⚡️ɪʟʟᴜᴍɪɴᴀᴛᴇᴅ ʙʏ ғʟᴀsʜᴇs ᴏғ ʟɪɢʜᴛɴɪɴɢ⚡️
Nix Bryne © -blurryfxce
La primera vez que la vi, no me cabía duda de que aún si es que no lograban encontrar a Timur, este se iba a morir. Pero por estrés, porque tener setenta años y no poder ni pegar un ojo en la noche por la paranoia de que iban a por tu cabeza, era una fórmula de éxito asegurado para la muerte o la enfermedad; sin mencionar que nadie se merecía llevar esa calidad de vida.
Pero sacarlo del planeta sin ser interceptados por los malditos terroristas, que de alguna forma habían pasado por debajo de las narices de Los Manos de la Ley, era imposible; estaban en todos lados, eran casi más omnipotentes que yo. Lo más probable era que lo habían logrado con mucha facilidad, gracias a todos los agujeros abiertos con carteles de "¡Aquí estoy!" que dejaba la corrupción; no me miren con esa cara, ya sé que yo también soy una persona bastante inmoral a ojos de entes absolutistas como vosotros, pero todo lo que yo he hecho es con un objetivo noble.
Me catalogaré como moralmente... relativo, de momento.
Pero que conste que no he hecho juicios de valor. Solo busco explicar el porqué de la situación en la que me encontraba; si a ustedes les parece que la corrupción es inadmisible, ahí ustedes, y sin son "monstruos" (digo "monstruos" porque yo no creo en nada de eso) pues ahí ustedes también.
Y yo estaba apunto de caer en exactamente lo mismo. Pero las situaciones desesperadas, llevaban a decisiones desesperadas, y yo era capaz de venderle mi alma al diablo por Timur; era la figura paterna que dejé de tener a una temprana edad en mi vida inmortal, y una mucho mejor que la que propinó mi padre biológico, aunque no le tengo nada en contra realmente. Además, no lo estaba haciendo solo por mi conflicto de interés porque Timur es y era mi amigo; si no que, si es que esos inmundos criminales ponían sus manos sobre el caballero, la especie humana podía despedirse inmediatamente de su existencia en este universo. Una bomba de neutrinos y un arma biológica con una bacteria veinte veces más letal y eficiente que el mismo antrax, no podían caer en las manos de nadie que no fuese Timur o yo.
Lo bueno de todo esto, era que yo estaba más que acostumbrado a tener dos rostros; en la televisión mostraba uno, en privado otro, dependiendo de lo que deseaba transmitir y con quién estaba tratando. Así que ponerme una máscara proyectada y cambiar mi nombre para juntarme con la tal Reina del Engaño, no significaba un problema ni para mi ni para mi consciencia o actuación. Llegué cinco minutos antes como de costumbre, y eventualmente, la mujer de cabello rubio y ojos oscuros se sentó frente a mi.
La charla fue breve y directa; yo le daba la posibilidad de influenciarme, y ella me daba las herramientas para sacar a Timur de manera ilícita y secreta del planeta. Tenía algo en los ojos, un destello quizás, que me llamó la atención de manera inmediata; algo tan imperceptible y fugaz, que podríamos decir que se asemejaba a la luz de un relámpago.
La segunda vez que la vi, estaba en mi oficina, desesperada porque necesitaba de mi ayuda contra su propio socio; ya no era rubia, no de la misma tonalidad, y ahora tenía los ojos azules. Pero el relámpago seguía ahí, mientras la escuchaba llevarme la contra repetidas veces aunque por alguna razón tenía el único impulso de ser honesto con ella y ayudarle sin nada a cambio. Ayudarla por altruismo puro. La tercera vez, estaba en la playa; y ahora el brillo ya no estaba en sus ojos.
Estaba en toda su persona.
Era tan brillante, tan luminosa, que acaparaba toda la atención de cualquiera que pusiese un pie en la costa de Zolasar; brillaba más que los mismos soles del planeta tropical. O quizás solo yo la veía así. Entonces me contó que esa no era su apariencia real, y aunque ya lo sabía, me costó imaginarme una versión de ella que fuese menos hermosa que la actual; y luego todo tuvo sentido, cuando sentí su miedo como el mío, su dolor como el propio, y un instinto indescriptible de protegerla a toda costa de todo peligro existente, aunque aquello implicara introducirme en agujeros más oscuros que la corrupción.
Pasaron los meses, porque la parte bestial de mi persona era demasiado monstruosa para ella. Meses en los que no la vi, pero que no podía evitar soñar con ella, porque mi alma, mi cuerpo y cada código genético en mis células, además de mi mente, rogaban que la encontrara y me la quedara para mi. Pero era demasiado perfecta y magnífica, y demasiado humana y valiosa, como para que yo la objetificara o la viese como propiedad.
Era mi igual. Y lo vi definitivamente la cuarta vez que nos encontramos, en una conferencia, que ya no era rubia ni tenía los ojos azules; era castaña, y de ojos oscuros, y ahora era tan radiante que consumía la luz al rededor de ella. Tan llamativa y gloriosa, que no conseguí enfocarme en la reunión, ni en nada que no fuese la curva de sus labios, el color de sus ojos, la armonía de sus facciones y la belleza general que desprendía.
Desde ese momento, nunca más pude quitarme del consciente o del subconsciente a Nix Bryne, la persona que me dio fuerzas tantas veces y que significó mi mayor debilidad en tantas otras ocasiones, la luz y el dolor al mismo tiempo.
Igual que un relámpago.
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