50. No me odies
Salí aprisa de la mansión con nada más que mis piernas como vehículo. No le había dicho nada a Bryant y siquiera me había detenido para menospreciar a aquella mujer esquelética que se me había entrometido en el paso. Nada me importaba. Necesitaba verla, ver esos ojos tratando de hacerme pelea.
Me sonreí débilmente al saber bien ahora el por qué de mi desesperación, de mis cambios repentinos de humor y del infinito odio que sentía al principio por ella. No era porque se parecía a Evangeline, no. Era algo diferente, algo que hasta ahora podía confirmar. La había odiado porque sabía que con aquella maldita actitud prepotente y profundamente sumisa, iba a convertirme de nuevo en el hombre estúpido, débil y enamorado que antes y ahora era.
Ciertamente, y aunque me doliese admitirlo, me había cambiado de adentro a fuera. ¿Habían sido sus ganas a la vida o sus ansiados anhelos por verme feliz? Tensé mi mandíbula pensando ahora en la gran culpa que caía entonces en mi pecho. Había hecho tantas cosas despreciables que no sería una gran sorpresa si ella se negase a volver conmigo... pero ella ya no tenía opción. No podría escaparse de mí.
No dejaría que volviese a pasar.
Sí, estaba molesto aún porque había decidido dejarme en ese bosque, pero no le daría el privilegio de verme solo de nuevo. Ella había venido a buscarme, ¿o no? Pues bien, me había encontrado y ahora, tendría que ocuparse de lo que había provocado.
Sentí culpa, ciertamente algo que no había sentido desde hacía ya mucho tiempo. Realmente la había jodido aquí. ¿Cómo sacaría adelante esto? Pensé un millón de veces la respuesta a tan grande duda más el resultado siempre fue el mismo: Iba a hacer que me perdonase, de eso me encargaría yo más tarde. Mi misión ahora era el ir por ella y regresarla a la mansión a como diese lugar. Eso era todo. Volker y compañía podrían esperar un día o dos. Hoy solo quería verla para confirmar aquello que aún no podía creer que volviese a sentir.
Mis manos me temblaron y por un pequeño instante, recordé la emoción que me indagaba cuando iba a ver a Evangeline a aquel olvidado bosque que ya no arraigaba a mi sentimientos de odio. Me sentí como cuando tenía apenas y unos cuantos siglos de vida. Me reí inconscientemente al pensar que estaba tan loco como ella. ¿Cómo era posible que se hubiese enamorado de mí? ¿Por qué había sido tan tonto en no descubrir lo que esa niña causaba cuando la veía casi morir? Esa cría tenía más agallas de las que yo creía y hasta ahora las hacía notar.
¿Qué le diría cuando llegase a su casa? ¿La arrastraría como siempre hacía? ¿La tomaría de la cintura y la cargaría? Me sentí un imbécil al saber que tal vez vibraría bajo mis brazos. Disminuí el paso conforme el pueblo se acercaba. Esta vez, no pude evitar golpearme la frente al saber que eso sería, tal vez, demasiado.
¿Tendría que disculparme? Divisé cierto bochorno al imaginarme pero a la vez, sentí cierta confianza al tener aquellas frases ya grabadas en mi mente. Sí, eso haría. Iría allá a disculparme y le instalaría la duda para que regresase conmigo a mi gran mansión. Si se negaba, bueno, ya la recogería entonces a la fuerza. Hoy no regresaría sin ella, eso lo tenía bien claro.
Con aquello en mente, volví a la marcha. Caminé en vez de correr, ya que esta vez estaba, increíblemente, bastante nervioso. La gente que yacía entre la muchedumbre me miraba; algunos murmuraban. Me aguanté las ganas de gritarles que los mataría. Esto era degradarme demasiado, pero hasta cierto punto, me lo merecía. Merecía esto y mucho más por ella.
El hecho era que, lamentablemente, la necesitaba aún más de lo que yo creía.
Respiré con fuerza al saberme un tonto y que probablemente eso me hacía notar entre la calle. Las mujeres no dejaban de mirarme con cierta duda y miedo a la par en que me acercaba a aquella casa alejada de toda la civilización humana. ¿Tenía algo en la cara? ¿Por qué no seguían jugando a creerse invencibles? Me sentí pequeño, atacado por tanta mirada.
Apresuré el paso conforme las personas aumentaban. ¿Por qué creían que venía acá a matar a alguien? Podía escuchar aquello de algunas. Pronto, si no fuera porque a mí se me hizo la eternidad engendrada, llegué a aquella enorme casa que parecía vacía, algo huraña y triste. ¿Por qué presentía que algo malo había pasado? Mis manos tocaron la puerta esperando encontrarme con su madre sorprendida pero lo que me sorprendió a mí fue que la puerta estaba entreabierta.
No dudé en hacerlo, simplemente lo hice. Entré haciendo ruido, gruñendo por alguna explicación... más al ver a su madre en la cocina bañada en lágrimas, me hizo sentir alarmado. Subí los escalones aprisa, esperando verla en aquel ático de nuevo escondida entre sus piernas... pero todo estaba vacío: el baño, la recamara. Ella no estaba en casa.
Apreté los puños al sentirme torpe, decepcionado y extrañamente, roto. Abandonado.
¿Dónde mierda estaba?
Bajé las escaleras recordando a Charlotte deshecha en la cocina y, sin esperar a que se repusiera de sus malas andanzas, traté de controlar el enojo que me saturaba por dentro.
-¿En dónde está?
Esperé respuesta pero ella no hizo ni el esfuerzo de mirarme. Aquello me puso a cien. Yo no había venido acá por nada y menos para que una maldita y asquerosa mujer me ignorara.
-¿En dónde... está? -Respiré con fuerza, sabiéndome ya sin humor.
La mujer, que en el suelo yacía descompuesta, me miró con agresividad... una de las primeras miradas que creía que hacía en su vida. Parecía al fin darse contra la pared, así como su hija había hecho ya muchas veces.
-No voy a decírselo.
Aquello me sorprendió. ¿Por qué no quería decirme? Tensé mi mandíbula al saber que quitarle un ojo o romperle los brazos no me ayudaría mucho para que esa niña me perdonase. Respiré con fuerza pensando alguna que otra cosa para hacerla hablar.
-No tienes opción.
-Ella tampoco la tenía.
Mi frente se arrugó al escucharla. ¿Opción? ¿De qué mierda estaba hablando ahora?
-No te lo voy a preguntar de nuevo... ¿en dónde está?
-¿Por qué debería decírselo? -Se paró del suelo con toda la fuerza que creía que no tenía-. Ella está preparada ya para morir pero no para vivir de nuevo... con usted. -Hizo un silencio que a mí me hizo enfurecer. Ella no sabía nada. No entendía lo que ella significaba ahora-. No dejaré en sus manos aquello que yo no atesoré al principio. Soy su madre y aunque me duela admitirlo, prefiero que muera que dejársela para hacerla llorar de nuevo.
-Yo... yo no vengo a hacerla llorar. -Apreté mis puños, sabiendo perfectamente a lo que se refería.
-¿A qué ha venido entonces? ¿A llevarla de regreso? ¿A torturarla como lo hizo con todas las demás? -Sus palabras me dolieron en el ego. ¿Desde cuándo una mujer humana podía hacerme ver mis grandes errores de esta manera tan humillante?-. Usted sigue siendo el mismo hombre desagradable de siempre. Seguramente la trató al igual que lo hizo conmigo y eso, aunque pueda y me mate, debo decir que es algo imperdonable. No puedo creer que mi hija...
Esperaba más gritos de su parte pero un silencio lleno de recelo me hizo voltear a verla. ¿Ahora qué?
-¿Qué hace usted aquí?
El eco de su pregunta me hizo chistear, tensar mi mandíbula con cierto nerviosismo. Nos sumergimos pronto en un silencio que me hizo respirar con más fuerza. Yo... yo no quería decirle eso a ella.
-Usted siempre quiso escaparse de la realidad.
-Yo no...
-¿Qué se siente ahora que el presente lo ha alcanzado? ¿Duele, verdad?
Mis ojos se conectaron con quien, solo ahora, tenía más poder que yo. Era cierto lo que decían, tener una madre era el mejor privilegio de todos...
-¿Qué? ¿Me vas a decir que siempre has vivido en el presente? -Se rio-. ¿Entonces por qué la abandonaste?
Sus preguntas me hicieron mirarla con una gran prepotencia sumisa. ¿Se estaba burlando de mí? Apreté los puños aguantando cada chiste. Tal vez esto era lo que me merecía.
-¿Terminaste? -Aclaré mi garganta aceptándolo todo.
-¿El gran Liam Dagon, vampiro de vampiros, está arrepentido al fin?
-¿Podrías decirme, por favor, en dónde está?
Se hizo un silencio largo, molesto para mí. Era cierto, todo lo que decía era cierto... pero restregármelo en la cara no daría resolución a los problemas. Necesitaba encontrarla primero, ya después ella se encargaría de golpearme si era necesario.
-¿Podría prometerme algo?
Me miró esperando, sin embargo, mi amargo gesto la hizo sonreír. ¿Por qué todas las de su familia sabían cómo molestarme?
-Debes prometer que no dejaras que llore.
-¿En dónde está?
La mujer se sonrió a sí misma y sin esperar más, respiró con fuerza.
-No lo sé con exactitud...
Apreté mis puños en señal de desesperación. ¿Había estado jugando conmigo todo este tiempo? No pude evitar agarrarla del cuello, alzarla del suelo y esperar que me dijese de una buena vez la verdad. Podía verlo en su mirada, ella sabía que había pasado aquí.
-Me dirás todo lo que sabes si es que no quieres que te mate -solté entre dientes, ya en un punto de locura extrema. No me importaba que ella fuese su madre. No tenía tiempo para gastarlo aquí.
-Se lo he contado, Liam.
La dejé caer de nuevo.
-¿Qué le dijiste?
-La verdad.
Mi mandíbula se tensó al escucharla desde el suelo. ¿La verdad? Si era la verdad que yo creía, ¿por qué se lo había dicho? ¿Quién le había permitido aquello? Ahora ella me miraría como lo habían hecho todas las demás; con lástima y caridad.
-Ella... lloró de nuevo, sin embargo, hicimos como si nada hubiese pasado. -La vi sollozar de nuevo-. Al amanecer, cuando creímos que volveríamos a la normalidad, él... él simplemente se la llevó.
-¿Qué dices?
-Caroline aceptó morir por mi culpa.
Mis puños se deshicieron al escucharla.
-Dagon, ¡mi hija se está sacrificando como lo hizo Eva por su madre! No dejes que eso ocurra, no dejes que la historia se repita.
¿Por qué de nuevo?
Corrí de aquella casa sin decir ni una sola palabra, sabiendo perfectamente hacia dónde debía de ir. Los del Congreso ya me tenían fastidiados con tanta monarquía. ¿Qué querían en realidad? No eran más que hombres sin que hacer, sin fines ni propósitos. ¿Por qué habían conquistado el mundo para comenzar? ¿Era el poder? ¿Necesidad? La vida eterna ya no tenía diversión si los humanos no habían esperanza.
Caminé decidido, con el aire acumulándose en mis pulmones con fuerza. Tensé mis puños sin pensarlo. ¡Acabaría con la monotonía de dos siglos completos por gusto! Ese imbécil siempre tenía que ser tan entrometido; nunca me había dejado vivir en paz desde aquel día.
Una vibración cortó mi ira. Me sentí desbastado al tener que aguantar las malas palabras que con ansia querían salirse de mi maltrecha garganta. Mi mano derecha se resbaló por la bolsa de mi pantalón. Ahí, el teléfono me llamaba.
-¿Qué? -Escupí con toda mi ira acumulada. Volker me las iba a pagar todas hoy.
-Liam, no sabía si contarte, pero creo que es necesario...
-¿Qué quieres, Adam?
-¿Recuerdas que cada mes traen a una chica para el banquete?
No hablé, sabiendo perfectamente que seguía.
-Ella está aquí.
Me sentí furioso al saber lo que Volker planeaba. ¿Quería retarme? Bien... lo había logrado.
-Adam, ¿puedo hacerte una pregunta?
-¿¡Liam Dagon haciendo preguntas!? ¡Dios mío! ¿Tanto poder tengo?
-¿Eres mi amigo o mi enemigo? -Ignoré sus bromas y solté aquello mientras me hacía dueño del bosque y de toda criatura que se atrevía a cruzarse en mi camino.
-Morimos juntos en esa guerra, Liam. -Su voz ronca me hizo sonreír-. ¡Qué preguntas tan tontas haces!
-¿Me prestarías tu hombro para cubrirme de otra bala?
Se escuchó un leve silencio, seguramente porque Adam imaginaba que era lo que le iba a pedir. Sabía que meter a un vampiro de clase medio alta a la pelea no haría que la batalla fuese más fácil, pero lo necesitaba. A él, a Bryant y a todos los que pudiera conseguir en este instante.
-¿Qué hay que hacer?
Me sentí aliviado de escucharlo más aquello no me hizo menos prepotente. Estaba molesto, furioso en realidad.
-Destruir a todos.
Adam soltó una débil sonrisa por el comunicador. Ese bastardo iba a ayudarme por como sonaba su despreocupada risa.
-Volker es un imbécil al meterse contigo.
-Adam, ¿puedes hacerme un favor? Protégela por mí mientras llego allá.
-Como ordene, emperador.
Escuché la llamada terminar por lo que bajé el teléfono despacio. Esto era, podía sentirlo. Hoy, justamente porque estaba bastante molesto, terminaría con cada uno de los cobardes que se habían atrevido a ponerme un dedo encima. ¿Querían tocar mis cosas? Bien, pero ahora no dejaría que ninguno viviese para contarlo. No permitiría algún falló. Todos y cada uno de ellos iban a hacerse polvo bajo mis manos. Volker primero y luego... su padre.
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Tal vez los decepcione el tamaño del capitulo, pero acabo de llegar a mi casa del hospital (ya dije el porque estuve ausente en facebook) así que quiero acá decirles a todos lo mucho que los aprecio, por el apoyo, por esperarme y por hacerme sentir tan querida en momentos tan díficiles de mi vida. Espero que les haya gustado este capitulo chiquito y les prometo, que escribiré lo mejor que pueda para traer un capitulo mucho más largo que este. Un beso enorme, los amo con todo mi corazón.
-Nancy A. Cantú
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