Parte 91

Cleopatra

Cuando el ruido violento del aire dejó de escucharse, cuando el rugido de los dioses confundido con la brutalidad de la arena dejó de chocar contra las ventanas, supo que la tormenta de arena había pasado y que momentáneamente, ya sea por un día, por meses o años, los dioses dejarán en paz a su hija, así que Cleopatra abrió los ojos y se quedó callada disfrutando del silencio de la habitación, así como antes disfrutaba en su palacio de las mañanas placentera con la luz anaranjada de las mañanas en el desierto, siempre acompañada de paz, aunque fuera momentánea.

Se recargó en su codo y recostó  su mentón en el hombro de Cameron tratando de despertarlo para que esté con ella y sus ojos azules la deleiten, pero al escuchar su respiración pausada y su ritmo suave y consecutivo, sabe que esta dormido, así que  solo pasó sus manos por su suave piel dorada por el sol debido a sus viajes por el desierto  mientras suelta suspiros, la herida aún está ahí, latente y sangrante como un buen recuerdo de que algún día algunas personas le quitarán a su hija, quizá le quede una cicatriz terrible, pero sanará y su piel quedará marcada como la de aquellos memorables guerreros romanos de los cuales se enamoró en el pasado.

Si querido Julio Cesar y su amado Marco Antonio, siempre vivos en su corazón latente.

Le gustaría estar recostada en finos cojines, en elegantes telas de la seda más fina y con la vista de un hermoso palacio en medio de su amada ciudad de Alejandría, pero eso fue en el pasado y ahora con está casa se conforma, de todos modos pronto regresarán a Londres.

Pero una suave voz, pequeña y apenas audible, la sacó de su mente que no hace más que recordar cosas del pasado.

— Mamá — Dijo Olimpia jalando su ropa, pero cuando no obtuvo respuesta, subió sobre ella y acercó su pequeño rostro al suyo, vaya suerte tiene esa niña, en el pasado era imposible acercarse tanto a la reina, porque ella era una diosa viviente y sus hijos tenían prohibido tocarla con tal descaro — ¿Podemos salir a ver algo? Vamos, por favor ¿Ya estás despierta, verdad? —

Dijo esa pequeña niña tratando de abrirle los ojos con sus pequeños dedos, pero Cleopatra volteó su rostro violentamente.

— No Olimpia — Dijo cortante cerrando los ojos de nuevo y dejándose caer en medio de los cojines para no verla — Vete y duermete de nuevo, no me molestes, dije que te vayas —

Pero Cleopatra se arrepintió al momento de la crudeza de sus palabras, lo hizo aun más al sentir la mirada de tristeza de aquella pequeña niña, quisiera ser más cariñosa, pero ella no fue criada con tal amor y le ha costado compartir sus sentimientos con Olimpia, pero aún no está acostumbrada al cuidado de los niños, en el pasado ni siquiera los amamantaba, después de darlos a luz, eran pasados directamente con sus nodrizas, ellas eran con las madres de sus hijos, ella en cambio está más ocupada tratando de reinar Egipto, pero ahora no hay nada más para hacerse cargo de Olimpia y Cameron está dormido,  así que se descubrió el rostro y la miró, con el rostro redondo, pequeña y de cabellos rubios con toda la herencia de Alejandro magno en sus rasgos, bella y con unos ojos enigmáticos, es la digna herencia griega y tolemaica en un niña, Grecia y Egipto en los pequeños rasgos de su adorable hija, ni siquiera parece ser su propia hija, pero lo es, porque ambas comparten sangre de los faraones de Egipto.

Y también comparten la misma locura.

— Esta bien Olimpia, lamento haberte hablando así...¿Qué es lo que quieres ver? — Dijo con voz pausada, alargando su mano para acomodarle el cabello a aquella niña — La ciudad está llena de arena, si quieres esperemos hasta que esto pase y después te llevaremos al lugar que quieras

Pero Olimpia sin saber que antes su madre era una faraóna que odiaba el contacto físico al decir que era una diosa viviente, se dejó caer sobre su pecho como si abrazara a un oso de peluche, primero pensó en alejarla, pero tenerla así, se siente tan bien como la cercanía de una madre y su hija.

— Ellos ya no están enojados conmigo, mami — Dijo Olimpia pequeñajo su pequeña barbilla en su pecho, pero Cleopatra subió lentamente sus manos para acariciar la espalda de la niña, extrañada de que le diga mamá — Me dejarán estar aquí muchos años ya me lo dijeron en sueños, será hasta que yo...—

Pero rápidamente le cubrió la boca con la mano.

— Shshs, no quiero saber como morirás — Al momento sus ojos se volvieron cristalinos cuando la sola idea de perderla como a sus otros hijos, pasó por su mente — No quiero saber como te alejarán de mi, nadie te llevará lejos, yo soy el sol y tu eres mi luna, Olimpia —

— No moriré — Dijo su hija sonriendo de lado — Pero necesito que me lleves a ese lugar, por favor mamá —

Cleopatra sonrió ampliamente, que buena reina hubiera sido su hija, primero reviso a Camerom, pero el sigue profundamente dormido, después se acomodó la ropa, tapando sus extraños tatuajes, cubrió a Olimpia y la tomó en brazos antes de salir una momento de la casa con ella, de todos modos tienen que regresar para irse a Londres, pero mientras eso pasa, la sostuvo entre sus brazos mientras caminan por las estrechas calles de El Cairo.

Porque ellas necesitan despedirse del reino de las arenas y los faraones.

Esas calles tan cambiadas por los años, nuevas y modernas, pero con el rastro de la historia aún en sus cimientos, están llenas de arena, pero aún así, toda la historia de Egipto está impresa en ellas, en cada una de las personas y hasta en su hija, sin embargo, no se detuvo, tomó el sendero más corto y camino rápidamente hasta que sus botas se hundieron en la arena, las pirámides están en la zona más turística de la ciudad, inmersas entre la modernidad y el misterioso pasado de Egipto.

Atravesó la zona turística y subió hasta el punto más alto del sendero, cuándo llegó tomó asiento en la arena y sentó a Olimpia entre sus piernas para mantenerla cerca, al igual que una reina le enseña a su hija todas las cosas que serán de ella cuando se convierta en princesa, ambas cercas, unidas por un pasado, una sangre y un linaje pero con la mirada en el cielo para ver como el sol ilumina la pirámide de Giza.

— ¡Eso es precioso mamá! — Dijo su hija maravillada con la increíble vista, con sus pequeños ojos de destellos dorados muy abiertos.

— Oh Olimpia, quisiera que hubieras visto lo mismo que yo, está puesta de sol en el antiguo lugar de donde yo soy, era magnífico, pero algún día te contaré de donde soy, que hice y toda mi historia, aunque me temo que aún eres pequeña para entenderlo — Dijo besando su frente con tanto cariño que ni ella misma se conoce — Mira, esas imponentes pirámides, alguna vez hace muchos años, tantos que nada de esto existía, ni tu papá había nacido, yo fui dueña de ellas —

Olimpia abrió los ojos maravillada y su pequeña boquita se abrió en una exclamación.

— ¡¿Podemos entrar?! Yo quiero entrar a las pirámides que eran tuyas —

— No, me temo que no — Dijo con burla al recordar al recordar las grandes fiestas que tuvo con Julio Cesar en ese mismo lugar  mientras le acaricia la mejilla — Lamento decir que hay demasiados turistas y si entramos te seguirán algunas cosas que no quiero que te asusten, quizá algún día en el futuro cuando estés preparada, tú y yo entraremos en esos lugares  —

Olimpia se quedo callada, haciendo el mismo gesto que hace Cameron cuando toma decisiones importantes en el parlamento.

— Mamá quiero tener una vida llena de aventuras y quiero sacar tesoros de la arena así como el abuelo — Dijo llena de emoción moviendo sus manos en dirección al cielo — Y tu estarás siempre conmigo ¿Pero mamá podemos quedarnos aquí? —

Cleopatra miró a su hija, no puede negar que la propuesta es tentadora, Egipto es un lugar hermoso, enigmático y siempre será su tierra pero eso fue hace cientos de años, aunque de todos modos una parte de ella siempre será Egipto y ella siempre será la última faraóna.

— ¿Cleo nos vamos? — Dijo Cameron mirandolas desde lo lejos con el auto listo para regresar y tomar el vuelo de regreso a casa, así que se inclinó para besar la mejilla de Olimpia y le sonrió ampliamente.

— No Olimpia, no podemos quedarnos aquí porque ahora Londres es nuestro hogar — Dijo poniéndose de pie despidiendose de ese reino lleno de arena, de esas guerras que quedaron cubiertas por la arena, de esos hijos que tuvo con finales trágicos, de esa ilusión que vivió en Cesarion, de sus gemelos y de su pequeño hijo y de esos amores pasionales que la hicieron vivir con furor hasta el día de su muerte, está es su tierra llena de dioses y faraones, que al igual que ella, quedaron enterrados en el pasado, pero que vivirán por siempre en su memoria — Los dioses, viejos y poderosos, le dieron a su reina...a mamá, la  nueva oportunidad para vivir una segunda vez y ahora Londres es y será mi pequeño reino —

FINAL

Hoy llegado al final de esta gran y hermosa historia, pero no de la saga, Egipto es uno de mis lugares favoritos y despierta en mi historias incontables.

Por eso, hoy les tengo esta nueva y gran historia, espero que les guste y les agrade.

🥰😍🥰😍

Olimpia es una arqueóloga que desde pequeña siempre supo dos cosas, primero que su madre tiene un extraño lazo con Egipto, y segundo, que extraños seres, momias, brujas y dioses, la persiguen para matarla.

¿Pero qué fue lo que hizo para que la odien tanto?

Puede que ella y su familia vivan una locura entre viajes, historia y arqueología, pero todo se salió de control cuando un raro hombre decidió arrollarla con su auto y casi matarla, eso la dejó en el umbral entre la vida y la muerte, uno, donde los fantasmas del pasado habitan en sus sueños y si, fue ese mismo hombre que porta el título de príncipe de Inglaterra quien casi la mata.

Pero Olimpia no descansará hasta saber que pasa, entre arqueología, viajes al pasado y locuras, descubrirá que su pasado está muy ligado con el antiguo Egipto, con ese reino de las arenas y su última faraóna, la reina Cleopatra.

😚☺😚☺😊

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