Parte 28
— ¿Alguien te siguió de vuelta al hotel? — Cleopatra rodó los ojos al escuchar la voz histérica de Marco Antonio, siempre es la misma frase, todos los días le pregunta lo mismos — ¡Contesta! ¡Si alguien te siguió estamos muertos, Cleopatra! —
Cleopatra dejó caer su abrigo al suelo y caminó por el oscuro pasillo para dejar sus compras sobre el banco de la cocina, levantó la mirada con aburrimiento y vio el ataque de histeria de su querido romano.
— Nadie me siguió Marco Antonio — Cleopatra soltó un suspiró muerta de cansancio y arrojo el delantal con furia lejos de ella — Me aseguré de que nadie me siguiera y cerré la puerta con seguro ¿Estas contento? —
Cleopatra negó con la cabeza llena de rabia y estres, pensó que vivir con el amor de su vida sería una buena experiencia, así como lo era en Egipto cuando se pasaban los días en la cama haciendo el amor, abrazados y con sus cuerpos sudorosos después de sus pasionales encuentros, las noches viajando por el río nilo y sus grandes fiestas llenas de oro donde estaban tan felices, pero ese Marco Antonio que ella conocía como el gran guerrero, un poco inmaduro, pero tan atrevido como para enamorar a su reina, ese hombre no es él que tiene delante caminando de un lado a otro del pequeño departamento de mierda a las afueras de Londres.
Desde hace un mes que se escapó con su esposo su vida se fue a la basura, ha sido el peor mes de toda su vida. Su sueldo no es mucho pero Cleopatra pudo rentar un viejo departamento tan asqueroso que le da asco dormir en ese sucia cama, trabaja todo el maldito día en esa horrible cafetería y al llegar a su departamento lo único que escucha son los malditos gritos histéricos de Marco Antonio.
Su querido romano no duerme, se pasa las noches pegado a la puerta custodiando que nadie entre para matarlos, su rostro está horrorizado y está completamente loco, sin duda su querido romano es un alma que no se adaptó, Londres no es para él.
— ¡No estoy contento! — Marco Antonio tiro las bolsas de la cena al suelo rompiendo todas las cosas que cenarian — Necesitamos regresar a Alejandría y reclamar de nuevo nuestro reino, somos los reyes de Egipto. Tú no tendrías que trabajas como ¿Prostituta? No, como mesera. ¿No te da vergüenza? Tú la inigualable reina de Egipto, la reencarnación de Isis, viviendo peor que un esclavo judío
Cleopatra lo fulminó con la mirada llena de ira y tomó un par de latas de comida y las arrojó sobre el pecho de Marco Antonio llena de coraje, esta tan estresada y enojada, que ahora ella parece la loca arrojando la comida por todo el departamento para pegarle a ese romano, le pegó con las cosas hasta que se cansó, porque esta harta de todo esté amor tóxico. Cuando no quedaron más cosas que arrojarle y cuando bajo la mirada y vio que su cena esta destrozada y que en su cartera no hay más dinero, por fin Cleopatra se permitió soltar un par de lagrimas.
— ¡Yo no soy ninguna prostituta! Por mi vives Marco Antonio desde que estábamos en Egipto, qué no sé te olvide que yo te hice rey porque tú sólo eras un maldito inmaduro romano — Cleopatra se limpió las lagrimas con furia y tomó asiento en la esquina de la cama — Yo te hice rico, te regalé mi oro, mis joyas y mi cuerpo, te di poder, naves y un maldito reino — Cleopatra se volvió loca de coraje y se puso en pie para abofetear a Marco Antonio — ¡Y tu eres un maldito cobarde! Perdiste la batalla contra los romanos y perdí mi reino solo por enamorarme de ti —
Cleopatra y Marco Antonio dejaron de pelearse y se miraron con horror cuando escucharon fuerte golpes en la puerta, los golpes son tan fuertes que de inmediato recordó sus últimos días en Egipto, antes de suicidarse, cuando estaba escondida en su cripta en medio de la oscuridad, llena de horror mientras su reino sufría bajo los romanos, en esos días Cleopatra trataba de mantenerse digna como una diosa, pero entre los llantos de sus criadas y los romanos golpeando las puertas de su cripta, mejor decidió acabar con su vida, de la forma más bella para una reina, con la mordedura de una serpiente.
Cleopatra le indicó a Marco Antonio que guardará silencio y tomó un cuchillo de la cocina dispuesta a cortarle la garganta a esa persona detrás de la puerta, se acercó con paso nervioso y abrió la puerta, pero de inmediato guardo el cuchillo al ver al casero con el rostro lleno de furia.
— ¡Quiero el dinero de la renta, ahora!
Cleopatra se paso las manos por el cabello y sonrió nerviosa, ya no puede seguir viviendo así, con miedo a que los maten, con miedo a que Marco Antonio la mate en un momento de histeria para morirse juntos como unos suicidas enamorados. Quizá su amor apasionado con aquel romano ciertamente se murió cuando los dos perdieron la guerra contra Roma y se dieron cuenta que tenían que acabar con su vida, su amor se murió hace mucho tiempo, y lo que tiene ahora no es amor, es algo tóxico, porque Marco Antonio sigue creyendo que él es un romano y rey de Egipto y porque Cleopatra no puede sacarse de la mente a cierto Inglés.
— Claro que tenemos su dinero — Mintió Cleopatra y de inmediato se puso su abrigo de nuevo — Aquel hombre que está dentro del departamento le pagará —
Cleopatra soltó un risa y salió corriendo de ahí, sabe que si Marco Antonio no mata a ese hombre, si le dará una fuerte paliza. Miró a todos lados, pero las calles son tan oscuras que aferró su mano al mango del cuchillo por si alguien quiere atacarla y en cuanto vio un taxi lo detuvo al momento para no seguir mojandose con la lluvia, pero con ése taxi se fueron sus últimas libras del mes.
Cleopatra se bajó del taxi y miró aquella mansión londinense tan diferente a su pobre departamento, al parecer hay una gran fiesta en la casa de su guapo Inglés, lujosos autos, mujeres con elegantes vestidor y hay tanta gente que no fue difícil colarse por la puerta trasera y adentrarse en la casa.
Cleopatra sabe que no debería hacer esto, menos cuando su ropa no es la adecuada para una lujosa fiesta, está hambrienta, mojada y furiosa, está harta de está vida y lo único que quiere es regresar a ser la reina de Egipto, así que esquivó a los meseros y se escondió en la cocina pensando en donde demonios Cameron escondió el Libro de los muertos.
Porque ese libro es su última salvación para regresar a su querido Egipto...
Cleopatra sonrió y sus ojos se llenaron de malvadad, Cameron es el primer ministro, es obvio que él debe atender la fiesta, así que tiene la oportunidad de su vida para robar el libro de los muertos.
Es imposible que Cameron haya guardado el libro en su habitación y sería demasiado obvio guardarlo en otra parte de su casa, Cleopatra caminó por el pasillo y en cuanto vio una puerta abierta entró para buscar el libro. El despacho de Cameron es grande y tiene cientos de papeles sobre el escritorio, Cleopatra buscó entre los cajones del escritorio pero no encontró nada y cuando se encontró un par de pantaletas, las arrojó lejos de ella con asco y furia en sus ojos, pero se arrodilló para ver si esas pantaletas eran de ella, pero notó un pequeño interruptor debajo del escritorio que le llamo tanto la atención, que al apretarlo, se abrió una puerta y dejo a la vista el libro de los muertos oculto en una caja de seguridad.
Cleopatra tomó el libro llena de alegría y lo abrió de inmediato pasando sus manos por las letras antiguas y estuvo a punto de leerlo para comenzar su ritual, pero casi suelta una maldición al sentir que que alguien se recostó violentamente sobre el escritorio donse ella esta escondida.
Cleopatra se cubrío la boca divertida al escuchar los gemidos de esa pareja que va a tener sexo a escondidas y sobre ella en el escritorio.
— Vamos Cameron, tengamos un hijo, arreglemos nuestra relación y démosle un heredero a nuestra familia — Cleopatra abrió los ojos llena de furia. ¿Acaso esa mujer dijo Cameron? Quizá escucho mal — Pero ahora tengamos sexo porque te extrañe muchísimo todo este mes y esto jodidamente caliente
Cleopatra se llenó de tanto coraje que salio de su escondite y en cuanto vio a esa chica semidesnuda sobre el escritorio, solo con sostén y con ese rubio Inglés entre sus piernas, se llenó de furia y los celos nublaron su vista.
— ¡¿Que haces aquí Cleo?! — Cameron se alejó de inmediato de la chica mientras trata de abotonar su camisa y acomodarse el pantalon, pero los rastros de que iba a tener sexo siguen en él, como el cabello despeinado, las mejillas sonrojadas y los labios rojos por el labial de aquella mujer.
Cleopatra no pensó en otra cosa, esta tan furiosa que aferró sus manos al libro y golpeó a esa chica en la cabeza, hasta que un hilillo de sangre bajo pro su gente.
— ¡Desmayaste a mi prometida Cleopatra! — dijo Cameron tomando las mejillas se su prometida semidesnuda — ¡Tengo que llamar un medio? ¡No puedes hacer esto Cleopatra!
Cleopatra sonrio ampliamente y sin avisarle, tomó crudamente a Cameron de las mejillas y lo beso apasionadamente, tomo el brazo de Cameron.
— Ojalá la hubiera matado a tu prometida, podría cortarle la cabeza por intentar acostarse contigo, pero con un golpe entenderá que eres mío — Cleopatra lo fulminó con la mirada a Cameron y lo tomo de la mano, poco la importa la chica desmayada, solo quiere a ese Inglés para ella sola — Ahora vamos de aquí antes de que la mate, porque tu no vas a tener sexo con ella, tu vas hacer el amor conmigo ¡Ahorita mismo! —
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