Capítulo 7✔️

Después de esas confesiones cada dios, se fue a su respectiva habitación, todos trataban de asimilar su nueva situación. Nuevos aspectos, nuevos amigos y enemigos, nuevo hogar, y la soledad de estar sin sus fieles criaturas. Todo era muy extraño, pero al ser dioses de tan peculiares características, lo extraño ya formaba parte de su vida.

Los que se encontraban más contrariados con su nuevo aspecto, eran Anubis y Hela. Ya que, ellos habían cambiado por completo su fisionomía para estar acorde a la humanidad. Anubis, nunca se había sentido acomplejado por su físico, hasta que percibió las miradas curiosas y críticas de los demás dioses. Su cuerpo era relativamente normal, ni muy musculoso ni muy esquelético, el cuerpo perfecto para un embalsamador de cadáveres. Pero su rostro era anormal a los ojos de un humano; idéntico al de un chacal, con un hocico alargado; orejas muy largas y puntiagudas al igual que sus dientes; unos ojos de distintos colores, azul y verde; y en vez de tener dedos en sus manos, de ellas brotaban unas inmensas garras. En conclusión, sí quería pasar desapercibido para la humanidad, debía acceder a transformarse en un humano común. Ahora tenía un hermoso color canela en la piel; su rostro era realmente atractivo demostrando la dureza que yacía ahora en su alma; había decidido dejar su heterocromía intacta; sus labios pasaron a ser un poco más carnosos y su dentadura mostraban a unos caninos más pronunciados.

Por su parte, Hela, quién poseía un aspecto cambiante dependiendo de quién la veía. Se mostró más humana. Su cabello en largas ondas de color negro azabache, le recordaba su hogar en Niffleheim; sus ojos de igual color evocaban su falta de alma y su piel en extremo blanca, era sinónimo inequívoco de la muerte. Su contextura era de un delgado que no llegaba a ser enfermo y con una estatura promedio al de una humana normal. Al verla por primera vez, te daba la impresión de ser una persona cualquiera, pero al verla una vez más, te dabas cuenta que había un atractivo en su mirada que hipnotizaba, tan profunda, tan despiadada y tan mortífera. Cualquier persona se daba cuenta que ella no era alguien con quien se debiera buscar problemas, o tomarse a la ligera. Pero, su verdadero ser era repugnante a la vista. La mitad de su rostro representaba a la perfección la muerte y putrefacción, además de la maldad, mientras que, su lado derecho, mostraba la pureza del descanso eterno, un rostro bañado en la serenidad absoluta.

El cambio de Eris, no fue tan radical. Sólo debió cambiar su estatura. Pues en su mitología, los dioses eran de gran tamaño, diferenciándose entre los humanos y los semidioses. Su cabello seguía siendo negro y liso, lo llevaba hasta la altura de la cintura, su rostro te incitaba a pecar por poseerla, de facciones finas y delicadas. Sus ojos eran de un marrón tan oscuro que fácilmente se confundía con el negro de su alma. Su figura era alta y esbelta, con curvas muy llamativas y con una piel muy suave que te invitaba a tocar. Todo ella clamaba pecado y posesión.

En cuestiones de cambios, Marte estaba igual que en su templo, a excepción de su vestimenta. Su rostro duro y sin sentimientos, producto de años de guerras y golpes recibidos en sus entrenamientos, lo hacían ver cómo alguien sumamente peligroso pero intrigante. Sus ojos de color negro, reflejaban la maldad y picardía propia de un psicópata, que sabe cuál es su objetivo y que nada le hará cambiar de parecer. Su cuerpo, digno de un guerrero, estaba completamente tonificado, sin exagerar. Sus músculos estaban bien fuertes debido a sus extenuantes ejercicios.

———

Todos eran iguales y a la vez tan diferentes. De una u otra manera, los cuatro debían encontrar una solución para una coexistencia pacífica. Y los que más tenían inconvenientes con ello, eran los dioses de la muerte. Ambos eran polos iguales que se repelían con facilidad. Sin embargo, fue Hela, la que decidió hacer la diferencia. Accedió a cambiar o mejor dicho, modificar su actuar para el bien de la misión. Dejaría de ser tan dura con el Chacal, como ella le decía, empezaría a verle como un igual. Curiosamente, Anubis, pensaba de igual forma. Él debía ceder un poco para tener mejor convivencia. Total, Hela era quien los había ayudado a encontrar respuestas.

Marte y Eris, se limitaron a no causar conflictos entre ellos. Ambos se dieron cuenta del magnetismo sexual que se tenían, y ambos sabían que eso por los momentos no era lo más conveniente.

———

Para la segunda noche en el hotel, los dioses estaban dudando del plan de la Soberana de los muertos, pues ésta aún no tenía noticias de su vasallo.

Eris, sale de su habitación con tan solo una toalla de baño envolviendo su cuerpo. Anubis, estaba mirando sin ver las noticias del televisor, acostado en el sofá más grande. Marte, se hallaba en la cocina preparando algo para saciar su hambre, él a diferencia de los otros se hallaba en ropa interior. Hela, se encontraba en el balcón conjurándole a la Luna para aclarar su mente, ella vestía con un vestido suelto de color verde sumamente oscuro en degradado al color negro.

— ¿Y bien Hela? ¿Ya hablaste con tu enano?— pregunta con sorna Marte.

— No te atrevas a insultarle en mi presencia. No, si aprecias tu vida— comenta con voz gélida la aludida.

— ¿Ya van a empezar a pelear ustedes? Primero con el egipcio, y ahora con el romano— dice Eris, mientras transforma su paño de baño en un vestido largo de tonos lila y dorado.

— ¿Egipcio? Te recuerdo que tengo nombre, niña— le reprocha Anubis a Eris— Pero es cierto, ¿pudiste hablar con tu amigo?— le pregunta.

— No es mi amigo. Es mi sirviente. Y justo ahora estoy percibiendo un comunicado de él, así que hagan silencio— les ordena Hela, mientras se aísla una vez más.

— ¿Creen qué logremos algo?— pregunta Marte, dándole un mordisco al sándwich que se preparó.

— Lo que importa aquí es que podamos trabajar en equipo— comenta Eris, acercándose a Marte, y dándole un mordisco a su sándwich.

— ¡Basta ustedes dos!— dice obstinado Anubis— Sí tantas ganas se tienen, allá hay varias habitaciones.

— ¡Qué amargado! No me sorprende que tu esposa te traicionara con tu padre— comenta con discordia, Eris.

— En fin, si no recibimos algo en específico de parte de Hela, yo me largo. Hay muchos lugares que ver y desgracias que causar— comenta feliz Marte.

— Dejen de conspirar en mi contra, trío de ineptos— gruñe Hela al acercarse a los otros— Ergo ya me dio la dirección del sujeto. El imbécil me ha cedido su alma con mucha facilidad.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top