Capítulo 7
La «noche de bienvenida», tal y como había sido bautizada por Shanks para buscar un motivo que permitiera abrir botellas de sake, estaba siendo bastante entretenida. Por suerte, casi todos los presentes eran amables, e incluso divertidos. Todo lo contrario a su primer conocido en aquella comunidad. No iba a negar que al despertar había temido estar rodeada de gente borde e insensible, aunque el chico de ojos grises había ganado puntos después de disculparse.
Hacía meses que no probaba el alcohol y aquel líquido ya comenzaba a hacer estragos en su cuerpo. Las mejillas le ardían ligeramente y se sentía como en una nube. Decidió que era momento de dejar de beber. No quería emborracharse su primera noche allí.
—Yo también quiero beber de eso —insistió la niña de cabellos naranjas, tirando de la camiseta de su madre.
—Claro, cariño. Toma, dale un trago —le ofreció Bell-mère, divertida.
—Vas a emborrachar a la niña —le regañó Makino. La pelimorada hizo un gesto con la mano, restando importancia al asunto.
Nami se acercó el vaso hasta la boca, con cuidado. Todo ello bajo la atenta mirada de su hermana Nojiko, así como de su madre. En cuanto el líquido entró en contacto con la lengua de la pequeña, esta hizo una mueca de asco, apartando el recipiente rápidamente y devolviéndoselo a Bell-mère. Esta última estalló en carcajadas. La escena provocó también la risa de los que habían presenciado el momento.
—Creo que esto se nos está yendo de las manos —anunció Law, con seriedad, unos minutos después.
El tono de voz de varias personas, concretamente de los que más habían bebido, comenzaba a elevarse demasiado. Aquello había provocado que varios infectados comenzaran a rondar la zona. Era casi imposible que lograran atravesar las puertas fortificadas, pero no era necesario tener una horda allí cerca.
—No seas aguafiestas. Nos merecemos una noche de diversión —intervino Shanks, sonriendo.
El pelinegro chasqueó la lengua. Este tipo era demasiado despreocupado. Por suerte, sabía ponerse serio cuando era necesario. Desde luego, el pelirrojo no consideraba aquella situación peligrosa.
—Tal vez deberíamos comenzar la guardia —intervino Sabo, dirigiéndose al chico de ojos grises. De ese modo evitaba una posible discusión. Este último tan solo asintió—. Vamos, Luffy. Tú yo nos encargamos de la puerta principal.
—¿Qué? ¡Pero me lo estaba pasando bien! —se quejó el susodicho, con una mueca de fastidio en su rostro.
—No seas quejica. Todos confían en ti para dormir tranquilos esta noche —le recordó el rubio.
—¡Es cierto! ¡No os preocupéis! Si esos infectados entran les patearé a todos el trasero —exclamó Luffy, comenzando a correr hacia la entrada principal y alzaron los puños en el aire.
Law suspiró antes de emprender su camino. Aquel chico tenía ya diecinueve años, pero se comportaba igual que los tres niños pequeños. Eso sí, era muy útil a la hora de luchar.
(TN), por su parte, se quedó pensativa durante unos segundos. No iba a negar que aquella velada le había servido para distraerse un poco, cosa que le hacía falta; pero no podía olvidarse de la gravedad de la situación.
Se lo había pasado bien y había hecho buenas migas con varios de sus nuevos compañeros. Sin embargo, mañana ya debía comenzar a trabajar en el almacén de los medicamentos y ayudar en cualquier otra tarea comunitaria. Tal vez había llegado el momento de retirarse.
—Estoy algo cansada —anunció, mientras se levantaba de su asiento. Las miradas de los que estaban alrededor recayeron sobre ella—. Creo que voy a irme ya a dormir. Quiero descansar y empezar mañana a ayudaros en todo lo posible.
—¿Seguro que no quieres otra copa más? —preguntó Shanks, tratando de mostrar su amabilidad.
—Cariño, deja que descanse. Seguro que te la bebes tu por ella —comentó Makino, dando unos golpecillos en el hombro del pelirrojo—. Buenas noches, (TN), que duermas bien.
La peli(t/c) se despidió por última vez antes de comenzar el camino hacia su nueva casa. La urbanización tan solo estaba iluminada por la luz que emanaban las farolas de la plaza y la tenue luz de la luna. Al grupo le gustaba ahorrar la luz producida por las placas solares. Había sido una suerte que aquella zona se abasteciera por ese tipo de energía. Bueno, y suerte de tener a Franky entre ellos. Desde luego, era todo un manitas.
Cuando se alejó un poco de la plaza, pudo ver a Law, caminando a lo lejos. A paso lento y relajado. La joven aceleró el ritmo hasta alcanzarle. Se sentía en una nube mientras corría, efectos del alcohol.
El pelinegro se sobresaltó cuando la chica estuvo lo suficientemente cerca. Por unos segundos, (TN) se quedó embobada mirando el rostro de su nuevo compañero. A pesar de la escasa luz, podía apreciar perfectamente lo guapo que era. Tal vez después de haberse disculpado lo veía más guapo.
—¿Necesitas algo? —preguntó el chico, al ver que la peli(t/c) permaneció en silencio.
—No —respondió ella, rápidamente—. Es solo que... Bueno, quería decirte que pienso que tienes razón. Aunque estemos en un sitio aparentemente seguro, no podemos olvidar la realidad.
—Exacto —dijo él. Menos mal que alguien era consciente de ello. A veces sentía que faltaba seriedad en aquella comunidad, aunque siempre acababa saliendo todo bien. Sin embargo, no era motivo para bajar la guardia—. Espero que esta noche te haya servido para distraerte un poco. Mañana cuando te levantes ven al almacén. Te tocará empezar a trabajar.
—Sí, claro —murmuró la joven.
Law tan solo asintió y continuó su camino. La peli(t/c) le miró mientras se alejaba, arqueando una de sus cejas. Ni si quiera le había dado las buenas noches, aunque fuera por educación, no porque se las deseara.
No sabía qué pensar exactamente sobre aquel tal Trafalgar Law. Solo sabía que trabajaría junto a él la mayor parte del día. Esperaba que a medida que fueran cogiendo confianza, su simpatía fuera aumentando.
A nadie le gustaba trabajar con alguien borde y antipático al lado, a no ser que también lo fueras. Ese no era el caso de (TN). Tampoco es que fuera extremadamente habladora, pero le gustaba que le trataran con amabilidad. No era mucho pedir, ¿no?
Entró en la casa y se acercó al sofá para coger el pijama que le habían dado. Hace unos meses jamás hubiera imaginado que volvería a estar en una casa de nuevo. Si tan solo hubieran encontrado aquel lugar antes...
Subió las escaleras con el pijama en la mano. Ya metería la ropa en el armario al día siguiente. Estaba cansada y notaba como los párpados le pesaban cada vez más.
Una vez en la habitación se cambió con algo de torpeza. Abrió la sábana y la manta y se tumbó sobre el colchón. Se acurrucó hasta encontrar la postura correcta. No puedo evitar sonreír al sentirse tan cómoda y calentita. Estaba durmiendo en una cama. Ojalá poder haber compartido todo aquello con Masako. Suspiró. Esperaba que, algún día, la culpa dejara de matarle por dentro.
[•••]
¡¿Qué?! ¿Las doce de la mañana? ¡Pero si había puesto la alarma para que sonara a las diez! La había puesto, ¿no? ¿O tan solo había imaginado que lo hacía? Anoche estaba tan cansada...
Se levantó de la cama rápidamente y se dirigió al baño. Abrió el grifo del lavabo y se lavó la cara con agua fresca. ¡Dios! Le iba a estallar la cabeza. Mira que tener aquella resaca tan solo por dos copas de sake... Es lo que pasaba cuando llevabas tanto tiempo sin probar el alcohol.
Cogió los vaqueros que había tirados en el suelo y bajó con paso rápido las escaleras. Escogió una de las sudaderas que quedaban en sofá, una de color naranja pálido.
No se puso sujetador, ya que era el que había llevado durante todos aquellos meses. Intentaría salvarlo, aunque sería complicado.
Ni si quiera tuvo tiempo de guardar la ropa. Acabó de vestirse y salió rápidamente de casa. Por suerte, los jerséis y sudaderas le venían anchos, así que no se sentía para nada incómoda.
No había bebido agua. Tendría que haber bebido, ya que era bueno para la resaca.
Caminaba por las calles, mirando de un lado a otro tratando de dar con el supuesto almacén. Sin embargo, tan solo veía casas.
—¡Robin! —llamó (TN) alzando la voz, cuando vio a la pelinegra salir de una de las casas. Aceleró el paso para llegar hasta ella—. ¿Sabes dónde está el almacén? Law me dijo que fuera allí para ayudarle.
—Claro, es aquella caseta blanca de allí. —La peli(t/c) siguió con la mirada la dirección que Robin apuntaba con su dedo.
—Gracias —respondió, apresuradamente, antes de continuar su camino.
Se acercó a aquella pequeña caseta blanca que le habían indicado. Tan solo tenía dos pequeñas ventanas con el marco de madera y una puerta de metal. A pesar de ser un lugar simple, las paredes estaban blanquísimas y los marcos de la ventana perfectamente pulidos.
La joven tiró del pomo de la puerta y se introdujo en el interior. Lo primero que vio fue una gran cantidad de estantes repletos de diversos alimentos, clasificados y ordenados. A mano izquierda había unas escaleras que debían llevar al sótano. (TN) se fijó en el cartel que había en esa parte de la pared: «consulta médica».
Unos segundos después, la peli(t/c) ya estaba bajo, inspeccionando minuciosamente la estancia. Lo hizo con la mirada, sin separarse del último escalón. Las luces blancas iluminaban perfectamente la estancia. Había dos camillas y estanterías repletas de medicamentos.
Cerca de las camillas había una especie de mesa que debía tener la función de escritorio. Había varias pilas de papeles sobre ella y un bolígrafo negro. También había una jarra de agua. (TN) la miró con deseo. Estaba extremadamente sedienta.
—¿Quieres coger un poco? —Se sobresaltó al escuchar la voz del pelinegro. No tardó en salir de detrás de una de las estanterías.
—Sí, gracias —respondió ella, apartando la mirada y dirigiéndose hacia la mesa. Se sirvió un vaso mientras notaba aquellos ojos grises clavados en su nuca.
—¿Mucha resaca? —preguntó Law, cuando vio que la chica se servía más agua.
—Más de la que esperaba —respondió la joven, mientras dejaba el vaso de cristal sobre la mesa—. Aunque es normal, después de tantos meses sin probar el alcohol.
—Exacto —murmuró él, de manera escueta—. Bueno, te explico. En este primer estante tengo los medicamentos más básicos, los que más utilizamos. El resto de estantes están ordenados tal y como los hemos ido adquiriendo. Lo que quiero que hagas es ordenarlos.
—Bien. Podría agruparlos de diferentes formas, pero será más sencillo en orden alfabético. Al menos para mí —explicó (TN), mientras se acercaba a examinar de pasada una de las estanterías—. Tal vez si se fuera a encargar alguien que no sabe mucho del tema deberíamos ordenarlos según para qué sirven. Sin embargo dependiendo de lo que le pase al paciente sabré lo que hay que usar y será más fácil ir directos a la letra por la que empieza.
—Alfabéticamente entonces —concluyó el pelinegro—. Mientras te encargas de ello continuaré pasando a limpio el informe del último mes.
La chica tan solo asintió. Fijó sus ojos en los estantes y suspiró al ver la cantidad de cajas que debían ser ordenadas. Se arremangó la sudadera y se puso manos a la obra. Era el momento de contribuir a la comunidad que le había acogido.
Lo primero que hizo fue coger todas y cada uno de los medicamentos y amontonarlos en diversos grupos según la letra por la que comenzaban. Una vez distribuidos, comenzó por el montón de la letra «A».
—¿Cómo va? —La peli(t/c), sentada en el suelo, alzó la mirada para encontrarse con aquel rostro inexpresivo.
—Bien. Solo faltan esos tres montones de ahí —respondió ella, volviendo a fijar sus ojos en la caja que tenía en la mano.
—Iré ordenándolos.
En unos minutos, todos los medicamentos estaban dispuestos alfabéticamente, y perfectamente colocados. A (TN) le encantaba que todo estuviera en su sitio. A su madre siempre le había extrañado que su escritorio estuviera aseado y que el resto de la habitación fuera un desastre —si es que tener ropa por ahí esparcida podía considerarse un desastre—.
—Ahora tendremos que realizar un registro de los medicamentos —explicó Law.
—¿No lo habíais hecho?
—Tan solo de los que más se usan —respondió él, frunciendo ligeramente el ceño. La chica apretó los labios y sonrió levemente. Desde luego, aquella pregunta no le había gustado a su compañero—. Lo haremos después. Será mejor que comamos algo.
—¿Tengo comida en mi casa? —preguntó, algo confundida.
—¿Has ido a por comida? —Ella negó, moviendo la cabeza—. Bueno, comeremos en mi casa y esta tarde te daremos tu parte. También te acompañaré para enseñarte el almacén de armas. Debes elegir una mejor que aquella pequeña navaja que llevabas. Mañana tenemos salida.
—¿Salida? ¿Para conseguir más provisiones?
—Claro. Tenemos un grupo que suele encargarse de la recolección de alimentos, pero ayer localizaron una farmacia en la que todavía quedaban bastantes productos —explicó el ojigrís, mientras ambos salían de la caseta—. No estaría mal poder echar un vistazo.
—Estaría bien.
—Depende del arma que elijas tal vez debas pasarte la tarde practicando. No queremos que seas una carga para nosotros.
(TN) se quedó quieta asimilando aquel comentario mientras Law seguía caminando. Le fulminó con la mirada y comenzó a seguirle de nuevo. Desde luego, iba a ser un suplicio convivir con aquel maleducado.
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