Capítulo 24
—Parece que paramos aquí —indicó Law, girando el volante y siguiendo el coche de Shanks. El resto imitó sus movimientos.
Ya llevaban unos tres días en la carretera; aunque, como era obvio, iban más lentos de lo normal. Aquello no era un viaje cualquiera, estaban en medio del fin del mundo. De lo contrario, el viaje tan solo hubiera durado alrededor de seis horas.
Las reservas de comida iban disminuyendo a un ritmo acelerado. No hacían mucha ingestas, pero el grupo estaba compuesto por un número elevado de personas.
Habían parado ya en varios establecimientos y gasolineras durante el camino, pero ya estaban del todo saqueadas o lo poco que quedaba se encontraba un un estado deplorable.
El sonido atraía a los infectados y por allí había bastantes.
Los niños, Belle-mere y Makino se quedaban en el coche mientras el resto despejaba las hordas, cada uno utilizando sus armas y su estilo de combate que habían desarrollado.
En cuestión de minutos, el suelo de la zona estaba abarrotado de cadáveres, ya del todo muertos.
—Law, Robin, Kid... Acompáñame a ver si encontramos algo —indicó Shanks, señalando la tienda de la gasolinera haciendo un movimiento con la cabeza—. Los demás vigilad la zona.
El grupo de cuatro se acercó con sigilo pero a ritmo rápido hacia el interior del establecimiento, mientras el resto se dividió.
Algunos se quedaron cerca del coche y otros se quedaron vigilando ambos lados de la gasolinera.
Sonidos de pasos llamaron la atención de los vigilantes antes de llegar a a dar la vuelta completa; aunque ya demasiado tarde, ya que no tardó en escucharse el sonido de un cristal rompiéndose.
—¡Eh! —(TN) se adelantó, haciendo ruido para llamar la atención de los infectados que debían estar entrando.
Al girar la esquina se los encontró de frente. Un par ya había entrado, pero los otros seis estaban dirigiéndose hacia ella. No le costó mucho abatirlos. Hizo una señal a los que estaban fuera con ella, para que supieran que estaba todo controlado. Volvieron a sus posiciones.
Desde dentro se encargaron de los que se habían colado antes de seguir inspeccionando los productos.
—No había mucha cosa... —anunció Shanks. Todos llevaban algún producto en la mano, pero era cierto que no iban muy cargados.
Dos cajas de barritas energéticas, una caja de cereales de chocolate, una bolsa de gominolas y dos paquetes de frutos secos.
No era mucho, pero su utilidad en un caso de emergencia era innegable.
—A ver si hay suerte y encontramos un buen sitio para dormir. Después de dos noches no estaría mal dejar de dormir en el coche —comentó Belle-mere, pensando más en los pequeños que en ella. Bueno, y en Makino, que debía descansar apropiadamente en su estado.
—Pues pongámonos en marcha. No tardará en comenzar a atardecer. A ver sí tenemos suerte o no —dijo Law, emprendiendo el camino hacia el coche.
Recorrieron la carretera durante un rato más. El sol comenzaba a ponerse y el cielo se iba tornando de un color más cálido, anaranjado.
Fue entonces cuando el coche de Shanks frenó de manera brusca, haciendo que los demás también pararan.
A su izquierda de podía observar un viejo un motel de dos plantas. La fachada estaba descuidada y probablemente lo estaba desde hacía mucho antes del apocalipsis.
De nuevo les tocó encargarse de limpiar los infectados que se acercaron al escuchar el ruido de los coches.
—Bien, formaremos un equipo para inspeccionar el interior. Los demás esperarán aquí fuera —indicó Shanks.
Finalmente, se decidieron las personas que entrarían al motel: Shanks, Law, (TN), Robin, Zoro y Kid. El resto se quedaría vigilando fuera.
Se acercaron con sigilo hacia la puerta, la cual estaba abierta. Había dos posibilidades: o bien estaba llena de infectados o tal vez ya ocupado por otro grupo. En ambos casos, la situación podía volverse hostil.
—Law, (TN) y Robin, encargaros de la planta de arriba. Nosotros tres nos quedamos bajo —ordenó el mayor de los pelirrojos.
El chico de ojos grises se adelantó al subir las escaleras y las dos chicas del grupo le siguieron.
Pisaron los escalones con delicadeza hasta llegar arriba. Parte del suelo de madera oscura estaba cubierto por un moqueta mugrosa de tonos verdes y marrones con motivos florales.
Las paredes de color crema estaban sucias y desgastadas, a conjunto con el resto del edificio. Las puertas de las habitaciones también eran de marrón oscuro, a conjunto con el suelo.
El número de cada una estaba marcado en unas pequeñas placas doradas y la mayoría estaban entreabiertas. Había ocho en total.
El pelinegro hizo una señal, distribuyendo las tres primeras habitaciones, una para cada uno.
La joven de cabello (t/c) se dirigió a la habitación que se le había asignado. Desenfundó la katana, que era el arma que usaba en combate cercano y abrió con cuidado la puerta, empujándola con la punta del pie.
La persiana estaba bajada y sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse la falta de luz, ya que el pasillo tampoco es que estuviera iluminado en exceso.
No parecía haber nada con vida por allí; pero, aún así, revisó cada uno de los rincones y posibles escondites. Ni rastro de infectados ni humanos.
Lo mismo pasó con el resto de habitaciones, incluso con el cuarto de baño compartido. La primera planta estaba despejada. Tan solo quedaba saber cómo iba por abajo.
No había nadie en el recibidor; sin embargo escucharon alboroto en la zona del comedor, así que sí dirigieron a la gran puerta que estaba abierta de par en par a mano derecha.
Se encontraron con varios cadáveres de infectados esparcidos por el suelo.
—Plata baja despejada —indicó Shanks—. ¿Qué tal por arriba?
—No había nada, ni nadie —respondió Law.
—Ahora tan solo tenemos que deshacernos de todo esto —señaló Kid, refiriéndose a los cuerpos inertes que yacían sobre lo azulejos marrones.
—Y luego podríamos bajar todos los colchones al comedor. Será más fácil protegernos si estamos todos juntos y no repartidos por el motel —propuso Robin. Su idea fue bien aceptada por el resto.
—Y podríamos subir a los niños arriba y enseñarles las habitaciones mientras sacamos los cuerpos de los infectados —añadió (TN).
También estuvieron todos de acuerdo. Desde que salieron desde la urbanización, aquellos pequeños habían estado más apagados que nunca. Al fin y al cabo, desde que llegaron con el grupo habían vivido en paz y armonía.
Se habían olvidado casi por completo de la realidad que les rodeaba y se habían encontrado con ella de golpe.
—¡Todo despejado! —exclamó la peli(t/c) al salir por la puerta del motel—. No es un cinco estrellas, pero mucho mejor que dormir en el coche. ¿Quién quiere subir a ver las habitaciones?
—¡Yo! —exclamaron los tres a la vez, olvidándose un poco del medio y dejando que la emoción les invadiera por haber encontrado un sitio algo seguro.
Subieron las escaleras con energía, incluso adelantando a (TN) que había subido delante de ellos, el resto del grupo fue entrando al edificio con más calma.
—¡Camas! —vociferó Nami, saltando y cayendo sobre uno de los colchones individuales que había en aquella habitación. Nojiko y Sanji la imitaron.
—Vamos a ver el resto de habitaciones —propuso la joven de cabellos (t/c).
Los pequeños obedecieron e hicieron un pequeño recorrido por todas ellas, probando cada una de las camas y correteando con energía. No fue hasta que comenzaron a discutir sobre qué cama quedarse hasta que la mayor les explicó lo que habían planeado.
—Hemos pensado bajar los colchones al comedor, para dormir todos juntos. Así será más fácil protegernos.
—Es muy buena idea —aseguró la pequeña de cabello naranja. Acto seguido, trató de mover uno de los colchones—. Pesan mucho. Necesitaremos a los más fuertes.
—Ya está todo listo abajo —anunció Belle-mere, asomándose bajo el marco de la puerta.
—Vaya, entonces tendremos que ir a buscar a los más fuertes —indicó (TN)—. Venga, vamos a por ellos.
Se dirigieron hacia la zona del comedor y se la encontraron totalmente limpia y despejada. No solo se habían deshecho de los cuerpos, sino que también habían apartado las sillas y las mesas para dejar el espacio libre.
—Necesitamos a los más fuertes para traer los colchones hasta aquí —anunció Nami, con los brazos en jarra—. Zoro es tan fuerte que podría cargar con todos los colchones a la vez, pero seguro que se pierde por el camino o le pasa alguna tontería...
La cara del chico de cabello verde pasó de orgullo a una expresión sombría.
—Esa maldita bruja enana... —gruñó Zoro, entre dientes.
—No te metas con Nami, cabeza de alga —soltó Sanji, defendiendo a su amiga.
Zoro trató de mantener la calma. Al fin y al cabo, tan solo se trataba de un par de mocosos.
Sin decir nada más, se encaminó hacia las escaleras, dispuesto a comenzar a bajar aquellos colchones. Fue entonces cuando el rubio y la pequeña de cabello naranja pasaron corriendo por su lado y le empujaron. Entre risas subieron los escalones a toda prisa.
—Oye, debemos ser más discretos. Ya es casi de noche y sabemos que los infectados aumentan su actividad durante estas horas —sugirió Law, molesto y con su habitual cara de pocos amigos.
—Hablaré con ellos —aceptó Belle-mere. Law podía ser un aguafiestas, pero tenía toda la razón—. Venga, vamos a por esos colchones.
Con la ayuda de prácticamente todos los miembros del grupo no tardaron mucho en montar el campamento improvisado.
Tenían la cocina de campamento y tenían algunos cartuchos de gas butano que habían almacenado, aunque no sabían cuánto durarían.
El aparato no era extremadamente grande, así se hicieron varias rondas de pasta. Utilizaron los platos que había allí almacenados —no tuvieron que comer con las manos, como la vez anterior— aunque las raciones no eran muy grandes. Al fin y al cabo, era el último paquete de pasta.
Una vez acabaron eligieron las dos parejas que harían guardia aquella noche. Sabo y Ace que se habían ofrecido voluntarios para hacer guardia juntos, serían los primeros. Law y (TN) les sustituirían tres horas después.
El resto, con suerte, conseguiría dormir seis horas seguidas.
Se repartieron por los colchones, algunos eran dobles y otros individuales, pero lo importante era que había sitio para todos.
Tras estirarse y disfrutar la sensación de por fin recostarse sobre algo mullido, (TN) se movió hasta encontrar una postura cómoda, que acabó siendo en posición fetal.
No tardó en sentir los brazos de Law rodeando su cuerpo.
Ambos habían anhelado un momento de tranquilidad en el que poder sentirse tan cerca el uno del otro.
Habían pasado mucho miedo y angustia al pensar que tal vez no volvían a verse cuando los secuaces de Doflamingo se la llevaron. Y, desde que lograron escapar, aún no habían tenido un momento como aquel.
A pesar de la posibilidad de ser atacados por infectados o por otro grupo de personas —estaba claro que la seguridad de aquel lugar no era ni de lejos comparable con la de la urbanización—, durmieron plácidamente. Estar juntos era todo lo que necesitaban.
Las tres horas del primer turno de guardia fueron tranquilas. Pasó cerca algún que otro grupo de infectados; pero, excepto Ace y Sabo, nadie más escuchó los pasos y los gruñidos.
—(TN) —susurró Sabo, zarandeando con delicadeza uno de los hombros de la joven. Prefería despertarla a ella que a Law. Los ojos de la peli(t/c) no tardaron en abrirse poco a poco—. Ya han pasado las tres horas. Está todo bastante tranquilo, de momento.
—Vale, yo despertaré a Law —murmuró ella, mientras se incorporaba y se frotaba los ojos.
Se giró hacia el pelinegro y le acarició la mejilla. El chico no tardó en abrir los ojos. Tenía el sueño ligero.
—¿Nos toca? —murmuró, incorporándose. La joven tan solo asintió. La otra pareja ya se había recostado sobre los huecos que quedaban libres.
—Sí, vamos... —Las palabras de (TN) se vieron interrumpidas por un ahogado grito de Nami, que por suerte logró cubrirse la boca antes de provocar alguna desgracia—. ¿Qué pasa Nami? ¿Has tenido una pesadilla?
La pequeña de cabello naranja tan solo señaló con el dedo índice hacia una de las ventanas. Su mano temblaba y la expresión de su rostro reflejaba terror.
Los cuatro mayores que estaban despiertos dirigieron su mirada hacia dónde la niña indicaba y pudieron contemplar la razón de su repentino pánico: era un aullador.
No estaba mirando directamente hacia ellos, su rostro desencajado estaba de perfil. Le faltaban los dos brazos y se podía ver parte de sus órganos internos.
—Tranquila, Nami. Nosotros nos encargamos, ¿vale? —dijo la peli(t/c), posando la mano en la cabeza de la pequeña—. Tú quédate tumbada y vuelve a cerrar los ojos.
Sabo y Ace se volvieron a levantar de nuevo y los cuatro se apartaron para reunirse.
—Sabemos lo peligroso que es ese tipo de infectado —recordó Law—. Tenemos que deshacernos de él rápidamente.
—Iré a por el arco —anunció la joven, antes de dirigirse hacia donde tenían amontonadas las armas.
—Nosotros te cubriremos las espaldas, no vaya a ser que haya otros cerca —comentó Sabo.
Los cuatro se dirigieron de la forma más sigilosa posible hacia la puerta. No parecía haber nada que se moviera cerca de la entrada, así que siguieron caminando con cuidado hasta la esquina izquierda del motel.
La peli(t/c) asomó la cabeza para comprobar que el aullador continuaba en la misma posición. Por suerte estaba mirando hacia el lado contrario. Tan solo debía ser rápida y silenciosa. Bueno, y acertar su disparo a la primera. De lo contrario estarían en graves problemas.
Cogió una de las flechas que cargaba en la espalda y respiró hondo mientras la posicionaba en el arco. Se tomó unos segundos para buscar la posición y dirección correctas y, entonces disparó.
La flecha se clavó de lleno en la cabeza del aullador, haciendo que se desplomara sobre el suelo.
(TN) sonrió, orgullosa por su trabajo, pero la felicidad apenas duró unos segundos. Lo que pasó después ocurrió demasiado rápido.
—¡(TN)-ya! —exclamó Law, horrorizado.
En cuestión de segundos un infectado que caminaba como un perro salvaje apareció entre unos matorrales que había tras un pequeño muro de piedra que separaba la zona del motel de otro establecimiento.
Se abalanzó sobre la joven sin que esta tuviera apenas tiempo de reaccionar. En lugar de mordiscos, lo primero que hizo fue recibir un zarpazo en el rostro. No podía defenderse, así que tan solo se cubrió con los brazos, recibiendo múltiples ataques hasta que lograron quitárselo de encima.
A pesar de ser tres personas armadas, les costó deshacerse de aquel ser.
—(TN)-ya —volvió a pronunciar de nuevo Law, casi en un susurro. Se acercó preocupado a la chica, que ya hacía en el suelo con arañazos bastante graves—. Yo me encargaré de curarte todo esto. Por favor, aguanta.
La cargó en brazos y se dirigió hacia dentro del motel, seguido por Ace y Sabo. Dentro todos estaban despiertos, como era lógico ante tal ajetreo.
—Oh, no... —murmuró Makino, tapándose la boca con la mano al observar el estado de la peli(t/c).
Los pequeños no pudieron evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas al ver todas aquellas heridas.
Ace y Sabo cogieron rápidamente uno de los colchones individuales y lo retiraron del comedor, dejándolo apartado en el recibidor para que Law pudiera tumbar a la chica.
La tela blanca no tardó en teñirse de rojo. Varias de las heridas eran graves.
—Ayudadme a traer el material —indicó el pelinegro.
Varias personas se acercaron a la caja de medicamentos y material de medicina que había junto a las armas.
El chico de ojos grises notó una mano posada sobre su hombro.
—¿Le han mordido? —le preguntó Shanks, sin obtener respuesta.
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