27. Culpabilidad

Aún y a pesar de que había dejado a la chica esa anoréxica en el cuarto de la niña que no hablaba, la voz de aquella mujer no se escucho en la conversación. Ahí estaba yo, mirando entre la puerta entreabierta él como la esquelética joven parecía contrariada con sus acciones. Podía observar sus movimientos torpes, sus ojos abiertos por la sorpresa. Yo esperaba. Esperaba que la que me había ignorado, hablara. Estaba seguro que lo haría.

—Sabes… Bryant me mordió antier —Comenzó de nuevo a hablar—. Me dolió un poco, pero no tanto como… bueno, como antes. Lo ha hecho desde entonces y no me desagrada. —Observe desde el corredor, su hipócrita sonrisa—. ¿Seguro con esta anemia que tengo, no le puedo dar mucho, verdad? Parece tonto de mi parte, pero estoy tratando de ganar peso ¿Puedes ver? Creo que estoy ganándole a la anorexia

Mire de arriba abajo a quien intentaba llevar una conversación a la que no le respondían.

—¿Has comido? Creo que el día de hoy hará pollo rostizado con salsa de cebolla y ajo. Eso es lo que me ha dicho mi señor. ¿Crees que nos darán a nosotras? —Se volvió a escuchar aquella risa en la habitación. No pude evitar mirar ahora a quien estaba en la cama, inerte, sin responder los gestos a quien yacía desesperada por atención— Hace tiempo que no pruebo bocado de verdad, según mi señor aún no puedo comer en grandes cantidades porque me haría mal. Creo que él sabe de qué habla…

¡Bingo! Di al aire una media sonrisa. La niña media muerta le había regalado una mirada.

—Caroline… extraño tu voz —Confesó con cierta pena—. Me hace falta escuchar a alguien que me entiende, creo que te entiendo. ¿Te torturaron mucho? Me pasó una vez, no quería hablar para no enojar a nadie. No te preocupes, no le diré a nadie que hablaste. Será un secreto.

Mi sonrisa se deshizo. Sus ojos volvieron a la ventana.

—Karen… —Su voz quebradiza se escucho de pronto—. Yo… ya no soy yo

Estuve a punto de entrar en la habitación, seguro del castigo que le pondría ahora… pero la mujer sin carne pego un chillido, acaparando mi atención.

—Tú sigues siendo tú, mi ídolo

Los ojos de la mujer desvanecida en la cama, volvieron a ella. Mi cuerpo, que no quería aceptar la verdad, simplemente se hizo piedra. Aquella mirada yacía perdida en la oscuridad, justo como los de Evangeline aquel día. Apreté la mandíbula, dispuesto a entrar en acción, quitarle de la cara aquel gesto que me desagradaba.

—Mátame… por favor

Las palabras me tomaron por sorpresa. Mis ojos volvieron a quien no se había movido pero que ahora miraban a la nueva inquilina con intensidad.

—¿M-Matarte? ¿Que… que estás diciendo?

La mujer que había llevado a su habitación y cual era mascota de mi hijo grito la pregunta que yo mismo me estaba cuestionando. ¿Realmente le había escuchado bien? En serio creía que la gelatina que tenía enfrente suya iba a matarla. Reí inconscientemente, la de los ojos grises, por más que la odiara, era interesante.

—¡Caroline reacciona! —Su voz chillona me aturdió desde el corredor— ¡Esto fue algo que no debía pasar, pero tienes que ser fuerte!

Mire fijamente tras el borde de la puerta, topándome con aquella mirada en el techo que no derramaba lágrimas y ni se movía. ¿Qué estaba tratando de hacer?

—Mátame. —Volvió a pedirle a la anoréxica que se tambaleaba y se negaba— Si no lo haces tú… lo haré yo

—¡No! No quiero…

—Por favor

—¡A mí también me violaron Caroline!

Ese último grito dejo la habitación en silencio. Yo estaba medio aturdido, sorprendido y a la vez repugnado con tanta palabrería. Los humanos eran demasiado dramáticos. Una dejaba de hablar y otra creía que era una telenovela. Que horrible espectáculo.

—El está arrepentido, yo lo sé

Respire con cierta fuerza, intentando que mi risa no se escuchara lo suficientemente fuerte para que me escuchasen. Creo que la cría que estaba en la cama pensó en lo mismo que yo porque, aunque no sonrió, simplemente le miro como si acabase de decir la patraña más grande del mundo.

—No sabes lo que estás diciendo —Le interrumpió, con una voz rasposa, dolida e infame

—¡Le vi llorando! —grito— Vi llorando a tu dueño, al pelirrojo.

—¿Qué?

—El día que te violó, le vi llorando desde la ventana

No pude evitar yacer en silencio por más tiempo. Mi mano había girado el picaporte con fuerza y el azote de la puerta se pudo escuchar entre ambas. La anoréxica abrió los ojos con miedo, la otra mujer simplemente me miro sin creer nada de lo que estaba pasando. Mis orbes rojas estaban ardiendo de cólera. ¿Cuándo es que me había visto haciendo eso? Estreche mis ojos hacia quien decía haberme visto.

—No es lo que… —Intento defenderse

—Cállate

Al instante se hizo mi mandato. Escuche como se ponía nerviosa, como le temblaban las piernas huesudas.

—Lárgate —Hable con un simple gesto

En menos de un minuto, la esquelética mujer ya había pasado a un lado mío con la cabeza gacha, corriendo por el pasillo al terminar de cerrar la puerta.

—¿No la rechazas a ella? —Mi voz sigilosa se escucho de cierta forma molesta— ¿Te has atrevido a ignorar a quien te da casa y comida?

Observe como los ojos perdidos de la niña se volvían a poner en mí. Aquellas orbes que tanto odiaba, aquel color que tanto repudiaba, ¿Por qué me sentía tan culpable? Me acerque con rapidez a ella, tomándola del cuello con cierta contrariedad.

—Deja de mirarme

Empezamos una pelea de miradas. Era increíble que una humana intentase ganarme en un juego al cual yo estaba acostumbrado a ganar. Ceñí la mirada, sabiendo que cuantos minutos pasaran, ella no iba a dejar de mirarme.

—¡Deja de mirarme así!

Le apreté con más fuerza el cuello, ella parpadeo unas cuantas veces y entonces, entre mi locura y el silencio, pude observar como posaba su mirada en el techo y dejo de resistirse. Sentí su cuerpo hacerse jalea, respirando casi sin escucharse. Mi mano siguió apretándola, deseando deshacer aquel cuerpo que tanto aborrecía. Se parecía tanto a ella…

La imagen que cada noche me atormentaba en sueños llego de repente a mi cabeza. Instantáneamente, aunque no quisiera, deje de ahorcarla. Me lleve con cierta confusión la mano a mi rostro.

—No vas a ver a nadie —Sentencie minutos después, antes de pararme de su cama—. Olvida lo que acabas de escuchar y ni se te ocurra moverte. Te paras de este mueble y no vives el mañana.  

 Desde las alturas pude contemplar sus nulos movimientos. En su cuello se había marcado mi mano en una huella rojiza. Ella parecía no respirar, estaba ahí mirando hacia la nada. Mostrando una débil sonrisa para sí misma.

—¿De qué te ríes? —Apiñe mis dientes unos con otros, desesperado de aquella actitud

Como era de esperarse, la niña no me respondió, pero no por eso dejo de sonreírse. Respire con cierta fuerza, tomando el puente de mi nariz para intentar controlar las ansias de matarla.

Partí de la habitación dando secas pisadas, buscando con quien desvanecer la ira acumulada…

                                                                    * * *

                               “¿Liam? El es un hombre bueno, gentil”

     “¿Lo crees? A mí me parece algo macabro, pero es guapo y muy sexy”

Releí las palabras regresando de aquella forma al pasado; a observar aquella sonrisa que me había destruido. La que me había traicionado. Recordé sus labios del rosa pálido, sus ojos bicolores… su cabello largo.

                                                   “Creo que le amo”

                                    “¿Cómo puedes decir aquello?”

                                                    “El es diferente”

Mis ojos se perdieron en el espacio, escuchando dentro de mi mente los gemidos de aquella mujer. La gentil y amada Evangeline.

Tocaron a la puerta. Bryant pidió permiso para entrar. Respire con cierta fuerza antes de cerrar el diario que tanta historia traía consigo. La puerta se abrió con ligereza. El chico producto de una violación entro como si no le odiase.

—¿Me ha llamado, señor?

—Sirve dos copas de whisky y siéntate

Quien no traía ahora sus pupilentes y mostraba aquellos ojos que se emparejaban con los míos, hizo lo que le había pedido. En menos de segundos ya había dejado dos copas frente al escritorio y había tomado asiento frente a mí.

—¿Quiere hablar de algo?

—Toma tu copa —Le hable con cierta molestia

El chico hizo de inmediato lo que había dicho. Dio un trago a la bebida, mirándome sin saber realmente que es lo que estaba haciendo en mi despacho. Sonreí ante su ineptitud, tomando después mi alcohol de un solo trago.

—¿Han pasado dos semanas desde que tu mascota llego aquí, cierto? —Discutí mientras jugaba con la copa entre mis manos

—E-Es eso cierto

—¿Y qué le has enseñado hasta ahora? —Queme con mis ojos los suyos

El del cabello oscuro trago saliva, algo nervioso por mis ojos sospechosos.

—Le he adiestrado la sumisión y reservación

—¿Le has instituido el no mirar cuando no debe?

—¿A qué se refiere?

—Que tu mascota ha dado vueltas por la casa cuando no le incumbe ¿Le has regañado ya por eso?

Mi hijo se puso rígido como una roca. Creo que ni él sabía lo que la mujer anoréxica había hecho. Sonreí antes de soltar un suspiro de decepción.

—Bryant, los humanos son curiosos —Comencé a hablar, intentando que este  asunto, no colmara mi paciencia—. Que sea la última vez que dejas que esa mocosa de vueltas nocturnas por mi casa

—Si señor

—La quiero ver marcada para esta noche. —Sentencie sin darle tiempo a negarse—. Sabes que cualquiera puede venir y tocar tus juguetes, así que es mejor ponerles nombre para que nadie se los robe

Recordé lo que había pasado con Volker, seguro que igual le podía pasar a la mascota de mi hijo.

Bryant bajo la mirada, avergonzado de sí mismo.

—Lo siento padre

—Solo responsabilízate —Su amilanamiento no me hizo explotar—, que solo será esta la primera y última vez. No quiero tener que desmembrar algo que no es mío.

—Entiendo

Di un largo respiro. Culpándome a mí mismo también de haber recordado el pasado en el jardín.

—Bien —Le serví yo mismo otra copa—. Bebe, no es de mi agrado regañarte por actos ajenos

Mi hijo, con la cabizbajo, acepto el nuevo vaso. Tomando con lentitud ante mí mirada examinadora.

—Y bien… ¿No te has atrevido a darle de comer, verdad?

—No señor, solamente agua, como me lo ha pedido

Sonreí.  

—¿No se ha parado de su cama, verdad?

—No señor

Chistee. Esa niña...

—¿No ha hecho nada de lo que yo la tenga que regañar?

—No se ha movido, sigue mirando hacia el mismo punto cada que entro en la habitación.

Imagine la imagen. Apreté mi mandíbula con cierta desesperación. ¿Cómo era posible que un humano actuara contra sus ideales? Respire con cierta inquietud. ¿Por qué tenía tantas ganas de tocarla, de hacerle daño? Vengarme.

—¿Señor?

Me tome de la sien, haciendo un gesto para que rellenara el cáliz. Escuche como se levanto en menos de un segundo y al otro, se sentaba de nuevo. Me lleve el vaso de nuevo a mi boca, siendo observado por un hijo desorientado.

—Ya puedes irte Bryant

Mi hijo accedió con una sola palabra. Percibí su silla arrastrarse. Se levanto del lugar con cierta discreción, observándome para despedirse. No le mire y el no se aturdió por esto. Dio unos cuantos pasos por la madera de mi despacho hacia la puerta, pero antes de que tomara de la perilla, se escucho como tocaron a la puerta.

Mi hijo abrió la puerta con rapidez, sabiendo lo mucho que me molestaba que interrumpieran mis silencios y conversaciones.

—¿Qué quieres Karen? —Escuche el susurro molesto de mi hijo— No es momento

Sonreí por al infortunio de la humana. Hoy le dolería todo el cuerpo.

—¿Qué?

Aquella pregunta me hizo levantar la mirada. La esquelética joven tenía la respiración agitada y me miraba con cierto miedo.

—¿Qué quiere?

—N-No es nada

Me levante del asiento, fastidiado de aquella mujer que se agarro del hombro de su dueño al verme caminar.

—Habla —Rugí, estando ya a la mitad de la habitación

—Es Caroline… —Bajo la mirada—. Ella, no está en su cuarto.  

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