23. Manchada en pecado
Mis ojos no pudieron entender a lo que se refería, pero si bien Karen ahora era recogida por Bryant, Liam se había detenido justo a centímetros de mi cuerpo, mirándome desde lo alto. Inspeccionando cada daño, cada herida que el brusco y belicoso vampiro había hecho en mi pecho y partes bajas del estomago.
Quise decirle algo, taparme el cuerpo, pedir perdón o llorar al menos, pero aquellos ojos me lo impidieron todo. Podía notar en su arrugado rostro como me prendía fuego con la mirada y como, hasta por ciertos momentos, trataba de pedirme una explicación a todo lo que había ocurrido.
Hundiéndome en mi alterada realidad, pude comprender a lo que se refería. Me había llenado de vergüenza, corrupción y suciedad. Si bien antes valía algo, ahora podría decirse que era como un juguete roto. Yo ya no era la misma mujer de antes. Había sido lastimada, me habían desflorado y como si fuera ya poco, este me había dejado su semilla dentro de mí.
—Bryant —Su voz grave y ronca interrumpió el pensamiento de todos—. Prepara la limosina, me desagrada este lugar
—Si, mi lord…
—En cuanto a ti —Sus ojos volvieron a penetrarme—. Ni creas que se me va a olvidar esta humillación
No sabía a lo que se había referido, pero tras haberme liberado de las esposas de un fino jalón, me tomo sorpresivamente entre su pecho. Chisteando por mis temblores, no pudo más que enredarme entre las mismas sabanas que habían presenciado mi deshonor, llevándome entonces sin habla hacía las afueras de aquella mansión oscura a la que me habían llevado sin mi consentimiento.
* * *
La marcha obligo al motor a encenderse. Yo, quién yacía ya tirada sobre el borde del asiento, tan solo estaba ahí… en completo silencio. Cubierta en aquella manta que sin lugar a dudas, ocultaban la imperfección manchada en adulterio. Si bien, para mí era imposible el mirarle por la vergüenza de aquella falla, podía presentir aquellas miradas frívolas que se clavaban en mi cuerpo destrozado… uno que podía presagiar una dolorosa noche llena de gritos y lagrimas que sucumbiría la importancia de recordar a detalle, lo que había sucedido en aquella habitación ahora teñida de mi sangre.
“Oh por Dios, Caroline, eres tan exquisita”
“A tu cuerpo sí que le faltaba una buena polla como la mía”
Mis ojos temblaron ante el escalofrió que zarandeo mi cuerpo justo al recordar las pocas oraciones que Volker me había lanzado unas cuantas horas antes. Mi visión se turbio en imagines indescifrables. No quería parecer débil por el silencio que ahora parecía querer devorarme, pero es que era tan difícil…
Solloce ante las pesadillas que se hacían realidad una tras otra. ¿Qué faltaba? ¡¿Qué más me faltaba?!
—Deja de llorar
Su solemne voz traspasó el aire del sigilo y me hizo paralizar casi al instante. No pude evitar bajar el rostro hacía el suelo y tratar de hacer lo que me había pedido sin éxito. El sentimiento de desconsuelo, de la melancolía y tormento aislado no hizo más que hacerme hipear sin control alguno. Tratar de parecer estar bien, de estar en silencio, de sonreír... era peor que lamentarme a voz alzada.
—He dicho que dejes de llorar...
Me aferre a la sabana pringada de mi deshonor, aquella que me había visto pelear, llorar y moverme desesperada ante mi violación. ¿Cómo esperaba que hiciese aquello? Respire con cierta fuerza, aguantando el aire en mis pulmones. Los sollozos se quedaron encerrados en mi boca, pero mis ojos no eludieron aquellas gotas de agua salada descendiendo en mis mejillas. No podía hacerlo, realmente no podía.
—¡Con un demonio, deja de llorar!
Mis ojos se abrieron casi después de su grito y, como si cuello fuera un imán ante sus palabras, voltee a verlo. Aquellos ojos carmesí, aquel cabello de fuego, justo todo ese rostro me miraba encrespado.
El contacto de nuestras miradas formo un segundo de silencio y entonces, otra lágrima mía se dejo caer con cautela. No sé realmente cuanto dure una gota en caer, pero cuando esta cayo, ya tenía a Liam encima de mí. Se había movido tan rápido que creo que ni yo misma pude reaccionar a tiempo.
Como resultado, caí sobre el asiento y termine recostada en el. Mi labio inferior ciertamente tembló sin obedecerme. El contacto de sus manos ensangrentadas en las mías dieron como fruto un inesperado ataque de pánico. Aquel gélido toque junto aquella abrasadora mirada sinceramente no combinaban en lo absoluto. Parecía que quería incinerarme, pero con su firme agarre, sugería una muerte más hipocondríaca.
—¿Qué parte de que te calles, no puedes comprendes niña?
—Yo… —Mi voz se quebranto al intentar explicar—. Yo…
—Te lo advierto,cállate de una vez
—D-Dijiste… dijiste que no estabas molesto
—No, no estoy molesto —Chisteo—. Estoy enfurecido
No pude evitar clavar mi mirada en la suya asesina justo al escucharle decir aquello.
—Ni creas que te saldrás de esto, te tengo un muy buen castigo preparado
Su cuerpo, que tan apegado al mío estaba como lo hacía el asiento, tan solo se escucho sonreír. No entendí realmente el porqué, pero se desprendió casi al instante de mí… casi seguro porque sabía que me quedaría ahí tirada, sin poder llorar, sin respirar, tan solo acribillada del susto que me había echado y que, claramente, aún me faltaba por experimentar.
* * *
Para mi desgracia, el auto se detuvo. La lluvia que caía con fuerza para ese entonces, se derrumbó con más auge en el parabrisas. Mi respiración como mi corazón, parecieron estar acordes con el ritmo alocado que señalaban las gotas de la tormenta.
El chofer fue el primero en bajarse. Perdiéndome en la locura, pude divisar por el rabillo del ojo como este se empapaba casi al roce con el exterior. Baje la cabeza por la demencia y desesperación. Quería escapar, correr lejos, llorar amargamente, pedir clemencia, pero no podía hacerlo. Tragando aire, intente agarrar fuerzas de donde ya no había.
El castigo estaba cerca.
El lacayo, que sin prisas abrió la puerta de su señor, mostro un rostro turbado a mi persona. No pude siquiera regresarle el gesto ya que Liam no se había detenido ni un solo segundo para ordenarme que me bajase del coche en una seca y rasposa orden.
No deseaba enfurecerlo aún más de lo que ya estaba, así que, sin hacerle esperar, tan solo di un decidido brinco hacía afuera, asegurándome que la sabana no mostrase mi cuerpo desnudo. Más el pelirrojo igualmente no iba a aguardar mucho tiempo inactivo, ya que, con tan solo tocar tierra, me tomo de la muñeca con cierta prisa y brío, marcando entonces el paso de la limosina hacia las puertas de su casa.
Si bien no nos tardamos ni 5 minutos en entrar, alcanzamos a humedecernos. Esto no le importo en lo más mínimo a él, ya que, goteando y con su vestimenta adherida a su cuerpo, dio comienzo a una nueva pero vieja tortura: subir escaleras arriba.
El primer paso, simplemente terminó por romperme, más bien porque yo no podía caminar, ni hablar, ni respirar. Me dolía tanto el cuerpo, tanto mis extremidades, que Liam parecía estar arrastrándome media muerta.
Se podía notar tanto en mi mirada como en mi cuerpo tembloroso que era víctima del recelo más grande. Nunca antes había sentido tanto temor en llegar a dormirme. No podía, no quería. ¿Dónde estaba mi madre para confortarme ahora? Entre sus jalones para intentar elevarme, pude notar la puerta de la entrada abrirse. Bryant y Karen recién entraban.
Mis ojos se conectaron solo por segundos con los de la nueva inquilina y entonces, la pared me dio de lleno en la cara. Entramos a un pasillo y ya no pude ver a nada más que aquel cabello rojizo meciéndose frente a mí.
Liam no volteo a verme, ni me dijo nada, exclusivamente se dedico a estar bien pescado de mí para que no pudiese zafarme… aunque aquella hazaña fuese imposible para mí ahora.
¿Realmente pensaba que iba a poder correr?
“¿Crees poder correr? Anda, corre…”
Abrí los ojos al recordar una de las frases que Volker justo había hecho al haber jugado conmigo la primera vez. Baje la mirada, regresando al shock de creer que realmente había creído que podía haber hecho eso. ¿Por qué había intentando moverme? Si no lo hubiera hecho… tal vez Volker no hubiera profanado mi intimidad 3 veces seguidas.
No quería perder con el mismo error.
Voltee mi mirada perdida hacia el frente, indecisa si caminar o echarme a llorar para pedir clemencia. Si me iba a torturar, si me iba a golpear, si me iba a gritar y a amenazarme… ¿Qué debería de hacer? ¿Aceptarlo? Me negué débilmente. Lo único que me quedaba por hacer era intentar pelear con mi silencio e inmovilidad. Si eso era lo que quería, que fuese un objeto, entonces solo tenía que hacer eso… convertirme en algo y no en alguien. Le daría el gusto, ya que, al fin de cuentas, un objeto no puede pelear ni defenderse. Esa sería mi excusa y táctica de combate.
Lo que me había pasando de todas formas era su culpa.
Envuelta en un sentimiento depresivo pero a la vez irónico, observe bien en que parte de la mansión íbamos. ¿Por qué subíamos tantas escaleras aún? Abrí los ojos recobrando el pavor y recordando las largas caminatas de dolor que me había puesto al llegar de mi prueba del bosque. ¿Tenía un castigo o no? ¿Por qué habíamos pasado su despacho?
—¿A-A donde…
—Cállate —Su voz atino su mal humor—. No te di permiso a hablar. Es más ¡No tienes permiso a nada!
Me quede observándolo mientras este volteaba de nuevo su mirada al frente, sin importarle que su amarre en mi muñeca ya comenzaba a poner morada mi mano. La esperanza de que no fuese un suplicio muy fuerte se difumino de mi cara. Por cómo me había respondido, podía hasta jurar, que tal vez este sería uno de los peores castigos que recibiría de él. ¿Qué me haría ahora? Trague saliva olvidando momentáneamente todo. Volker, Bryant, Karen, el Congreso y hasta mi propia madre, tan solo estaba Liam en mi mente y mi sangre esparcido en su cuerpo.
Me aterre pensando en que, tal vez, esos fueran mis últimos momentos de vida. Tenía tanto por hacer. ¿Debería suplicar? Abrí mi boca afligida, más recordando sus últimas palabras, volví a cerrarla. Yo no tenía el permiso de nada.
Llegamos a su habitación dentro de unos siete minutos después de haber ingresado a aquella casa. La agilidad de verme llegar a su cuarto fue tan increíble que, sin parecerle esto humillante, termino por cargarme como una bolsa.
Pensaba en un principio que me iba a dejar caer justo encima de su cama, pero paso de largo y me llevo a su bañera. Mi rostro era un mapa de confusión. ¿Qué estaba pasando?
—Eres una cerda asquerosa
Me aferre a la sabana ensangrentada una vez en el suelo, sin aire y ofendida ¿Por qué me estaba diciendo eso? ¡Yo no pedí que me violasen! Con la palabra en la boca y estando al borde de lagrimas, pude observar cómo me miraba de arriba abajo.
—Desnúdate
Mis ojos se abrieron de par en par. ¿Qué acababa de pedirme? Sin saber que hacer o decir, mi corazón pensó más que la razón. Mi rostro se lleno de un shock irracional. Esto, esto no estaba pasando.
—¡Desnúdate!
Tras un rugido suyo, su mano llego a la única ropa que me tapaba y como era de esperarse, de un solo estirón mi cuerpo termino presente en el lugar. Grite como desquiciada y me lance al suelo a llorar.
—No, por favor, no… vete
—¿Te atreves a dar órdenes aquí?
Mi rostro llego al suyo, con un temor descomunal en la cara. Negándolo cada vez que él se acercaba.
—¡No! Yo no he…. Por favor, yo no…
—Pensaba ser considerado y bañarte, pero olvídalo. Te voy a preñar así de sucia.
Abrí mis ojos mientras estaba en el suelo ¿Qué había? ¿Qué había dicho? Volteándolo a ver para confirmar, aquella sonrisa me lo aclaró todo. Mi cuerpo se paralizo al ver sus piernas dar alcance a mi cuerpo y, sin poder remediarlo ya, aquel gélido tacto volvió a darme un escalofrió.
Me levanto como una pluma a pesar de que me aferre al suelo como una fiera. Sin algo que cubriera mi nudismo, tan solo golpeo la puerta del baño y me dejo caer, ahora sí, sobre aquella cama que bastantes veces me había visto caer desvanecida.
Sin tener la más mínima decencia y misericordia, sencillamente se hecho sobre mí, atrapando mis manos espasmódicas a un lado de mi cabello esparcido en el colchón de una manera brusca e iracunda.
—¿Por qué eres tan estúpida?
Mis ojos voltearon a verlo. Aquellos ojos me quemaban…
—¿Por qué eres tan débil?
Mordí mis labios con suma intensidad para no soltar cosas que no debía.
—¿Por qué eres tan inútil?
Sus rasposas preguntas dañaron mi ego. Yo sabía que era una mujer muy tonta, inepta, frágil, creyente y desarmada. ¡Yo ya lo sabía! No tenía que decírmelo para entenderlo. Baje la cabeza ciertamente avergonzada por el pecado que se me había impregnado en el cuerpo, pero es que tan solo era una humana… yo no podía hacer nada en esta época, en esta era todo era diferente.
—Abre las piernas
No espero a que recobrara el aire perdido por la petición para bajarse la bragueta en un simple y antipático sonido sordo. Aquel ruido más bien detonado en un zumbido hizo que todo el espacio y los segundos a mí alrededor se hicieran más lentos, casi como amenazasen al mundo a detenerse.
Mis ojos se llenaron de lágrimas más atroces que antes. Esto, esto no podía estar pasándome de nuevo.
—Por favor —Intente decir algo, tartamuda—. Yo no, no podía…
—¡Silencio! —Su voz furiosa se alargó como por minutos— ¿Qué parte de “no tienes permiso a nada” no entendiste bien?
Mis ojos grises dieron paso a los suyos rojos. El contacto de nuestras miradas me hicieron entender dos alarmantes cosas; el estaba hablando en serio y ya no había vuelta atrás.
Con la fuerza característica en sus genes, me separo las rodillas sin problemas. Deje de moverme, sintiendo aún como mi cuerpo temblaba bajo el suyo. Observada mi sumisión por su parte, decidió proseguir. Manteniendo una seriedad en sus gestos, tan solo comenzó a amasar mi cintura para torturarme. Mi rostro yacía en un estado perplejo mientras notaba cada una de sus maniobras. Por dentro gritaba perturbada por cada roce pero por fuera estaba más callada que la noche.
Era como si todo se hiciera oscuro. Los segundos se hicieron cada vez más pesados y largos. Sus manos me rasguñaban y dejaban marcas en mi cuerpo. Yo estaba ahí sin moverme, mirando como una muñeca de trapo su rostro. No tenía ni una sola emoción en sus gestos, no sonreía pero tampoco parecía hacerlo por ternura. Sencillamente tenía sujeta su mirada en la mía vacía y perdida en el lejano horizonte que podía apreciarse a medias tras la ventana y la lluvia.
Los rechinidos del mueble servían de música, sus manos tocándome eran los instrumentos. Mi respiración yacía pausada, mi boca estaba entreabierta.
Y entonces el momento llego
El no se molesto en desvestirse. Discretamente bajo un poco su pantalón oscuro y, sin decírmelo, se enterró del todo dentro de mí.
Un escalofrió recorrió mi espina dorsal y de mi boca salió un ligero suspiro. Mi mirada volvió a opacarse por las lágrimas al borde de derribarse y entonces, la habitación dejo de hacer sonidos. Liam conecto sus orbes del fuego en los míos desérticos y carentes de alma. Lo había hecho.
Aquel vampiro se movió unas cuantas veces encima mío. Yo no me moví, ni pensé, ni respire. No llore, no hable, me deje hacer… justo como el objeto que debía ser.
___________________________________
Chicos, no soy de dejar comentarios acá, pero solo quería decirles que les deseo un muy hermoso y prospero año 2013. Lleno de amor, romance, emoción, alegrias y momentos felices con sus amigos, familiares, conocidos, y hasta enemigos, porque no. Espero que este año, estemos juntos de nuevo, con nuevas historias, nuevas emociones y ya sabes, cursilerias al 100%
Espero que les haya gustado este regalo que les he preparado para todos ustedes. Que hayan llorado al igual que yo y bueno,...muchas gracias por seguir aquí conmigo, apoyandome, escribiendome, aconsejandome y ser parte de mi vida. ¡Gracias a todos! ¡Feliz año nuevo! :D
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top