55. Epílogo

Recuerdo ese dicho que decía que cuando mueres, se supone que las escenas más significativas de tu vida pasan frente a tus ojos por un largo segundo hasta que se convierte en una oscuridad total que irradia armonía, seguridad, calor y esperanza. Qué entre la negrura, se decide si eres digno para el reino infinito o la tortura eterna.

Vaya que yo aún esperaba por ello.

No habían salido imágenes y no había recibido aquel sentimiento de felicidad o paz que yo tanto buscaba. Solo estaba el frío... eso y nada más. Era como si estuviera volando entre la nada y a la vez algo. Todo era negro, mucho más negro que la noche. No había luz y por tanto, no había un túnel. No podía gritar ni moverme y por eso mismo, me sentía pequeña e insegura.

No comprendía que estaba pasando o cómo es que había llegado justo ahí, a ese lugar vacío. No sabía en dónde me encontraba y por alguna razón, solo recordaba un fino y desbordante dolor en el pecho que ya no estaba. Todo lo demás simplemente se había borrado... como si me hubieran formateado.

Si estaba muerta, ¿por qué tardaba tanto mi veredicto? Si me lanzarían al infierno, ¿por qué no se apuraban? ¿Había hecho algo malo en vida? ¿Quién era yo? ¿Qué era este lugar? ¿Por qué no podía moverme? ¿Y por qué... por qué todo estaba tan helado?

Esperé hecha un ovillo sumergida en el silencio, sintiéndome cada vez más enferma por esperar un destino que parecía querer tardarse una eternidad.

Y es que me sentía extrañamente triste. No sabía qué lo ocasionaba, solo estaba ese sentimiento ahí... queriéndome arrancar lágrimas de mis ojos cerrados y mi corazón sin palpitar.

¿Qué era eso? ¿Qué me quería destruir por dentro? Tuve miedo, miedo a lo que estaba dentro de mi cabeza que gritaba y rugía para que me levantase.

«¿Para qué?», pensaba. Yo no quería recordar. Quería quedarme en el silencio, en la oscuridad. Tal vez no tenía calor ni armonía. Tal vez no tendría paz y me iría al infierno pero estaba ahí, al fin en silencio. No sentía más dolor y por eso mismo, no quería perpetuar aquello que tocaba con urgencia en la puerta de mis ojos.

Algo que decía: «Abre y enfréntame».

Tenía miedo a esa voz. Era una voz fuerte y decidida que parecía desesperada por ser escuchada.

¿Y si no podía hacerle frente? ¿Qué pasaba si perdía? Apreté mis párpados con más fuerza, escuchándola en la lejanía.

Su dulce voz era... tan atemorizante. «Abre los ojos», gritaba. «Debes ser fuerte».

¿Quién era ella? ¿Qué quería de mí? Sentí que algo me abrazaba en la oscuridad. Algo grande y realmente fuerte.

«No te vayas... no así».

Quise decir algo, cualquier cosa... sin embargó, algo me calló. Un chillante dolor me hizo abrir los ojos con terror, con temblores que me hicieron mirar mis propias manos; consciente de que no había sangre y de nuevo estaba el silencio.

Las voces se habían apaciguado pero a mi alrededor habían piezas... piezas de rompecabezas. Millones de ellas, que tenían imágenes que se movían por dentro.

No supe por qué pero solté una mueca al mirar tantos fragmentos mirándome. «¿Otra vez?», pensé inconscientemente antes de mirarlas a todas con un semblante serio y terriblemente despavorido.

¿Por qué sentía que esto me llevaría a la destrucción total?

Aguantando la respiración y sabiendo que no era una buena idea, mi brazo se levantó y mi mano tocó la primera pieza que estaba cercana a mí. El segmento brilló y el calor me embriagó de pies a cabeza.

El recuerdo comenzó.

Mi madre bailaba, bailaba con aquel bastón que hasta ahora recordé que yo odiaba. Los habitantes de Bloody Town se acercaban a ella por consejos y yo estaba ahí, refugiada de todo. Sola. Sin posibilidades de que me viesen o de que recordasen mi nombre.

Volví a la oscuridad. Aquella pieza en dónde la niña de seis años miraba a su madre con odio, desapareció.

Con premura, mi mano tocó otra sin mirar. Simplemente la tocó y el brilló volvió. Ahora, me veía con la única amiga que había tenido a lo largo de mi vida en aquel pueblo de muerte. Aquella mujer que me había enseñado todo, que estaba embarazada y que parecía muy feliz, volteó a verme.

«El pasado no vuelve y no creo que lo haga», le escuché decir antes de volver a la oscuridad. Marisol se había ido y yo había vuelto al limbo con aquellas piezas que me esperaban.

Tenía miedo sí, pero quería saber mi nombre.

Con aquello en mente, la luz volvió a segarme. Esta vez, mi madre me gritaba algo que no pude entender. Yo lloraba y le suplicaba. ¿Qué pasaba? ¿Por qué mi madre lloraba también? La vi abrazarme y yo tensarme. Era de noche y parecía que había dicho algo bastante extraño, ya que me miró de una manera extravagante pero a la vez, delicada. Luego sonrió y entonces subimos las escaleras pausadamente hasta llegar al último cuarto que había sido mío por casi dieciocho años.

Respiré sin entender que sucedía cuando vi el fuego apagarse a mí alrededor. Volví al silencio y proseguí a tocar las pocas piezas en dónde me veía inexplicablemente contenta.

Comprendí entonces que nunca había sonreído realmente, que reía cuando era necesario y que a veces, lo hacía inconscientemente aunque no me sintiese en armonía. Era claro que ningún ser humano que viviese en el planeta tierra, podía considerarse verdaderamente feliz.

Karla, Karen y Jade lo habían sufrido igual.

¿Cómo había podido soportar una subasta hacia mi propio cuerpo? Ya no quería saber que había sucedido después de que aquel pelirrojo, de cual nombre no sabía, me había puesto la soga al cuello.

Esta... era vampírica era el mismísimo infierno en la vida real.

Las piezas se aglomeraron a mí alrededor, desesperadas tal vez por liberarse, más yo ya no sabía si quería ver. Todo era demasiado triste.

Aparté la mirada de todas, dispuesta a quedarme en el limbo. No quería sentir aquello que estaba volviendo a mí. Quería quedarme así, vacía. Sin dolor, sin penas. Sola, como siempre lo había estado.

Sin embargo, una de las piezas, más grande que otras, me miraba desde lo lejos. Estaba ahí, danzando en la oscuridad, mostrándome a una pareja feliz que caminaba en el medio del frío invierno. Entendía bien que era el pelirrojo sin su larga cabellera pero quién estaba con él, no era yo. Así que no entendía que hacía esa pieza ahí.

Mi corazón brincó para que me acercase a ella. Me dije a mi misma que era importante, ya que era realmente grande y brillante.

Traté de moverme pero era como si estuviese luchando sobre arena movediza. Mis manos se movieron lentamente hasta ella, sabiendo que nada pasaría ya que yo no estaba en ese recuerdo.

Sin embargo, los fragmentos que a mí alrededor peleaban, pararon al observarme. Me sentí más pesada e inmóvil.

Volteé hacia atrás sin saber que ocurría. Un brillo extraño me cegó. Todas esas piezas se juntaron en una misma. No quise tocarla, pero ellas se pusieron frente a mi mano a propósito.

Al ver las primeras imágenes en dónde yo era sometida y ultrajada, insté soltarla, sin embargo, aquellas piezas unidas no quisieron dejar de ser vistas.

La lluvia siguió mojándome sobre los arboles. Yo seguí luchando inclusive cuando el rubio vampiro trató de violarme y por error, había lanzado al aire el nombre de aquel vampiro de ojos rojos que me había puesto en esa situación.

Sentí un escalofrío cuando volví a la oscuridad.

Liam Dagon.

Aquél nombre me hizo sentir triste, adolorida, desdichada, melancólica y extrañamente, ansiosa. Ansiosa por verle, escucharle y saber más de él.

Aquello me hizo mirar al frente de nuevo, con una pulsada en el corazón que me gritaba que siguiese, que no me diera por vencida. Qué me dolería, sí, pero que era necesario. Qué debía hacerlo.

Dejé la gran pieza detrás y abracé a todas ellas que estaban a mí alrededor aún.

Simplemente fue... terrible.

Cuando volví a la oscuridad no podía parar te llorar.

Odiaba a Volker Green con todo mí ser. Le tenía cierto afecto a Karen Divella y Liam Dagon... bueno él era un misterio para mí aún. ¿Por qué me había salvado cuando Karla me había intentado matar? ¿Qué no me odiaba? ¿De qué diario estaba hablando? ¿Quién era Evangeline?

Miré a mis costados esperando a que más piezas de rompecabezas esperaran ansiosas a que las tocará, pero esta vez solo había una más. Era la pieza más grande, la que tenía más imágenes y la que más me daba miedo... ya que en cada imagen que le había visto, yo salía llorando.

«¿Debería seguir?», me pregunté.

Lo único que podía entender era que mi vida había sido una mierda.

¿Realmente quería conocer lo que faltaba? Por lo que veía en las fotografías de aquella pieza, lo que continuaba en mi cuento seguramente era peor. ¿Realmente deseaba conocer el desenlace? El creciente dolor del saber que había sufrido mi madre por mi culpa, que me habían violado varias veces, que había quedado embarazada y que, por alguna razón, Liam me había ayudado a apaciguar mi alma en pena antes de que una de mis amigas intentase matarme con sus propias manos, me parecía realmente extravagante.

¿Qué podía ser peor que todo eso?

Miré la pieza una vez más con dudas y sin saber por qué, al pensar en aquel nombre de aquel hombre, no pude más que preguntarme por qué me parecía una persona realmente importante.

A pesar de tenerle un pavor indescriptible y del saber que con ello terminaría de explotar mi alma, me moví hacia adelante. La pieza pareció detenerse al observarme acercarme. Brilló levemente, cómo si me estuviese cuestionando si estaba segura de mi decisión final.

Respiré con fuerza antes de tocarla y ver un resplandor que me cegó mucho más que antes.

Era cierto que vería a la pareja que caminaba en la blanca nieve, que conocería la voz de una mujer hermosa con heterocromía y que vería, increíblemente, a un hombre diferente del que yo tenía en mis memorias.

Pensé por un momento qué eso sería todo pero el brilló no cesó y entonces, pude verlo todo. Me vi bajo la lluvia... mojándome con fuerza mientras que el hombre pelirrojo y de ojos verdes observaba hacia los árboles como si esperase a alguien. Traté de tocarlo porque lloraba, sin embargo, al hacerlo, la lluvia pasó a un segundo plano y nos encontramos de pronto en un estudio oscuro en dónde vidrios y papeles yacían regados en el suelo. Volker entró a la escena poco tiempo después y sin entender que pasaba, se desató una pelea que me dejó boquiabierta.

Era como si estuviese ahí y no pudiesen verme.

Insté detenerlos, sin embargo, unas palabras más me hicieron detenerme. ¿Volker se había metido con Evangeline? Parpadeé unas cuantas veces antes de enterarme de lo que había pasado realmente.

Yo salía en esas imágenes llorando porque había descubierto su historia. Él la había abandonado y Volker había ganado esa vez.

¿Por qué me había enamorado de él?

Cuando la oscuridad empezó a ganar terreno de nuevo, sentí un dolor extremo en mi corazón. Lágrimas recorrieron mi rostro, entendiendo a la perfección que el amor solo era un lento suicidio... y vaya que me había muerto por ello.

Yo me había sacrificado al final por él y al saberlo perdido, había instado en mi mente que él no vendría por mí. Lo había aceptado y hubiera sido mejor si él en realidad no hubiese llegado.

¿¡Por qué me había equivocado tanto!?

Ahora... ahora yo lo había dejado a él sin confesarme.

Miré mis manos sabiendo que Volker Green había ganado de nuevo, que yo estaría muerta en vida para siempre ya qué, aunque me mandasen al paraíso por ser solo un alma en pena, yo amaría a ese hombre por todo el resto de mi eternidad perdida.

Mis lamentos se escucharon por todo el lugar, haciendo un eco interminable de mis sollozos y mis ganas de olvidar.

Sí, quería olvidarle... olvidarle para quedar de nuevo vacía. Esto dolía, dolía más de lo que yo había pensado.

Recordé su piel cubierta en sangre, sus ojos aliviados de verme respirando. Me sentí terrible al recordar sus palabras en mi cuello y saber que lo había abandonado también con las palabras más ruines que había encontrado en mi diccionario.

¿Por qué me había disculpado?

¿Por qué me había disculpado como lo había hecho Eva en el pasado?


.

Cayó el silencio. Ya no había más piezas. Todo se había acabado.

Seguía en la oscuridad, con el negro y el frío asechándome. Esperando. Esperando a que el tiempo pasara o que aparecieran más piezas al final. Sin embargo, aquello nunca pasó. Yo realmente había muerto muy joven, ¿o no? No vendrían más recuerdos, no había vivido lo suficiente para crearlos.

Yo había sido Caroline Northon, un corderito más, ¿o no?

No pude evitar llorar de nuevo con aquello en mente. Sabía que eso era una mentira. Yo no había sido una mujer extra. Había sido la mujer que había descubierto muchas cosas y que por darme por vencida tan pronto, no había tenido un final feliz.

Si Liam hubiese llegado más temprano o si realmente hubiese luchado, ¿qué hubiera pasado? ¿Qué hubiera pasado si no me hubiese ido de su lado esa noche? Si tan solo hubiera confesado mis sentimientos y emociones...

Qué triste que los hubiera no existan.

Me quedé en silencio pensando en aquello. Era cierto, yo ya estaba muerta pero... realmente me hubiese gustado vivir el futuro.

¿Qué le pasaría a Liam? ¿Volvería a escribir otro diario? ¿Se acordaría de mí? Sentí más frío y más nostalgia.

¡Quería vivir! Yo, realmente hubiera deseado sobrevivir.

—Entonces... regresa. —Una voz dulce y suave soltó aquello tras de mí—. Te están esperando.

«No me dejes...»

«Hoy fui a ver las rosas, estaban tan lindas

«Despierta...»

«Te extraño, hija».

«No te vayas...»

«Sofí, saluda a tu tía».

«Caroline».

Volteé hacía atrás con más facilidad que antes. No pude decir más que su nombre. Aquel nombre de aquella mujer que había odiado al principio al pensar que había mentido en su carta pero que en realidad había sido una doncella que había llorado también toda su vida.

—Te está esperando. —Aquellos ojos me sonrieron. Evangeline era tan brillosa que no podía verle bien.

—¿¡Pero... cómo!?

—Abre los ojos.

Le miré sin entenderla. ¿Abrir mis... ojos? ¿De qué estaba hablando?

Su cuerpo se fue cubriendo de sangre conforme se acercaba a mí. Quise correr porque la voz que me había atemorizado al principio había sido la de ella más no pude moverme. Debajo de mi cuerpo, sangre se impregnaba en mis piernas desnudas y subían. Me manchaban por completo.

—Enfréntalo —dijo al tenerme al frente—. Tú no perteneces aquí.

Me tocó con su dedo y aquello fue suficiente para sentir un dolor agudo que me hizo despertar; abrir los ojos de golpe en una habitación blanca, grande y espaciosa que parecía recién pintada y ordenada.

Me senté en la hermosa cama de seda, mirando y tocando mis helados dedos que no tenían ni una sola mancha de color rojo. ¿Por qué estaba tan fría? ¿Seguía muerta?

—¿Hija?

Mis ojos se fueron hacia al frente. No pude entender qué estaba pasando. Charlotte no tenía un parche en su ojo derecho porque ya no lo necesitaba. ¿Por qué tenía sus dos ojos verdes intactos? ¿Realmente era mi madre? Me le quedé viendo sin parpadear. ¿Eran ilusiones mías o qué clase de juego quería Evangeline que jugara ahora?

—¡Oh Dios mío, al fin despertaste!

—¿Qué esta... pasando? ¿Por qué tu...? ¿Sigo muerta?

Mi madre no pudo aguantar más, se hecho sobre mi y acarició mi cabello como cuando era una niña pequeña. No pude entender por qué no lloró, pero por cómo hablaba, parecía realmente triste. Mis manos se fueron hacía ella al saber que era de carne y hueso, pero cuando sentí su gélida piel, no pude evitar separarla un poco de mí.

—¿Qué ha pasado...? Yo, yo sí morí, ¿verdad?

Mi madre sonrió lentamente de una manera algo nostálgica.

—Han pasado tantas cosas, cariño.

—¿De qué estás...?

—Has estado en coma desde hace diez años.

Sentí que iba a desmayarme. Le miré con la boca abierta, sabiendo perfectamente que estaba bromeando. Ni ella ni yo parecíamos haber envejecido.

—Sé lo que estas pensando: ¿cómo puede ser, verdad?

Moví mi cabeza de arriba abajo, afirmándolo. Callándome inclusive con mi mano sobre mis labios al no poder creerlo.

—Liam te ha convertido, cariño. —soltó feliz—. Yo he sido convertida por mi propio hijo. Bryant no quería que muriera sin verte.

Dejé que el aire saliera de mis pulmones con aquella confesión.

—¡Oh por Dios!

—Tranquila, Caroline. Lo han hecho por una buena razón. Él... él realmente ha cambiado bastante por ti.

—Yo... yo no entiendo.

Mi madre me tomó de las mejillas con maternidad. Me miró con una de esas sonrisas que sólo una madre puede sacar de su repertorio. Le miré estando a punto de llorar. ¿Qué había pasado en todo este tiempo? ¿Por qué había dormido por tanto tiempo? ¿Qué era esto de transformarnos a mí y a ella? ¿Por qué lo habían hecho?

—Él se ha convertido en alguien importante, cariño. No sé cómo empezar.

—Volker Green, ¿¡qué ha pasado con él!? —Me alteré al verla mirarme.

—Liam lo ha... bueno, digamos que ya no está en este mundo ahora.

La observé con el rostro sorprendido, mucho más tranquila que antes.

—¿Cómo es posible...?

—No debería decirte esto ya que él deseaba explicártelo pero bueno... él se convirtió en el mesías cuando tú te sacrificaste por él.

—Pero, pero Volker Green... —Me interrumpí a mi misma—. Él fue quién me mató.

—Pero él no tenía sangre pura, cariño.

Me quedé en silencio.

—¡Liam tampoco!

—Sí pero él hizo... varias cosas antes de llegar a dónde estabas.

—¿Qué es esto del mesías, madre?

—Aún no lo entiendo a la perfección, pero al parecer, es un ser extraordinario que puede salir al sol y tiene más poderes que un vampiro normal. A cómo me lo han explicado: el líder de la siguiente era.

Me quedé petrificada. El mesías ahora era Liam Dagon. Si él me había convertido, ¿eso en qué me transformaba a mí...? Tragué saliva mirando aún mis dedos.

—¿Por qué tardé tanto en despertarme? —Cambié de tema, sabiendo que no llegaría nada con solo rascar en el pasado.

—Tenemos la creencia de que tu sangre se estaba acostumbrando a la de él.

Recordé la oscuridad, a Evangeline cubriéndome de sangre y aquel dolor que había tenido entre las penumbra. ¿Había sido en ese momento? Me tomé del cuello tratando de encontrar alguna herida o algún síntoma de dolor, pero no había nada más que el frío. Un frío que no me molestaba en lo absoluto.

—¿Qué ha pasado?

Charlotte sonrió.

—Ha terminado.

—¿Terminado?

—Ya no hay más subastas. Liam se ha encargado de eso. —Suspiró cómo si recordase algo—. Ha tratado de remediar todos los daños causados.

—¿Qué has dicho?

—Los seres humanos podemos vivir de nuevo, Caroline. La esclavitud ha terminado.

Nos quedamos en silencio mientras intentaba procesar todo lo que me habían dicho. En pocas palabras, durante mi largo sueño, Liam y Bryant habían cambiado al mundo. Habían inmortalizado a mi madre para que estuviese a mi lado cuando despertara, Liam había repoblado la tierra y habían creado un nuevo sistema de convivencia. Ya no había subastas, ya no había más esclavos.

—Te extrañé tanto, hija.

Lágrimas recorrieron mi rostro. Todo esto era tan sub real. Parecía que aún estaba dormida, qué aparecería de nuevo en la oscuridad cuando el recuerdo terminará.

—¿Esto es real? —solté sin poder evitarlo—. No... no vas a desaparecer, ¿verdad?

—No, cariño —rió con melancolía—. Esto es la vida real.

Sonreí un poco antes de agarrar su mano con lentitud, aún atemorizada de que desapareciera. El silencio pronto fue interrumpido por una puerta que se abrió sin siquiera tocar.

—Charlotte, he traído... —Mi madre y yo volteamos hacía el frente antes de que toallas y botellas cayeran al suelo haciendo un desastre en la madera.

Si no hubiera sido porque mi madre apretó mi mano, hubiera pensado que estaba soñando otra vez. Liam estaba ahí, mirándome perplejo, sin saber siquiera que hacer.

—¡Oh vaya, mira la hora! Debo regresar al congreso ya que tengo trabajo, cariño. Nos vemos por la noche, ¿sí? —Mi madre fue la primera en hablar. Liam siguió mirándome inclusive aunque Charlotte hizo una reverencia y partió sin decir nada más.

No supe cuanto tiempo nos quedamos mirando el uno al otro. Él ahí parado en medio de la habitación y yo sentada, temblando como gelatina. No sabía que decirle ya que recordaba aún su voz desesperada para que no me fuera sin él. Abrí mi boca para decir algo, más cuando encontré las palabras exactas, él ya había llegado a la cama y me había besado sin decir ni una sola palabra.

Sus labios helados presionaron los míos con deseo y desesperación. No pude más que llorar en silencio mientras entendía que la paz que tanto había buscado, la había encontrado en aquel hombre que se separaba lentamente de mí. Sus ojos verdes me flamearon de repente y como si quemase, se separó tan rápido que me sentí extrañamente abandonada.

—Liam...

—Lo siento. —Se tapó el rostro un tanto—. No quería que fuese así. Maldición, lo había planeado todo.

Me toqué los labios sin entender que decía. ¿Planear? ¿De qué estaba...? Miré hacia adelante, Liam se había vuelto hacía mi, estaba hincado a un lado de la cama, esa cama grande que recordaba que era suya.

—Déjame vuelvo a empezar. Lo siento —repitió de nuevo—. Perdóname por convertirte en un monstruo. Fui egoísta pero no deseaba perderte. Sé que fui un imbécil, un bastardo sin nombre que te trató peor que a un animal. Te hice pasar tantas cosas que no sé realmente como deshacerlas. He tratado de crear un mundo nuevo pero sin ti, nunca estará completo.

Respiré profundamente al mirarle temblar como yo. Estaba tan nervioso que sudaba y no podía mirarme a los ojos.

—Si no quieres estar conmigo, puedo entenderlo pero... yo realmente te amo.

No pude evitar sonrojarme. Sonrojarme por lo que acababa de decir y por lo que yo diría.

—Perdóname... —Inmediatamente me miró de una manera rota, como si estuviese perdiendo su alma. No pude evitar morderme los labios, sabiéndome loca—. Por dejarte solo, perdóname.

Parpadeó antes de levantarse y lentamente, acercarse a mí. Abrí mi boca para decirle más, aquello realmente importante que anhelé decirle en la oscuridad, más volvió a callarme con sus labios y yo no me hice del rogar. Pasé esa y muchas noches más a su lado, comprendiendo que después de tanta tiranía y maltrato hacia mi especie, la era vampírica había llegado a su fin... y no descansaríamos hasta crear una nueva para nosotros.



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top