Parte 74
Cameron
— ¡Por fin! Después de tantos meses lo logramos, encontramos la tumba de la reina Cleopatra y Marco Antonio —
Cameron al escuchar el griterío de felicidad dejó de mirar su celular con asuntos politicos de Inglaterra y levantó la mirada al escuchar muchos aplausos de alegría, primero vio a su abuelo soltando una carcajada y humo de su cigarro, a esos sirvientes egipcios cantando alabansas y sobretodo a Cleopatra con el rostro más feliz que ha tenido en toda su vida.
Maldita suerte la suya
Pero lo único que quiso hacer en ese momento no fue emocionarse porqué no siente ninguna emoción en absoluto, fue recostar a Olimpia sobre su hombro para sentirla cerca de él y recordar que es el regalo más preciado que esa egipcia le dejará.
— Lo hemos logrado, oh por los dioses de mis antepasados, por Isis, por Ra, por Zeus, Venus y por los muertos ¡Lo encontramos Cameron! — Dijo Cleopatra con felicidad dando pequeños brincos como una adolescente emocional — Ya sabemos donde esta el lugar de mi muerte, mi tesoros, mi pasado, todo esta ahí y la oportunidad para regresar al pasado ahora la puedo tocar con los dedos ¡¿Qué no te alegras por mi?! —
Cameron fingió una sonrisa mientras aferra a la bebé a su pecho y la escucha hacer pequeños ruiditos con su boca.
— Claro que me alegro — Dijo con voz neutral casi sin mostrar alegría — Felicidades Cleopatra por fin conseguiste lo que más quisiste, espero que Olimpia algún día se acuerde de ti, de lo contrario no serás nada para ella
Cleopatra abrio los ojos horrorizada y trato de seguirlo cuando se puso en pie y se alejó de aquel café egipcio.
— ¡Cameron! — Le gritó, pero lo ultimo que hizo fue detenerse.
Cameron solo caminó por esa ciudad árabe y disfrutó del bullicio, de los turistas, del olor de las tazas de café y los turistas molestos, pero también de las pequeñas manos de su hija, esas que están sobre su rostro como si esa bebé quisiera conocer mucho mejor al hombre, al padre, al primer ministro que la cuidará, porqué a partir de ésta noche sólo serán ellos dos contra el mundo.
Olimpia tan solo disfrutó de tener madre unos meses, es tan pequeña que se esconde entre sus brazos, y tan unida a esa egipcia que la separación será muy dolorosa, más porque se alimenta del pecho de su madre y no puede dormir sin antes escuchar una anécdota grandiosa de esa reina egipcia.
Apenas es una bebé pero tiene una gran herencia en sus venas.
Besó la frente de su hija y soltó un suspiro mientras camina de nuevo hasta el hotel por esas calles bordeada de fieles recuerdos de un amor aventurero que llegó a su fin, pero que le dio una hija. Cameron jamás se imaginó ser padre soltero, siempre pensó que la madre de su hija estaría a su lado y que Olimpia tendría ese lado femenino en el cual refugiarse, pero es desgaste pedir que alguien se quede a su lado, él pense que le había dado todo a Cleopatra, que había saciado su hambre de dinero, creyó que la había llenado de caricias con cada noche de pasión, que había llenado el lugar que esos romanos dejaron en su corazón y que la había convencido de tener una nueva vida junto a su hija y él, pero lo qué le ofreció nunca fue suficiente para llenar el vacío que Egipto dejó en el corazón de Cleopatra.
Sin embargo, al llegar a su habitación de hotel tomó el bubero de Olimpia de la pañalera y sin mirar nada, mucho menos poner atención a llamadas de su trabajo, tomó asiento en el alféizar de la ventana mientras alimenta a su hija, pero eso suaves pasos de unos pies descalzos y ese extraño aroma que siempre acompaña a la reina, le ayudaron a entender que Cleopatra se acercaba lentamente por la alfombra, al final la sintió tomar asiento a su lado y la vio acariciar el cabello de su hija.
— Nos iremos hoy por la noche, cuanto antes mejor, así todo este calvario terminará para siempre — Dijo esa egipcia en voz baja sin despegar la mirada de la ventana— Mi palacio, oh dios, el palacio que yo ayudé a construir como mi tumba esta en medio del desierto de Saqqara, al parecer el desierto se lo comió y lo desapareció durante siglos, claro, hasta que tu abuelo lo encontró
Cameron asintió y la tomó de la barbilla para obligarla a mirarlo.
— ¿Tú...? — Pero esa reina alejó su rostro con brusquedad.
— Basta Cameron, no me quedaré, aquí no esta mi deber de reina, este no es mi tiempo — Cleopatra se acerco para tomar a la bebé en brazos, le quitó el biberón de la boca y antes de que esa pequeña pudiera llorar, acercó su pecho para alimentarla, después de puso en pie y se alejó por la habitación como si ambas necesitaran un momento a solas para despedirse — Ven pequeña diosa, déjame disfrutarte unas últimas horas —
Más tarde cuando los autos hicieron ese extraño sonido al frenar en seco sobre la arena, supo qué el final de su historia es verdadero, adiós a su aventura del desierto, a esos viajes al pasado y a estar cuidando de una mujer, esa misma que se bajó de inmediato y se hecho a la arena cómo si todos estos meses hubiera soñado con volver a éste lugar, no puede decir que la vio llorar, pero si la miró limpiarse la cara.
Aunque para Cameron no hay nada bueno en éste lugar, es de medianoche e incluso es peligroso porqué no hay más que arena a su alrededor y esos grandes faroles que llenan de luz todo el lugar de excavación, los trabajadores egipcios hacen ruidos con sus palas mientras quitan la arena y descubren preciosas partes de lo que antes era un palacio que ahora se encuentra bajó la arena.
Cameron fue la última persona de la que se despidió Cleopatra, quizá lo hizo aldrede porqué pasó horas dando abrazos a todo el mundo, pasando sus últimas horas con gente del futuro, pero a la bebé y a él los dejó hasta el final, como si alejarse de ellos fuera aún más doloroso.
Se acercó sacudiendo sus botas para quitarse la arena, con su blusa de algodón entre abierta dejando ver una parte de sus pechos y ese collar de oro que trajo de uno de sus viajes al pasado, con su cabello moviéndose por el aire nocturno y con ese brillo especial en sus ojos mientras aferra el libro de los muertos a su pecho.
— Cameron — Lo llamó sin despegar la mirada de él — Yo...Gracias, me salvaste de morir cientos de veces, me cuidaste aún cuando te deseé la muerte jamás me abandonaste en mis locuras, pero tengo que irme y tú sabes que jamás regresaré, no volveré a tocar tu rostro y tú solo tendrás de mi recuerdos de una reina que vivió en Londres — Esa reina se puso de puntilla y lo tomó de la barbilla — No quiero que digas nada, solo bésame —
No lo dudo ni un segundo y junto sus labios con los de ella cómo aquella noche cuando concibieron a Olimpia, la sintió aferrarse a su camisa y soltar un suspiró soñador, no fue un beso apasionado, mucho menos romántico, fue un beso de despedida y las despedidas siempre son tristes.
Sin embargo, entre el ajetreo de la despedida, la multitud de personas y los gritos de emoción de su abuelo mientras descubre más partes del palacio, Cameron perdió de vista a esa egipcia y al momento dirigió su mirada hacía la cuna vacía de su hija.
Así que salio corrido despavorido hacía la entrada del palacio, hasta esas puertas que hace unos segundos se cerraron y qué ahora su abuelo y los guardias custodian.
— ¡Basta Cameron! — Le dijo su abuelo tratando de detenerlo — Ella jamás fue tuya —
Pero Cameron está vuelto loco, de esta manera no era el plan, Olimpia tenía que irse con él.
— ¡No, no lo entiendes! — Gritó lleno de rabia, con al desesperación hirviendo por sus venas —¡Ella se llevó a mi hija! Cleopatra se la llevará al pasado y yo jamás podré tenerla de nuevo
Alejó con fuerza a los guardias y en medio de la confusión entró en esos altas puertas que están a punto de derrumbarse, entró con miedo y bajó advertencia de que el templo podría caerse en cualquier momento y ser tragado por la arena, perfectamente podría morir en este lugar, pero necesita recostar a su hija de la locura de su madre, así que encendió la linterna, se cubrió el rostro para no respirar ese polvo tóxico y caminó en medio de la oscuridad.
No tardo en darse cuenta sobre la historia que sucedió en este lugar, miró los cuerpos de los guardias flanqueado los costados de lo que sería la sala principal, las espadas tiradas, las copas tiradas por doquier y él ambiente llenó de miedo que seguramente se vivió el día que Egipcio se rindió.
Sin embargo, no paro de caminar y cuándo vio la atemorizante escena soltó un gritó lleno de miedo.
— ¡No! —
Entonces vio la magia que se extiende delante de él, la maravilla de los hilos del tiempo, la magia o hechizo que salió gracias al libro de los muertos, esa delagada línea entre el pasado y el presente, esos raros colores que aquella vieja egipcia llamada Amunet y Cleopatra están a punto de cruzar hacia un pasado desconocido, hacia un Egipto que está a punto de rendirse ante los romanos.
Ella solo lleva a Olimpia hacía una muerte segura
Su hija llora con fuerza y retuerce entre los brazos de su madre, levantando sus brazos buscando auxilio, pero esa vieja egipcia, Amunet, trató de quitarle de los brazos a la niña a Cleopatra.
— Tienes que dejarla — Le dijo con desesperación — No podemos llevarla con nosotras —
— ¡No! La bebé es mía ¡Ella es una parte de mi!— Gritó Cleopatra con los ojos llenos de lágrimas mientras aferra a la bebé fuertemente, pero cuándo lo vio cerca de ella y con la misma intención de quitarle a la niña, le suplicó con la mirada — Por favor Cameron, deja que se vaya conmigo —
— No—
Cleopatra retrocedió unos pasos más cerca cada vez de los hilos del tiempo y amenazó con cruzar con la niña en brazos, pero aquella bruja la detuvo del brazo.
— Majestad — Le dijo con voz dura — Su hija no es como nosotros, si ella cruza los hilos del tiempo morirá y lo único que tendrá será un cuerpo de arena, pero si la deja tendrá una gran vida, en el tiempo y lugar correcto adonde pertenece —
Cameron caminó lentamente con la manos en alto para no asustar aún más a esa egipcia que no quiere alejarse de su hija.
— Una noche tu me dijiste qué tus hijos tuvieron un trágico destino, que te arrepentirás de haberlos dejado solos a morir y se que esta vez tu vuelves al pasado para cambiar su destino — Se acercó lentamente casi rozando con sus manos la piel de su bebé — Damela cariño, Olimpia está asustada y tu odias verla llorar —
Cleopatra bajó la mirada y vio la escena dramática de su hija y sus llantos histéricos, soltó un par de lágrimas que borró al momento y por fin, cómo una experta en decisiones fuertes, le entregó a la bebé dándole un gran beso en la frente.
— Llevatela de aquí —
— Lo hablamos Cleopatra — Dijo en voz baja mientras recuesta a Olimpia sobre su hombre y masajea su espalda para calmarla — Los dos dijimos que dejaríamos a la bebé aquí, la cuidaré, te lo prometí y cuándo se grande le diré que su madre fue una grande reina, pero debes permitir qué por lo menos uno de tus hijos tenga un buen destino —
Cleopatra lo miró dirécto a los ojos con esa melancolía que trascendiera siglos, por hasta ella sabe que no cambiará el destino y que sólo regresa para tener una muerte segura, una qué no la haga vagar entre tiempo, porqué lo único que quiere es descansar de una vida llena de guerras y traiciones.
— No quise asustarla — Cleopatra se acercó lentamente a la bebé y le habló en voz baja al odio calmando su llanto al momento — Te amo Olimpia —
Cameron retrocedió unos pasos con la bebé en brazos, sin despegar la mirada de aquella mujeres que estan a punto de cruzar el umbral del tiempo, pero antes de hacerlo, Cleopatra se quitó fuertemente algo del pecho y arrojó su colgante de oro, ese que sólo una reina puede portar y le sonrió ampliamente, feliz de regresar por fin a su vida y sólo pensar que Londres fue una pesadilla.
Adiós para siempre a la reina de Egipto.
— Adiós para siempre Inglés —
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