Parte 40
— ¡Hey chica! — Cleopatra dejó de mover esa delicada brocha y miró a su nueva compañera de trabajo, esa chica del museo con sus extraños lentes que hacen que Cleopatra siempre se burle de ella — Otra vez él primer ministro esta esperando por ti en la cafetería del museo —
Cleopatra soltó un suspiró y se recargó en su silla, dejó la brocha a un lado y levantó su mirada para ver a esa chica recargada en el marco de la puerta. Cleopatra sabe que su nueva compañera de trabajo está harta de tener que correr a ese hombre inglés del museo, lo sabe porque esa chica la mira con cierto fastidio, no porque haga mal su trabajo, sino porque ese maldito hombre viene todos los días a molestarla.
Han pasado dos semanas donde Cameron, ese joven primer ministro, viene a molestarla todas las tardes y él muy esclavo trata de verla de cualquier forma, se hace pasar por repartidor de rosas, por visitante del museo, por personal de limpieza y su última locura fue hacerse pasar por un arqueólogo interesado en una fina pieza del pasado llamada Cleopatra, porqué eso es ella, una fina pieza que está viviendo en el museo de Londres, no quiso regresar a esa cafetería, no quiere salir a esas calles y empezar una vida como si fuera una mujer de éste siglo, pero también tiene necesidades como toda persona normal, quizá su pulso es más lento, su color de piel es tan blanco que contrasta con su cabello negro, quizá sus ojos lucen tan negros como él desierto por la noche, sin vida, sin ese brillo que le otorgaba sentirse la reina de Egipto, quizá simplemente ella jamás lucirá cono una mujer del 2020, pero tiene necesidades que cubrir y después de qué aquel anciano director del museo la encontrará durmiendo entre las momias, primero pensó que estaba loca, después sin preguntarle su pasado, ese anciano entendió que Cleopatra no es de esté tiempo y le ofreció trabajo y hospedaje.
Él mejor trabajo del mundo para una chica muerta al parecer es limpiar objetos perdidos del desierto y conservar momias es su pasión.
Todos los días trabaja traduciendo textos en lenguajes muertos, conservando piezas y momias y por las noches duerme en una pequeña habitación, es su trabajo soñado y aunque vivir entre las paredes de este frío museo no es nada parecido a Egipto, si es lo más cercano que tiene de su tierra, tiene a sus viejos ancestros detrás de vitrinas del vidrio más puro, con los que platica todas las noches como si esas momias más secas que nada pudieran escucharla, pero casi como si fuera broma, Cleopatra en medio de la oscuridad del museo se imagina que esas momias de piel seca le sonríen y le dicen: Usted es la reina.
Cleopatra se quitó los guantes que soltaron un poco de arena guardada de cientos de años en aquella momia recostada sobre la mesa de metal y se pasó las manos por el cabello, es muy seguro qué él dolor y la soledad del museo la estén enloqueciendo, dolor porque daría cualquier cosa por volver y por que en todo este tiempo Amunet, esa vieja anciana, tampoco la ha buscado, así que eso reafirma su sentencia para vivir en esté horrible lugar y locura porque las momias son sus amigas, esos muertos son los únicos en todo él planeta que pueden entender su soledad, quizá cuando los guardias vean las grabaciones de la noche y la vean platicando con todo el mundo como si estuvieran vivos también creerán que esta loca.
Pero ese ingles está más loco que ella porque no puede aceptar un no por repuesta. Cleopatra frunció el ceño.
— ¿Y si le inventas otras excusa y le dices que se vaya? — Cleopatra se imaginó miles de respuestas — No se, puedes decirle que llamarás a la policía o dile que estoy muerta, no se, algo para que se alejé —
Su nueva compañera de trabajo casi se jalo él cabello de desesperación.
— ¡Ya le he dicho de todo! Le dije que hasta estas muerta y ya te enterramos, pero ese hombre no se cree nada de lo que le digo, viene aquí todos los días para verte, se nota que esta enamorado de ti y no deberías de hacerlo sufrir así, por lo menos deja que hable contigo una maldita vez — Cleopatra se cruzó de brazos y negó con la cabeza, su compañera bajó sus hombros derrotada — Será la última vez que te ayudé, pero tienes que quedarte hasta tarde limpiando más piezas —
Cleopatra sonrió triunfadora y se puso los guantes de nuevo.
— Claro, pero tienes que correr al primer ministro del museo y dile que no se vuelva a parar aquí jamás, no se, prohibele la entrada —
— ¡Demonios, si esta bien! —
Cleopatra está segura que ese portazo furioso de su compañera hasta asustó a la momia que yace junto a ella, pero no pudo más que soltar unas fuertes carcajadas, esa pobre chica ingenua y todos los trabajadores del museo creen que es una obsesionada al trabajo por quedarse hasta tarde, pero la verdad es que no tiene otro lugar a donde ir y aquí duerme, así que puede quedarse toda la noche jugando con sus amigos del pasado.
— Querida amiga momia, espero que algún día, si regresamos al pasado, puedas ser mi esclava — Cleopatra limpió la mano de aquella momia, pasa muy delicadamente la brocha, con tanto cuidado que sólo la arena es lo único que se quita de aquella piel muerta — Te juro que serías mi esclava a la que más querría, pero si me traicionas te mataría sin dudarlo, así como ese maldito Inglés que me dejó encarcelada aquí ¡Maldito demonio de la duat! — Pero Cleopatra se enojó tanto que presionó la mano de aquella momia con tanta fuerza que uno de sus dedos se desprendió — ¡Oh por los dioses de Egipto! No puedes decirle a nadie de esto, sino, no podrás ser mi esclava y haré que trabajes construyendo pirámides —
Cleopatra trató de unir el dedo y cuando no pudo, lo uno firmemente a la mano para que todos crean que por él pasó del tiempo esa esclava perdió el dedo, vamos, no puede ser una arqueóloga perfecta porque jamás en su vida trabajó, casi le daban la comida en la boca, es normal que se equivoqué en su segundo trabajo en está era del terror.
Cleopatra salió de su lugar de trabajo en la parte trasera del museo donde están todas aquellas piezas de arqueología que no son lo bastante atractivas para el museo, hasta caminar por ese cuarto es imposible, esta tan llenó de momias sin identificar y de baratijas egipcias que todo huele a viejo y a muerto y aparté de ser reina y servir excelentes cafés, esté es él mejor trabajó de su vida.
La primera necesidad básica que la obligó a parar su trabajo fue él hambre, puede que su corazón esté muerto y que no tenga pulso, pero si tiene mucha hambre y poco dinero, no puede negar que mientras camina por el museo completamente vacío de turistas y visitantes, cuando sus pasos se escuchan por todo el lugar y la oscuridad es su amiga y ve esa brillante maquina de comida chatarra, no puede negar que se muere de probar esos grandiosos platillos egipcios que se servían para ella en las fiestas que celebraba en el río Nilo.
Maldito Marco Antonio de seguro él se debe de estar dando un festín de comida, pescados, garbanzos y copas a rebozar de vino, mientras ella se come esas galletas de chocolate y esa soda que se atoran en su garganta a causa del llanto.
Se molestó, gritó y pateó esa máquina hasta que otro par de golosinas cayeron para ella, así pudo tomar asiento en esas grandes escaleras del museo que se parecen más a su palacio personal de Roma, porque a Egipto nadie puede igualarlo. Come en las escaleras cómo una maldita esclava, como esas mujeres a las que ella siempre miró cómo poca cosa, apenas a pasado un mes de su condena y para Cleopatra ya perece toda una eternidad, le urge irse de aquí y no puede negar que la opción del suicidio ha pasado por su mente, de nuevo con él veneno de una serpiente porque ella esa una reina, quizá ya no tiene una reino, pero morirá siendo la última faraóna, sin embargo él suicidio en éste momento no es una buena opción, así que con él paso del tiempo y juntando más dinero no queda otra opción más que irse a ese Egipto que le parte él corazón.
Esta segura que en esa tierra que los romanos destrozaron, que ahora es una ciudad llena de turistas y griterío de gente, en esa ciudad que no le gusta para nada es donde se siente en casa, quizá allá con una vida en silencio, viviendo como una nómada del desierto tratando de encontrar su tumba, allá pueda soportar el dolor de vivir en el futuro.
Cleopatra respiró ampliamente y miró todo a su alrededor, él museo luce mucho mejor por la noche, cuando esas maravillas egipcias toman su verdadero esplendor con la luz de la luna, eso la motivó a querer seguir trabajado de nuevo, intentó ponerse en pie pero un par de ruidos en él segundo piso la obligaron a mirar detrás de ella y ver esa figura negra que se acerca al bajar la escalera, casi se le activa el corazón de nuevo por él miedo y hasta derramo su soda al ver esos ojos azules llenos de preocupación.
— Lo siento no quería asustarte Cleo — Cameron bajo lentamente y tomó asiento en él otro extremo del escalón — Ya se que no quieres verme, pero un hombre desesperado siempre tiene sus métodos para esconderse —
Cleopatra está tan cansada de tener que correrlo todos los días, de llorar todas las noches a causa de su maldición y de su mala suerte, que se permitió escucharlo hablar por primera vez en todo él mes desde que ese hombre le arrebató su vida, pero que puede hacer, podrá ser la mejor reina, pero los hombres son su talón de aquiles.
— No quiero hablar contigo, ni con Grace, no me interesa saber de ustedes — Cleopatra fulminó a Cameron con la mirada — Pero mi compañera ya esta harta de correrte y yo estoy cansada de que me sigas rogando como un maldito perro romano, quiero que te vayas, no te quiero volver a ver, eres peor que un maldito romano ¡Ya déjame en paz! —
Cameron no tuvo ninguna expresión en el rostro, es cono si él ya se hubiera preparado para esas palabras de coraje, sus ojos brillan más que nunca llenos de vida, no esta nervioso, ni molesto, sino preocupado, y lo puede notar porque no la ha dejado de buscar, de seguro el se siente culpable por todo.
— Te juro que te dejaré en paz, sólo necesito hablar contigo y jamás volveré a buscarte, será como si jamás nos hubiéramos conocido — Cameron se quitó su chaqueta, rara vez no tiene puesto ese elegante traje, pero esta vez necesitaba ropa normal para poder esconderse — No puedo dormir, no puedo comer y no puedo concentrarme en nada, porqué se lo que te hice Cleopatra, yo te condene en este tiempo y no dejaré de venir a verte hasta que te ayudé a tener una vida normal, no dejaré que te prudas en un maldito museo — Cameron la miró con suplica en sus ojos — No me iré y jamás dejaré de venir hasta que tengas una buena vida, se que jamás igualare tu antigua vida pero te daré lo que quieras, una mansión, autos, dinero y todo el maldito oro del mundo, pero tienes que dejar de odiarme porque yo creí que podrías tener una buena vida aquí y no vivir con miedo en él pasado —
— Eso querías Cameron, siempre buscaste que tuviera una buena vida, hiciste que dejará a mi hijo y a todo lo que que era mío — Los ojos de Cleopatra se llenaron de coraje — Aquí estoy encerrada en Londres como tu querías, ahora tengo una vida como si fuera una mujer londinense ¡Así que déjame en paz! —
Cleopatra se puso en pie dispuesta a irse corriendo hasta su habitación y asegurar la puerta para que Cameron no la molesté, pero la voz de ese Inglés la detuvo, porque preguntó lo que más le duele.
— ¿Te pagan bien? — preguntó de nuevo — Puedo darte dinero si lo necesitas, será un regaló Cleopatra —
Pero Cleopatra no pudo contestar, en realidad no le pagan nada, su pagó es poder vivir en este lugar, así que comenzó a caminar de nuevo pero Cameron la tomó del brazo.
— ¿Tienes una buena cama? Porque aún puedo recordar tu habitación en Roma, oh mujer, era la mejor habitación que mis ojos jamás habían visto jamás —
Cleopatra bajó la vista, no quiere que Cameron siga hablando de lo maravilloso que era el pasado.
— Tengo la mejor cama y es mucho mejor que la de mi palacio — Mintió con descaro, Cleopatra casi pudo abofetearse mentalmente, pero su boca soltó esas palabras sin su permiso — ¿Quieres verla? —
— Claro, me encantaría Alteza —
Quizá Cleopatra se arrepienta después pero los hombres siempre han sido su perdición, son esos seres mitológicos que la hacen perder la cabeza y Cameron es un ser tan bello que al igual que con Marco Antonio, jamás puede estar enojada con ellos, son esos seres masculinos que la hacen feliz y la hacen olvidar las amenazas de muerte, la pobreza y la soledad de la vida de una reina y también porque le gusta como la acaricien y la hacen sentir una Afrodita del desierto.
— ¿Esta es tú cama? — preguntó Cameron en cuanto entraron a ese pequeño cuarto llenó de polvo y cosas antiguas, ese Inglés acostumbrado a las cosas más elegantes, caminó por la habitación con una mirada de burla en los ojos mientras toca delicadamente aquellas momias olvidadas y esos viejos gatos de las criptas, después la miró a ella con toda la diversión impregnada en esos bonitos ojos azules — Retiro lo dicho, está es la mejor habitación que jamás he visto, creo que dormir entre momias es mucho mejor que hacerlo en una lujosa habitación, digamos que esto es mucho más divertido, tomando en cuanta que alguna de esas momias podría despertarse —
Cleopatra tiene muy presente porque lo invitó a sus pobres aposentos, no lo hizo para que vea las cosas antiguas, sino para que la vea a ella, así que se quitó la blusa y corrió para pegarse a ese pecho y respirar ese perfume que tanto extraño.
— Claro que podrían levantarse, pero no lo harán porque si lo hacen, jamás podrán ser mis esclavas — Cleopatra tomó a Cameron de las mejillas y pegó mucho más su pecho desnudo — Así que no veas esas momias, y sólo mírame a mi —
Y vaya que eso hizo, Cameron no se preocupó por esas momias, ni por el olor a viejo de ese cuarto, a ellos ya no les asustan esas cosas egipcias que para otros resultarían aterradoras, es más, resultan encantadoras y le dan un toque romántico a su noche de amor. Ninguna momia se levantó, nadie los interrumpió y Cleopatra pudo disfrutar de esas caricias que tanto había extrañado, soltó los gemidos que fueron necesarios y se retorcía entre las sábanas hasta el punto de perderse y olvidar su mala suerte, quizá Londres no le guste para nada, pero ese ingles si le gusta demasiado y Cleopatra se lo hizo saber, le hizo saber a Cameron que tiene a la reina casi... a sus pies.
Por la mañana, cuando los rayos de sol entran por esas pequeñas ventanas, Cleopatra frunció el ceño molesta por ser despierta de su adorable sueño porque los pasos de alguien se acercan a la puerta.
— ¿Cleopatra tiene las piezas que te pedí que limpiaras? Las necesitó para la exposición de hoy — Su nueva compañera de trabajo abrió mucho los ojos y soltó un gritó de horror antes de cubrirse los ojos, Cameron apenas tuvo tiempo para cubrirse con la sábana — ¡Dios Cleopatra! Cambiate de ropa, dile al primer ministro que se vaya y ven porque tenemos muchos textos que traducir ¡Dios, creo que ya estoy traumada! —
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