24. Remordimiento
El sonido del whisky servirse se escucho de nuevo en mi estudio. Los hielos que crujieron justo al contacto del líquido ámbar, me recordaron en silencio el porqué de mi imposible dipsomanía. Toda culpa u omisión de lo ocurrido había sido por su error, así que, yo no tenía porque sentirme responsable de sus fechorías, y por tanto, tan solo había retomado lo que por derecho me pertenecía primero.
Tal vez me odiaba ahora, pero realmente no me interesaba mucho. Yo la aborrecía a ella, no solo por el hecho de ser una simple humana sino también por su cuerpo, su cara y ahora, aquellas palabras que intento soltar al final de nuestra amalgama.
“Yo… yo no tengo permiso a nada”
Mis labios, que aunque inertes y muertos dieron un sorbo a la bebida, mantuvieron luego un ceño fruncido en mi rostro. ¿Cómo es que estaba tan colérico por una simple frase?
Me levante del asiento violentamente, dándome paso a la ventana. Junto la copa yaciente en mis manos heladas pude notar desde lo más alto de la torre más lejana, la luz encendida que no había sido apagada en más de una semana. Aquella niña no había dormido y tal vez, ni probado bocado desde entonces, pero igualmente no lo consideraba significativo.
Mis ojos escarlatas dieron rumbo, entre la lluvia, hacia aquella ventana en donde aquella muchacha pertenecía. Mi expresión se irrito aún más de lo pensado y no pude evitar tomar un poco más.
Si tan solo no se pareciera tanto a Evangeline
El sonido del cáliz romperse se atendió justo al termino de mis pensamientos. Había lanzado el vaso medio lleno a la alfombra y el olor a licor apesto mi despacho. ¿Por qué la traía de nuevo al presente? Esa mujer despreciable…
Respire profundamente, siendo seguido de un paso irritado hacia mi escritorio. Por culpa de Evangeline, todo mi mundo se había acabado.
—Maldición —Deje soltar en un suspiro mientras me tomaba de la sien y acariciaba mi frente
Cerré los ojos, sumamente molesto. ¿Por qué la proyectaba de nuevo? ¿Qué no había prometido olvidarme de ella?
La puerta se escucho tocar. Mis ojos se abrieron lentamente y se dirigieron a la entrada. ¿Por qué tenían que atosigarme ahora?
—Pasa —solté indignado ya, con todo lo que me rodeaba; la lluvia, mi cuarto, el olor a alcohol, el eco de las manecillas moverse e inclusive, aunque no quisiese aceptarlo, con el propio sonido de mi inútil respiración andante.
—¿Necesita de algo, señor?
Mire hacia el frente encrespado. Bryant aparecía en el umbral esperando a que le diera alcance para que entrara. Mis ojos bermellones tan solo lo miraron un cuarto de segundo. Mi hijo aludió mi mirada y, sin reproche, tan solo dio un paso hacia el despacho.
Baje la mirada intentando calmarme. Si seguía de esta manera estaba muy seguro que dañaría a mi propia sangre. Respire con cierta profundidad acaparando mi sien con mis manos.
—¿Desea otra copa de vino?
Parpadee unas cuantas veces, siendo que sin mirarlo, hacia un ademán para que lo hiciera. Se escucho luego de esto varias pisadas y entonces, un cajón abrirse. Dentro, seguro Bryant estaba tomando una de las botellas de mi colección.
El sonido de otra copa y entonces el liquido desvaneciéndose entre los hielos pude volver a escuchar. Mi hijo, que con paso calmado, hizo su quehacer, dejo entonces el vaso frente a mis ojos. Sin mirarle tan solo la tome y la dirigí con cierto frenesí a mis labios.
Bryant no dijo nada, pero como si supiera cual era mi deseo, se inclino en el suelo recogiendo lo que antes había tirado.
Esta vez sí fije mi mirada suspicaz en el, sonriendo dentro de mí y a la vez aún fastidiado con el que había entrado e interrumpido mis reproches.
—¿Te ha gustado mi regalo? —Intente hacer cambiar mi genio— ¿Ya la has mordido?
—Si señor
—Al fin te has dignado… ¿Qué tal ha estado? —pregunte curioso por su primera presa
—Alucinante, padre
—Te mereces una copa —Le regale lo que antes me había servido—. Tómala
Bryant se quedo estupefacto con mis acciones, lo podía ver en su rostro.
—Anda, tómala
Tuvimos una discusión a miradas, pero al final, Bryant termino haciendo lo que yo deseaba. Entre sus manos pálidas yacio la copa de licor y aunque miro de nuevo con cierta confusión, trago ligeramente el liquido que quemo su garganta al contacto.
—Has dado un paso fuera de la pubertad, Bryant —solté mientras bebía, pensando justo en cómo había sido mi primera vez—. Que ese sabor metálico y dulce inunde tus entrañas por mí… —Sonreí débilmente—, que yo ya no recuerdo cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que me toco a mí
Quede divagando en el tiempo pasado hasta el momento en que la copa de Bryant sonó vacía en un ligero roce contra la madera de caoba de mi mesa. Mis ojos parpadearon un poco y observando a un miedoso hijo, tan solo pude intentar sonreír ampliamente.
—¿Alguna noticia interesante? —pregunte tomando mi cabeza de nuevo, ciertamente no estaba en el mejor humor este día
—No señor —Contesto volviendo a la normalidad—. Algunos asuntos mercantiles han dado a parar en algunas de sus cartas y el Congreso pide por contestación
—¿El Congreso, dices?
—Afirmativo —hablo mi hijo, fuerte y claro—. El primer ministro ha llamado por usted, justo por la reunión antes mencionada en su visita anterior
—Que viejo tan inútil… —Resople en desconsuelo, volviendo a exaltarme—. Su poco interés me ha costado su virginidad ¿Ahora quiere que le de la mano?
Bryant mantuvo la calma, como siempre hacía cuando yo me alteraba. Era tan necesario pero a la vez aburrido. Nadie me alzaba la voz ni me contradecía, nunca había nada nuevo y lo nuevo nunca me satisfacía. ¿Esto sería el karma?
—¿Dejo la contestación en blanco, entonces?
—No —Evite mostrar un gesto en mi rostro— Dile que iré en una o dos semanas más
—Entiendo…
Bryant se dio la vuelta, dándome la espalda tras una inclinación de su parte. Mis ojos parecían quererlo quemar de una buena vez. Nacido de parte de aquella familia… ¿Qué me había pasado por la cabeza cuando decidí tenerlo a él de Charlotte?
—Bryant —Le detuve— ¿Nada más que quieras decir?
Mi hijo se paralizo al escuchar mi voz, que con cizaña, le llamaba. Se giro de nuevo hacia mi probablemente asombrado. Creo que pudo notar mi insistencia en querer derramar sangre inocente porque bajo la cabeza con respeto y piedad.
—Nada más, señor
—¿Ella no se ha portado mal?
Quería castigarla, quería dejarla irreconocible.
—No señor
—¿No me estarás escondiendo cosas, o si Bryant?
—Caroline no ha salido de su cuarto desde que…
—¡Ya lo sé! —rugí encolerizado—. Ya sé que no ha salido de su cuarto en una semana ¿Me crees estúpido Bryant?
—No comprendo sus preguntas, mi lord
—Cualquier ser humano ya hubiera muerto. Alguien en esta casa le está llevando comida
Mi hijo guardo silencio, apenado por sus acciones. Mi mirada le atravesó el corazón en una simple estocada. Esa niña estaba volteando mi carácter de una sola vez. ¿Sería que aun estaba perturbado por sus palabras?
—No es tu responsabilidad
—¿Entonces de quién es?
Mis ojos rojos aludieron las palabras de aquel ser, que con respeto, preguntaba en silencio por mis acciones poco pensadas y bruscas. Sabía que él tenía cierta razón y por esto mismo, estaba a punto de estallar. ¿Desde cuándo el hijo reprochaba las acciones de su padre?
—¿Estas desafiándome acaso?
Bryant no dijo nada, pero sus ojos no se apartaron de los míos. ¿¡Cómo se atrevía?! Me pare del asiento con suma energía y, olvidándome el hecho que era mi hijo a quien golpearía, tan solo me acerque con tanta velocidad a su cuerpo que este quedo medio sonsacado de mis acciones.
No pude evitarlo. Mis manos tomaron con fuerza de su cuello y sin piedad, lo eleve del suelo en un seco movimiento. Mis ojos dieron paso a los suyos que, escondidos tras pupilentes, yacían de un color idéntico al mío.
—¿En serio crees que puedes ganarme? —pregunte curioso de su audacia
—Solo pido respuestas
—Creo ya, Bryant, que debes conocerme mejor que nadie —solté haciendo más fuerte mi agarre—. Yo no doy explicaciones a nadie
—Lo sé… pero ella. —Guardo silencio—. No comprendo el por qué de sus acciones
—¿Ella qué? —Interrumpí— ¿Te da lástima? ¿Crees que debería de ser cariñoso con ella?
Mis ojos pelearon de nuevo con los cobardes de él. Mi hijo aun no entendía el por qué de mi esencia, pero igualmente nunca se lo iba a contar. Jamás dejaría que alguien más se diera cuenta de mi único y grande error.
—Ultima vez que intentas hacerte el héroe, ¿Entendido?
Solté tras mis palabras a Bryant, que cayó sentado en la alfombra en un antipático golpe. Respire con cierta molestia, dándole ahora yo la espalda y dirigiéndome hacia mi mueble.
—¿Desea algo más, Señor?
—Nada —solté sin mirarle—. Desaparece Bryant
Entendí que se había ido cuando se cerró la puerta en un débil golpe. Mi rostro yacía arrugado. Molesto. Mi hijo nunca había intentando nada de esto. Esa niña estaba arruinándolo.
Me serví otra copa de licor en silencio, mirando de nuevo la ventana que daba paso a su alcoba. Si creía que iba a dejar que hiciese lo que le daba la gana, estaba muy equivocada. Y creo que este era el momento justo para hacerle una visita y dejárselo claro.
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