Capitulo 37

Olimpia

— ¿Olimpia?

Paso saliva rápidamente cuando escucho su nombre, parpadeó un poco para regresar a la realidad y dejo la taza de café sobre la mesa para voltearse a ver el rostro de su madre quien está de pie junto a las puerta del gran salón principal de la mansión de sus padres, no pudo evitar sentir un fuerte escalofrío y apretó el café entre sus manos, el líquido está tan caliente que la quema instantáneamente, pero hace tanto frío que pareciese que hasta el clima sabe que él rey murió.

— ¿Qué pasa mamá?— Contestó — Se que no baje a desayunar, pero necesitaba saber que está pasando en Londres ahora que el rey no está —

Su madre segura de sí misma camino hasta ella haciendo sonar sus altas zapatillas mientras mueve su largo y negro cabello; la sala está rodeadas de imágenes historias y en él techo está pintada la caída de Egipto por lo que todo tiene un ambiente celestial y su mamá parece una diosa de otro mundo, solo se detuvo hasta que estuvo cerca y se cruzó de brazos con autoridad.

— ¿Sabes algo de ese joven príncipe? —

Olimpia se hizo un ovillo en el sillón y cubrió con una manta a su hija quien duerme junto a ella, miró de reojo el televisor donde no dejan de salir noticia sobre la familia real.

— Nada, no sé absolutamente nada, solo salen malditas imágenes del palacio, lo llamo y no contesta ¡¿A quién demonios le pregunto por el si todo el maldito mundo me odia?! — Dijo casi a punto del llanto —El rey también me odiaba porque le quite a su hijo y ahora muerto también me quiere arruinar la vida ¿Porque tenía que pasar esto ahora? Chris y yo nos íbamos a ir a Egipto, nos han arruinado —

Se levantó del sillón y caminó hasta la ventana porque siente que se está quedando sin aire, sus padres viven a las afueras de Londres en una muy vieja mansión rodeada de lagos, bosques y grandes jardines, es tan tranquilo que hasta este lugar no llega toda la locura que está pasando en la ciudad. Su madre soltó un ruido que seguramente hace años habría echó temblar a sus esclavos

— Apagaré esa maldita cosa del demonio, por los dioses, antes se desataban guerras por el trono, tu príncipe ya sabe que será el rey — Dijo apagando el televisor, su madre odia las cosas modernas, lo pusieron porque ella adoraba ver películas cuando era niña — ¿Y te quedarás sin hacer nada? El en este momento tiene mucha responsabilidad en sus hombros, no está pensando en ustedes porque sabe que las tiene, y te aseguro que su familia lo está asfixiando, pero tú tienes que hacer algo, el rey se murió porque era su destino, pero el tuyo querida hija es ser reina; Yo fui a Roma por el hombre que amaba, aunque nadie más deseara mi presencia en ese lugar —

Olimpia se pasó las manos por el cabello y negó con la cabeza.

— Yo no quería esto, no quiero esto para mí, que se queden con su maldita corona y finos vestidos — Calmó su voz cuando su bebé casi se despierta — Yo quería vivir en el desierto, yo nací para eso, esta vida no es la que pensé para mí, pero tuve una hija y ella...—

— Ella será reina — Dijo su madre — Es nuestra herencia, en su sangre lleva la unión de oriente y occidente por primera vez —

— Estoy aterrada por ella, no voy a dejarla en un maldito nido de víboras donde no la quieren, estoy muerta de miedo mamá; Pensé que podría enfrentarme a cualquier monstruo o a una mortal aventura en el desierto, pero lo cierto es que... — Dijo en voz baja — Tengo miedo de la familia de Christian y de lo que le hagan a mi hija —

Su madre sonrió y sus ojos se llenaron de brillo que solo el paso de los años y la experiencia le otorgó

— Me tiene a mí como abuela para defenderla, nadie le tocará ni un solo cabello —

Olimpia se tocó el vientre casi al punto del llanto

— Y si.... ¿Si algún día yo muriera qué pasaría con mi hija? Jamás pensé tener hijos, pero ella llegó a mí como un regalo, esos malditos se la comerían viva y ella es mi pequeña, si muero, le arruinarán la vida —

Su madre la observó por unos minutos, después la tomó de las mejillas y la miró con autoridad

— No dejaré que nadie le toque ni un solo cabello. Tu padre y yo la cuidaríamos de la familia real, la dejas en buenas manos — Comentó — La defenderé como a mi propia hija

Se arrojó a los brazos de su madre asustada y escondió su rostro en su cuello.

— Temo por ella ¿Pero dime madre, que tengo que hacer? —

— Yo también tenía miedo de ir a Roma, era una ciudad llena de mis enemigos y me querían muerta, nadie quería a tu hermano y aún así, fue como una reina, digna y honrada —

— Pero yo no soy nada, y temo por lo que le digan a mi hija —

Su madre le acaricio el cabello con suavidad

— Eres hija del primer ministro, nunca has querido usar ayuda de nosotros, pero ahora usarás los beneficios que la familia de tu padre tiene — Le beso en la frente — Irás con tu padre al palacio y te harás sentir con tu presencia, no necesitas una corona eres la hija de Cleopatra y tu padre es el primer ministro, si dicen que eres extraña y diferente, eres especial, y en tus brazos está la próxima reina, los demás son quieres se tienen que arrodillar ante ti recuérdalo —

Empoderada y fuerte por las palabras de su madre, por primera vez aceptó la ayuda de sus padres y aceptó el rango de su familia, tanto ella como su bebé se vistieron elegantemente y con joyas de sus antepasados, huele y se ve muy bien, se miró delante del espejo antes de salir, se ve tan diferente que incluso sus ojos son tan dorados como si los dioses estuvieran cerca de ella.

Dejó que el chofer le abriera la puerta del auto y las llevará hasta la ciudad. Las calles de Londres son una locura, no deja de llover y el cielo está lleno de nueves oscuras y tristes, se siente lúgubre y con neblina, la gente luce desanimada mientras caminan hasta el palacio, hay tanto reporteros y personas que el auto apenas puede pasar, quizo salir corriendo de eso, pero se hizo fuerte mientras todos tienen la mirada atenta en ella.

Quizá en otro momento no la habrían dejado pasar, quizá se abrían burlado de ella, pero ahora no pasó penurias, las puertas del palacio se abrieron con rapidez al ver el auto del ministro y pasó la multitud de gente que se acercaba a las ventanas para ver a su bebé.

Hay gente llorando y corriendo, cámaras y reporteros de todo el mundo sobre ellos, sirvientes con el rostro lleno de estrés, y ella está aún arriba del auto apunto de entrar a la locura.

A la lejos pudo ver a Paris bajando con su hijo de uno de los lujosos autos de Christian pero él no está con ella.

¿Dónde demonios está?

Trato de entrar con confianza pero los guardias detuvieron el auto y uno de los se acercó hasta su ventanilla

— Necesito pasar, por favor soy... —

— ¿La novia del rey? —

— No

— ¿Esposa? — Le preguntó burlón, todos saben que Chris no está casado

— Tampoco —

— Entonces dígame quién es para dejarla pasar al palacio — Dijo sin despegarle la mirada de sus pechos y de su hija

— Soy la hija del primer ministro y me vas a dejar pasar al palacio ahora —

El guardia abrió los ojos y al momento asintió con la cabeza dejando pasar el auto.

Cuando el auto se detuvo en la entrada principal tomó un respiro antes de bajarse con su hija en brazos, y sacó tanta fuerza como cuando se encontraba perdida en el desierto y buscó la salida, levantó su mentón y se sintió tan digna como todos los demás.

Sabe que es un deleite para las miradas masculinas, que pesar de que están de luto por el rey y que saben que tiene una relación con el próximo rey, aún así no le quitan la mirada de encima. Sigue respirando con tranquilidad mientras cubre a su hija con una manta porque sino la quieren, entonces nadie tiene derecho a verla.

— ¿Señorita Olimpia? —

Una de las nanas de Christian la reconoció, esa amable señora lo quería como su hijo y siempre lo ayudaba a escaparse con ella, se detuvo frente a ella y le hizo una reverencia con el rostro rojo por el llanto y una amplia sonrisa

— ¿Donde está Christian? —

— No sabemos, seguramente al pobre lo están tratando de volver loco, ahora él tiene que hacerle responsable de todos, ahora él tiene que cargar todo el peso — Comentó — Que bueno que ha venido, él está muy mal —

Olimpia siguió caminando descubriendo todo a su alrededor; casi se queda sin respiración cuando vio a ese hombre idéntico a su valiente guerrero, pero ese no es Christian, lo sabe por lo delgado de su cuerpo y la seriedad de su rostro, le hace falta los fuertes brazos, y esa actitud a burlona y desvergonzada, pero hay personas con el consolándolo, como si él sufriera mucho, cuando fue él quien arruinó la vida de su hermano.

El palacio es una locura, no piensa quedarse mucho tiempo, entre invitados y la tristeza, no es lugar para su bebé

Tiene que ser valiente por su hija, así como su madre lo fue para Cesarion.

— ¡Tu! — Paris se detuvo frente a ella apuntándola con su mano, sus ojos son dos furiosa verdes — ¿quién te dejó entrar? La reina te prohibió la entrada ¿Que no te cansas de molestar a Christian? Por tu culpa murió el rey

Todas las personas la voltearon a ver y el miedo casi la hace correr, pero solo la miró sin dignarse a contestarle, los guardias de su padre la salvaron de ese lugar y le mostraron el camino.

—¿Ella es la hija de Chris? —Le dijo una pequeña niña señalando a su bebé — El nos habla mucho de ella, dice que es la nieta de la reina Cleopatra

Olimpia bajo la mirada y sonrió al ver a la más pequeña de las hermanas de Christian, todos son tan parecidos, la pequeña juega en el palacio sin entender mucho lo que está sucediendo, se arrodilló delante de ella y le acomodó el cabello detrás del oído con cariño.

— Mira cariño — Le dijo a la pequeña niña — Es la bebé de tu hermano, mi bebé y yo estamos encantadas de conocerte —

— ¡Es preciosa!

— Es como una muñeca — Dijo otra de las hermanas que apareció por el pasillo

Las niñas están absortas con su hija y le acarician las mejillas suavemente, pero unos pasos la hicieron levantar la vista, Helena se ve desecha, su rostro está rojo y sus ojos están llenos de tristeza, sin decir nada, se arrojó a sus brazos con el suficiente cuidado de no aplastar a la bebé.

— Yo perdí a mi padre, pero tú perdiste a Christian — Helena le habló al oído — Esta en la sala del trono —

Helena se inclinó para besar la frente de su bebé

— Esta niña no parece ser de este mundo, préstamela por favor, queremos conocerla, la cuidaré bien muestras tú hablas con el nuevo rey

Asintió y caminó hasta la sala del trono, tocó la puerta pero no escucho nada, así que decidida abrió las puertas de una maldita vez y sus ojos lo encontraron al momento, ahí está sentado en medio de la sala con una botella de vino en la mano.

— Christian —

— Olimpia — Christian está tan alcoholízalo que apenas puede ponerse en pie, pero la observa como si ella fuera parte de su imaginación, se acercó y le acarició el cabello — Eres tan bella —

Le quitó la botella de las manos y se la dio a uno de los guardias antes de que se quedaran completamente solos

— Te estuve llamando, quería saber de ti pero no respondías, necesitabas saber cómo estabas —

Trato de acercarse a él pero retrocedió unos pasos y sonrió de lado

— ¿Cómo estoy? — Dijo sin dejar de mirarla — ¿Cómo debería de estarlo si todo el mundo cree que yo lo maté? ¡Yo maté a mi padre Olimpia! —

— Tu no lo mataste, eso es absurdo —

La tomó de los hombros con fuerza

— Yo lo hice, no necesité dispararle, porque mis acciones hicieron que se le detuviera el corazón, dejé a mi madre sin su esposo y a mis hermanas sin su padre, yo fui el culpable — Le dijo con el rostro hundido en la tristeza — Yo fui, y ahora debo cargar con eso, debo hacerme cargo de todas ellas y del reino —

Olimpia se mordió el labio y de nuevo trató de acercarse a él, pero por segunda vez se negó.

— ¿Porque no me llamaste?

— Porque mi papá murió — De nuevo lo vio pedir otra copa de vino y tomársela en unos segundos

Se ve tan triste, está solo, no quiere ver a nadie y fuera todos menciona que él causó la muerte del rey; se ve cansado, serio y con tanto coraje que sus ojos ya no tienen brillo.

— Lo sé Chris, pero necesitaba saber cómo estás, estaba preocupada por ti. Te fuiste sin decirme nada, y.... —

— Tenía cosas que hacer, mucho más importantes como puedes ver —

Olimpia por primera vez flanqueó, sus mejillas se pusieron rojas y lo miró a los ojos

— ¿Y nosotras no somos importantes para ti? — Christian no dijo nada, solo la observó — No sabes nada porque estás aquí pudriéndote de tristeza y coraje, pero allá afuera todos ponen en tela de duda a nuestra hija —

Se acercó lo suficiente hasta él y lo tomó de la mejillas

— Se que estás mal, y lamento mucho lo que está pasando, sé que gran parte del coraje que sientes es por mi culpa, pero necesito que me defiendas, que defiendas a nuestra hija porque tu familia nos odia, por favor Chris —

Pero el solo movió el rostro y la alejó, parece estarse debatiendo entre la muerte de su padre, el deber y el amor

— Se ha sugerido que me case con alguien más, no tienes idea de todo lo que me han dicho, me han abierto los ojos —

— ¿Que? —

— Hace unos meses compré una hermosa villa en Egipto, esperaba poder vivir ahí, de verdad que lo deseaba con toda mi alma, pero ahora tú podrás vivir ahí, y te juro Olimpia que iría a verte siempre, te prometo que no habrá otra mujer en mi corazón más que tú — Le dijo mientras pega sus labios a su mejilla —Por favor, no me hagas hacer esto, no me hagas decidir entre mi familia o tu —

Olimpia se alejó de él con rapidez y se pasó las manos por el cabello

— No puedo perder más tiempo que ya no tengo, no estaré aquí mucho tiempo para mi hija —

— ¿Que dices?

Olimpia tomó un gran respiro, se acomodó el cabello y el abrigo y se acercó a él con aire de superioridad y altanería.

— Te lo advierto Christian, si me voy, tú no volverás a verme jamás, si tú no sales de esta maldita sala y les haces saber a todos que mi hija es también tuya, prefiero que no te padre —Le dijo apuntándolo con el dedo — Pensé que eras más valiente, pero solo eres un niño malcriado y asustado. Esto es muy difícil sino me defiendes. Ahora eres el rey hazlo, Christian—

Pero cuando el giro el rostro, lo entendió, retrocedió unos pasos atónita y la puerta se abrió justo cuando Helena entro con la bebé en brazos, con la garganta conteniendo las lágrimas y llena de coraje y dignidad, tomó a su bebé en brazos justo cuando Christian  intentó verla, pero la alejó violentamente de él, para salir furiosa.

Los guardias de su padre le impidieron a Christian acercarse a ella, por lo que no fue difícil tomar de nuevo el auto, recargó la frente en la ventanilla y recostó a la bebé sobre sus piernas acariciandole la nariz y las mejillas, es tan hermosa como perfecta.

Pero el auto se detuvo sobre el Río Támesis porque el tráfico es una locura, y con curiosidad miró por le ventana, él dio lleva tanta furia que se asustó y abrazó a su hija,

— Oh cariño, no estaré mucho tiempo contigo, pero siempre y aunque no me veas, siempre estaré contigo, yo te defenderé hasta con mi vida porque tú eres mía — Le dijo con una sonrisa, mientras juega con su pequeña manita— Desde tus pequeños dedos hasta tu hermoso cabello —

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