Capitulo 27
Olimpia
Hay algo extraño y de eso esta tan segura como de que su madre es Cleopatra.
Hay algo raro en ella, en su casa, habitando bajo su piel, usando sus ojos y comiendo la misma comida que ella, se alimenta, vive y habita en su cuerpo, la siente respirar en su nuca por las noches, puede oler su dulce perfume, sentiré sus caricias y ser la misma persona, pero aún hay algo aún más extraño que eso y es su querido amante.
Christian. El es el extraño.
No comenzaron gustándose, en realidad era un odio mutuo, pero el, ese príncipe del desierto que la enamoró salvándole la vida, sudoroso bajo el sol de Egipto, tomándola con fuerza en las noches, ese hombre valiente que viajó al pasado, ese amante romántico, ya no la visita más en el museo, no la espía detrás de lujososas camioneta, no la sigue por la l ciudad, no sube su ventana, ni sus guardias están cerca, no le envía rosas de vez en cuanto, y cuando por fin lo ve, es frío y distante, rara vez se queda a dormir con la excusa de cuidar a su bebé.
Ella sabe que tener un hijo debe ser difícil, pero ese bebé no es la razón por la cual él está así.
Olimpia suspiró y dejó caer sus gafas sobre la mesilla de centro en la biblioteca de su casa, cerró el libro y se pasó las manos por el cabello mientras el viento amenaza con apagar las velas y el frío ya no la hace temblar.
Tomó su taza de té, sin importar lo caliente que está mientras recuerda que hace algunas noches, cuando hacían el amor el la miraba extraño, como si viera algo que no es normal, su rostro se había asustado y le había dicho que había algo extraño
Pero ocultar el pasado es una mentira, ella murió y regresar siempre trae sus consecuencias, siempre.
—Mamá — Comentó en voz baja, mienta a su madre pasar pagina de un antiguo manuscrito — ¿Porque me trajiste de nuevo a la vida? —
Su madre dejó de mover las paginas, no movió ni un solo músculo de su rostro, solo levantó los ojos, grandes y oscuros, maquillados y hermosos, como una reina mirando a un súbdito, solo que su mirada se suavizó, fuerte, valiente como una reina de Egipto
— ¿No querías que lo hiciera? —
— Si, pero... — Replicó.
— Las penumbras es un lugar terrible Olimpia, ya todos mis hijos murieron por las consecuencias de mis actos, no iba a perderte a ti también — Su madre bajo la mirada — También te extrañe, este nuevo mundo se sentía vacío sin ti, eres mi pequeña luz en medio de esta oscuridad, mi sangre y mi linaje, la sangre de Egipto corre por ti—
Olimpia soltó un suspiro y Cleopatra se sentó a su lado mientras le acomodó el cabello detrás de los oídos
— Pero también fue por la insistencia de ese joven al que extrañamente ya no he visto por aquí, yo sé cuando dos amantes no yacen y no están bien—
— Bueno, parece que no existo para el. No sé cómo mantener su atención, creo que lo asustó, dice qué hay algo raro en mi —
Su madre la tomo de la barbilla con suavidad.
— Si hay algo extraño en ti, pero la muerte no es hermosa ni poética, es terrible, pero temo verte perdida en la oscuridad, eres mi única hija, quien me salvo en todos estos siglos de oscuridad, quizá a él lo asustas, los hombres son débiles con el amor, pero tú eres mía, cualquier horror que hubiese regresado contigo de la muerte, y que ahora viva en ti, lo amaré como si fueras tu, no temas inocente niña, te protegeré. Lo prometo por la palabra de una reina que ha perdido a todos sus hijos —
Después de la charla con su madre, Olimpia tomó el valor de presentarse en el palacio, solo que al parecer ella no fue invitada a la fiesta. Se sabe el camino de memoria, así que entró por la puerta de los empleados y se adentró en medio de la fiesta mientras se oculta bajo su abrigo, fuera de contexto y de lugar en medio de aquella lujosa fiesta.
¿Porque su amor no le dijo de esto, que no le tiene confianza?
Lo busco con la mirada pero no lo encontró, no conoce a nadie, pero aún así camina entre la gente, solo que un suave llanto la hizo desviar su camino, un llanto que taladra sus oídos, un llanto que la obliga a caminar fuera de ahí.
Se adentró en las habitaciones del palacio, esa en las que ha sentido demasiado placer cuando está con el próximo rey, se paró afuera de ese puerta y miró a ambos lados antes de abrirla.
Al abrir se encontró al hijo de Christian llorando desconsoladamente en su cuna, pequeño, solo y moviendo sus diminutas manos.
— Por dios, cariño —
Una parte maternal que ella nunca podrá tener se apoderó de su pecho cuando lo tomó en brazos, solo que aquel bebé lloró más fuerte, aterrorizado. Por un instante se perdió en el azul de su mirada, tan azules como los ojos de su padre, hermosos, esos ojos que tanto le gustaron en Egipto ahora los ve plasmados en un bebé, la habitación se quedó en silencio, fría y tranquila, cuando un susurro junto a su oído le heló la sangre.
Olimpia
Y después de eso, ella no fue ella, su mente se apagó, su respiración se pausó, algo en su mente se paralizó, y dejó de escuchar el llanto del bebé, parpadeo varias veces antes de ver una imagen en su mente que no es cierta, no sabe a donde va, ni qué hará pero lleva al bebé en brazos, lo escucha llorar pero eso no la detiene, siente arena en sus pies y el abrazador calor del sol sobre su rostro, una mujer camina a su lado, de largo vestido e intrigantes ojos negros, hermosa, pero misteriosa, esa mujer desconocida habla en otro idioma, uno que también entiende, ambas caminan sobre la arenas hasta llegar a la entrada de una tumba perdida en el desierto, pero antes de entrar, esa mujer la detuvo, le acarició la mejilla y la miró a los ojos.
— Es momento de que el duerma — Esa mujer dijo algunas palabras en voz baja, y su mano bajo hasta tocarle el vientre con fuerza — Ella será de nosotras
Olimpia ya no lo escucho llorar, parpadeo y se vio de nuevo en la habitación del palacio, soltó un suspiro y al ver al bebé en perfecto estado, se inclinó para dejarlo en su cuna.
— ¡Olimpia! —La furiosa voz de Christian la asustó, la aterrorizó de tal manera que se paralizó — ¡¿Que demonios estás haciendo?! —
— Lo acostare en su cuna — Contestó al momento
Christian la miró con odio y Olimpia parpadeó solo para darse cuenta que no está en el palacio, que no hay ninguna mujer y que esta a punto de arrojar al bebé al río Támesis, el bebé llora con intensidad y el frío de la noche mueve su cabello mientras el agua del rio ruge como un dios hambriento con fuerza, con rapidez lo pego a su pecho y miró a ambos lados buscando a la mujer., esa mujer.
— No, yo no... había una mujer ella... ella, — Olimpia está a punto de llorar temblando de miedo — Jamás le haría daño lo sabes, yo lo escuché llorar y entre para calmarlo, no sé qué sucedió—
Christian le arrebató al niño con fuerza y lo entregó de inmediato a su nana, esa mujer lo cubrió con una manta con rapidez y calmó su llanto para refugiarse en el auto, pero ese hombre está vuelto loco, se ve espléndido, apuesto y vestido con un traje azul, estaría perfecto, sino fuera porque su rostro está complementa descompuesto por el coraje
— ¡¿Dime, pensabas matar a mi hijo?! Tu locura está fuera de límites, con un demonio como voy a tener confianza en ti, sino te hubieran visto los guardias del palacio, y si las cámaras no te hubieran grabado sacando a mi hijo, el estaría muerto. Lo ibas a arrojar al río. —
— ¡No se que sucedió, ella, donde demonios está esa mujer, te juro que jamás le haría daño Chris! —
Christian se pasó las manos por el rostro y se acercó a ella, no fue tierno, es frío y cortante, y la hace sentir pequeña e insignificante con tan solo una mirada.
— Aquí no hay ninguna mujer más que tú, demonios Paris se pondrá furiosa por esto —
Olimpia se pasó las manos por el cabello sintiendo tanto miedo y culpa que su rostro está rojo del llanto.
— Lo siento muchísimo, ella me dijo, que el dormiría — Olimpia intento tocarlo del rostro pero él se alejó furioso, paso saliva nerviosa y trató de calmarlo— Ella me toco el vientre y mencionó a una niña —
Christian la miró de inmediato, frunció el ceño furioso y soltó una carcajada llena de coraje
— Estas loca, enserio estás loca de remate, y tienes de nuevo esos malditos ojos — Christian se pasó las manos por el cabello y grito furioso — ¿Niña? ¿Estás mal? Tú jamás podrás tener hijos, moriste, y yo jamás tendría un hijo con alguien como tú, eso sería una locura —
Olimpia sintió esas palabras como un bofetada, eso la hirió tanto como una daga profunda en el corazón
— Perdóname Christian, yo jamás le haría daño, jamás —
— Pero lo hiciste, tú arruinas mi vida desde que te conocí — El la miro a los ojos hiriéndola con una mirada — Ahora soy padre, no puedo ser el de antes, no puedo arriesgarme, no lo haré, no por ti, mi hijo es quien me importa, eso hace un buen padre, arruine mi maldita reunión por ti, será el rey y no puedo ir detrás de ti cada vez que cometas locuras. Eso se acabo. —
— ¿Que quieres decir? — Replicó nerviosa.
— ¿No entiendes? Terminamos, tus malditas locuras me están volviendo loco, no puedo seguir así, — Christian la miro a los ojos con intensidad — Te quiero, te amo, te adoro Olimpia, pero quiero, necesito y es mi deber cuidar de mi hijo y de mi reino, y si por eso tengo que dejarte lo haré, discúlpame Olimpia, mereces alguien mejor que yo
El se dio al media vuelta y se alejó, pero llena de miedo y nervios, trató de tomarlo del brazo.
— Espera Christian, no. Ella mencionó una niña, espera. Una niña —
Christian se dio la media vuelta tan fuerte que sin querer la tumbó por el impulso, el se sorprendió pero no la ayudó.
—No hay ninguna niña Olimpia, estás obsesionada con ese tema desde que nació mi hijo, tú regresaste de la muerte, ningún bebé nace en el vientre de alguien muerto; estás vacía y loca, basta de tonterías. Tienes visiones porque estás intentando llenar el vacío que te causa saber que jamás serás madre — Ell se alejó meneando la cabeza — Inventas cosas tratando de mejorar el hecho de saber que tú madre es una momia podrida, y que tu moriste, estás muerta, a veces me asustó pensando que tu corazón no late, así que te aseguro que tú serías la última mujer con la que tendría un hijo, no podrás, ni quiero tener un hijo contigo, no con una madre así.
Olimpia se puso en pie con dificultad, sintiendo como sus ojos se llenan de lagrimas.
— Chris no hagas esto, no...—
— Dije basta, toda mi familia cree que estoy loco por estar contigo, arruinas mis reuniones en la corona, me enloqueces todo el tiempo y he estado a punto de morir por ti, sin mencionar que casi matas a mi hijo — El abrió la puerta del auto — Perdóname si creo y quiero tomar la decisión de merecer algo mejor en mi vida. No quiero que te acerques a mi hijo ni a mis nunca más —
Ella se acercó corriendo al auto, pero el cerró la puerta, la lluvia comenzó a caer mojando toda su ropa y haciendo que el río se mueva con intensidad.
—¡Déjame explicarte, no te vayas Christian!
Solo que él no la miró, y el auto aceleró con fuerza perdiéndose entre la ocusiridad de Londres.
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