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Imaginemos un omegaverse...

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El impulso se desvanece, y no es hasta ese momento en el que me doy cuenta de la irremediable situación en la que no solo me he metido, sino en la que también metí a otro.

Detesto ser aún un alfa sin autocontrol. Ya sé lo que dirá Stark: la regaste, la regaste bien bonito. Y ni hablar de Thor, creo que me aplastará la cabeza.

Todavía sigo un poco atontado, no lo suficiente para cegar la repercusión que desencadenará esta situación, lo que es lamentable. Aunque siendo honesto, pesa más la culpa de lo que hice que las consecuencias. Tomé a un omega en celo y el único consentimiento fue el que la naturaleza otorgó.

No sé cómo pasó. Todo se salió de mis manos cuando su dulce aroma me llamó; jamás había sido bombardeado por un estímulo tan seductor. Recuerdo que lo vi estremecerse, me acerqué a ayudarlo, pero fue tonto pensar que podía mantener mi instinto encerrado. Lo demás son retazos de lo inevitable. No creo que pueda ver su rostro otra vez, o percibir su aroma sin evocar la sensación de nuestros cuerpos uniéndose, de sus uñas sobre mi piel o las cálidas súplicas que recibía en mi oído. Tengo la impresión de que nos devoramos mutuamente, pero yo más a él, y eso es lo que aterra: no sé cómo es que tengo que aprender a vivir con este instinto tan animal. Preferiría haber sido un beta.

Pero olvidaba lo más importante de este caso, y es que debía preocuparme más para cuando Loki despertara. No sé qué pensará él de que haya sido poseído por un alfa de dieciséis años.

Nada bueno, seguro.

A la espera no ser el único consciente de lo que acababa de pasar, podía imaginar los rayos de Thor cayendo sobre mí, saboreando la decepción del señor Stark y viendo la reacción de May si es que dentro de unos meses tendría que confesarle que va a ser abuela.

En serio, Peter, eres un tonto. Tonto, tonto, tonto. Estoy muerto, y eso que apenas estoy empezando a vivir.