Capítulo 3
Yeosang abre la puerta del establo e inmediatamente observa a una pequeña niña sentada en el largo césped, jugando sola con un carro de juguete.
“¡Lia!” Llama y la niña se voltea.
Tan pronto como le ve, una gran sonrisa aparece en su rostro y se levanta, saltando con emoción en el lugar.
“¡Yeosang-oppa!” Exclama. “¡Volviste!” Yeosang camina hacia ella y le desordena los azabaches cabellos, ella ríe y juguetonamente aparta su mano.
“Por supuesto que estoy de vuelta, princesa. ¿Cómo fue tu día?”
“Bueno” Lia le muestra su juguete. “¡Encontré esto hoy!”
“Es un auto hermoso.”
“¿Qué auto es?”
“Un Ford, creo. Sí, es un Ford.” Yeosang mira su reloj rápidamente: las seis y cuarenta. “¿Ya vinieron?”
Lia asiente con seriedad. “Sí. Preguntaron en dónde estabas.”
“¿Y qué les dijiste?”
“Que no sabía y que no podían quedarse hasta las seis porque era ilegal.”
Lia ríe y le vuelve a desordenar el cabello.
“Esa es mi princesa, buen trabajo, Lia. Y nunca olvides, pequeña, si hay acreedores en la puerta…”
“¡Entonces es mejor que no esté tras la puerta antes de las seis!”
“Muy bien.”
Lia comienza a saltar de nuevo.
“¿Y mi regalo?”
Yeosang ríe y niega con la cabeza, buscando en sus bolsillos tres paletas. Una vez que las consigue las suelta en las manos de Lia.
“Ahí te va.”
“¡Woah!” Lia abre bien sus ojos al mirar los dulces. “¿Tres?”
“Te conseguí fresa, cola y limón. Te estoy dando más porque…” Yeosang traga con fuerza. “Bueno, puede que no esté por un tiempo.”
Con eso, la sonrisa de Lia se descompone y la chica junta sus cejas en preocupación.
“¿Por qué? ¿A dónde vas?”
“No tan lejos, en realidad. Es sólo…” Yeosang ríe. “Tal vez sólo me vaya.”
“Pero volverás, ¿Cierto?”
“¡Por supuesto que sí!” Miente Yeosang, sonriéndole a la pequeña y apretando su nariz. “¿Quién más robaría paletas para ti de otra manera?”
Lia ríe de nuevo, sus mejillas ruborizadas en carmesí y el corazón de Yeosang se rompe un poco más.
Mientras camina a su departamento, dejando a Lia jugando con su auto en el establo Yeosang se da cuenta de que la extrañará. Bueno, no tiene certeza de ser capaz de extrañar a las personas una vez haya terminado, pero aún así. Si pudiera, la extrañaría.
Silenciosamente pide que sus padres la alimenten al menos dos veces al día, pide que su madre consiga un trabajo pronto para que pueda comprarle paletas pues él no será capaz de dárselas más nunca.
Abre la puerta de su departamento y entra.
Bueno, esto es todo. Último día en la tierra.
Yeosang camina hacia la sala de estar y mira la mesita. Encima hay cinta, una bolsa de plástico y una nota ya escrita.
Eso es todo. Último día en la tierra…
Puede que probablemente ese no sea su último día en la tierra.
Yeosang rompe la bolsa de plástico y finalmente consigue inhalar aire, ahogándose violentamente cuando lo hace.
“¡Joder!” Yeosang tose. “Maldita sea, ¿Cómo carajos la gente hace esto?”
Lleno de ira toma la cinta de su cuello que mantiene la bolsa en su lugar y la arranca, siseando por el ardor de la piel.
Aparta la bolsa y suelta un quejido, masajeando su cuello. Decir que está enfadado es un eufemismo. Estaba demasiado preparado esta vez. Y aún así, cuando sus pulmones comenzaban a doler y su garganta a arder por la falta de oxígeno, su corazón latiendo tan fuertemente que podía sentirlo contra su caja torácica, simplemente no pudo seguir.
“Jodidamente ridículo” murmura, tomando un cigarrillo de su paquete y encendiéndolo, toma una calada y comienza a toser de nuevo, sus pulmones aún están demasiados sensibles después de la pérdida de oxígeno. Se sienta en el mostrador de la cocina, observando el desastre que es, con platos sucios llenando el lavabo y manchas de café en todo el lugar y sigue fumando. “Ridículo.”
Ha intentado todo. Literalmente todo.
Nada funciona. Joder, una vez intentó ahorcarse y la jodida placa de madera en la que se colgó la tela se partió en dos. Sin mencionar esa vez en la que dejó el gas encendido y fue a dormir, luego despertó completamente sano en la mañana porque había olvidado pagar así que la compañía simplemente cortó la electricidad. O esa vez que trató de tener una sobredosis pero las patillas estaban expiradas así que lo único que consiguió fue una diarrea terrible y una fiebre que duró todo el mes. Usualmente las pastillas expiradas te matan, no te causan enfermedades.
Yeosang suspira.
“No puedo seguir haciendo esto” le susurra a nadie. Desde donde está sentado puede ver el espejo en la pared en el cual dibujó con lápiz labial dos cruces y una línea recta debajo. “No puedo seguir haciendo esto” toma otra calada, cerrando sus ojos y parando las lágrimas. Llorar justo ahora no tiene sentido.
Yeosang no está seguro de la razón por la cual decidió irse de su departamento y caminar por la ciudad, pero le alegra haberlo hecho. No hay nadie cerca, ni un auto, ni una persona, el distrito en el que está es desconocido para él y se siente perdido. Lo cual es conveniente. Repentinamente, Yeosang toma una decisión. Como, al parecer, suicidarse era imposible de alguna forma, lo intentaría por última vez.
Un último intento. Un último “Último día en la tierra”. Y si no funcionaba tal vez debía de tomarlo como una señal de que puede ser que no fuese su hora aún y que no había nada que pudiera hacer al respecto. Siempre había vivido así, tomando todo lo que el mundo le daba y si trataba de deshacerse de algo múltiples veces pero fallaba, entonces significaba que debía quedarse con eso.
Así que sí. Un último intento.
Se para en la acera y está a punto de cruzar la calle cuando ve un auto en la distancia, a punto de salir de un túnel.
Bueno. Esta es su oportunidad, considerando que es el único auto que ha visto en un largo tiempo.
Yeosang espera entonces que la luz se ponga en verde y observa como el vehículo acelera un poco. Yeosang sólo deja que su cuerpo vaya hacia adelante, cierra sus ojos y oye el sonido del freno y repentinamente le duele todo.
Puede sentir que está casi volando, su cuerpo aún sin tocar el asfalto, piensa que tal vez ya está y así es como se siente, lo cual no es tan malo.
Pero entonces golpea contra el suelo tan fuerte que el aire sale de sus pulmones, su piel se raspa contra el concreto y le duele todo el jodido cuerpo.
Yeosang se mantiene inmóvil. Puede oír voces en la distancia pero su cuerpo sigue aún en shock por el dolor. Yeosang abre sus ojos, todo está borroso. Pero sigue vivo.
Un auto le golpea a toda velocidad.
Y sigue vivo.
“¿Me estás jodiendo?”
Decide que tal vez debería levantarse, así que rueda sobre su estómago, quejándose cuando sus extremidades duelen.
“¡Está vivo!” Grita una voz.
“Lo estoy, jodidamente increíble.”
Lentamente, Yeosang consigue levantarse, casi cayendo pero consiguiendo un poco de equilibrio. Mira a su alrededor. Su visión sigue jodida, pero aún no hay autos en la calle. Y sigue vivo.
Su última oportunidad.
Su último “Último día en la tierra.”
Sigue vivo.
“Estoy jodidamente vivo.” Susurra.
“¡Hey!”
Yeosang se voltea y puede ver a un chico con cabellos rojizos antes de ser golpeado en la cara.
“¡Ugh!” Grita. El chico lo toma de la camiseta y lo vuelve a golpear, tirándolo al suelo.
“¡Pedazo de mierda!” Le grita, pegando a Yeosang al asfalto con una rodilla en su estómago. “¡¿En qué demonios estabas pensando?!”
Otro golpe, la cabeza de Yeosang da contra el suelo.
“¡Saltaste hacía mi auto, maldito psicópata!”
Está vivo. Un auto lo golpeó y sigue vivo, en realidad está pegado al suelo a causa de un extraño.
“¡San, detente!” Oh, al parecer hay alguien más. “¡Vas a matarlo!”
El chico San aparta al chico de cabellos negros y sigue golpeándolo y sólo en ese momento se da cuenta de lo completamente fuera de contexto que es toda la situación.
Saltó en frente de un auto para morir pero a cambio lo que está consiguiendo es que le golpeen como nunca antes. Eso… eso es totalmente loco. Y poco probable. La vida no funciona así, así que ¿Por qué le está pasando aquello a él?
Entonces Yeosang comienza a reír.
San se paraliza, su puño alzado en el aire y una expresión de confusión se expande por su cara.
“¿Qué mierda?”
“¡Estoy vivo!” Grita Yeosang, su voz rota por la risa incontrolable. “¡Sigo vivo!”
San suelta su camisa y se levanta, caminando hacia atrás.
“Estás jodidamente loco.” murmura San.
Yeosang también se levanta, ignorando por completo el dolor de su cuerpo. Escupe en el suelo un poco de sangre y comienza a reír de nuevo, mirando el cielo estrellado.
Esta era su última oportunidad. Su último día en la tierra y sobrevivió.
Bueno. Se hizo una promesa. Última oportunidad, si fallas te mantienes con vida. Quiere golpearse en la cara por tomar aquella decisión, pero es un hombre de palabra. Aún así no puede parar de reír y caminar con las piernas conmocionadas. Al parecer Yeosang iba a conservar su vida.
Wooyoung observa al chico que acaban de atropellar con los ojos muy abiertos, su mente aún confusa.
“Estás…” Wooyoung traga. “¿Estás seguro de que en verdad lo golpeaste?”
“No sé, ¿Por qué no le preguntas a la enorme abolladura del auto?” San niega con la cabeza. “Él está… está bien.”
“Está jodidamente loco.”
“Eso también.”
Un corto silencio sigue, roto por la risa fuerte del chico.
Wooyoung arquea una ceja y el chico de cabellos rojos también le mira.
“¿Qué?”
Wooyoung arquea su ceja de nuevo y San suelta un quejido.
“Ni hablar, no.”
“Vamos.”
“No llevaré a ese psicópata con nosotros.”
“¿Por qué no? ¡Es el destino! ¿Cuántas probabilidades se tienen de que consigas a otra persona que quiera escapar?”
San frunce el ceño.
“¿Cómo sabes que quiere escapar?”
Wooyoung ríe y apunta al chico que, por alguna razón, sigue corriendo y gritando hacia el cielo.
“No sé si te diste cuenta, pero literalmente saltó en frente de un auto. Para morir.”
San murmura algo, pero Wooyoung no puede escucharle.
“Vamos, San” Wooyoung observa al chico. “Está loco. Puede que también…”
San se queja y rueda los ojos.
“No puedo creer que voy a… ¡Hey!”
El chico deja de caminar y se voltea.
“¿Cuál es tu nombre?” Pregunta San, el chico camina hacia su dirección.
“Yeosang.”
San asiente.
“Vienes con nosotros, Yeosang.”
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