un inicio y un final.

El día terminó por transcurrir con naturalidad. Era fin de semana, por lo que aprovechó la mañana siguiente para volver a entablar una conversación con su amigable vecino. Salió a las 8:00 a.m. atraído por el sonido de una regadera dándole de beber a unas plantas frente a su departamento.

- Buenos días, Sandman.

Los ojos rosas lo vieron de nuevo. Pudo notar cómo fugazmente su ceño se frunció con confusión, pero no dejó de lado su cortesía.

- Buenos días, León.

- Hoy es un día soleado, significa un día bueno para las flores.

El de cabello violeta desvió su mirada de nuevo a sus plantas, pensativo, pero León no se dio por vencido.

- Se suele comentar que la luz solar matutina es la mejor... - fue interrumpido ferozmente por la voz del contrario.

- León, teníamos un acuerdo.

Los ojos de miel chocaron con las rosas. Las rosas espinando sin piedad a los girasoles. Sandman sacudió su cabeza con negación, viéndose en sus movimientos resentimiento.

- No quiero volver a hablar contigo, León. Déjeme en paz - y sin haber terminado de regar sus plantas, entró a su departamento dejando tras de sí un portazo en seco.

Piepequeño quedó estupefacto. Debía respetar la lejanía que establecía Sandy, pero debía enamorarse de él para poder regresar a su universo.

Podría esperar años nuevamente para lograr tener una interacción con él. Tal vez algún reencuentro después de la universidad, tal vez iniciar de cero presentándose como una persona nueva. Había posibilidades, pero todo dependía de la respuesta de Sandy, no de él.

¿Qué debía hacer?

De pronto el edificio crujió profundamente en sus paredes, el cielo se apagó y perdió su color sin necesidad de que una nube de cúmulos lo cubriera y toda su realidad comenzó a desvanecerse en una dorada arena.

León quedó confundido; esa debía ser obra de Gene. Pero aún no terminaba su cometido, aún no concluía su primer deseo ¿Qué era lo que ocurría?

Toda la realidad de quebró y terminó flotando en un vacío de nada. Extrañado, quiso comunicarse con el Genio para saber qué era lo que ocurría.

- ¿Gene? ¿Todo bien?

Y como si de un dios omnipotente se tratara, una figura mística y perturbadora se hizo presente frente a él. Era Genio en su versión más pura: En sus ojos se podía ver el universo, en su piel había todo lo existente, lo existido y lo que estaba por existir. Genio lo era todo. Y podía comunicarse con facilidad.

- León - retumbó en aquel vacío una voz tan antagónica a la que conocía del Genio - ¿Cómo planeas enamorar a Sandy en un universo dónde él ya se enamoró y desenamoró de ti? -

El de ojos bicolor quedó enclaustrado, no sabiendo muy bien que contestar, pues esa era la misma incógnita que él tenía.

- Yo... Podría esperar algunos años y poder...- el Genio lo interrumpió, apareciendo frente a ellos el futuro de aquel universo, donde Sandman se veía felizmente casado con una renovada Jackasy.

León simplemente no podía creerlo, pues hasta ese momento él creía de corazón que su destino y el de Sandman estaban entrelazados a pesar de todo.

- León, me veo en la obligación de abrir tus ojos. No puedes seguir creyendo que el amor de Sandman te pertenece solo para ti-

El Genio logró hacer una fuerza considerable al rededor del cuerpo del castaño, estrujándolo sin llegar a dañarlo.

- Tu sabes cómo duele el amor - tomó la mano derecha del heterocromático - si pudieras compararlo con dolor, ¿Se sentiría así? - y le rompió un dedo.

León soltó un grito ante el susto de ver su dedo doblado y desecho hacía el lado contrario donde debería ir.

- ¡Genio! ¡¿Qué demonios estás haciendo?!

- León, concéntrate. El dolor solo existe en la mente - el Genio mostró otro universo donde Sandman murió siendo un bebé, donde León era un exitoso músico que jamás encontró el amor en una persona, pero sí en la música - Has sentido soledad estos últimos diez años, ¿No es así, León? - volvió a tomar la mano derecha del pecoso, viendo el dueño de esta con susto y dolor lo que sentía en su extremidad - ¿Se siente así? - y le terminó quebrando los cuatro dedos restantes.

León volvió a gritar desesperado del dolor. No entendía nada ¿A qué clase de tortura estaba siendo sometido?

- ¡Genio, por favor detente! - suplicó con dolor en su voz al ver cómo sus dedos estaban desechos.

- Oh, León, pero si he sido benévolo - el Genio entonces dio un vistazo a la realidad de dónde ellos venían, el universo donde un encantador principito abandonó el planeta tierra hace diez años, donde León Piepequeño nunca volvió a amar y dónde se pasaría el resto de sus días siendo el miserable loco del monte - Si pudieras comparar todo el dolor que has sentido desde que Sandman Príncipe se fue ¿Se sentiría así? -

Silencio.

El vacío terminó por sonar aquel profundo eco y quedó imperturbable.

Hasta que se volvió a escuchar el crujir de un hueso y el alarido de dolor de un enamorado empedernido.

- León, ¿Así se siente sufrir por amor?

Con cada palabra pronunciada, un nuevo hueso era partido a la mitad, era destruido, era deshecho y con cada hueso, un grito, una lágrima, un terrible dolor invadía a León.

- ¡Gene! ¡Genio! ¡Por favor basta! ¡BASTA!

Crujir

- BASTA

Crujir

- BASTA

Crujir

Y volvió a gritar.

- Solo el amor duele así, León - y cuando no hubo ni un otro hueso qué romper, comenzó el verdadero terror - El amor es un sentimiento tan complejo, tan encantador, tan atroz. León, tu tuviste el privilegio de amar - una cortada comenzó a hacerse presente en el pecho de León, haciendo que su sangre brotase y se escurriera hasta manchar de carmín su blanca playera - Tu fuiste feliz, León, tu estás vivo - la piel se le abrió, dejando al descubierto su pared muscular protegiendo su caja torácica - Y con toda una vida por delante ¿Decidiste ser miserable? - cortó sus músculos, quitó los restos de sus costillas, deshizo sus pulmones. Para este punto León habría muerto de dolor, pero Genio lo mantenía vivo y lúcido - Tu no quieres vivir, León Piepequeño - el corazón de León, agonizante y palpitante, estaba al descubierto - Entonces te regalo la muerte - y le arrancó el corazón.





















||    ||

León abrió los ojos con una vista espléndida al universo. Recorrió su al rededor, encontrándose con un planeta pequeño, de suelo con tierra gris, cubierto gentilmente de pasto verde y algunas cuantas florecillas de color blanco o amarillo. Visualizó dos volcanes que humeaban ligeramente, uno que parecía extinto, vio un palo de madera clavado en el suelo con un cordero blanco amarrado en él.

Y conforme aquel pequeño planeta iba girando lentamente, rápidamente se concluyó un día, empezándose a ver por el horizonte el ocaso, y con ese tierno girar, iba apareciendo un principito sentado en una silla contemplando el atardecer por quinta vez en el día.

León no pudo experimentar una emoción tan grande como la que sentía en ese instante. Aun sobre el suelo, quedó inmóvil, contemplando aquellos cabellos morados moverse con el viento de un diminuto planeta. En cuanto concluyó el atardecer, el principito se levantó, volteando hacia donde se encontraba Piepequeño.

- Buenas noches, León.

- Buenas noches, Principito.

El mayor de los dos se levantó del suelo y quedó inmóvil ante la serendipia de tener a su eterno amor frente a él.

- ¿Cómo has llegado aquí? - se atrevió a cuestionar Príncipe, llevando la cuenta de la edad de su allegado, sabiendo que este no tenía más de treinta años.

- Tu padre me mató - al escuchar tal calamidad, los ojos rosas se abrieron con espanto y sorpresa. León solo río - Me dio la oportunidad de concederme dos deseos. En el primero deseé volver a enamorarme de ti cinco veces más -

El contrario hizo una mueca al escuchar aquello - ¿Y cómo llegó él a matarte? -

- Pues en el quinto universo vi muy difícil volver a enamorarnos, intervino Gene y me dijo algo sobre cómo duele el amor representado en dolor físico -

El de ojos rosas suspiró ante tal situación. Se aproximó a su enamorado y lo envolvió en un cálido abrazo.

- Mi León, no puedo creer que hayas hecho esas  cosas por mi.

- ¡Pues claro que lo haría por ti! - estrujó al de cabellos morados con calidez - Haría cualquier cosa por ti -

Con cariño, Sandy se soltó un poco de aquel abrazo y tiernamente posó su mano en la mejilla del pecoso - Debiste haberlo hecho por ti - León quedó confundido al escuchar las palabras del de vestimenta morada. El principito se alejó y tomó una regadera verde para darle de beber a sus amigas margaritas - Corazón, todos le tienen miedo a la muerte. Las personas que aman la vida no terminan de entender que la vida no es solo vida; es existencia.

"Esta regadera existe, este agua también, esta tierra existe y este viento igual. Cualquier persona, los humanos comúnmente, pensarían que son solo cosas inertes, objetos sin vida ni gracia. Pero desde ahí ya se encuentran equivocados, y tú caíste en ese error -

Sandman acompañó silencioso y atento la caminata y la plática que iba creando su más preciado amor. Visualizó cómo Príncipe dejaba la regadera de lado y comenzaba a deshollinar sus dos volcancitos.

- Estos volcanes están llenos de vida, fueron creados a partir del magma que yace dentro de mi pequeño planeta. Ese magma no es más que roca fundida, esa roca fundida le pertenece a mi asteroide, este B- 612 empezó como una diminuta partícula de polvo de estrella, y ese polvo de estrella nació de la muerte de una gigante roja. Y pensar que tuvieron que transcurrir miles de millones de años para que se crearan dos pequeños volcanes.

"Los recursos del universos son finitos, por lo que están en constante cambio para que todo exista en algún momento determinado, pero pasan eternidades para que alguien pueda notarlo - entonces se volvió hacia aquellos ojos miel que lo observaban tan atentos como meditabundos - Corazón, morir no significa dejar de existir. Mi cuerpo, que se quedó en la Tierra, se convirtió en arena, esa arena que se convertirá en tierra, en musgo, en piedra y en agua. Yo seré un fresco viento en verano, seré una roca en lo alto de una montaña, seré un riachuelo y mi existencia volverá a culminar en una florecilla, en una oruguita y quién sabe, tal vez vuelva a tener la dicha de ser un hombre de nuevo -

- ¿Entonces no estas muerto?

- Muerto estoy, corazón. Pero nunca me fui.

- ¿Y en dónde te puedo encontrar?

- Te di la respuesta aun estando en Star Town, mi cariño - Piepequeño lo pensó un poco, hasta que en su mente apareció la respuesta como si fuera un relámpago azotando la negrura de la noche tormentosa.

- Para encontrarte no debo ver con los ojos.

- Debes ver con el corazón.

León comenzó a llorar irremediablemente, sintiéndose tonto por haber causado un drama tan gigante por querer complacer un deseo tan humano. Príncipe, conmovido por el sentimentalismo del dueño de su corazón, se atrevió a abrazarlo tiernamente, acariciando su espalda con gentileza, jugando con sus cabellos castaños y estrujándolo con un amor incontenible.

- Yo estoy en cada cascabel dorado, en cada estrella, en cada flor morada, en cada corriente de aire, en cada taza de té de bugambilia. Morí, pero no dejé de existir.

El universo fue testigo de cómo dos existencias se volvían a encontrar una vez más. En el pasado un sol se enamoró de un cometa, un planeta tenía una luna favorita, el viento paseaba de la mano con el océano, un alga jugaba con un coral, una mariposa amaba a una lavanda. Sus almas se conocieron hace milenios, se amaban, se buscaban y se necesitaban.


- Te amo, León. Amo que existas.

- Te amo, Sandy. Gracias por existir.


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