8. Ataque sorpresa
La vegetación me rodeaba. Grandes pinos con rocío desplegaban su aroma en una fina brisa refrescante. Mi cuerpo, caído en el césped, mojando ya aquel vestido me encontraba. Mis ojos abiertos, sorprendidos por las palabras que había tenido con el pelinegro hacia ya unos cuantos minutos.
Tirada y abandonada.
Teniendo mis ojos vacios, merodeé aquel lugar verde. Oscuro. Me habían expuesto a mi suerte en el anochecer. ¿Cuánto tiempo habíamos viajado Bryant y yo para luego despojarme de tal auto y dejarme a la merced del simple destino? Tragué saliva, teniendo en cuenta el Sol y la Luna. ¿Sería alrededor de un viaje de veinticuatro horas? Me negué mentalmente... había sido mucho más.
¿Cómo y por qué había terminado en aquella situación? Eso mismo yo me preguntaba.
El subir al coche y escuchar las últimas reseñas que mi amo me había concedido, simplemente me había dejado en un mundo de desilusiones. No tenía siquiera el permiso de pensar sobre lo malo que "my lord" podría ser. Bryant ya me lo había dejado en claro en todas esas horas que tuvimos de silencio la compañía entre nosotros.
¿Qué era eso que ya habían decidido por mí?
.
—A los perros hay que enseñarles el camino a casa... —contestó, despreocupado y sin mirarme, como queriendo quitarme el signo de pregunta que seguramente tenia plasmado en mi cuerpo.
—Sí, mi lord.
Mis ojos yacieron perdidos en el pavimento del lugar. Agachada, como me habían enseñado desde pequeña, pero aun prevaleciendo de mi, aquella aura incomprendida y algo extrañada.
Sentí en un sublime acto, una cuerda alojarse en mi cuello. Mis ojos grises perecieron de aquel sueño realístico que tenia con mi subconsciente. Tragué saliva sin pensarlo y entonces un estirón me hizo caerme de la orbita que me inundaba. Casi atragantándome, fui aceptando a la idea de tener que moverme a lo desconocido.
¿Enseñarme el camino a casa? ¿Qué acarrearían aquellas significables palabras? Eso era justo lo que pensaba a la hora en que, mirando simplemente a mis zapatos, me iba dando paso por el camino hacia las rejas grandes y negras que daban seguridad a la puerta de entrada. Mordí mis labios en un intento desenfrenado para detener a mis preguntas, ya que, como me habían dicho aquel trío de vampiras en la mañana... yo aquí simplemente era un mueble, algo que no debería de tener quejas, ideas o sentimientos.
¿Qué difícil era la situación? Pretender ser como un perro, puesto a que la correa y el collar ya lo tenía colocado. ¿Qué era lo que faltaba? ¿Babear y jadear por un poco de comida? Parpadeé mientras intentaba seguirle el paso al chupasangre que tenía frente a mí y que permanecía en silencio frente el corto pero estrecho camino que faltaba para llegar hacia aquel nuevo automóvil que me esperaba ya ansioso para comerme viva. ¿Cuál era nuestro destino? ¿A dónde llegaríamos a parar?
Me regañé a mi misma de nuevo. No tenía porque saberlo. Desde hacia ya mas de un día que yo ya había perdido aquella libertad condicional que se me había dado como un simple regalo hasta que cumpliera los dieciocho años. Suspiré una vez en pensamientos de nuevo y aguardé a sentir el estirón que me arrastraba a lo que era un simple misterio para mí.
—Sube al auto —escuché decir de aquel sombrío chico que me abría la puerta como el mayordomo que era.
—No es correcto que una mascota suba primero que un amo —contesté siguiendo mis principios y propia ideológica—. Por favor, entre primero que su servidora.
Una ancha sonrisa de satisfacción se vio reflejada en el rostro del de los ojos violetas y, siguiendo mis peticiones, entró en el vehículo esperando a que la humana que tenia aun una cuerda amarrada tras el cuello, subiera tras de el y no intentara escapar.
—Puedes verme, no hay molestia alguna —repitió aquellas palabras que había dedicado aquella noche en donde me había servido aquel tazón de cereal.
Mis ojos se movieron por sobre mis rodillas a la manera en que me decidía en que hacer o decir. Ya había cerrado la puerta del coche y me había sentado, siendo una limosina, frente a el, así que no tenia escapatoria para mirar hacia los lados o simplemente negarme con un simple movimiento. Tragué saliva una vez sentir el coche moverse.
—No creo que deba una mascota....
—¿En contra de una petición?
Mojé mis labios en mi propia saliva y con cierto temblaría en mis propios ojos grises, me dí dando paso hacia el frente.
Nuestros ojos se conectaron unos segundos, pero como suponía, no pude mantener contacto y bajé la cabeza nuevamente, como me habían enseñado.
—Perdone mi torpeza.
Se escuchó un suspiro y entonces, un silencio largo. Tragué saliva en aquel momento. ¿Por qué era que siempre tenía que preguntarme cosas en mi propia cabeza? ¿Por qué no podía desobedecer? ¿Por qué era que no podía fijar mis ojos en los de aquel vampiro y sacar aquellas quejas que siempre me habían recomido desde pequeña? Cerró los ojos ante la resignación?
¿Por qué había nacido como humana?
.
El tiempo pasó lentamente mas mis piernas nunca cesaron su posición. Juntas y en descanso. Mi espalda arqueada y derecha. Mi rostro fino y apretado, como el ejemplo que me daba mi madre a las hora que había tenido con ella en las cenas o cuando la veía bailar aquellas perfectas danzas. Giré mi cabeza hacia la ventana, el Sol se había puesto y el mismo silencio seguía abrumándome.
¿Qué estaría haciendo mi madre en aquellos instantes? ¿Seguiría llorando? ¿Estaría deprimida por mi? Mis cejas se unieron en unos leves instantes... ¿Me extrañaría tanto como yo lo hacía a ella? Respiré profundamente haciendo un sonido ensordecedor a la hora que cerraba con ello mis ojos. Podía hasta imaginarme el rostro de mi madre bailando amargamente en aquel salón que utilizaba para santificar a los malos espíritus. Aquel largo cabello negro que siempre había sido mi inspiración, o tal vez aquella música algo triste que ponía para adornar sus movimientos que sobresalían de sobremanera. Aquella forma en que se desplazaba... la manera en que hacia un rostro alegre cuando estaba contenta, o un rostro inquietante cuando el mundo se le venía encima.
—Northon.
Relamí mis labios y abrí mis ojos de nuevo, girando de nuevo mi cabeza hacia él y posando mi mirada, algo tímida, en aquel vampiro que parecía analizar cada gesto que hacía.
—¿Sucede algo?
—¿Desea entablar alguna conversación para mitigar el cansancio?
Bajé la mirada de nuevo hacia mis rodillas.
—¿Desea entablar usted alguna conversación con una mascota? —Regresé la pregunta entre entristecida pero calmada.
El silencio volvió a reinar en el automóvil y el tiempo transcurrió como debía de transcurrir. Respiré con fuerza a la hora que miraba mis rodillas adjuntas y en una posición casi perfecta. Era más que obvio que Bryant no quería tener una plática con una simple humana. Ningún vampiro quería eso. Ellos estaban acostumbrados a estar en un completo silencio... y aquellas horas que para mi eran eternas, para ellos simplemente era un juego de niños. Cerré de nuevo los ojos.
—La torre en que se encontró la noche anterior... no vuelva a ella.
Lentamente volví a darme paso por el coche. Bryant estaba hablando y como buen animal, aunque sin verlo, debía de escucharle.
—Muchas mascotas han perecido en ella.
Abrí mis ojos en un instante oportuno y él lo noto, pues me miraba.
—De las quince mascotas que ha tenido, catorce de ellas se han suicidado en esa torre.
Llegamos a nuestro destino justo al momento en que él dejó de hablar. El auto se detuvo y un bosque se mostró fuera las ventanas. Tragué saliva al haver escuchado aquello, pero sin decir ni una sola cosa más, observé como Braynt abrió la puerta. Me invitaba a desbordar. No hice ni una sola pregunta y con sus últimas palabras aún en la mente, salí de la limosina en silencio.
El motor arrancó en menos de un segundo y, dejándome ahí sola, mis ojos se entumecieron al ver el leve cespéd tiñado de oscuro por la noche.
Tirada. Ahí me habían dejado como un vil trapo sucio después de una noticia importante.
La regla de una humana por vampiro no valía si ellas mismas se quitaban la vida, así que por derecho, el podía comprar y comprar hasta que se diera abasto con cualquiera, pero entonces, ¿Por qué eran las mismas chicas las que provocaban su propia muerte antes de tiempo?
—¿Se han suicidado en esa... torre? —Mi voz susurrante salió mientras parpadeaba sin darle crédito a lo que había escuchado y que ahora repetía para dármelo a entender—. ¿Han perecido... en esa torre?
.
Un trueno. Una simple corriente de electricidad indagó mi mente y eso terminó por callarme. Volteando mi rostro hacia el cielo, una leve gota cayó en mi mejilla. Comenzaba a llover y yo estaba ahí, pidiéndole a la Luna que se apiadara de mi suerte, que no necesitaba de sus lágrimas para hacerme sentir mejor.
Pero como era de esperarse, las nubes negras no iban a escucharme.
Lanzaron su última advertencia para que comenzara a correr y buscara un lugar seguro para que no me empapara. Así que me levanté del suelo y corrí en cualquier dirección, buscando con mi rostro alguna cueva que me protegiera, algún árbol gigante o alguna piedra que estuviera sujeta al aire para usarla de cobertor.
Y tal vez, la simple desesperación hizo que encontrara un cedro enorme. Uno que parecía viejo y cual tenía un agujero en medio de este. No dudé en caminar hacía él y saber que ese árbol sería mi mejor amigo por esta noche. Una noche que se convirtió en la peor de todas.
Lloré amargamente bajo la que antes había sido mi aliada y que ahora se convertía en un simple enemigo. La Luna seguramente reía sobre mí y yo me preguntaba sobre el por qué me provocaba tantas infortunias.
Respiré profundamente, y posando mis manos por sobre mis brazos, intenté darme un poco de calor. ¿Qué estaba haciendo mi madre en estos momentos? Dudaba que estuviera bajo la lluvia como yo, bajo la protección de un arboledo gigante y dejando por consiguiente, el estado de una mascota extraviada.
El silencio inspeccionó la zona y con ello, mis ojos giraron en un ángulo de ciento ochenta grados, encontrándome con solo vegetación oscura, lluvia cayendo en el césped, rocas y millones de troncos que solo me dejaban aun más confusa de por donde había venido, pues podría haber regresado por donde Bryant y el automóvil, me habían dejado.
El sonido de la lluvia caer fue lo que perduro durante un buen rato. Ahí, una chica con cabellos azules, los ojos cerrados y la piel algo pálida, intentaba encontrar una solución al problema.
—¿Qué debería de hacer? —susurré conforme el tiempo pasaba—. ¿Regresar o escapar?
Aquel par de preguntas inundaron mi mente durante, minutos... horas.
Tenía dos opciones, dos caminos:
Si regresaba a aquella mansión sufriría de humillaciones, golpes, mordidas y hasta una desvirgación no consentida. Me violarían y harían de mí, el contenedor de un hijo vampiro que yo no deseaba y que me odiaría por ser únicamente una humana débil pero agraciada. Terminarían tirándome de nueva cuenta en el pueblo, haciendo que tuviera a otro sucesor con otro chico guapo pero humano para que, si este resultaba hembra, concluyera con la misma desdichada y mala suerte que yo.
Si escapaba y llegaba a la lejanía... a Bloody Town. Mi madre seguro me recibiría en su hogar, me escondería de cualquiera y nunca sería mordida por un vampiro. Sería libre, tendría una vida como las que mis antecesores tuvieron. Ignorantes de cualquier actividad paranormal y felicidad al desborde. Pero,... lo más probable era que el chico de cabellos rojizos iría a mi búsqueda y como primer paso, me buscaría en mi hogar. Así que, llegar a con mi madre era absurdo. La pondría en desventaja y podría terminar muerta por mi culpa.
Fruncí mis cejas en mera confusión.
Nadie le daría alojo a una mascota como yo. Todos temían por su seguridad y propia vida. Nadie me daría un hogar y me encontrarían. Dagon me encontraría.
—¿Qué debería hacer? —Parpadeé incontables veces intentando no desmoronarme en lágrimas de amargura.
El sonido de la lluvia volvió a dejar mi voz en un eco poco pronunciado y entonces, aquel sonido del césped moverse, se escuchó tras de mí. Dejé de pensar en las preguntas y en lo que haría. Ansié desaparecer pero mi cuerpo solo pudo girarse hacia la dirección en donde el suelo crujía.
—¿Qué hace tal belleza por el bosque? —Una voz a mi espalda me hizo girarme bruscamente.
Un ser, seguramente un vampiro, se encontraba empapado pero totalmente embellecido por sobre la maleza. Pálido, rubio, de una altura evidente y dueño de unos rojos y claros ojos acechadores contenían mi figura en ellos. Parpadeé conforme sonreía ante mi parálisis.
—Yo —Tragué saliva ante su silueta adentrándose aun más hacia mí—. Me dejaron aquí.
—¿Te abandonaron? —sonó sorprendido— ¡Qué extrañeza me da el ver una criatura tan fina como tú, despojada así en el bosque!
Bajé mi cabeza para no observarlo más. Por mera coincidencia, por poco que fuera, siempre debía de seguir mi protocolo. Mi propio cuerpo lo hacía por mera inconsciencia. Me maldije conforme me prohibía observar lo que sucedía en contra mía.
—No te preocupes, pequeña —Sonrió tocándome la mejilla y provocándome un escalofrió que me hizo voltear a verlo de nuevo—. Yo te haré sentir querida.
Traté de intentar preguntarle sobre sus intenciones, pero en cuanto se acerco más a mí y se arrodilló para acorralarme, me apegué por mera inercia al tronco del árbol. Grande pero innecesariamente protector.
—¡¿Qué hace?! —grité desesperada en cuanto el me tomo del brazo para acorralarme al darse cuenta de mis movimientos.
—Quédate quietecita, te gustara.
El contorno de mis lágrimas se dieron paso a mis ojos y nublaron mi vista. La risa del vampiro se escuchó por el ambiente. Aquel trueno intentó ayudarme alumbrando el cielo y tanto él como yo paramos. Mi rostro se unió por simple desconcierto y mis ojos se giraron a ver a aquel vampiro que trataba de ser mi posesor sexual.
Aquel rostro que anteriormente parecía confiado, seductor y victorioso, ahora tenía un gesto aterrorizado. Miraba mi brazo expectante y conforme pasaban los segundos, aflojó su agarre para entonces terminar unos cuantos metros alejados de mi cuerpo. Con aquel rostro sombrío en cuanto miraba su mano con el que me había tocado.
—¿Se encuentra... bien? —Me levanté del suelo, ignorando lo que antes había sucedido y tratando de ser un buen objeto.
—¡No te acerques a mí, maldita! —Miraba aún su mano—. ¡Maldición! Liam me asesinará.
Abrí mis ojos sorprendida de aquellas palabras y en mitad de segundo, aquel ser había desaparecido de mi vista. Poco me importó el que me habían dejado nuevamente sola y a mi discordia. Esta vez ya no me enfocaba en lo que haría o como sobreviviría. Esta vez, mi mente se hallaba nula y únicamente hackeada por aquel nombre que se repetía una y mil veces en mi cabeza. Aquel nombre que había deseado saber desde antes de que subastaran, aquel nombre que había jurado odiaría.
El nombre del chico de la mirada de fuego y cabello vino.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top