Capítulo 4🦋 (PARTE 2)
¿Estoy en mi cama? ¿Cómo llegué aquí? ¿Logré subir hasta el apartamento?
Me encontraba atolondrada y confundida, recostada en mi cama con el uniforme. Miré el reloj de Piglet en la mesita de noche.
2:00 de la mañana.
Medio atontada me incorporé despacio, observando a mi alrededor.
Sí, definitivamente este es mi cuarto.
Mi bolso se encontraba a mi lado, y las llaves dentro de él.
Me levanté de la cama y comencé a explorar el apartamento.
Nada extraño. Todo en su lugar.
Quizás terminé subiendo y no lo recuerdo, seguro decidí recostarme con el uniforme por el cansancio.
Aprovechando que me encontraba despierta me cambié el uniforme por una pijama, me preparé un té, como me recomendó el Sr Brown, y finalmente regresé a la cama.
Tras escuchar la alarma de mi celular en la mañana, tomé una ducha y me preparé para la Universidad.
Busqué un nuevo outfit en mi guardarropa que se ajustara a la temperatura, ya que la mañana era algo calurosa.
Finalmente terminé eligiendo una falda corta, plisada y violeta, a juego con una polera de igual color que mostraba el ombligo. En cuanto a los zapatos, decidí usar unos tenis de color blanco con detalles en violeta, acompañados de unas calcetas blancas que sobresalían unos centímetros encima de ellos.
Practiqué la misma rutina de maquillaje y me dejé el cabello suelto.
Debo hacer un cambio con este cabello. ¿Cortarlo? ¿Pintarlo? Sin duda.
Me encontraba emocionada, ya que en la tarde al regresar de la Universidad los exterminadores vendrían a eliminar a mis no invitadas compañeras de cuarto.
Tras arreglar todo en la mochila abandoné el apartamento y me dirigí a la escuela.
Olvidé la extensa tarea de literatura. Genial.
Horario de almuerzo.
— ¿Cómo pudiste olvidarla Megan? Sabías que desde que se encontraron tú y la profesora Linda tendrían encontronazos...— Me regañó Arlen.
— Esa señora proviene del infierno.— Se quejó Hans.
— No tengo idea de cómo pude olvidarla, no suelo ser así. Por lo menos no salía serlo antes.— Expliqué cabizbaja deslizando la cuchara plástica por el almuerzo, sin ganas de darle ni un mordisco.
— ¿No la verás en privado para contarle cómo te sientes?— Preguntó Simon tan comprensivo como siempre.
— ¡¿Estás loco?!— Exclamó Diana.— Lo más probable es que la intimide nuevamente.
Flashback:
— Srta Sanders, ¿podría leernos su texto sobre la literatura occidental?— Preguntó la profesora Linda acomodándose los lentes, como si hubiera estado esperando ese preciso momento para machacarme por el más mínimo desliz.
— Yo...— Hice una pausa para pensar.— Tenía varios asuntos en la cabeza, olvidé la tarea que nos encomendó.— Terminé sincerándome.
— ¿Sabe porqué la palabra "tarea" se escribe "homework" en inglés, lo que significa "trabajo en casa"?
Todos en el salón permanecían en silencio, incluso yo, que me encontraba preparándome mentalmente para escuchar un comentario desagradable por parte de la señora.
— ¡Porque es para realizarse en casa! — Exclamó.— Si mi objetivo no fuese que tuvieran ejercicios para resolver no se los ordenaría. ¿Acaso lo ha hecho a propósito?
— Yo no...
— ¡Cállese!— Me interrumpió hostilmente golpeando el buró con el puño.— Si usted no cuenta con los requisitos necesarios para permanecer en la academia y convertirse en una profesional como sus compañeros... ¡Levántese de su puesto en estos momentos y atraviese la puerta!
La sangre ardía en mis mejillas, me encontraba tan avergonzada que no era capaz de observar a ninguno de mis compañeros, ni siquiera a Simon que se encontraba a mi lado.
— ¡No mire hacia abajo! ¡Le exijo que mire directo a mis ojos!
Me ví obligada a levantar la mirada.
— Usted no entiende... Mi hogar es un caos, hay cosas que debo resolver y por ende...
— ¡Cállese y escuche!— Me interrumpió.
— ¡No conoce nada sobre mi vida! ¡En cuanto logre estabilizarme las cosas serán diferentes! — Comencé a cambiar el tono de mi voz por otro más molesto y hostil.
— ¡Le exijo que se calme! ¡Es usted muy desordenada y...!
— ¡No pretendo permitirle alguna falta de respeto! ¿Por qué no le llamó la atención a la estudiante que le pidió leer su tarea antes que a mí? Ella tampoco la realizó, y le respetó sus motivos.
— ¿Está insinuando que tengo preferencia por los estudiantes?
— No, estoy insinuando que precisamente yo, no soy de su agrado.— Expliqué.
— Esto es el colmo...— Susurró la profesora mientras caminaba bruscamente hacia mi sitio.
Sus anticuados zapatos de tacón impactaban tan fuerte contra los tablones que daba la impresión que estos saldrían volando.
La profesora me tomó del brazo fuerte.
— ¡No soportaré algo como esto! ¡Este tipo de cosas son para preparatoria! ¡Iremos ahora mismo al despacho del director!— Exclamaba intentando sacarme del sitio.
— ¡No se atreva a tocarme!— Me resistí mientras empujaba su brazo contra ella.
— ¡Por favor, paren!— Se levantó Simon colocándose entre ambas.— Profesora Linda, ¿podemos tener una charla en privado, por favor?
— ¡Sr Richardson, este no es el momento!
— Varias veces me ha dicho que soy un estudiante al que admira y respeta, siempre he cumplido con sus tareas y mis calificaciones en su materia son mayoritariamente altas. ¿No me haría el favor de tener una pequeña conversación?
Todos en el salón se encontraban estupefactos, mientras Megan Sanders yacía indignada, de brazos cruzados y con el ceño fruncido.
Fin del Flashback.
— Conversé con ella, le pedí que te diera una segunda oportunidad. Le expliqué que no eras una mala estudiante, que solo estabas pasando por un mal momento... Se resistió y no te acusó en el despacho del rector, pero estoy seguro que no está convencida de que tengas calidad estudiantil. Quizás si hablas con ella en privado y le explicas lo avergonzada que te sentiste, intente ser un poco más flexible.— Explicó Simon.
— Solo se que esto se convierte en un nuevo problema, desaparece uno y surge otro.— Refunfuñé.
Resolveré el problema de las ratas justo cuando surge algo como esto.
En la tarde.
Luego de que el timbre resonara por los pasillos y los estudiantes corrieran desesperados a sus hogares, conversé nuevamente con Simon acerca de unirme al equipo de animadoras.
— ¡Te encantará pasar el rato con las chicas, son encantadoras!— Me asegura alegremente mientras nos adentrábamos en la cancha, se encontraban ensayando.
— ¡Una vez más chicas!— Exclamó la rubia del centro.
Qué cliché.
— ¡Uno, dos, tres!
— ¡Wuuuuuuuu!— Gritaron todas en conjunto.
— ¡Dame una P!
— ¡P!
— ¡Dame una A!
— ¡A!
— ¡Dame una N!
— ¡N!
— ¡Dame una T!
Mientras las chicas se encontraban deletreando el nombre del equipo me pensé nuevamente la decisión.
— ¿No es esto muy inmaduro Simon?— Pregunté frunciendo el ceño y presionando los labios.
— ¿Cómo?
— Esto me da vibras de preparatoria...— Le aclaré mientras colaba mi cabello detrás de las orejas.
— La verdad sí, ¿pero por qué no hacerlo si te gusta?. Luego tendrás 40 años y en ese momento sí que no podrás hacerlo. ¿Por qué envejecer tan rápido?
La lógica de Simon me parecía coherente. Si en verdad siempre formé parte del equipo de porristas, y tenía la oportunidad de ser animadora nuevamente... ¿No lo haría?
— ¡Hola, Simon!— Le saludó la chica rubia.
— Hola Sophie, te presento a Megan Sanders, es nueva.
— Hola Megan. ¿Cómo estás?— Me saludó cantarinamente.
— Un gusto conocerte Sophie.— Respondí lo más agradable posible.
— ¿Qué los trae por aquí?
— Recordé que me comentaste sobre la partida de Lana del equipo. ¿Por qué no pones a prueba a Megan? Siempre formó parte del equipo de porristas.— Le explicó Simon rodeándome con el brazo.
— ¡Claro! ¿Te gustaría que nos encontráramos aquí mañana, a esta misma hora para ensayar?
— Claro, me parece genial.— Respondí.
— Sé que todo marchará bien... Tienes rostro de porrista.— Agregó Sophie.
— Sophie siempre ha dicho que reconoce a una buena porrista con solo verla. Es una especie de bruja.— Añadió Simon entre risas acomodándose el cabello.
—¡Ey! ¡No me llames bruja! ¡Estupijorge!— Le reprochó Sophie golpeando su hombro ligeramente.
¿Estupijorge?
Las miradas que intercambiaban Sophie y Simon me parecían tiernas y cariñosas, y cuando me refiero a tiernas y cariñosas quiero decir mucho más de lo normal.
— Nos veremos mañana, debo regresar a casa. ¿Vienes Megan?— Se despidió de ella.
— Claro, nos veremos Sophie, en verdad me agradó mucho charlar contigo, gracias por darme la oportunidad.— Le agradecí.
— Tranquila. ¡Nos vemos!
Sophie me dió un pequeño abrazo, y luego besó la mejilla de Simon.
— ¿Y bien? ¿Me cuentas?— Pregunté a mi amigo mientras nos dirigíamos a la salida por los pasillos.
— ¿Qué? ¿De qué hablas?— Preguntó algo nervioso acariciando su cabello.
Se nota que ama su cabello.
— No te hagas el despistado, me refiero a Sophie. ¿Qué con ella?
— Pues... ¿Sophie? Nada, solo... Es mi amiga.
— ¿Te gusta verdad?
— Es algo complicado, verás, Sophie es... Mi exnovia.
De todas las cosas que me vinieron a la cabeza cuando noté que tonteaban, nunca imaginé que esa sería la razón.
— ¿Pero aún le quieres? ¿No es así?
— Verás... Mi historia con ella es algo complicada, y nos arruinaría la emoción por tu reincorporación a las animadoras mañana.— Esquivó gentilmente el tema, entonces supe que en verdad no deseaba hablar sobre eso. Era increíble como incluso para esquivarte lo hacía amablemente.
— No olvides que aún no es seguro...— Le recordé.
— Si Sophie lo mencionó, estoy completamente seguro de que romperás todas las expectativas en el ensayo.
— Dejando eso de lado... Perdón que regrese al tema pero... ¿Estupijorge?— Pregunté entre risas.
— Oh... Jorge es mi segundo nombre, solía llamarme así cuando cometía alguna estupidez...
— Es gracioso.
— No... No lo es...
— ¡Que sí!— Exclamé dándole un ligero empujón para luego correr hacia la carretera.
— ¡Ey!
— ¡Nos vemos mañana!
Mientras caminaba de regreso a casa pensé en varias cosas, pensé en el equipo de animadoras, en Simon y Sophie, en la profesora Linda... Pero sobre todo en Equis y su secreto.
La sensación de que había algo detrás de todo ese asunto de la banda y la clandestinidad no desaparecía.
Debo hablar con él... No puedo dormir tranquila, se ha vuelto una necesidad averiguar sobre Equis... Solo quiero hablar con él y conocerlo cada vez más...
Caminando de regreso a tu hogar no sabes cuántas cosas podrías pensar... Sin embargo, el mismo asunto rondaba mi mente una y otra vez, y aunque a nadie le contaba, pasaba al menos 10 minutos de cada materia pensando en él.
Es increíble como le dedico tanto tiempo del día a ese cuervo.
Ni siquiera recordaba a Leonel, me resultaba increíble que un chico del cual no conocía absolutamente nada, ni siquiera su nombre, se paseaba por mi mente impidiéndome recordar a otro, que por el contrario, conocía a la perfección y por algún tiempo fue el dueño de mi corazón.
Sin embargo, a pesar de ello, terminé recordándolo, y sí, claramente me deprimí. Subí las escaleras del edificio con el rostro más aguafiestas posible.
— Hola Megan. ¿Cómo estás? ¿Qué tal todo? — Me saludó Roland, el chico vestido de chef que conocí el día que me renté.
— Hola... Me encuentro algo mareada, pero estaré bien. — Le saludé cordialmente a pesar de que no deseaba hablar con nadie.
Pensar en Leonel solo me predisponía.
— ¿Estás segura? ¿No necesitas ayuda?—Preguntó tomando mi mano, sus ojos preocupados me observaban de arriba a abajo.
— Tranquilo, solo es predisposición.
En ese momento, al mirar hacia el balcón, notamos que pequeños chorros de agua comenzaron a caer desde el piso de arriba, y una voz femenina cantaba.
— 🎶Me fui porque no encontré razones, te juro que a muerte lo intenté, pero alcanzarte me es imposible, no me dijiste cómo volver. Me fui porque no encontré tus huellas, después de esperarte, me rendí, pero alcanzarte me es imposible. ¿Qué voy a hacer con esta vida, sin ti?🎶
Roland dibujó una tierna y enamorada sonrisa en su rostro.
— ¿No tiene una voz hermosa? Ama cantar mientras riega sus plantas.— Suspiró cruzándose de brazos.
— ¿Quién?— Pregunté curiosa.
— Stefany, vive en el apartamento #4 del cuarto piso... Sus ojos son...
— ¿Azules?— Le interrumpí.
— Sí...
— Al parecer te agrada mucho Stefany. ¿No?
— Es tan hermosa... Y tiene unos ojos que... Y una sonrisa... Y su cabello... Pero su voz es tan...
— ¿Le has dicho cómo te sientes?
— ¡No! ¡Por supuesto que no! Stefany no confía en los hombres...
— ¿Cómo? Pero si tiene un bebé... Lucas.
— Su esposo y padre del bebé solía vivir aquí también, pero lo atrapó en la cama con otra y lo echó, fue un total escándalo, lanzó toda su ropa a la calle desde el balcón.
— ¿Y no te gustaría demostrarle que no todos los hombres son iguales?
— La verdad es que... Bueno... Yo...
— Roland, la vida es muy corta para poner excusas... Espero que algún día encuentres la valentía para confesarle tus sentimientos a Stefany.— Me despedí tocando su hombro, y retorné mi regreso al apartamento.
Estoy segura de que Roland se quedó reflexionado.
Tras llegar al octavo y último piso, me encontré con un grupo de hombres llamando a mi puerta, llevaban uniformes azules y máscaras, además de pequeños tanques plásticos con motores.
— Muy buenas tardes señores. ¿Son ustedes acaso los exterminadores de plagas?— Pregunté a pesar de sentirme segura de que se trataba de ellos.
— En efecto, señorita.
— Disculpen si han esperado por mucho tiempo, recién llegué de la Universidad, pero por favor, pasen y hagan su trabajo...— Abrí la puerta con la llave y les invité a pasar.
Tras dejar a los exterminadores en casa, decidí pasarme por el supermercado y comprar suministros para preparar la cena.
Agarré un carrito en la entrada y comencé a pasearme por los pasillos, mis ojos se deslizaron por cada estante y explotaron cada vidriera o cesta.
Terminé llevando una gran variedad de productos, entre ellos cereales, leche, huevos, embutidos, salsa de tomate, latas de especias, chetos, galletas, carne, verduras, frutas, aceites, azúcar, café, sal, fideos, mantequilla de maní e ingredientes para hornear pasteles, tales como harina, polvo para hornear, cacao, mantequilla, esencia de vainilla, entre otros.
Tras dirigirme al mostrador con el carrito repleto, una voz masculina conocida me sorprendió.
— ¡Nunca había visto un cliente llenar un carro así!— Exclamó.
— Hola Gabe... Había olvidado que trabajabas aquí. — Le saludé entregándole de a poco los productos que seleccioné.
— ¿Todo marcha bien con la nevera?
— De maravilla, además, en el apartamento se encuentran los exterminadores... ¡No más ratas asquerosas y regordetas por la pocilga!
— ¿Pocilga?
En ese momento no pude evitar sonrojarme y avergonzarme. ¿Cómo explicas que le llamas pocilga a tu hogar?
— Olvídalo, estuve conversando con Stefany para remodelarlo y ambas hemos tenido grandes ideas.
— Me alegra que entables amistades. Pero recuerda lo que te comenté sobre...
— Equis, ya lo sé.— Le interrumpí.— ¿Sabes Gabe? En la madrugada me quedé dormida en las escaleras, no preguntes motivos por favor.— Enfaticé arqueando una ceja.— Y cuando desperté me encontraba en mi cama. Por un momento creí que quizás, había despertado y llegado al apartamento, concluí que no lo recordaba, pero me pareció algo muy extraño. Sin embargo, ahora que te encuentro me surgió la idea de que quizás fuiste tú quien me ayudó...
— Pues... ¡En efecto! Bajé a sacar la basura en la madrugada, que nadie me observaba, y te encontré dormida en las escaleras, así que te cargué hasta tu casa y busqué tus llaves.
— Me alegra escucharlo... También existía la posibilidad de que...— Hice una pausa y fruncí el ceño.— No, olvídalo.
Cuando finalmente se encontraba la cuenta lista, suspiré aterrada tras ver que de alguna manera debía llevar, sola precisamente, ocho pesadas bolsas a casa.
— ¿Cómo rayos llevaré tanto al apartamento?— Me quejé.
— Tengo una idea, ¿por qué no llevas cuatro bolsas y cuando mi turno termine, dentro de una hora, te llevo las otras cuatro?
— Me sería de mucha ayuda, en verdad no sé cómo agradecerte toda la ayuda Gabe... Eres un vecino sin copia alguna...
— Eres más que mi vecina Megan, con el tiempo seremos mucho más que vecinos.
Esa última frase me pareció algo extraña, pero decidí pensármelo dos veces, y me tomé el asunto de manera relajada.
— Claro... Estoy segura de que seremos buenos amigos.— Respondí dejando el pago en el mostrador.
Abandoné el súper aún confundida con el comentario de Gabe, pero nuevamente decidí no darle importancia.
Tras regresar al edificio pasé cierto rato en el apartamento de Stefany, la cual terminó contándome sobre la traición de su esposo... Y yo también le conté sobre mi situación y de cómo encontré a Leonel en el almacén con la florista.
Finalmente terminamos de melancólicas, Stefany incluso lloró en mi hombro y me preguntó cómo lograba ser tan fuerte y no derramar una sola lágrima.
En ocasiones como esta me gustaría ser capaz de llorar.
En la noche.
Aunque el apartamento emanaba un aroma característico, ni un solo roedor indeseado rondaría de nuevo por allí, y eso me dejaba tranquila.
La nevera se encontraba repleta de suministros, ya que había acomodado todos los productos, incluso los que Gabe me había llevado un tiempo después, además, estaba a punto de transformar ese kilombo en una hogareña y respetable morada.
¿Las cosas no hubieran podido marchar mejor, verdad? Y puedo asegurar que por primera vez, era literal, y no sarcasmo.
Mientras acomodaba mi bolso y me arreglaba el uniforme frente al espejo, no podía dejar de pensar en Equis, el cual probablemente vería al salir, o en la tienda.
Tendrá que contarme más sobre su secreto... Y por qué es un secreto.
🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋🦋
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top