[20 de febrero de 2017]

Querido Derek,

Cada vez te noto más afligido.

¿Qué te está pasando? Apenas hace unos días, estabas normal.

Ya no te veo salir con tus amigos. Ya no hablas tanto como solías hacerlo. Ya no sonríes de la misma manera que antes. Algo anda mal contigo.

El otro día decidí preguntarte si te pasaba algo, a pesar de que la última vez que hablamos había sido hace tres meses.

Me miraste por un momento y lo que vi en tu mirada me rompió el corazón. Era tristeza, dolor y nostalgia.

¿Había sido por mí? ¿Acaso me extrañabas tanto como yo a ti?

Pero tu mirada cambió a una más distante. Me respondiste que estabas bien y que no me preocupara. Y fingiste estar atendiendo al profesor de la clase, esperando que yo no hiciera más preguntas.

Sabía que te incomodaba lo fácil que se me hacía leerte, pero no era mi culpa, lo hacía casi inconscientemente. Nos conocíamos desde pequeños y, al igual que tú conocías todo de mí, yo conocía todo de ti: lo que hacías cuando estabas nervioso, lo que te gustaba comer en medio de la noche, lo que te disgustaba, lo que te hacía enojar, lo que te ponía triste, lo que te hacía feliz... Absolutamente todo.

Así que fue fácil para mí notar lo afligido que estabas y lo tenso que te pusieron mis preguntas. Sin embargo, al ver que te incomodabas, decidí dejarte en paz. Después de todo, la última vez que hablamos habíamos dejado muy en claro lo que sentíamos en aquel entonces.

Lo único que no llegué a decirte durante esa última conversación que tuvimos, fue lo enamorada que estoy de ti, lo enloquecida que me tienes y lo mucho que te amo.

Y aún me arrepiento por no haberte confesado mis verdaderos sentimientos.