Capítulo 6✔️
Ya todos más calmados y preparados deciden salir del terreno baldío, para buscar un lugar donde quedarse a esperar.
— ¿A dónde se supone que iremos?— pregunta incrédulo Anubis.
— A cualquier lugar— dice Hela, cansada de las preguntas de Anubis.
— ¿Es en serio? Y se supone que tú eres la que tiene el dichoso plan— dice resentido Anubis.
— No sé que es lo que deseas, Perro. No puedo aparecer una casa sólo porque tú lo deseas.
— ¿Entonces para qué quieres ser líder?— réplica— No puedes ni hacer algo tan simple.
Eris, escucha a la pareja y decide intervenir.
— Oigan, ya dejen de pelearse. Eso no nos ayudará en nada.
— Qué curioso. La Reina de la Discordia, evitando una pelea. Ahora sí puedo decir que lo he visto todo— dice riendo Marte.
— Sé perfectamente lo que causa la discordia. Y si vamos a trabajar en equipo, debemos tolerarnos más— dice tratando de calmar los ánimos de todos.
— Entiendo tu punto querida, pero aquí el animal no deja de fastidiar— se defiende Hela.
— Vale, apoyo a la Reina Oscura. Si queremos lograr algo, debemos soportarnos un poco.
— Que no quede por mí entonces— se apresura a decir Anubis.
Después de caminar unas horas, llegan a la ciudad más cercana, Las Vegas, Estados Unidos. La ciudad del pecado los recibe con mucha alegría, como si supiera quienes eran realmente. El cuarteto de deidades, se acerca a uno de los mejores hoteles, el César Paladace. En la recepción, Hela es la que se encarga de conseguir la suite presidencial gracias a sus habilidades de control mental.
— Listo. Ya tenemos donde descansar, mientras esperamos que Ergo se comunique conmigo— dice Hela mientras todos entran en el ascensor.
— Al menos conseguiste un buen sitio— admite Anubis al ver el lugar.
— Yo tomaré un baño. Aún tengo la sensación de mi sangre deslizándose por mi piel— dice Eris para luego desaparecer.
— Veré que hay en el menú. ¿Ustedes quieren algo en particular?— pregunta Marte a los otros dioses.
— Carne cruda— dicen ambos a la par.
— Ya veo que es lo que pasa con ustedes. ¿Cómo no me di cuenta antes?— dice Marte mirando a Anubis y Hela.
— ¿A qué te refieres?— pregunta curioso el dios de los muertos.
— En sus mitologías respectivas ambos se dedican a lo mismo. Verán, mientras Eris, es una busca pleitos natural y yo un sanguinario por naturaleza, ustedes son portadores de muerte. La muerte les pertenece y obedece. Por eso se repelen. No es normal que estén juntos— dice sabio, Marte.
— ¿Cómo pudiste llegar a esa conclusión, tan fácil?— pregunta receloso, Anubis.
— Mis padres me instruyeron bien, y soy muy curioso.
— Tiene sentido. Tú no me soportas por nuestro motivo de vida. Simple— dice Hela.
Una hora después, todos se encontraban en la sala, ya cambiados y más cómodos.
— Para hacer tiempo, ¿qué tal si hablamos de nosotros? Así nos conocemos más— propone el guerrero a lo que todos asienten.— Bien, que tal tu Reina Oscura, ¿podrías empezar?
— Vale. No soy diosa de nacimiento sino por maldición. Hela, tu turno— dice tranquila Eris.
— Oh no, cuéntanos tu historia— pide Hela.
— Era una humana, común y corriente, muy egocéntrica y problemática. Además de ser muy bella, tanto que tente a Zeus. Él visitó mi aldea cuando celebrábamos una boda. Obviamente no sabía que era Zeus, y le rechacé cuando intentó seducirme. Luego un mes exacto después, en otra reunión, apareció pero se presentó como el dios, sin embargo, lo volví a rechazar. Primero por qué no me apetecía nada que ver con él y segundo por qué yo ya estaba comprometida en matrimonio. Pero eso no fue problema para Zeus. Él consiguió que Artemisa, le hiciera el favor de seducir a un mortal, mortal que era mi prometido, haciendo que yo viera su infidelidad. Luego me volvió a proponer estar con él y le volví a rechazar, pero fue ahí donde me condenó a ser una diosa para poder tenerme a su merced por el resto de la eternidad, o eso creía él; la discordia en ese entonces no tenía representante y a él y los otros les pareció adecuado para mí. Después de aceptar mi nueva inmortalidad, él se acercó y lo rechacé delante de todos los dioses, haciendo que me desterraran al Tártaro, lugar que ahora me pertenece. Décadas después Zeus y Hades, vuelven a pelear por una estupidez. Estupidez que aproveché para acostarme con Hades. Zeus, se enteró e inició otra guerra, en la cual todo mi poder se lo di a Hades, para que fuera el ganador. Y así fue, tiempo después, Hades y yo, seguíamos frecuentándonos, pero en un viaje que hizo al mundo mortal, conoció a Perséfone, y se obsesionó. A tal punto que la escogió como soberana del Inframundo, olvidando mi ayuda. Por eso y otros motivos que ya no vienen al caso, hice una alianza con Cronos, el Titán de Titanes, yo lo traería a la vida y él asesinaría a sus hijos. Pero ellos previeron mi ataque y atacaron primero. El resto es historia— finaliza con una sonrisa triste.
— Vaya. Y yo que pensaba que mi vida era extraña. Mi historia es simple— inicia Hela— Mi padre es el dios de las mentiras y mi madre una gigante. En mi mundo esa unión es aberrante, por eso Odín me condenó a ser la portadora de la muerte. Cosa que contrario a la opinión pública, acepté gustosa, adoraba la muerte antes de que se me otorgara su poder. Mi madre fue asesinada después de tener a mi hermano, la mató Thor, el enemigo de mi padre. Ya en mi edad adulta, se me asignó cuáles eran los mortales cuyas almas podría poseer, sólo las malignas. No me agradó al igual que a Loki, el decía que yo tenía más potencial. Mi padre al inicio de mi juventud se convirtió en otro hombre más para mí. En varias oportunidades estuvimos juntos y disfrutábamos formando líos y tempestades. Pero el todopoderoso de Odín veía insana nuestra relación y la prohibió, sin embargo, seguíamos viéndonos, pero en menor cantidad pero con mayor ferocidad— dice con una sonrisa pícara— En fin, Loki, decidió jugarme sucio y traicionarme cuando se iniciara el Ragnarok, evento que indica el fin de los mundos. Él planeaba que mi hermano, el causante del desastre, la Serpiente de Midgard; estuviera de su lado a pesar de que toda su vida lo hubiera mantenido encerrado y amarrado como una alimaña, sólo para complacer al soberano de todos. Entonces en secreto planeé el regreso de mi hermano, gracias a la ayuda de mi seguidor Ergo. Un día cualquiera, en el que fui a recolectar almas, una Pitonisa se me acerca y me indica que muy pronto, otros tres dioses serían traicionados por los suyos, y que con la ayuda de ellos podría darle fin a todos aquellos que me jodieron la vida de una u otra forma. Me dio más detalles que ahora no importan. El día en que me traicionaran ya había llegado, y los dejé creer que habían ganado y bueno henos aquí— finaliza riendo.
— Vaya. Ustedes si que tienen historias interesantes, chicas— dice Marte— Lo mío es sumamente simple. Mi madre siempre me alentó para que descubriera y pusiera al límite mis talentos, mi padre quería que aprendiera todo lo que pudiera. Diariamente me entregaban centenares de documentos para que lo memorizara y obviamente si no lo hacía recibía mi castigo. Y vaya que dolían. Aún recuerdo sus rayos atravesando mi piel. Mi madre siempre intentaba intervenir diciendo que no era mi culpa que me apasionara tanto las guerras y la sangre. Durante años ellos no comprendían el porque de mi intensa pasión hacia esos temas, hasta que una bruja les dijo que ése era mi don. Una vez sabido mi destino, todo se hizo más fácil. Mi padre me llevaba a ver las batallas épicas y peleábamos en bandos contrarios y el perdedor casi siempre era él. Decidí sentar cabeza con Bellona, una mujer muy hermosa— comenta jocoso Marte— Pero tristemente habían más mujeres y diosas de dónde pescar, como para sólo quedarme con una. Una de ellas era Venus, la Diosa del Amor. Ya se podrán imaginar las batallas épicas que teníamos en la cama. Hasta que su esposo se enteró y formó un alboroto, haciendo que mis padres me prohibieran verla, pero no le prestamos atención. Pero luego conocí a una mortal hermosa, Helena, una reina de Esparta o Grecia, ya no me acuerdo. Nuestra unión fue momentánea. A pesar de que me encantan las mujeres, las guerras me atraen más. Y por ende las causo y genero otras tantas. Por eso era odiado por todos los dioses. Y al parecer varios de ellos decidieron jugar sucio y hablaron con mis padres y los convencieron de desterrarme y quemar así mi templo— finaliza el dios de la guerra.
Todos esperaban a que el protector de los muertos diera su opinión. Pues éste estaba muy callado y ensimismado en sus pensamientos.
— Chacal. ¿No piensas hablar?— pregunta lo más sutil que puede, Hela.
— No me agrada recordar mi pasado y más con las traiciones que hay en el— responde seco.
— Cuéntanos. Aquí estamos en confianza— dice Eris.
— No es cuestión de confianza— dice Marte.
— Exacto. Es incomodidad, dolor e ira— comenta fastidiado, Anubis.
— Aquí podrás aprender a manejarla— dice Hela, sincera y empática.
Todos se le quedan viendo pero no comentan nada.
— ¿Qué?— dice Hela mirando a todos.
— Mi padre es Seth, soberano del Caos, mi esposa es Neftis, otra protectora de los muertos. Cuando nos comprometió Ra, éramos unos niños. Pero aún así, cuando crecimos hubo amor o eso creí— comenta con sonora nostalgia— Durante años en nuestro templo disfrutamos del uno del otro, pero la monotonía nos agarró y conocí a alguien más, Isis, la diosa madre. Una mujer de armas tomar y vaya que nuestros encuentros eran muy pasionales. Éramos la personificación del día y la noche, en un eclipse. Sin embargo, no era el único con un amante. Neftis buscó afuera lo que yo no le proporcionaba. Y lo buscó en nada menos que en mi padre. Obviamente ésto último no lo sabía y recién me enteré. Al parecer eran muchas cosas que desconocía. El romance de mi padre y mi esposa, además de la traición y alianza de mi amante con mi esposa. Pues ellas, planearon enredar a Ra con mentiras para sacarme del camino. Lo que aún no logro comprender, es cuál es la razón de tan extraña alianza. Vaya, las mujeres son raras— finaliza su corto relato.
— Sin importar que tan dramáticas e histéricas sean, no podemos vivir sin ellas— comenta Marte con satisfacción.
— Ajá, habló el Playboy— dice riendo Eris.
— De una u otra forma nos jodieron casi por completo. Triste por ellos que piensan que nos derrotaron, y sólo lograron iniciar con el fin de todos los mundos— dice Hela feliz.
— Como sea, Cronos destruiría todo a su paso. Así que, ¿por qué no hacerlo nosotros?— dice Eris concordando con Hela.
— Amo las guerras, ¿ya lo comenté?— dice sarcástico el Guerrero.
— Sólo quiero ver a esas arpías sufrir. Y por lo visto junto a ustedes así será. Cuenten conmigo— dice el Chacal.
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