Capítulo 5
Sentía su cuerpo débil y los párpados le pesaban. Ya llevaba unos minutos escuchando los ruidos de su alrededor. No parecía que hubiera mucha gente en aquella habitación, o donde quiera que estuviera.
¿Cuántas posibilidades tenía de escapar? No tenía muchas fuerzas y era obvio que le habrían quitado las armas.
Abrió los ojos, disimuladamente. De todas formas, no podía estar haciéndose la dormida mucho tiempo más. Aunque al principio lo veía todo algo borroso, poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la luz.
Lo primero que vio fue el techo blanco y las paredes de un color gris pálido. Ladeó la cabeza, despacio, y alcanzó a ver un hombre de cabellos negros con bata blanca. Estaba de espaldas, manipulando algo. Tal vez algún medicamento.
¿Que debía hacer? ¿Preguntaba algo? ¿Se hacía la dormida y esperaba a quedarse sola en aquella habitación?
Aquel tipo se dio la vuelta y (TN) cerró los ojos rápidamente. Mierda, estaba segura de que le había pillado. Maldición.
El chico de cabellos oscuros no pudo evitar sonreír de lado mientras se acercaba a la camilla. Desde luego, no es que a la desconocida se le diera muy disimular.
—Sé que estás despierta —le advirtió, una vez a su lado. (TN) tan solo apretó los párpados con fuerza. Que le hicieran lo que tuvieran que hacer. Ya había fracasado como hermana mayor—. No vamos a hacerte nada. Estás en un lugar seguro.
—¿Y por qué debería creer eso? —preguntó, abriendo los ojos de golpe.
—La que va a tener que dar explicaciones eres tú —aclaró el pelinegro—. No podemos dejar entrar aquí a cualquiera.
—¿Cómo? —murmuró, confundida.
—Te he estado administrando suero, pero ahora te traeré algo de comer. Te están preparando una sopa. —Él continuó hablando, obviando las dudas que la joven debía tener—. Una vez acabes haremos una reunión y decidiremos si puedes quedarte.
—¿Y si no quiero quedarme?
—Pues te largas. Muy sencillo —respondió, con seriedad. La peli(t/c) le miró con una mueca de asco. Ese tío era un auténtico imbécil—. Enseguida vuelvo.
—¡¿Qué haces?! —preguntó, nerviosa, tratando de zafarse del agarre del chico. Era inútil. Su muñeca acabó esposada a una de las patas de metal de la camilla.
—Es solo por precaución —dijo él, antes de darse la vuelta.
Se fue, sin decir ni una sola palabra más. Se había llevado la llave encima. ¡Maldición! Gruñó mientras pataleaba el colchón, dando golpes con los talones.
Las lágrimas no tardaron en comenzar a brotar de sus ojos. Pensaba que moriría. No le hubiera importado morir. ¿Con qué derecho le habían salvado? Ella no había pedido... ¡Un momento!
Frunció el ceño mientras varios recuerdos pasaban por su mente. Recordó que justo antes de perder la conciencia unas voces masculinas estaban comentando algo sobre ella. Sobre algo que querían hacerle, pero ellos... Es decir, la gente que hubiera allí, debían habían haberles detenido.
Los recuerdos de los últimos tres meses estaban muy borrosos, pero la imagen del rostro de su hermana antes de caer al vacío estaba tan nítida como en el momento en que sucedió. Acercó la mano libre a su rostro, para secarse las lágrimas.
Se sobresaltó al escuchar el ruido de la puerta. Se incorporó hasta quedar sentada sobre la camilla. Ahí estaba el tipo maleducado, con un cuenco entre las manos. Lo dejó sobre la mesa y se acercó mientras rebuscaba en sus bolsillos. Sacó la llave de las esposas y soltó a la joven. Esta se acarició rápidamente la muñeca.
—Aquí tienes —dijo él, ofreciéndole el cuento y una cuchara. En tono autoritario añadió—: Come.
Ella lo cogió e hizo caso a sus palabras. Aunque no tenía muy claro lo que iba a pasar a partir de aquel momento, estaba muerta de hambre.
Llenó la cuchara de aquel delicioso líquido que olía tan bien. Al introducirla en su boca se dio cuenta de que todavía estaba bastante caliente, pero no le importaba. Estaba deliciosa.
A medida que iba tomando cucharadas su mente daba vueltas y vueltas al mismo pensamiento. No pensaba que se mereciera seguir viviendo. Ojalá hubiera muerto el mismo día que su hermana o mientras estuvo vagando sola. ¿Y sus padres? ¿Seguirían vivos? ¿Qué pensarían de ella si se enteraran de que no había podido cuidar bien de Masako?
El pelinegro observó a la chica mientras iba tomándose la sopa. Su cuerpo temblaba ligeramente. Sus ojos estaban enrojecidos y sus mejillas todavía húmedas de haber llorado cuando él no estaba. Parecía que iba a romper a llorar de nuevo en cualquier momento.
—Ya te he dicho que no vamos a hacerte nada malo. Debes tranquilizarte.
Ella no dijo nada, tan alzó la mirada hacia aquellos ojos grises y, acto seguido, volvió a bajarla. Se centró en lo poco que quedaba de sopa. No le importaba lo que le hicieran. Le importaba lo que ya le habían hecho, aunque no a ella directamente.
—¿Has acabado? —preguntó el ojigrís, unos minutos después. La peli(t/c) asintió—. Bien. Entonces toma tus zapatos y sígueme.
Se los colocó antes de bajar del colchón. Notaba las piernas algo agarrotadas, pero podía caminar decentemente. Por suerte el chico no caminaba muy rápido.
Era una mañana soleada, pero hacía algo de frío. Al menos para ir en manga corta, como era el caso de (TN). Noviembre no era un mes extremadamente frío, pero durante la noche y primeras horas de la mañana, las temperaturas eran algo más bajas de la media.
Caminaba detrás de aquel chico de cabellos negros, ya que no tenía ni idea de hacia donde se dirigían. Miro a su alrededor y examinó con la mirada. Era como una urbanización. Había casas individuales de dos pisos, de un estilo más moderno al que se solía encontrar en los pueblos. Aunque aquellas casas solían ser algo caras.
—Es aquí —indicó él.
Se pararon frente a un pequeño templo, de paredes blancas y columnas rojas. El chico abrió la puerta y ella pasó al interior justo después de él.
Estaba prácticamente vacío. Al fondo había un pequeño altar y, en frente de este, sobre el tatami había varios cojines.
Sentadas sobre ellos había cuatro personas, dos mujeres y dos hombres. El pelinegro le indicó que se sentará en uno de los cojines que había frente a ellos. Acto seguido se sentó junto a un hombre de cabellos rojos, al que le faltaba un brazo y tenía una cicatriz en el ojo.
—Hola, joven desconocida —saludó el pelirrojo, con una amable sonrisa—. ¿Te importaría decirnos cuál es tu nombre?
—(TN) —respondió la chica.
—Bien, (TN), yo soy Shanks.
—Yo me llamo Robin —se presentó una de las mujeres también sonriendo de manera amigable. Tenía el cabello negro, largo y unos preciosos ojos azules.
—Yo soy Bell-mère —dijo la otra mujer. Esta tenía el cabello color rojo púrpura, peinado de una forma poco algo común. Parecía fuerte y ruda, o al menos más que su compañera.
—Hiriluk —dijo un hombre algo mayor, de cabellos blancos.
—Trafalgar Law —se presentó, finalmente, el chico borde.
—¿Todavía no te habías presentado, Law? ¡No tienes remedio! —comentó el hombre pelirrojo, antes de estallar en carcajadas.
—¿Quién es el que no tiene remedio aquí? —murmuró Law, casi para sí mismo. Aquel tipo era demasiado despreocupado.
La peli(t/c) observaba la escena, atónita. ¿Qué era lo que les hacía tanta gracia? ¿Acaso ellos no habían perdido a nadie? ¿No les preocupaba todo lo que estaba ocurriendo?
—Bueno, (TN), deja que te expliquemos. —Shanks retomó la palabra, una vez hubo cesado las risas—. Ya hace unos cuatro meses que formamos esta pequeña comunidad...
Cuando el pelirrojo y su mujer llegaron a aquella pequeña urbanización a las afueras de Nara exploraron bien cada rincón. Debían comprobar que no había infectados antes de instalarse. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que no estaban solos.
Conocieron a Law. Un joven que se había refugiado en una de las casas de aquella urbanización. En un principio llegaron a una tregua. La pareja viviría en la casa que quisieran y él continuaría en la que había tomado. No se molestarían los unos a los otros.
Sin embargo, no tardaron en comenzar a compartir tareas. Se dieron cuenta que era mucho más rentable colaborar. Buscar comida, acabar con los infectados que llegaban a colarse... Pensaron en fortificar las zonas más expuestas, pero dos personas eran demasiado pocas para hacerlo.
A medida que los días iban pasando, más personas se adentraban en aquella zona. Después de vagar por los bosques buscando sitios seguros, aquella urbanización era demasiado tentadora.
El grupo fue aumentando y, gracias a la colaboración de todos, se creó una pequeña comunidad. No todas las personas que habían pasado por allí habían contribuido de una manera positiva. Más de una trifulca había tenido lugar. Por esa razón, debían estudiar minuciosamente a las personas que llegaban. Se habían convertido en una gran familia, y no dejarían que ninguno de los miembros corriera peligro.
—Simplemente queremos charlar un poco y conocerte mejor —explicó Robin.
—Cuéntanos un poco de ti —propuso el pelirrojo.
—Si vas sola, en cuántos grupos has estado, si tienes experiencia en matar infectados... —Law comenzó a enumerar la información que les interesaba. No quería escuchar datos innecesarios.
—Sí he matado a bastantes infectados... —comenzó a explicar la joven, la voz a penas le salía de la garganta. Tosió para aclararla—. Primero estuve en un grupo en la ciudad, en una comisaría. Los infectados lograron entrar al edificio y tuvimos que escapar. Algunos murieron y otros... No sé. Nos separamos.
Todos escuchaban a atentamente. (TN) se puso algo nerviosa al notar todas las miradas fijas en ella. Miró al suelo para continuar hablando.
—Mi hermana y yo estuvimos un par de semanas solas, en el bosque. —Su voz se quebró al nombrar a su hermana. Notó un picor en la nariz y como sus ojos se humedecían—. Luego conocimos a dos chicos... Pensé que nos vendría bien un poco de ayuda. Todo fue bien durante tres meses.
No pudo continuar hablando, ya que rompió a llorar. No podía hablar de ello sin que una gran sensación de angustia le invadiera por dentro. Todavía era demasiado reciente. Para ella era como si todo hubiera pasado el día anterior.
Bell-mère se acercó rápidamente a su lado, para consolarla. Acarició el cabello de la joven, mientras tenía la otra mano posada en uno de sus hombros.
—Ellos querían hacerle daño... Porque... Porque yo había rechazado a uno de ellos. Le dije que podían hacerme lo que quisieran a mí —continuó explicando, como pudo—, pero Masako mordió a uno de ellos y él... La tiró del edificio. La empujó y se cayó.
—¿Y qué les hiciste a ellos? —preguntó Law. (TN) alzó la cabeza y miró fijamente a aquellos fríos ojos grises.
—Vinieron a por mí y... Les maté.
Se hizo el silencio en la estancia. Aquella también era una información importante. Era interesante saber si las personas que llegaban habían matado a otras personas y la razón por la que la habían hecho.
Había gente que mataba por comida, por quedarse con el escondite que otros estaban utilizando, por sembrar el pánico y ganarse respeto a base de miedo... Incluso algunos por diversión. Por suerte, el caso de aquella chica era totalmente diferente.
—Bueno, yo me voy ya. Tengo que seguir clasificando los medicamentos que trajisteis —dijo Law, como si nada, levantándose del cojín sobre el que estaba sentado—. Por mí puede quedarse, mientras deje de lloriquear y contribuya.
—Law. —El tono de Shanks sonó a reproche.
El pelinegro tan solo chasqueó la lengua, comenzando a caminar hacia la salida del templo. ¿Qué problema había? Nadie allí lo había pasado bien, pero había que recomponerse y seguir luchando.
—No te lo tomes a lo personal, es así en general. No tiene ningún problema contigo —explicó Robin—. Todavía quedan casas libres. Yo te las mostraré. Puedes comenzar a vivir sola y luego, si te apetece, puedes mudarte con alguien.
—Si es que quieres quedarte. No vamos a obligarte —añadió Bell-mère, que todavía estaba a su lado.
—O al menos quédate hasta que estés mejor, y luego puedes decidir —propuso Hiriluk.
—Supongo que me quedaré... De momento —accedió la peli(t/c), finalmente. No tenía donde ir. Parecía buena gente de verdad. Y, si no, ya no le importaba. No le quedaba nada que perder.
La chica de cabellos negros, Robin, le hizo una señal para que le siguiera. Recorrieron de nuevo el pequeño camino de piedra que separaba el templo de la zona de las casas.
Escuchaba voces de gente alrededor, pero no se fijaba en nadie. Caminaba con la mirada perdida. Casi se choca contra la pelinegra, cuando se paró en frente de una de las casas.
—Esta es una de las que están libres —indicó.
(TN) alzó la cabeza. Tal y como el resto de casas, la arquitectura era algo diferente a lo que estaba acostumbrada. No acababa de ser una imitación del estilo americano, ya que tenía elementos diferentes, pero la distribución era parecida. Las paredes y el techo de aquella eran de colores ocres.
Robin se acercó y giró el pomo de la puerta y la dejó abierta.
—¿No hace falta llave? —preguntó la joven, extrañada.
—Decidimos no era necesario. Aquí confiamos los unos en los otros. Venga, echa un vistazo.
La peli(t/c) caminó hacia el interior de la casa. Esa planta estaba formada salón-comedor bastante amplio y una cocina prácticamente unida. Concepto abierto. Nada más pasar el recibidor, a mano izquierda había un pequeño baño.
El suelo era de parqué y las paredes color crema. Los muebles eran de diferentes tonos marrones y de otras gamas que iban a juego.
Subió las escaleras. Arriba había tres habitaciones y un baño más grande, con bañera incluida. De las otras tres habitaciones, dos eran dormitorios. Uno de ellos con cama individual, pensando para niños. El otro tenía una cama de matrimonio y decoración más adulta. La habitación restante era un pequeño despacho.
—¿Qué te parece? —escuchó preguntar a Robin desde abajo. Se acercó rápidamente a las escaleras.
—Está muy bien —respondió, mientras bajaba. Aunque "muy bien" se quedaba corto.
—Más tarde vendremos a traerte algo de ropa. Puede que algo mío te sirva, aunque te vendrá un poco grande. Puedes descansar y darte un baño. Comeremos todos juntos, para que conozcas al resto.
—Está bien...
—Te dejo sola. Hasta después —se despidió, antes de salir por la puerta.
Durante aquel par de horas, a pesar de descansar sobre un mullido colchón y darse un baño para quitarse toda la suciedad que llevaba encima, (TN) no lograba encontrar ningún tipo de pensamiento positivo en su mente.
No paraba de pensar en la ilusión que le hubiera hecho a Masako encontrar un sitio como aquel. Estaría correteando llena de alegría por toda la casa. De nuevo, la tristeza invadió con fuerza su interior.
Sin embargo, podía escuchar la voz de la pequeña en su cabeza. «No seas tonta, aprovecha tú que puedes». Sí, eso era lo que le decía siempre. Cuando su hermana caía enferma y se quedaba en la habitación leyendo con ella o viendo alguna película, siempre le decía que fuera a divertirse ella que podía.
¿Y sus padres? Estarían destrozados, pero todavía más si ella se rindiera... Puede que hubiera llegado el momento de ser fuerte por todos, aunque fuera complicado.
El sonido de un timbre le sacó de sus pensamientos. Así sonaba el timbre de su nueva casa. Salió de la bañera, con cuidado de no resbalar. Cogió una toalla blanca que había colgada y se cubrió con ella mientras salía del baño y bajaba por las escaleras.
Esperaba que fuera esa chica tan amable, pero se sorprendió cuando se encontró de frente con aquellos ojos grises.
NOTA 📌
Sé que un principio dije que el resto de personajes tendrían la edad correspondiente al anime, pero he cambiado de idea. Algunos tendrán las edades modificadas. Ya lo descubriréis en el próximo episodio 😋
Siento si a alguien no le gustan los cambios, pero me apetecía hacerlo así. He pensado que podía quedar bonito y tierno ❤️
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