Capitulo 29
Olimpia
— ¿Aquí nos vamos a quedar? — Comentó dejando caer las maletas en el suelo, pesadas y grandes, esas que hicieron un sonido sordo al caer y dejaron su nueva vida a los pies de Alejandría — ¿De quién es esta casa? —
Dejar Londres no fue fácil, guardar toda su vida en una maleta es terrible, apenas lleva unas horas en Alejandría y ya extraña a su padre, las locuras de su abuelo y las historias sorprendentes de su mayordomo, el olor de la lluvia, el olor del café recién hecho de aquella cafetería de sus amigas donde pasaba sus tardes enteras leyendo libros y lo mas difícil fue decirle adiós al palacio y a cierto príncipe que vive dentro de el.
Pero si quiere sanar omitirá hablar de el otra vez, le dijo cosas terribles y es mejor hacerlo muerto para no recordarlo.
Su madre soltó un suspiro triunfador, y como una reina en su palacio, acostumbrada a las lujos y enamorada del aroma caliente de Egipto; comenzó a caminar por los estrechos pasillos de la casa moviendo sus caderas cubiertas por ese delicado vestido que se entrelaza con sus piernas, su cabello negro salió volando hacia todos lados cuando abrió los grandes ventanales, esos que dan acceso a los jardines y más allá, a la playa.
Alejandría, la joya de la Corona de su madre.
— Por los dioses Olimpia, quítate ese pesado abrigo, Londres ya quedó muy atrás, aquí hace demasiado calor y ahora necesitas acostumbrarte — Dijo su madre con una sonrisa triunfadora mientras le da órdenes a los empleados, antiguas costumbres de una reina— Ven, acércate hija mía, deja que el sol queme un poco tu piel ¿Estás enferma? No luces muy bien —
Olimpia soltó un suspiro y tomó la mano de su madre mientras escucha como los empleados llevan sus cosas a la habitación. Pudo dar un vistazo a la casa, es vieja, sencilla y acogedora, con mármol blanco cubriendo las paredes, extrañamente llena de flores y con un olor a incienso que la remota a miles de años atrás, las ventanas mueven las grandes cortinas blancas que se mueven por todos lados, es preciosa, discreta y escondida, como un pequeño palacio romano, con unos jardines hermosos y una increíble vista a la playa egipcia.
— Madre por Dios —
Decidida a cambiar, se quito el abrigo dejando que el sol quemara sus brazos; exponiéndose a la dura luz sobre su delicado rostro, apenas puede abrir los ojos, pero eso no le importa, se aferró a mantener los ojos cerrados mientras deja que el olor de los amplios jardines la inunden.
— De mis hijas eres la más blanca, tú piel es casi transparente y tus cabellos son como el mismo oro, una adonis, una diosa; querida hija, en el pasado habrías tenido muchos amantes, emperadores o reyes, todos habrían empezado guerras por ti — La tomo cariñosamente de las mejillas mirándola con determinación — Ven, quiero que tengas más color, necesitas verte mejor ¿Segura que no te sientes mal? —
Se tuvo que quitar los zapatos para seguir el paso de su madre a través del jardín, hay algunos árboles frutales y cosas que desconoce; siguieron caminando hasta llegar a los escalones desgastados de mármol que las llevan hasta la playa, su madre dejó que el mar le tocase los pies y cerró los ojos como si recordara cosas del pasado secretas de una reina.
Desde niña siempre quiso hablar con ella, pero si su madre no estaba todos los días pendiente de un libro tratando de regresar al pasado, tenía ciertas crisis existenciales, horribles episodios que la hacían llorar todas las noches, simplemente no podía acostumbrarse a la vida moderna, siempre gritaba que quería volver al pasado y recordaba a sus hijos, claro, su padre las cuidaba a las dos, pero siempre era su abuelo quien la ayudaba a ella a dormir por las noches.
Ahora están aquí las dos, a solas, con una madre que apenas conoce debido a las historias sobre su vida, una madre suicida, una reina, con hermanos e hijos muertos, con el peso de una conciencia que la atormente y a pesar de todo esta aquí, tratando de hacerla mejor, serena, tranquila, y tratando de ser madre, a veces claro, cuando no la confunde con una esclava.
— Adoro Alejandría, historia, amantes, mis antepasados — Comentó orgullosa —Esta casa es un gusto personal por supuesto, en el pasado, oh dulce recuerdo, pase algunos veranos aquí disfrutando de... —
— ¿Una buena fiesta? — La interrumpió cerrando los ojos al sentir un leve mareo.
— De buenos amantes, fuertes, guerreros, emperadores, reyes, comandantes, dioses, tu padre me regalo esta casa después de traerte al mundo, para que una parte de Egipto siempre estuviera conmigo, quería vivir aquí, pero después creciste y tuve que cuidarte — El cabello de su madre se mueve con la brisa marina, como una Ninfa del pasado, con sus ojos negros brillantes perdidos en el horizonte —El sol, los frutos, los viñedos, el mar, la arena, todo me recuerda a mi pasado, es como un amante besando tu piel —
— ¿Y esto en que me ayudará a mi? — Replicó moviendo los pies sobre la arena.
— Olimpia que malas vibras las tuyas, no te llevaré a Londres hasta que tú corazón sane, sal y diviértete, planta frutos, cultiva viñedos, visita las pirámides, hazte arqueóloga ¿Ese es tu sueño no? Cúmplelo, pasa tus tardes en la biblioteca, lo que sea pero olvídate de ese hombre, los amantes no son para siempre —
Pero nada puede ayudarla, ni la playa, ni el clima, ni siquiera la casa, su corazón está roto, le duele en lo más profundo, pero es silenciosa y prefiere llorar internamente la pérdida de su amante, en el avión lloro a escondidas metida en el baño, por las noches puede verlo solo en sus sueños, cada detalle de su rostro grabado en su memoria, su cabello, sus manos y sobre todo su olor.
Por la tarde, después de tomar una ducha para quitarse la arena y ponerse una cómoda ropa, bajo al primer piso, pero la casa parece vacía, con el aire azotando por todos lados, se acercó y cerró todo, hasta la puerta trasera con seguro, ya no confía en nada, momias y cosas horribles siempre aparecen en cualquier momento, pero incluso así, puede escuchar el sonido embravecido del mar, rugiendo como nunca.
Quizá por la mañana pueda salir a dar un paseo, distraerse de su mala suerte, leer, ser arqueóloga, y cultivar frutillas, algo distinto, buscar antigüedades, perderse en el desierto y sanar su corazón, al final, las momias y el pasado siempre estarán con ella hasta la muerte.
Se asustó al pensar que estaba sola en la casa, hasta que escuchó la voz de su madre. Se acomodo los tirantes de su vestido y camino hasta la cocina, el olor del hummus, pescado y verduras inundó su nariz, no es amante de la comida egipcia, pero su madre si
Por primera vez en el día se permitió mirar su celular, pero ni una llamada, ni un mensaje, solo fotos de él con otras mujeres, fotos y videos de la bofetada, fotos y más fotos que tiene con otras mujeres, furiosa y dolida, Olimpia arrojó el celular lejos para no ver mensajes, está en un absoluto silencio que la está matando, pensó que el correría detrás de ella, pero no lo hizo.
Incluso siente que va a vomitar
El clima nocturno es delicioso, pero ella siente que se está asfixiando, el viento marino mueve su cabello y sus ojos derraman un par de lagrimas.
Necesita decirle adiós, él va a ser un rey y se casara con la mujer adecuada y ella, bueno, ella necesita encontrar su propio camino. Tienen vidas muy diferentes.
— Olimpia — Su madre al verla así, la tomo del brazo y la acercó a su pecho — Te pondré hermosa, serás como una dama romana del pasado, maquillajes, pociones y una cena antigua, te sanaré ese corazón adolorido, eso es algo que nunca hicieron conmigo amor mío —
Pero está tan aterrorizada que se aferró a las manos de su progenitora, se siente sola, inestable y tan temerosa como cuando de pequeña le temía a la oscuridad.
— Madre estoy embarazada —
Christian
— ¡Esa mujer es una salvaje! ¡No quiero volver a verla nunca más! — Comentó Helena llena de rabia y furia, pero con preocupación en la mirada, es como verse el mismo en su versión femenina — Jamás me ha gustado para ti, es ingobernable, rabiosa, dramática y nadie puede controlarla, es como una leona salvaje ¿Imagínatela de reina? Nos habría llevado a la ruina —
Christian se pasó las manos por el cabello angustiado y se miró delante del espejo, vaya que esa mujer si sabe defenderse, el mismo la enseñó, es buena alumna, su hermana le está poniendo un ungüento para bajarle el golpe de la mejilla, ese rojizo y que ya empieza a hincharle el rostro.
— No se que le viste, es preciosa, joder, parece una muñeca, pero una loca, pero tú Chris, has salido con mujeres igual de preciosas, más elocuentes, más dóciles, ella está..... — Christian miró a su hermana — Ella está loca, no es buena para ti, no es buena para la Corona —
Loca
Esa palabra no le agrado; es como si ofendieran algo dentro de el, algo que él quiere y adora, será lo que sea, pero esa chica se gano su corazón, no permitirá que hablen mal de ella y si todo Londres vio la bofetada, se lo tenía ganado, la ofendió de muchas maneras.
— Cállate Helena, deja de hablar mal de ella — Christian se alejó con algo de molestia y frunció el ceño al sentir dolor — ¿Acaso tú no eres igual de ingobernable? Porque a tus novios los terminas espantando, la mayoría de hombres en Londres te tienen miedo —
Helena lo fulminó con la mirada
—¡Chris demonios no la defiendas, te golpeo delante de todos! ¡Y me tienen miedo porque soy mucho para ellos! —
Christian miró su celular por décima vez en esa hora, está ansioso por una llamada, un mensaje, hasta un sálvame de las momias o sube por la ventana de mi habitación porque no puedo dormir, lo que sea, pero necesita saber de ella, necesita saber que aun lo necesita.
Esa noche no quiso saber de nada más, tomó un par de pastillas para el dolor y se acostó a dormir, pero los días siguientes no fueron mejores, la ansiedad por saber de ella no lo deja dormir, no puede concentrarse en las reuniones del parlamento, siente que no puede respirar, vaga por las noches por su coche en los lugares que ella frecuentaba y hasta se ha visto en la necesidad de irla a buscar en esa horrible cafetería que tanto le gustaba, pero nada, ella no está.
La llama y no contesta, pregunta por ella y nadie sabe nada, la desesperación lo está volviendo loco. Enojado, y con el orgullo adolorido, la ruptura se convirtió en una liberación, se siente libre de momias y dramas que quieren asesinarlo, esta rabioso y necesitados, como un animal salvaje pero herido del corazón aunque le cueste admitirlo.
Si tan solo la viera le diría miles de cosas, pero al final claro que le robaría un beso.
El día del torneo de la corona, se vistió con su ropa de equitación, sabe que no puede perder, su padre ha sido el mayor ganador de todos y es deber seguir la tradición de la familia.
Los mayordomos lo ayudaron a ponerse su saco y a subir a su caballo, comenzó a jugar empotrado en aquel caballo deslumbrante, claro que iba ganando, sabe que está a punto de ganar pero solo algo lo distrajo.
Entre la multitud de personas pudo vislumbrar un cabello rubio, corto y bien peinado, muy parecido a su joven amada, jura por todos los dioses que se parecía a ella y estaba a punto de dejar el maldito juego e irse por ella, estaba a segundos de bajarse del caballo y correr detrás de ellas, pero cuando esa dama se dio la media vuelta el rostro era diferente, el caballo se detuvo de repente y ante los gritos de sorpresa de todos, no pudo sostenerse y calló fuertemente en el piso junto a su caballo, perdiendo la conciencia al momento.
Pudo recuperar el conocimiento un día después, el golpe fue fuerte pero no sufrió daño alguno mas que moretones, tenía a todos asustados, pero hierba mala no muerte tan fácil, de amor si, de accidentes no.
Se levantó con cuidado de la cama, frunciendo el ceño al sentir dolor y verse con una venda cubriendo su pecho, al ponerse de pie y caminar lentamente en el espejo vislumbro con asombro los golpes en su frente. Miro por ultima vez el celular y al no ver ni una sola llama, borro el numero y el coraje lo invadió.
— ¡Malditas mujeres! Maldita Olimpia, te hare pagar por esto, lo juro —
Furioso como cualquier hombre con el ego herido, dejo que los mese pasaran de forma rápida y descontrolada, entre noches de sexo desenfrenados, modelos y derroche de dinero, aparecía en las portadas de Londres como un mujeriego sin arreglo, tratando de llenar su vacío con mujeres diferentes, ninguna rubia por supuesto, no quiere saber nada de las rubias por un buen tiempo, y por otro lado, cuidaba de su hijo por las tardes, su primera fiesta infantil, verlo con su primer diente o disfrutar de sus balbuceos, hasta de su primera travesura, ya ni siquiera se acuerda de ella, ahora se ha convertido en un hombre deseado, exitoso, inteligente y hábil para la Corona, listo para tomar el lugar de Rey cuando su padre muera.
Por fin esta disfrutando de una vida sin dramas, sin tener que temerle a la oscuridad, sin momias, sin pasado, sin reinas muertas como suegras, nada mas que una vida de lujos londinense.
Esta es vida y no puede negarlo.
¿Por qué demonios no la había dejado antes?
Lo único que le falta en este momento es encontrar una mujer, una buena esposa, y no quiere decir una mujer para la corona, sino una mujer de la que el este enamorado para que sea su compañera en el trono y una buena reina para Inglaterra.
Pero el destino es cruel con los ex amantes. Había evitado a toda costa visitas de Estado a Egipto, mandaba a una de sus hermanos o sus padres acudían, pero esta vez se vio forzado a ir y mostrar una sonrisa amable cuando llego a ese pais de momias.
Claro que no fue solo, y en su primera noche aprovecha su hospedaje en aquel hotel frente a las pirámides para tener sexo, alcoholizado y con su traje desecho por todo el suelo, esa noche durmió como un bebe con una morena de senos gigantes a su lado.
Todo lo mal empezó al siguiente día por culpa de esa noche, se despertó tarde, salió casi corriendo y la resaca lo tiene con un dolor de cabeza horrible. Combino su costoso traje con un par de lentes de sol para que las cámaras no delaten su estado de humor.
— Necesito que alguien me consiga una botella de agua — Pidió a sus guardias mientras algún político le habla en un idioma que no enriende — Y por favor que esto se acabe cuanto antes, necesito tomar una siesta, este clima es horrible, necesito irme de este maldito pais ¿Mañana tomamos el vuelo de regreso a Londres, verdad? —
— Si majestad — Le contesto uno de sus consejeros.
Agradeció mucho cuando ya no tuvo que estar debajo del sol, lo llevaron a conocer una biblioteca de Alejandría, grandes, antigua y llena de libros, viejos, nuevos, intelectuales y llena de reliquias, gigante ante su mirada y llena de personas; miraba de vez en cuando su reloj con ganas de que el tiempo se pasar volando para irse de aquí, pero de nuevo el destino es una mierda con los ex amantes, como un dios griego aburrido de la vida que juega con los humanos a su antojo.
— ¿Alteza? — Le pregunto un asesor cuando no contesto a algunas preguntas ante las cámaras, pero no pudo, solo se quedo sin palabras y sin poder moverse así como aquel día que cayo del caballo.
La vio, si, y esta vez si es ella, oculta hasta el final de la biblioteca, sola y guardando un par de libros en su bolsa, claro que es ella, conocía cada parte de su cuerpo como para olvidarla, pero esta diferente, su cabello es tan largo que llega casi a sus glúteos, incluso mas rubia, pero su piel se ha tornado dorada por el sol, sin aquello pesados abrigos, ahora se ve mas ligera con esa ropa ligera, como una arqueóloga apunto de ir a buscar momias.
Y al momento todo el coraje y la rabia que sentía con ella solo se esfumo, y como un tonto que sabe que en el vuelo de regreso tendrá un horrible regaño, salió corriendo detrás de ella cuando la vio irse.
Dejo todo, dejo a los políticos, a la mujer que lo acompañaba y a la corona, solo salió corriendo hacia el abrasador trafico y calor de Alejandría,
— ¡Olimpia! — Le grito tratando de detenerla, pero ella no lo escucho así que se fue detrás de ella siguiéndola.
Como un hombre desesperado y temerosa de no volverla a ver, camino detrás de ella por los callejones llenos de vendedores ambulantes, trafico, gente gritando y turistas locos, es una locura pero en ningún momento la dejo de ver, y justo en el momento en que casi estaba a punto de tocarla del brazo un par de turistas se interpusieron en su camino y ella cruzo la avenida sin mirar atrás.
Parado ahí del otro lado de la calle mientras los autos pasan delante de el y esperando a poder pasar la vio llegar a un pequeño café egipcio, pero no sola acompañada de un chico egipcio que la tomo de la cintura con cuidado para ayudarla a tomar asiento
¿Por qué demonios la toca? Ella puede sentarse sola.
Pero entendió todo hasta que ella dejo su bolsa de lado y se removió el cabello largo del pecho, fue ahí cuando pudo vislumbrar con exactitud la hinchazón innegable de su vientre, grande, redondo y quizá con un bebe que ya trata de salir de ahí.
Y ella se ve malditamente bien, mas grande y madura, sonriente y muy interesada en abrir n mapa y explicarle una ubicación a su acompañante.
¿El será el padre? No, Cleopatra no lo querría como pareja de su hija y la solo idea de pensarlo lo hizo sentir rabioso.
Sin duda tiene que ser de el, y lo sabe, es su próximo hijo y ella no le dijo nada.
Ella puso las manos sobre su vientre y sonrió demasiado, se ve tan emocionada que dejo que ese hombre le tocara el vientre ¿Y si el bebe se movió?
— ¡Demonios! — Dijo rabioso mientras se pasa las manos por el cabello, tomo su celular y llamo a su asesor — Necesito que me des mas días en Alejandría, no pienso regresar a Londres ahora —
Pero no puede simplemente aparecerse y actuar como si no hubiera pasado nada, tendrá que aparecer de nuevo de una forma inteligente y madura; la volvió a mirar una ultima vez y sonrió antes de perderse entre la gente cuando la mirada de ella se poso en el.
Hola de nuevo amor
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