II. LAVANDA LATTE

Creo que existía una leyenda japonesa sobre el hilo rojo del destino. Ese que no se podía cortar aun cuando te esforzaras en hacerlo.

Quizás fuera verdad o quizás yo me estuviera transformando en una romántica empedernida por culpa de su amor.

—¿Angie? ¡Vamos amor, me estoy haciendo viejo aquí!

—¡Espera, aún sigue lloviendo!

—¿Y qué con eso? ¡Ven a saltar en los charcos conmigo...!

—Estás totalmente loco...

Sonreía mientras me sacaba las botas impermeables. Yo también estaba loca para abandonar la seguridad de la marquesina donde nos habíamos refugiado y unirme a la insólita fiesta del agua y el chapoteo en un parque en medio de Myeongdong.

La gente nos criticaría después, por bailar y reír de una broma tan personal en medio del aguacero, pero al final eso no importaba. Al final los minutos parecían evaporarse entre una paradójica lluvia mientras nos salpicábamos y dibujábamos una especie de arcoíris en los charcos.

—Dios Mío, no creo que vuelva hacer eso jamás. Eres un demente. Solo mira cómo quedamos.

Jungkook sonrió con malicia mientras terminábamos de entrar en mi departamento. Por suerte habíamos conseguido un autobús casi vacío para regresarnos ante la inminente granizada.

El plan de hacer un picnic en el parque había sido cambiado por otro totalmente diferente y ahora tenía que secarme el cabello nuevamente mientras intentaba no mojar la alfombra.

—No fue tan malo. Vamos, admite que te divertiste un poco, un poquito ¿verdad?

Mi novio era incorregible cuando se trataba de obtener la razón. No le importaba utilizar cualquier estrategia para hacerme caer y si hablábamos de seducción, pues se llevaba los primeros puestos.

Me logré soltar a tiempo, solo para empujarle contra mi pequeño librero y perderme un poco más en aquellos ojos.

—Sí, fue divertido y ahora será casi seguro que ambos contraeremos la gripe. Sinceramente Kook, a veces dudo de tu salud mental.

—Si pudieras ver la expresión de tu rostro ahora Gi, no me regañarías. Conozco un remedio infalible contra la gripe...

—Por qué me da la impresión que ese remedio me incluye. Como sea, tienes un examen pasado mañana. No más distracciones.

—Pero... si yo solo...

—Sin excusas, jovencito. Te veo después de que te duches y no creas que te haré la vida fácil. Tienes un examen semestral que pasar y ni siquiera intentes salvarte a través de mí...

—¿Es en serio? Suenas como Jin... ¡Angie, pensé que...!

Lo que tuviera que decir Jungkook después de eso quedó amortiguado por la puerta de mi pequeño cuarto de baño.

—Vale, vale, seré bueno...

Las risas llenaron mi departamento. Él por su lado, yo mientras recogía nuestra ropa húmeda y me dedicaba a preparar chocolate para estudiar.

Solo le faltaban seis meses y a finales de mayo se graduaría al igual que lo había hecho yo. Su carrera artística era otro obstáculo a saltar. Muchos planes, fechas y ofertas, pero su compromiso con la universidad había sido postergado demasiado.

Al final conseguí mi cuento de hadas feliz. Mi madre no estuvo presente el día de la ceremonia de graduación, pero me dio el mejor regalo y ese era quedarme de forma permanente en Seúl, lo que significaba, cien por ciento cerca de mi dulce Kookie.

Fue de esa manera, mientras yo adelantaba los reportes de la primera semana del año y él le echaba la bronca a los ejercicios de su guía de estudio, comprendí algo que me habría sonado demasiado increíble tan solo unos meses atrás.

Quizás ahora entendía por qué lo precipitado de aquella propuesta o el hecho que el resto de las parejas a nuestro alrededor estuvieran dando pasos más maduros.

Esta paz, este momento alejado de todo y todos, donde solo intercambiáramos miradas de vez en cuando, donde estoy segura que podía entrar en sus pensamientos de la misma forma que él entra en los míos. Ahora estoy totalmente segura de que eso es lo que significa estar enamorada de él.

—Creo que ya fue suficiente...—aparté el libro de sus manos y me gané un par de cejas enarcadas...

—Pensé que mi castigo por los charcos era morir entre los libros ¿Por qué me liberas ahora?

—No te estoy liberando, continuarás castigado hasta el próximo mes. Solo creí que te apetecía un pequeño cambio de actividad por ahora...

—Define cambio de actividad, por favor...

Sonreí de vuelta, cómo no hacerlo cuando jugábamos con las mismas armas.

—Pregunta para test... debes averiguarlo tú solo...

—Presiento que no será un pequeño cambio y sí un examen completo ¿Quiere ser mi ruler, señorita Smith?

Él sabía la respuesta, por eso no vi necesidad de poner en palabras lo que sí debía dejar claro en hechos. Nos besamos hasta el punto de confundir horarios o razones.

Estábamos exhaustos después de una fila de apuestas contra el clima y obligaciones online. Aun así, encontramos nuestra hora de paz antes de sumirnos en el reino de los sueños. Allí también estábamos juntos, más que nunca, caminando en la misma dirección de aquella playa desierta.

***

Mientras sostengo mi taza de té me pregunto cómo la vida puede jugarnos tan malas pasadas en la mayoría de las ocasiones... No es un reclamo sin fundamento, tampoco debería ser tan desagradecida teniendo en cuenta que había obtenido lo que muchos llamarían un final feliz.

Alguien me amaba, estaba esperando dos niños y los problemas con mi hermano habían terminado finalmente... sin embargo...

Lo siento, April, pero es lo mejor para ustedes. No puedes continuar en la casa. Te acercas a tu sexto mes de gestación y esos mareos que dices tener de vez en cuando son el inicio de lo que no quisiera que sucediera.

Te lo digo como tu médico de cabecera, pero aun así usaré un recurso que no debería para que veas tu realidad. Como amiga, Ape, necesitas internarte y cuanto antes mejor...

—¿April? ¿Cariño, pero qué haces? Te puedes lastimar...

La taza de té en mis manos se había deslizado para hacerse añicos en la alfombra. Jimin intentaba que no me levantara del sofá, mientras las lágrimas no paraban de brotar de mis ojos.

Me sentía patética y refugiarse en su consolador abrazo solo sirvió para ocultar más mi preocupación. Estuve tentada a romper la paz que reinaba en nuestra casa en una noche melancólica y lluviosa en Seúl.

Solo que verle entrar en la habitación con ojeras en el rostro o el suspiro cansado cuando su lado de la cama se hundía, eso solo me encerró más dentro de mí misma y lo único que pude hacer fue abrazarle.

Alguna solución tendría que encontrarle, alguna solución que no pusiera una distancia de meses entre nosotros o que acabara haciendo más daño que beneficio.

—¿Y cómo te fue hoy en la revisión? Olvidé preguntarle a Emerson por teléfono. Si no fuera por el proyecto de Hobi habría estado allí contigo...

Ahí estaba, la pregunta que no quería escuchar. Mirarle a los ojos era una verdadera tortura. Jimin recolocó los mechones que sobraban de mi flequillo detrás de mis orejas.

Yo mordí mi labio inferior a fin de no empezar con otra serie de hipidos traicioneros... Decirle o no... esconder por un bien mayor...

Podría ser perjudicial para ustedes si no ingresas ahora, es tu vida y la de los gemelos, entiéndelo ya April...

—Fue bien... todo está bien. No te preocupes...

Él iba a decir algo, de eso estaba segura, pero no lo dejé, en su lugar me acurruqué todo lo que pude contra su pecho y un si tú lo dices fue lo que acompañó mi silencioso llanto mientras tomaba mi decisión.

***

La llovizna nos pescó llegando a casa. Fue por los pelos, Lena tenía el rostro sonrosado después de la carrera para alcanzar el porche del complejo donde vivíamos en los últimos meses.

Me sonaba aun raro hablar de esa forma. Los últimos siete u ocho años de mi vida habían transcurrido con los chicos, haciéndome partícipe de sus alegrías y penas.

Apoyándonos unos a otros y discutiendo como toda familia que se respete. Así había sido todo. Habíamos tenido algunas relaciones amorosas sin importancia, creo que no llegaban a obtener ese título, el trabajo nos consumía por completo y por eso no podía creerme que estuviera a punto de casarme y menos a ser papá.

Era todo de lo que había añorado secretamente y quizás había escondido dentro de mi alma por mucho tiempo. Ver a Lena frente a mí, con sus despejados ojos azules ahora del mismo color grisáceo de este día lluvioso.

No podía hacer otra cosa que sonreír y agradecer por tener garantizada mi ancla en su corazón.

—¿Qué pasa? ¿Te olvidaste las llaves en el coche otra vez?

Negué aun con la sonrisa en el rostro y la tomé de la mano. Ella me miró aun sorprendida pero aceptó mis dedos entrelazando más los suyos.

Tomamos el elevador hasta la segunda planta y estaba a punto de sugerir que hiciéramos un maratón de películas de terror cuando Lily apareció en el umbral.

—Finalmente desconsiderados...Nuestra casa ha sido invadida y ya no puedo más... Esto es un pandemonio...

—¡Liliana Rose Williams!—la estridente voz de una mujer que recién se unía a la escena en el umbral nos dejó paralizados.

Lena abrió los ojos como platos y yo estaba a punto de preguntar qué diablos sucedía cuando mi suegro también se unió a la puerta.

—Creo que debimos avisarte antes Lenie, pero ya no aguantaba más para conocer a mi futuro nieto...

Oh Dios mío, era eso. Los Park habían dicho que estarían aquí para preparar nuestra ceremonia de casamiento y sacando bien las cuentas, Lena mencionó que la madre de Lily (debía ser la mujer del vestido color lavanda) sería una loca controladora en todo el sentido de la palabra, acostumbrada a fiestas y derroches al por mayor.

—¿Qué no piensan decirle hola a nadie? No dejé todo en Busan para recibir tu hielo hermanita...

Y para completar Aaron se había traído a su novia Melanie y el barco estaba al tope. Lena y yo compartimos una sonrisa avergonzada que traducía, debimos quedarnos en el café más tiempo.

—¡Bienvenidos!

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