Capítulo 28

—Ahora tenemos que estar mas atentas que nunca. No sabemos por dónde puede aparecer —indicó Robin, que paseaba sus ojos azules por distintos ángulos alrededor de la casa—. Encárgate de los infectados.

(TN), asintió, estaban llegando desde varias direcciones; aunque, por suerte, no en grandes grupos.

Las flechas eran abundantes, pero limitadas. En cualquier momento, la peli(t/c) debería unirse a pelear cuerpo a cuerpo mientras Robin seguía pendiente del tipo que había desaparecido.

Usopp y sus tres acompañantes, que llevaban desde el principio escondidos tras otro arbusto, también lanzaban esas pequeñas bolas con sus tirachinas. Explotaban contra la cabeza de los infectados, haciendo que cayeran fulminados.

¿Habrían creado aquellos artefactos en la comunidad?

—Robin, voy a acercarme —anunció la peli(t/c).

Ladeó la cabeza y se dio cuenta de que estaban comenzando a aparecer también por detrás de ellos.

Parecía que el asunto se complicaba por momentos. Sin embargo, gracias a la habilidad de (TN) con el cuchillo y a la ayuda de los tiradores, deshacerse de aquella parte de los infectados no costó mucho tiempo.

La joven se acercó a gran velocidad junto al resto del grupo, que estaban a escasos metros de la entrada de la casa.

Su cuerpo se resentiría tras ese esfuerzo, pero la adrenalina hacía que el dolor pasara a un segundo plano.

Habían acabado con casi todo el grupo. Tan solo faltaba Kuro, sin contar al tipo desaparecido. Law y Zoro estaban enfrentándose a él. Era ágil y rápido. Su arma era una especie de garras metálicas y afiladas.

Junto a los demás, la peli(t/c) se fue encargando de eliminar uno a uno a los infectados que iban apareciendo.

El número fue disminuyendo, ya que no había más sonidos de disparos que les atrajeran a larga distancia.

Cuando (TN) volvió a dirigir la mirada hacia Law, se dio cuenta de que uno de esos hinchados estaban acercándose a ello, por detrás de Kuro.

Era una buena oportunidad.

—¡Law, Zoro! —exclamó la chica, cuando vio que era el momento justo—. ¡Apartad!

Tal y como dio la orden, preparó una flecha que había recuperado de uno de los cadáveres y la lanzó al instante. Impactó en el estómago del hinchado, que estaba a escasa distancia de su enemigo.

Kuro se sobresalto al escuchar el sonido de la explosión, pero no tuvo tiempo de evitar la neblina verde que emanó del infectado. Al contrario, Law y Zoro lograron alejarse lo suficiente.

Los quejidos de Kuro eran intensos. Su piel se cubría poco a poco de ampollas y parecía luchar por respirar mientras trataba de alejarse cómo podía de aquella nube verdosa.

Finalmente, tras arrastrase durante unos segundos, su cuerpo cayó completamente rendido sobre el suelo, mientras el grupo se encargaba de acabar con los últimos infectados.

—¡Qué nadie se mueva! —se escuchó exclamar a una voz masculina, haciendo que todos los presentes dirigieran la vista a la puerta de la casa.

Debía ser el tipo que se había escabullido. Tenía a Kaya cogida por los brazos y le apuntaba en la sien con la pistola.

A Usopp, que miraba con desespero a su amiga, apenas le dio tiempo de gritar, ya que una flecha impactó con certeza en ella frente de aquel tipo. Buen tiro el de Robin.

—¡Ah! —Kaya no pudo evitar soltar un pequeño grito mientras comenzaba a dar zancadas hacia adelante, para alejarse del cadáver.

—Kaya... —El chico de nariz prominente se acercó hasta su amiga y la rodeó con los brazos, ya que parecían faltarle las fuerzas.

—Usopp, has venido a salvarme —murmuró ella, apoyando la cabeza contra su pecho.

—Por supuesto. Este es el grupo que he reunido bajo mi mando.

—¿Pero qué...? —gruñó Zoro, entre dientes. Un suave pellizco por parte de la peli(t/c) hizo que no continuara hablando.

—Usopp nos salvó de nuestros atacantes, así que estábamos en deuda con él. Es muy valiente —aseguró (TN)—. Oye, Zoro. ¡Tú brazo! ¿Cómo está?

—¿Qué? —murmuró, mirándose el brazo derecho y luego el izquierdo, donde la bala le había rozado—. Ah, un rasguño.

—De todos modos habría que desinfectarlo —aseguró Law—. En cuanto lleguemos a la comunidad. ¿Nos mostrareis el camino?

—Por supuesto. El gran Usopp siempre está dispuesto a ofrecer su ayuda —respondió, hinchado de orgullo—. Volvamos a los coches, creo que la carga durará justo lo suficiente para llegar.

Comenzaron el camino de vuelta hacia la gasolinera. No debía haber mucho infectado a la vuelta, ya que se habían encargado de todos los que estaban cerca de aquella zona.

—(TN)-ya... ¿Estás bien? Al final se ha complicado un poco —inquirió Law, acercándose a su lado cuando empezaron a caminar. Rodeó los hombros de la joven con el brazo.

—Sí, estoy bien —respondió ella, apoyándose ligeramente en él y disfrutando del contacto.

No iba a negar que le dolía un poco, pero no quería alertar a a Law. Además... Ya tenía ganas de pasar tiempo a solas con él y... Bueno, eso. Si se enteraba de que todavía le dolía tal vez continuaría siendo cuidadoso.

Esperaba poder tener más intimidad en la comunidad. Si es que les aceptaban.

Sabía que tenían problemas mayores, pero no podía evitar desear eso.

Tal y como esperaban, la vuelta fue tranquila. Una vez dentro de los coches, Usopp les fue indicando el camino.

Apenas tuvieron que conducir media hora más para llegar a vislumbrar la llamada "Comunidad".

La carga de los coches no fue suficiente para llegar a la entrada, así que tuvieron que caminar lo que quedaba de trayecto.

En las afueras de Tokio, antes de que todo aquello comenzara, estaban construyendo un enorme centro de deporte —parte cubierto y parte al aire libre—. Al parecer, habían aprovechado esa construcción para crear aquel campamento para los supervivientes.

Habían varias torres de control bordeando toda la estructura. Varios militares y otro personal especializado vigilaban las afueras. Desde luego, se lo habían montado a la perfección.

Tal y como era de esperar, el recibimiento no fue muy amigable. Todas las armas de fuego visibles apuntaron hacia el grupo, y ellos tan solo alzaron los brazos mostrando que no tenían intenciones de atacar.

Mientras seguían apuntándoles, las puertas se abrieron. Un grupo de militares se acercó a ellos, también armados.

—¿Has vuelto acompañado, narizón? —preguntó uno de ellos.

—Como no me creísteis he tenido que apañármelas por mi cuenta —espetó el, mosteando expresión seria. Sin embargo, sus piernas temblaban—. Aún así, he logrado rescatar a Kaya.

—Señorita, lamentamos el malentendido. Pero... Comprenderá que no es fácil fiarse de su amigo —trató de disculparse el hombre—. Y menos cuando su captor y usted estaban tan unidos.

—No importa. Ya ha pasado todo... —musitó ella, antes de que arrancara de su garganta un ataque de tos. Todos esperaron con paciencia a que se le pasara—. Por favor, esta gente me ha ayudado... Esperamos que sean bienvenidos.

—Eso lo sabremos cuando pasen las pruebas pertinentes —sentenció el militar—. Seguidme, en fila y ordenados. No quiero que nadie se separe y que nadie hable. De lo contrario, no tendremos ningún problema en disparar.

Todos obedecieron las órdenes. Formaron una fila y siguieron a ese hombre y otro de sus compañeros que encabezaban la marcha. Detrás, tenían a otros dos militares, vigilándoles las espaldas.

Era increíble lo que habían conseguido montar allí dentro.

La parte descubierta estaba plagada de diferentes puestos: enfermerías, talleres, almacenes de armas, municiones y alimentos, un huerto enorme... Incluso había una zona de entrenamiento y una zona para niños con rústicos columpios improvisados.

Las personas que se encontraban por allí iban todas vestidas con los mismos ropajes de color anaranjado.

Continuaron caminando hasta la enfermería más grande, donde cinco personas vestidas con batas blancas les escudriñaron con la mirada.

—Revisadlos —indicó el único militar que se había dirigido hacia ellos desde que habían llegado. Tras dar la orden, dejó caer la lona que cubría la entrada aquella instalación.

Los médicos no entablaron mucha conversación. Tan solo les daban las indicaciones necesarias para revisarles. Un poco de sangre extraída, saliva e una especie de algodones, inspección de los ojos, oído y boca...

Tras ello, fueron colocándolos detrás de unas telas y les hicieron quitarse la ropa que llevaban para poder examinarles hasta el último recoveco.

—Me... Me atacó un infectado de esos que corren muy rápido —explicó la peli(t/c), al ver que aquel tipo miraba las heridas con tanto detenimiento—. Tan solo fueron arañazos.

—Ya veo... —murmuró el tipo, ajustándose las gafas—. Las heridas están evolucionando muy bien. Aquí terminaremos de tratarlas como es debido. Ahora ponte esto.

Le ofreció unos pantalones naranjas y una camiseta de manga corta del mismo color. La parte inferior cubría las piernas hasta mitad de los gemelos, y la tela era muy cómoda. En los pies debía ponerse unas zapatillas blancas.

Cuando salió, vio que al resto de compañeros les habían ofrecido el mismo uniforme. Tal y como el resto de las personas que habitaban allí. A Zoro le habían tratado la herida que tenía en el brazo.

Uno de los médicos, el que había atendido a (TN) apartó la lona verde e hizo un gesto, indicando que la inspección había concluido.

—Están limpios —anunció—. Esa chica tendrá que venir dos veces a la semana. Tiene unas heridas que debemos tratar.

—Entendido —dijo el militar, asintiendo. Acto seguido paseó sus ojos por el grupo recién llegado—. Seguidme.

Volvieron a colocarse en fila y caminaron de nuevo, atravesando toda la parte exterior hasta llegar a la gran entrada del edificio.

Una vez dentro, giraron a la derecha, dejando atrás las escaleras principales que llevaban a la primera planta. En la zona derecha del pasillo, había varias puertas, pero el militar les abrió la primera de ellas.

—Señor, han llegado nuevos supervivientes.

—Que pasen —se escuchó desde dentro—. Y llamad a los otros tres.

Siguieron las indicaciones. Entraron en fila y formaron un semicírculo frente a la mesa donde estaba aquel hombre que parecía ser el que mandaba en aquel lugar.

Tenía el cabello largo de tono claro, peinado hacia arriba y una barba frondosa. El bigote oscuro contrastaba con el resto.

—Me presento, mi nombre es Rosward y estoy al mando en este sitio —se presentó—. Digamos que soy uno de los máximos fundadores de este lugar.

—¿Nos llamaba, señor?

—Pasad, pasad. Akainu, Aokiji y Kizaru. Estos son los militares más prestigiosos de nuestras tropas. Tal vez os suenen de haberlos visto alguna ve en las noticias.

(TN) no estaba muy puesta en esos temas, no recordaba haber visto la cara de ninguno de aquellos tipos.

A Law y Robin no solo les sonaban, si no también sabían que el tal Rosward trabajaba para un importante político, pero solía dar la cara en los medios públicos. Manejaba desde la sombras y, durante aquella epidemia —o pandemia, quien sabía si se había extendido aún más—, había conseguido hacerse con el control de la comunidad más grande del país. O al menos la más grande conocida.

—Bueno, ahora que ya hemos hecho las presentaciones... Tenemos que saber un poco sobre vuestras habilidades —explicó Rosward—. Tenemos que poneros a trabajar en algo. Aquí todos cumplimos una función y colaboramos para sacar adelante la comunidad.

Tras una breve entrevista, los puestos de trabajo fueron decididos. Law y (TN) trabajarían en la enfermería; Franky y Kid en el taller de armas; Zoro y Killer ayudarían en la construcción y a transportar materiales pesados. Finalmente, Robin ayudaría a entrenar puntería en la zona de entrenamiento y también ayudaría en el huerto.

—Quería comentar algo antes de retirarnos —intervino Law, antes de que alguien abandonara el despacho—. No somos los únicos en nuestro grupo, pero queríamos asegurarnos antes de venir todos.

—Vaya... Más integrantes. ¿Y podrían venir por sus propios medios o tendríamos que ir a buscarlos?

—Nos hemos quedado sin transporte. Si nos ofrecierais un par de vehículos podríamos ir a buscarlos y traerlos hasta aquí —continuo el pelinegro.

—No, no abandonaréis este lugar después de haber llegado —aseguró Rosward—. Ya no es necesario que os expongáis a ningún peligro. Mandaremos a un equipo especializado. Tan solo tenéis que darnos la ubicación del grupo y el número de personas.

—Yo mismo podría encargarme de la salida —propuso Aokiji—. Llevaré a uno de mis hombres y una de las furgonetas.

—¿Qué pasa chico? ¿No te fías de nosotros? —inquirió Rosward, tras fijarse en la frialdad de aquellos ojos grises—. Nos interesa tener más gente aquí.

La mandíbula de Law estaba en tensión. Aunque aquel tipo no le daba muy buena espina, parecía un buen lugar en el que quedarse. De todos modos, estaban aceptando al grupo completo.

No le había gustado la parte de "no abandonar este lugar", pero ya habría tiempo de proponer la salida al centro de investigación. Podían esperar unos días a que todos estuvieran bien instalados allí.

Tras especificar el número de componentes, y mientras señalaban la ubicación en el mapa, la puerta del despacho se abrió de repente.

—¡Hija! Esos modales. Es de educación llamar antes de entrar —le regañó Rosward, con un tono para nada estricto.

—Lo siento, papá... —se disculpó la joven que acababa de irrumpir en la estancia. Apenas debía tener dieciocho años. Su pelo castaño claro estaba recogido en una coleta alta y su rostro estaba perfectamente maquillado—. He escuchado que había venido gente nueva...

—Correcto, aquí los tienes. Esta es mi hija pequeña, Shalria.

La chica paseó la mirada por todos los presentes, uno a uno. Sus ojos parecieron brillar al fijarse en dos de ellos.

—En mi habitación queda hueco para dos personas más —informó ella, mirando a su padre con expresión angelical.

—Vaya, ¿y quiénes son los afortunados que tendrán habitación cinco estrellas? —preguntó su padre.

—Él y él —indicó ella, señalando a Law y a Zoro.

El corazón de (TN) dio un vuelco, aunque no se podía negar que la chica tenía buen gusto.

Law se tensó todavía más, mientras que Zoro arqueó una ceja. No entendía nada, pero no quería tener más privilegios que sus compañeros.

—Dormiré donde duerma mi grupo —sentenció el chico de cabello verde—. No quiero recibir un trato especial.

—Eso mismo, no nos interesa la oferta —secundó Law.

—Papá... —murmuró Shalria, haciendo un puchero.

—Tranquila, cariño. Vamos a dejarles un momento a solas para que se lo piensen —propuso Rosward, levantándose de su asiento—. Ellos sabrán tomar la mejor decisión para que su grupo.

Rosward, su hija y los tres militares que habían observado el triste espectáculo, abandonaron en despacho, dejando al grupo a solas.

—Ha sido una clara amenaza, ¿no? —comentó (TN), rompiendo el silencio.

—No tenemos que hacer esta estupidez —soltó Law. El enfado se reflejaba en su rostro—. Es el capricho de una niñata.

—Pero lo has escuchado... No dejará que venga el resto del grupo —le recordó la peli(t/c)—. Makino necesita este lugar, ya lleva cinco meses de embarazo. Aquí tienen muy buenos recursos. Y los niños también necesitan estar aquí, en un lugar seguro.

—Están jugando sucio. Es un chantaje en toda regla —comentó Robin—, pero es lo que hay y... Tenemos que tomar una decisión.

—Bueno, si solo es compartir habitación con la chica esa... Tampoco cuesta tanto si es por el bien del grupo —intervino Zoro—. Total, dormir es dormir.

Las miradas se posaron en el chico de pelo verde. ¿De verdad no entendía nada? ¿Cómo podía ser tan inocente para esos temas?

Mientras continuaban debatiendo sobre el tema, (TN), tiró del brazo de Law para alejarse un poco de los demás.

—Oye, Law... Te aseguro que a mí tampoco me hace ninguna gracia, pero... Es por los demás. —Le hervía la sangre solo de pensar en aquella chica intentando algo con el pelinegro.

—(TN)-ya... —Law posó las manos en sus mejillas, y tiró con suavidad, obligándole a mirarle—. Pase lo que pase, sabes que no significa nada para mí.

—Lo sé... —murmuró ella. Tocaría soportar por el bien del grupo—. Y tal vez es mejor que no se sepa nada de nosotros dos. Me da miedo que sea peor.

—Eso que pides es muy complicado, (TN)-ya... —confesó el pelinegro, acercando su rostro al de ella y rozándole los labios con los suyos—. Porque es imposible disimular lo especial que eres para mí. Que no se te olvide.

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