[3]

[3 de marzo de 2017]

Querido Derek,

Ya han pasado varias semanas desde aquella vez que te invité a tomar un café y nos volvimos a conectar.

Cuando habíamos llegado, el silencio que nos rodeaba era extremadamente incómodo y la tensión que había podía ser percibida incluso por la persona más despistada del mundo.

Ya era nuestro turno en la fila para ordenar nuestras bebidas. Dijiste tu orden usual, esa bebida que solías pedir todas las veces que íbamos a ese lugar. Yo había sonreído al notar que no habías cambiado. Y justo cuando iba a abrir la boca para decir mi orden, tú hablaste y la dijiste por mí. Pediste la bebida que yo siempre solía ordenar todas las tardes que veníamos a este lugar tan especial.

Sonreí más amplio al ver que aún te acordabas incluso de mi bebida usual. Eso me dio esperanzas.

Te había dicho lo mucho que me sorprendió que recordaras aquello. Y tú me habías sonreído, frunciendo el ceño levemente. Te veías tan tierno...

«¿Cómo podría olvidarlo?»

Y cuando escuché eso, la tensión desvaneció entre nosotros y el silencio incómodo fue reemplazado por conversaciones animadas.

Hablamos durante toda la tarde sobre los viejos tiempos y lo que habíamos hecho en esos tres meses apartados, evitando por completo el tema de la última conversación que habíamos tenido.

Te ofreciste a llevarme hasta mi casa y juntos fuimos por el largo camino que se volvió corto a tu lado.

Cuando llegamos a mi hogar, me coloqué frente a ti para despedirme. Pero después de tanto tiempo, nos habíamos olvidado incluso de cómo despedirnos. Así que, luego de unos segundos sin saber qué hacer, sólo nos dimos un abrazo que comenzó siendo torpe y terminó estando lleno de sentimientos.

Yo me aferré a ti con fuerza luego de unos segundos y tú también hiciste lo mismo conmigo, como si ambos estuviéramos sosteniendo las piezas rotas del otro.

No quería dejarte ir otra vez. Alejarte había sido el error más grande de mi corta vida. Pero ahora lo estaba arreglando, por suerte.

Mientras te abrazaba, unas lágrimas rebeldes se escaparon de mis ojos. Te extrañaba tanto que no pude evitar llorar silenciosamente por todo el tiempo que perdí contigo.

Luego dijiste algo que revoloteó nuevamente las mariposas en mi estómago. 

«Te extrañé, Sam.»

Y entonces comencé a llorar con más ganas.

Tú te apartaste y limpiaste mis lágrimas suavemente, como solías hacerlo desde aquella primera vez que me viste llorar cuando me caí de mi bicicleta a los ocho años.

Te sonreí como agradecimiento y supe que, a pesar de que no lo dije, en mis ojos viste lo mucho que yo también te había extrañado.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top