46. Última noche
Sentí el álgido y lluvioso viento de la noche golpearme. No sabía que estaba pasando pero discernía bien que Liam me estaba cargando y que viajábamos a velocidad de la luz. No había querido abrir los ojos ni entender que ocurría; lo único que deducía era que ya no estábamos en la mansión Dagon y a por cómo Liam corría, nos estábamos escapando hacia quien sabe dónde.
Habían pasado cinco minutos desde aquel capitulo. Ese en donde Volker había lastimado a Liam y Leonard había aparecido para secundarlo. Yo lo había visto cuando aquellos ojos me flamearon. Cuando aquellos ojos verdes se hicieron rojos y ansiaron ver mi sangre derramada en el suelo, pude ver eso a lo que todos llaman traición.
Pero, ¿por qué me sorprendía? El congreso ya le había dado la espalda a Liam desde hacía años. Quise juzgar e intervenir… pero bien sabía que no me correspondía, que no podía hacer nada al respecto. Esto era un problema que ya acarreaba cola desde hacía siglos.
¿Y todo por Evangeline? Mi corazón palpitó enojado, furioso. ¿Por qué no podía dejar de pensar en su inocencia a pesar de haber entendido bien quien había tenido la culpa aquí? Eva no había sido tan ingenua después de todo y había sido Liam quién había pagado los platos rotos al final. Ella había rehecho su vida y muerto en el proceso. ¿Liam…? Liam tan solo había terminado por torturarse y romperse hasta el día de hoy. Hacerse de una máscara que no le quedaba pero estaba bien claro que no quería tirar.
Sentí el golpe duro del suelo en mis muslos. Pegué un grito de dolor al salir de mis pensamientos tan rápido. Volteé hacia atrás hecha una furia dispuesta a reclamarle pero lo que vi me hizo callar. Liam sangraba más de lo normal. Mi rostro molesto cambió por uno de preocupación. ¿Por qué sangraba tanto? ¿Por qué parecía arder en dolor?
Liam volteó a verme y con la misma sonrisa con la que me había recibido el primer día, se desplomó. Cayó al suelo en un seco sonido que me erizó de pies a cabeza. Mis piernas actuaron por si solas y en cuestión de segundos, ya estaba a su lado vibrando como gelatina.
¿No estaría… muerto, o sí?
Dos de mis dedos se lanzaron a su cuello y casi sin pensar traté de encontrar un latido. El silencioso sonido me hizo recordar que era un vampiro, así que no pude hacer más que pegar mi oreja a su pecho. ¿Respiraba? Sí, pero muy lento.
Me separé de su cuerpo con lágrimas en los ojos, extremadamente aliviada. Me tapé los labios envuelta en un mar de sentimientos encontrados. ¿Desde cuándo sentía consuelo al saberlo vivo? ¿Desde cuándo había dejado de odiarlo?
Miré a mis costados intentando buscar algo, cualquier cosa que lo ayudase a mitigar aquel gesto de agonía reflejada en sus labios. ¿Qué debía hacer? Estábamos en un bosque y en medio de la nada, con la lluvia encima de nosotros y sin un solo medicamento el cual administrarle. ¡Los vampiros no podían morir así! ¿Liam no iba a morir así, verdad? La simple duda me hizo voltear a todos lados, buscando cualquier indicio de supervivencia. La necesidad y el desasosiego me hicieron ver más allá de lo que normalmente hubiese visto. A unos cuantos metros y entre las gruesas y feroces gotas de lluvia, una cueva oscura se reflejó en mis ojos.
El poder humano por querer salvar a alguien hizo lo suyo y sin saber cómo o por qué, pasé los siguientes minutos arrastrando a aquel vampiro hacía aquel lugar que parecía seco y acogedor. Sin embargo, cuando llegamos, pude sentir lo frio que era y que en realidad estaba tan húmedo como todo el lugar. Sí, nos resguardaba de la lluvia pero eso era todo. Quise pensar en positivo más al voltear a ver a Liam, pude observar el camino de sangre oscura que había dejado a lo largo y que la herida no se había curado por sí sola. Estaba tal vez más grande que antes y ahora cubierta de lodo. Liam respiraba agitadamente en sueños y casi por inercia, descubrí que tenía una fiebre terrible.
¿Qué podía hacer por él? Pensé por un cuarto de minuto y cuando estuve a punto de desertar, mi madre se me vino a la mente. ¡Qué tonta era! ¿Por qué no lo había pensado antes? ¡Para esto había estudiado tanto esas malditas plantas! Salí de la cueva y con una mueca en mi rostro, miré a toda la vegetación verde que se reía a mí alrededor. Esta iba a ser una larga noche, pero no podía darme por vencida. No podía dejarlo, no ahora. No cuando al fin podía entenderlo un poco. No cuando lo había visto luchar y a su verdadero yo despertarse.
.
No sé cuánto tiempo pasó y no entiendo cómo es que la encontré pero entre la lluvia violenta y el campo inútil de hierbas, había hallado más allá del kilometro y medio, algunos ramos de consuelda para el mejunje que tenía planeado. No había visto lavanda o equinácea, pero estaba feliz de encontrar aquella flor morada que, si bien recordaba, favorecía a la capacidad de renovación de tejidos y de inhibición bacteriana.
Crucé mis dedos para que aquello fuese efectivo también en vampiros y, regresando a aquel lugar más rápido que antes, me puse manos a la obra. Encontré como rayo una roca grande y perfecta para hacerse pasar como un mortero. Tomé la consuelda y separé las raíces, flores e incluso las grandes hojas verdes que utilizaría luego como vendas. Tomé un poco de agua de lluvia y empecé a triturar todo con otra roca pequeña. Los minutos se hicieron horas pero cuando la pomada estuvo lista, recordé que me faltaba hacer algo bastante importante: desvestir a mi paciente.
Tragué saliva al pensar aquello pero me paralicé al final al recordar ese momentáneo trauma que no había podido olvidar. ¿Por qué me temblaban las manos? Ahora que lo pensaba, esta sería la segunda vez que vería su torso desnudo y con ello, el tatuaje parecido al que me habían hecho a mí en el brazo derecho. Toqué inconscientemente la cicatriz que yacía cubierta por mi mojada prenda y evocando los sueños, no pude evitar bajar la mirada.
Me acaricié la sien pensando en tal tontería. No era momento para mis miedos y sentimientos. ¿Por qué estaba tan enojada con ella? ¿Por qué quería abofetear a Evangeline ahora? Volví a posar mis ojos en quien sufría no solo físicamente y con determinación, mis manos se fueron justo a su camisa negra. Sin embargo y ante mi sorpresa, sus ojos se abrieron y sus labios de despegaron.
—No… me toques —me dijo.
Por un instante no supe que hacer. Mis manos se habían detenido casi al igual que mi respiración. Mis ojos se conectaron con aquellos que parecían estar al borde de la muerte. Aquel simple dije me hizo volver a mis andanzas; desabotonar su camisa aprisa sin importarme que aunque cansado, él parecía querer incinerarme viva.
—¿Qué estas…?
—¿Haciendo? —Le interrumpí furiosa y con una sonrisa sarcástica—. ¿Qué no lo estás viendo? Liam, si no te ayudo ahora, morirás.
Pude ver su mandíbula tensarse pero sus músculos contrayéndose, relajándose… dejándose hacer por primera vez. Respiré decepcionada al sentir sus ojos clavándose en mi cabello con asco. ¿Tanto repudio me tenía? Sonreí para mí misma antes de acercarme a él con el agua que había tomado antes y la pomada natural que había preparado. Advertí que le dolería pero él no me respondió, solo guardó silencio mientras hice lo que tenía que hacer. Limpié el lodo, coloqué el ungüento y lo sellé todo con las hojas. Pude ver una leve expresión de dolor en su rostro pero aguantó todo sin mediar palabras.
Al terminar, volteé mi cara a la suya, sabiendo a la perfección que nuestros ojos quedarían a centímetros de toparse. Por alguna razón ansiaba eso: estar cerca de él y que me viera… que no escapara de mí.
Sus ojos me miraron de nuevo enfadados pero ciertamente cansados. ¿Por qué siempre me miraba así?
—Quítate de encima.
Reí por dentro. ¿Y si no quería? ¿Y si no lo hacía? ¿Qué podía hacerme? No me alejé, es más, me acerqué más a él. Sentí su respiración entrecortarse.
—¿Qué estas…?
Mi mano derecha se posó en su frente.
—Tienes fiebre —solté sin dejarle de mirar a los ojos—. Deberías dormir.
Él me miró como si estuviese haciendo una muy mala broma.
—No duermo.
—Cierra los ojos entonces.
Me alejé solo por escuchar a mi corazón acelerado y rebelde. Nunca antes había contestado así pero se había sentido increíble. Era una sensación de libertad a la cual me iba a aferrar de ella esta noche… solo ahora que él no podía hacer algo para defenderse o matarme.
Liam no dijo nada más pero con un ceño realmente encolerizado, cerró los ojos casi aprisa. Le escuché hacer una respiración profunda como si intentase tranquilizarse. Aquello me hizo sonreír. Verle acatar órdenes sin quejarse o al menos amenazarme con destruirme realmente era extraño.
El silencio pronto se hizo de nuevo y entonces pude sentirlo todo: la humedad de las rocas, el silencio en mis oídos, el frío en mi cuerpo e incluso su mirada perdida que viajaba a veces entre las rocas. Por alguna extraña razón, entre el goteo de la lluvia y las canciones de los búhos, volví a recordar la carta… aquella que entre palabras mencionaba lo mucho que lo había esperado. ¿Por qué eso ahora sonaba como una gran mentira? Miré al pelirrojo que yacía tan perdido como yo. ¿Es que Liam estaba pensando en eso también? Apreté mis puños y tragué saliva. ¿Por qué sentía otra vez esa presión en mi pecho con solo pensar en aquello? ¿Por qué deseaba que se olvidase de ella? ¿Es qué había algo que yo no sabía… que no entendía? No podía ser que una sola mujer le hubiese hecho tanto daño.
—Liam, ¿puedo preguntarte algo?
—Silencio.
Mordí mis labios de nuevo, sabiendo perfectamente que Liam no quería escucharme. ¿Es que mi cabello rubio le recordaba a ella? ¿Era por eso que no me había querido ver desde que había entrado de nuevo a esa mansión?
—Necesito saber…
—No me interesa.
—¡Es importante! —insistí.
—¿Crees que me importa?
—Por favor…
No escuché su voz ahora. Parecía haberlo desarmado con aquel último suspiro. Pude observar sus ojos de nuevo en mí, fastidiado pero aún así, guardando silencio. Esperando a responder para no volver a escuchar mi voz.
—¿Por qué nos odias? —solté, refiriéndome a los seres humanos en general.
—Ustedes nacieron para hacer sufrir. —Liam había entendido a lo que me refería. Fijó su mirada en el techo de tierra al pensar en que más contestar—. ¿No estoy en mi derecho de odiarlos? Los seres humanos no deberían existir.
Le miré fijamente a pesar de que él evadió mis ojos casi al instante de terminar de hablar. ¿Por qué parecía dolido con esas palabras? Recordé su diario y todo lo que había descubierto. Mi corazón se estrujó en mi pecho al verle tan frágil y sin máscara. ¿Por qué ansiaba abrazarle y consolarlo? Darle un hombro en donde llorar.
—Liam, yo sé que tal vez nunca hallarás a alguien que te entienda a la perfección. —Bajé la mirada, intentando darle un poco de ánimos. Era lo único que podía hacer—, pero no todos somos así… Evangeline fue una tonta pero…
—Cállate. —Le vi intentándose de incorporar.
—Estoy segura que ella nunca deseo hacerte esto. —Volteé hacia delante de nuevo, viéndole acercarse a mí—, incluso cuando Demetrio…
Sentí algo helado atrapar mis labios. Abrí mis ojos sorprendida al ver aquel cabello rojo tapándome la vista. ¿Qué estaba…? Vi su boca separándose de la mía y con un rostro aún más molesto que antes, escupió que me callara de una buena vez.
No pude responder, estaba en shock. Escuché de él una sonrisa apática antes de volverse a echar. ¿Me había… besado? Repetí la sensación del hielo caer y no pude evitar tocar mis labios para cerciorarme de lo que había sentido… justo ahí.
Al entender realmente que no lo había soñado, mi corazón celebró aquello como si fuese año nuevo. Mordí mis labios, sonrojé como nunca antes lo había hecho. Me congelé, le miré y entonces, dejé de sonreír. Liam no me estaba viendo, es más, parecía más asqueado que antes.
—¿Por qué me has…?
—¿¡Por qué sigues hablando!? —Exasperó, casi en susurro por sus terribles y profundas heridas—. Las mujeres se callaban de esta forma hace quinientos años.
La emoción que había sentido mi alma se esfumó como el rayo que acababa de iluminar la cueva y todo el bosque.
—¿Así se callaba Evangeline?
Otro rayo azotó la cueva. Nuestros rostros volvieron a brillar.
—¿Podrías dejar de hablar de ella?
Bajé la mirada muerta de una vergüenza entristecida al sentir su mirada atravesarme por completo. ¡Qué tonta había sido! ¿Solo yo había sentido mariposas por dentro? Esbocé una sonrisa, intentando olvidarme de aquello. ¿Pero por qué me sentía tan pequeña y dolida? Mi corazón se hizo piedra, segura de que algo malo estaba pasando conmigo. ¿Realmente el ver su pasado me había cambiado tanto? ¿Por qué me sentía tan triste por esto? Apreté mi mandíbula con fuerza, sintiendo cierta pena por no poder sacar esto que estaba acabando conmigo. ¿Por qué me había besado si le daba asco? ¿Por qué? Le miré de nuevo, esta vez enojada, desesperada, insultada e incluso indignada. ¿No quería que hablase de ella?
—¿A qué le tienes tanto miedo?
—¿Qué?
Pude ver aquellos ojos pasmados por lo que había dicho. Pude escuchar un nudo en su garganta formarse. Algo olía muy mal aquí.
—¿¡A qué le tienes tanto miedo, Liam!? Por favor… ¡Evangeline te quería y aunque Demetrio le hizo tantas cosas, estoy segura que ella no te dejó! Viste mal. ¡Debiste ver mal!
—¿Tanto deseas morir?—soltó, haciéndome frente.
—¡Ella no le sonreiría a su violador! —le ignoré, hablando un poco más fuerte—. Yo sé lo que es ser ultrajada y créeme, ella no haría tal cosa.
—¡Maldición! —gritó ahora—. ¡Deja de hablar de ella!
—¿Por qué? —añadí, ahora más calmada, mirándole de frente. Observando aquellos ojos adoloridos por la herida que se hacía cada vez más grande—. ¿¡Es porque no fuiste a verla!?
—Ya sé —aulló antes de bajar la mirada—. Ya sé que la abandoné… ya lo sé.
Dejé de hablar. Le miré con los ojos abiertos, observando cómo me miraba de una manera totalmente diferente a la que normalmente miraba a los demás. Esta vez, se notaba avergonzado, taciturno y humillado por lo que acababa de decir.
—Déjame solo.
Miré mis manos sin comprender a lo que se refería. ¿Abandonarla? ¿De qué estaba hablando? ¿Ella lo había abandonado primero a él o no? Su diario lo había aclarado muy bien. ¿Es qué había algo que me estaba perdiendo? Mi cuerpo tembló al avecinar la verdad, esa que estaba muy bien sepultada en la mirada lúgubre del verdadero Liam. Observé aquella espalda ensangrentada que se oponía a la simple idea de volver a verlo. Intenté sacar entonces la verdad por mí misma repitiendo todo lo que sabía en mi mente. Los sueños, la carta y el diario. ¿Qué no coincidía? ¿Qué me estaba perdiendo?
Lancé mis ojos a la tierra, perdida en un trance que para mí fue bastante largo. Pude volver a ver a Evangeline sonreír, a Liam sonrojarse, a Volker sin cicatriz. La lluvia, los llantos, los gritos y la pelea. Tragué saliva al acercarme al suceso que no entendía. Liam había reconocido a Volker Green como el vampiro culpable de los hechos. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué Evangeline le había sonreído a su enemigo? Miré de nuevo a Liam, recordando entonces como él había mencionado que Evangeline le había sonreído a Demetrio. Volví a repasar aquello una y otra vez en mi mente hasta que aquello mismo me hizo abrir los ojos poco a poco. ¿Por qué no había podido verme a la cara y decírmelo? ¿Por qué me había dado la espalda en ese entonces?
—¿Me… me mentiste? —solté aquello sin pensarlo. No había otra solución al problema—. ¿Me mentiste, verdad?
Pude ver como volteaba a verme. Mantenía su mandíbula tensada y me miraba de una manera sería y gélida.
Aquello me golpeó por dentro, me deshizo en mil pedazos. Tragué saliva, sentí mis ojos humedecerse. ¿Él no se había atrevido a engañarme con algo tan delicado como eso, verdad? ¡No podía ser!
—¿La viste sonreírle a Demetrio?
—No, ella nunca sonrió.
Mis ojos se fueron a los suyos, esos que trataban de apelar los míos con cada pestañeo. Respiré con fuerza, temblé como gelatina por el gran hallazgo.
—¿Qué… qué viste, Liam?
Nuestros ojos se cruzaron por primera vez sin maldad. Sentí una opresión en el pecho al escuchar la tormenta encima de nosotros. El aire se hizo más pesado, más frio. Liam no podía mirarme.
—La vi llorar ahí todo el tiempo.
—¿La… la dejaste sola!? —Traté de no llorar. No podía romperme ahí. No debía hacerlo.
—Soy un vampiro —habló de una manera desinteresada pero algo rasposa—. ¿Qué querías que hiciera?
—¿¡Ir por ella!?
—Le iba a destruir la vida por completo.
—¡Ella te amaba, maldición! Estoy segura que lo hubiera dejado todo por ti.
—¡Eso no es cierto! —Pareció alterado por aquello último.
—¡Liam, ella te estuvo esperando día y noche para que aparecieras pero no lo hiciste! ¡No te entiendo! En realidad, ¿por qué odias a los seres humanos si eres tú quien hace sufrir a los demás?
—¡Estaba embarazada! —Explotó como si aquello fuese la respuesta a todo—. Ella trató de tomarse la pastilla abortiva pero prefirió quedarse con la cría.
Abrí la boca para decir algo… cualquier cosa mas de ella no salió ni una sola palabra para la cual defender lo indefendible. Me había dejado sin armas con las cuales pelear. Estupefacta por lo que acababa de escuchar.
—Tú… tú deberías de entender —soltó casi sin aliento—. Tú te embarazaste de igual manera pero te fue tan fácil... tomarte esa pastilla no te fue tan difícil. ¡Abortar no te fue tan difícil! ¿Por qué Evangeline no pudo pensarlo así? ¿Por qué… por qué tuvo que escogerlo a él antes que a mí?
Escuché su voz romperse. Deshice la unión de nuestras miradas casi al instante. ¿Estaba llorando sin llorar? Me rompí por dentro al escucharle maldecir y comprender entonces que no podía lagrimear. Parpadeé sobre el suelo sintiendo entonces como mis helados pero finos sollozos recorrían mis mejillas. ¿Por qué? ¿¡Por qué lloraba yo también!? Tuve un escalofrío al escuchar en silencio como trataba de calmarse. Parecía alterado, roto al fin.
La incomodidad de la cueva ahora era bastante aplastante. Quería desaparecer, salir de ahí cuanto antes. Ver suspirar a un hombre dolido por amor era lo peor del mundo y eso, por si no fuera poco, me hacía que me doliera a mí aún más el pecho.
¿Por qué sentía como si fuese a morirme en ese mismo instante? ¿Por qué deploraba una tristeza infinita? ¿Por qué parecía que estaba entrando a un agujero sin retorno alguno? Suspiré mordiéndome los labios. No dejaría que me viese así. No quería que descubriese primero lo que yo recién intentaba entender.
—¿Por qué estás llorando? —Liam había volteado a verme confundido, envidioso.
—Yo… no, no lo sé.
Escuché una sonrisa de su parte. Una sonrisa tajante y venenosa que me hizo voltear a verlo.
—Eres muy tonta.
Mi rostro se llenó de pavor. Si bien antes era pálido, ahora lo estaba aún más. Sus ojos estaban casi tan negros como la noche justo porque sus pupilas dilatadas tapaban el rojo infinito al que siempre había temido. ¿Dónde estaba Liam? Lo que estaba frente a mi era un cuerpo vacio. Me acerqué a él casi al instante, temblando agonizante. Liam no pareció enfadado ahora. Estaba ciertamente serio, algo triste.
—Liam no puedes…
—No me… toques.
Parpadeé incontables veces sin saber qué hacer. Otra lágrima se derramó de mis ojos. Liam se veía tan lejano, tan perdido. ¿Por qué no quería que se fuera? ¿Por qué lo quería a mi lado… para siempre? Tragué saliva al verlo pelear solo. Sentí miedo, miedo a perderlo. Respiré con fuerza y sin saber por qué, me aventé hacia él. Mis labios chocaron con los suyos intentando darle un respiro de vida o cualquier otra cosa para que no me dejara sola. Sentí ese hielo sin derretirse, sin moverse. Mis lágrimas cayeron sobre él al entender aquello que tanto me había molestado antes: le amaba. Sí, aunque parecía estúpidamente ilógico, le amaba más que a mi vida, más que cualquier otra cosa.
—No me dejes, por favor. —Me separé para verlo. Sus ojos se abrieron entonces, completamente negros. Vacios, casi inertes.
Abrí la boca a pesar de que mis ojos decían todo lo que mi cuerpo ansiaba transmitir. Hiperventilé y quise pedirle ayuda para que me dijese que hacer pero lo que me soltó en el aire me heló por completo. Liam ya estaba alucinando.
—¿Eva? —volvió a repetir.
De mi corazón se escuchó un estallido. Volteé a verlo. Él me miraba a pesar de que no podía enfocar nada.
—¿Liam…?
—¿Eva?
Una lágrima rodeó mi rostro. Me mordí los labios y sin poder evitarlo, me trepé a su pecho para hundir mi cara en él. Lloraba más que antes, no lo podía reprimir más.
—No te vayas —solté intentando sonar como ella.
—Eva…
—No me dejes.
—No me iré.
Sentí como pesadamente posaba sus brazos sobre mí. Con las últimas fuerzas que tenía rodeó mi cintura, me abrazó con gentileza y eso me hizo derrumbarme. Llorar. Entender que él aún la amaba… que Liam aún quería a Evangeline con él.
Me quedé quita pensando que hacer en sus brazos. Yo podía salvarlo, lo sabía… solo era cuestión de un sacrificio voluntario pero, ¿no sería mejor que lo dejase morir y ya?
Sentí sus brazos perdiendo sus fuerzas. Abrí los ojos envueltos en lágrimas. Era ahora o nunca. «¿Qué decides Caroline, qué decides?». Mi cuerpo no esperó a mi respuesta. Algo dentro de mí mordió con fuerza mis labios. Brotones de sangre comenzaron a caer. No esperé, simplemente lo hice. Sin pensar y sin importarme si me maldecía de por vida, me lancé a besarlo de nuevo con un sentimiento asfixiante de abandono y necesidad.
Los segundos se hicieron para mí horas pero cuando pensé que había sido todo en vano, escuché como tragaba saliva. Me separé tan solo un poco sonriente, pero aquello despertó a una bestia sedienta por sangre. Los brazos que me abrazaban volvieron a tomar fuerza. Me sentí acogida por un sentimiento bastante calmado y reconfortante cuando dejó mis labios para pasar a mi cuello aterrorizado por quien lo lamía.
Cerré los ojos y sentí un pinchazo. Le abracé con fuerza y tratando de no gritar, solté en el aire que lo amaba bastante.
La lluvia continuó cayendo igual de feroz que siempre. Yo seguí dándole todo lo que necesitaba esa noche sabiendo perfectamente, que mañana por la mañana, me alejaría todo lo que fuera de él para no salir más herida de lo que ya estaba.
.
__________________________________________
Hola, sé que en estos momentos algunas estan con la boca abierta o tal vez otras llorando como lo hice yo mientras escribía esto pero, quería decirles: GRACIAS. Gracias por esperar, por tenerme paciencia. Este capitulo fue muy especial y no podía hacerlo al "ahí se va", ¿por qué? Creo que está de más que lo diga. Sé que me tardé mucho en continuarlo pero era por mi tesis, tareas, exámenes finales y en fin, toda la universidad me tenía amarrada de pies y manos. En serio les agradezco cada comentario del capitulo anterior. Fueron bastantes, respondí aquellos que tenían preguntas claras para no sumar spam, pero leí cada uno de ellos. Me llenó de felicidad que aún estuvieran la pendiente y bueno... no sé que más decir. Espero que les haya gustado, que me apoyen en los Premios Wattys con Light Bond y bueno, gracias por los 4,000 seguidores, todos esos votos y claro, EL MILLÓN DE LEÍDOS... >////< LOS AMO
PREGUNTA: ¿Que piensan de Evangeline y su NO al aborto?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top