Capítulo 20
—¿Pero por qué no les disparáis y punto? —demandó Zoro—. Esos imbéciles van a jodernos la zona como sigan así.
Apenas se escuchaba la voz del peliverde entre tanto jaleo: el claxon del coche y los golpes que estaban dando a diversos objetos metálicos.
—Mierda... —masculló Ace, cuando observó un par de infectados saliendo de entre los árboles.
Pegó un disparo a cada uno, acertando de lleno en la cabeza. Las armas no tenían silenciadores, Franky y Kid los estaban reparando, pero en aquellos momentos no importaba hacer un poco más de ruido.
—No podemos ir disparando a la gente así como así —intervino Shanks—. Vamos a negociar si es lo que quieren.
—No se puede negociar con esta gente —aseguró Law—. Estamos en serios problemas.
—¿Los conoces? —inquirió el pelirrojo.
—¿¡Queréis pararlos!? —vociferó Zoro, subiendo a una de las torres de vigilancia. Lo haría el mismo, pero las armas a distancia no eran su fuerte.
(TN) se acercó al pequeño almacén que había bajo una de las torres. Cogió uno de los arcos y algunas flechas mientras el resto del grupo continuaba debatiendo la mejor opción.
Escaló la torre en la que estaba Sabo y se posicionó para disparar, ante la incrédula mirada del chico.
Las tres primeras flechas impactaron en los objetos metálicos, haciendo que cayeran de las manos y rebotaran contra el suelo.
—¡La próxima ira a vuestra cabeza! —amenazó la peli(t/c).
Había encontrado un hogar y no pensaba dejar que nada estropeara a su nueva familia. No pudo proteger a Masako, pero ya no pensaba quedarse de brazos cruzados.
Nunca más.
—Oh, vamos. Basta de amenazas vacías... Sabemos que sois demasiado buenas personas para hacerlo —aseguró uno de ellos, de cabello negro largo y de apariencia algo asquerosa. Sus ojos estaban cubiertos por unas gafas de sol.
Las tres personas que acababan de ser disparadas no estaban el todo convencidas.
El único sonido que quedaba era el maldito claxon del coche. La puerta estaba abierta y en el asiento del piloto había otro tipo. También tenía el cabello negro, pero corto, y también llevaba puestas unas gafas de sol.
La joven volvió a colocar de nuevo una de las flechas y está fue directa a la mano del que estaba dentro del coche, provocando que por fin cesaran todos los ruidos, a excepción de un quejido de dolor proferido por el herido.
Law no iba a negar que estaba orgulloso por la acción de su compañera, pero temía lo que estaba por venir.
Aquel no era un grupo cualquiera. Ni eliminando todos los presentes en aquel instante tenían la victoria garantizada.
—Vale, entiendo... Parece que no nos hemos explicado bien —expuso el desconocido largo, ya con semblante más serio.
Tras aquella flecha, Ace y Sabo habían apuntado con sus armas al grupo. No estaban seguros de cómo iban a reaccionar ante el ataque.
Acompañando sus palabras, mostró su mando derecha, en la cual estaba sujetando una especie de pequeño artefacto con interruptor.
—Nuestra camioneta... —continuó, acercándose a la parte trasera. Hizo una señal a otro tercer hombre delgado de cabello castaño para que abriera las puertas. Sus franjas oscuras verticales surcaban su rostro, desde los ojos hasta la barbilla—. Está llena de explosivos. No nos gustaría usarlos, pero si alguien se le ocurre disparar una sola vez más pulsaré el botón y nos iremos a la mierda todos juntos.
—¿Qué es lo que queréis negociar? —inquirió Shanks, alzando la voz.
—Esto no son formas de hablar —aseguró el tipo, mostrando una sonrisa perversa que no despertaba ningún tipo de confianza—. Os queremos a todos aquí fuera, desarmados. Nosotros tampoco llevamos armas.
No llevaban pistolas ni armas blancas, claro. Tan solo una camioneta llena de explosivos.
No había opción. Era una batalla perdida y tan solo les quedaba tratar de llegar a alguna especie de acuerdo.
Abrieron las puertas de la urbanización y fueron saliendo al exterior. Se colocaron más o menos en una fila, unos al lado de los otros, bajo la atenta mirada de los desconocidos.
—Law... ¿Quién iba a decir que volveríamos a encontrarnos? —El tipo de cabello oscuro y largo se plantó frente al chico de ojos grises.
—No pareces sorprendido al verme aquí —apuntó el susodicho, clavándole su fría mirada.
—Claro que no, Law, no es ninguna casualidad que estemos aquí. Nuestros subordinados nos hablaron de un desagradable médico que les ayudó... Mira que no dejarles si quiera entrar dentro...
El pelinegro chasqueó la lengua. Lo sabía. Sabía que aquellos energúmenos tan solo traerían problemas.
—Bueno, me presento. Mi nombre es Trébol y estos son mis compañeros Diamante y... El pobre Vergo. Menuda bienvenida le has dado, ¿eh? —Al pronunciar la últimas palabras dirigió su mirada a la peli(t/c).
Ella bajó la mirada. Había sido, o más bien era, un momento de emociones fuertes y sentía que se había envalentonado demasiado.
En cuestión de segundos el tal Vergo se acercó de manera violenta a la joven y dirigió la mano —la que no tenía dañada— a su cuello.
No llegó a cogerla, ya que Law agarró su muñeca antes de que lo hiciera y parte del grupo ya se había acercado también.
—Ni se os ocurra tocarla —masculló, tensando la mandíbula. Trébol volvió a sonreír—. Ni a ella ni a nadie.
—Bien, tengamos una conversación tranquila —continuó el tal Trébol, dando una palmada en el hombro a su compañero—. A partir de ahora tendréis que dar la mitad de todos los suministros que consigáis, y no os preocupéis por el transporte. Nosotros mismos vendremos a por ellos.
—Eso no es negociar. No obtenemos ningún beneficio —aclaró Shanks.
—Claro que obtenéis beneficio. Si nos pagáis con lo que toca no arrasaremos a vuestro grupo. Es un buen trato, ¿no?
Todos se quedaron en silencio, procesando el hecho de lo mal que iría todo a partir de aquel momento.
Era prácticamente imposible deshacerse de ellos sin que lo volaran todo con los explosivos y, aunque lo consiguieran, no sabían cómo se grande y poderoso era el resto del grupo.
Había dos opciones: acatar las nuevas reglas y convivir de aquella manera o acatarlas mientras urdían un plan para deshacerse de su control.
—Como comprenderás... No tenemos más remedio —expresión Shanks, resignado, paseando la mirada por sus compañeros los cuales asintieron igual de impotentes—. Así que aceptamos el trato.
—Buena elección —apoyó Trébol—, aunque eso no es todo. Tenemos que llevarnos a un par de chicas con nosotros. Más que nada para asegurar vuestra total obediencia, no queremos traiciones de ningún tipo.
—¿Y por qué tienen que ser chicas? ¡Llevadme a mí sí os atrevéis! ¡Os patearé el trasero en cuanto me soltéis! —exclamó Luffy, dando un paso hacia delante.
Ace y Sabo enseguida lo agarraron. La situación ya estaba bastante tensa.
—Porque nos van más las chicas —explicó él, antes de soltar un par de carcajadas. Aquellas palabras aumentaron todavía más el miedo u la tensión—. ¿Voluntarias? ¿No? Pues lo haremos a sorteo.
El tipo de cabello castaño que estaba junto a él, comenzó a pasearse y entonar una canción mientras iba señalando a cada una de las mujeres con el dedo índice.
Lo hizo repetidas veces hasta que la canción acabó, señalando a Makino.
—¡No! Ella no —gruñó el pelirrojo, dando un paso y colocándose frente a ella.
—Apártate ahora mismo si no quieres perder el único brazo que te queda —le amenazó el desconocido que había hecho la elección.
—¡Yo seré voluntaria! —exclamó (TN), adelantándose.
Las miradas recayeron sobre ella, en especial los alarmados ojos grises de Law.
Estaba aterrorizada. Por supuesto no quería irse, al igual que las demás, pero no podía dejar que se fuera Makino. Estaba embarazada... Y no sabían lo que iba a pasarles, aunque era obvio que nada bueno.
—Muy bien. Mira, Vergo, al final os acabareis haciendo amigos y todo —bromeó Trébol, dando unas palmadas en el hombro de la joven—. ¿Quién más se viene? No la vais a dejar sola, al menos una más o la destrozaremos entre todos.
—Yo iré —respondió Robin, rápidamente. No iba a dejar a (TN) sola y Belle-mère tenía dos niñas y un niño que cuidar.
Por supuesto, los habían dejado dentro de la casa. Aquellos dos desconocidos que les habían vendido de aquella vil forma no sabían con exactitud cuántas personas formaban su grupo.
—Bien todo listo entonces. Os dejamos unos minutos para despediros de los vuestros. No penséis que somos unos monstruos o algo así. Venga, va.
Ambas féminas se acercaron de nuevo al grupo. Los desconocidos se acercaron a la camioneta a charlar, pero no desprevenidos. Trébol no soltaba el interruptor y miraba de reojo.
¿Sería realmente capaz de apretarlo? Nadie quería comprobarlo.
—Law... —murmuró la peli(t/c), con un escaso hilo de voz. Sus ojos estaban húmedos y rompería a llorar en cualquier momento.
—(TN)-ya. —El pelinegro posó las manos en sus hombros. Quería abrazarla con todas sus fuerzas, pero tenía que su destino fuera peor si aquel idiota de Trébol y sus secuaces descubrían que era alguien especial para él—. No hagas ninguna locura, por favor. Ten cuidado y mantente a salvo hasta que encontremos la manera de sacaros de allí.
—Sí...
—Prométeme que no harás ninguna tontería.
Esa gente es peligrosa —insistió él.
—¿Qué...? ¿De qué los conoces?
—Son los que acogieron al hermano de mi tutor, cuando se quedaron huérfanos y, por lo que me contó él... No son buena gente.
—Puede qué... ¿Tu tutor esté en el grupo?
—Dudo mucho que se haya juntado con ellos. (TN)-ya, por favor, ten mucho cuidado... Intenta aguantar —pidió Law, en tono de súplica.
—¡Vamos terminando con las despedidas! —exclamó Trébol, desde la camioneta.
Tras más palabras de ánimo y promesas de volver a verse pronto, Robin y (TN) caminaron hacia sus captores. Subieron al vehículo blanco cargado de explosivos y este se puso en marcha.
No tardaron en perder la urbanización de vista.
Durante el trayecto, la peli(t/c) mantuvo la mirada perdida a través del cristal de la ventanilla.
Escuchaba las voces de aquellos hombres, pero sin prestar atención a lo que decían. Como si fuera un simple sonido de fondo.
Confiaba en sus compañeros. Sabía que encontrarían el modo de sacarlas de allí, pero eso no significaba que ellas no fueran a intentarlo. Con cuidado, pero... Tal vez daban con alguna forma de hacerlo.
No sabría asegurar cuánto tiempo duró el trayecto. ¿Tal vez una hora? Mínimo ese tiempo, sí.
Sus piernas estaban algo temblorosas al bajar del la camioneta. Tuvo que agarrarse al brazo de Robin. La morena parecía algo más tranquila que ella, pero en el fondo también temía lo que pudiera llegar a pasarles.
Alzaron la mirada y se encontraron con un edificio bastante grande. La fachada era de ladrillos grises y todas las ventanas estaban cubiertas por barrotes negros.
Era una prisión que se encontraba a las afueras de la ciudad.
—Venga, moveros. Os daremos una vuelta y os llevaremos a vuestras habitaciones —ordenó Trébol, dándoles un empujón en la espalda para que comenzaran a moverse—. Tendréis unas con las mejores vistas.
Todos los presentes, a excepción de Vergo que todavía sangraba y tenía el vendaje improvisado empapado de rojo, se rieron a carcajadas ante aquel último comentario.
El edificio estaba dividido en la zona de los trabajadores, que era donde los líderes del grupo se habían aposentado y un gran pasillo —de dos pisos—repleto de celdas.
En algunas de ellas habitaban los prisioneros. Gente de otros grupos, como (TN) y Robin, que había sido reclutada a la fuerza. O gente que se había unido por propia voluntad pero había tenido alguna diferencia con los que mandaban.
—Primero de todo, os presentaremos al joven amo, el líder de nuestro grupo —expuso el hombre de cabello negro, emocionado—. Él fue quien eligió este lugar como base y se armó de valor para destrozar a cada infectado, creando un lugar seguro.
Ninguna de las dos dijo nada, tan solo siguieron caminando detrás de él hasta llegar a la última puerta del pasillo.
Golpeó con los nudillos y se escuchó una voz dando paso. Abrió la puerta e hizo un gesto a las féminas para que se acercaran.
—Joven amo, le presento a las nuevas adquisiciones.
La peli(t/c) tragó saliva antes de dar los últimos pasos y llegar al marco de la puerta. Alzó la mirada y vio al hombre que había sentado en una de las sillas.
Era alto y de cabello rubio. No se podría apreciar bien su rostro, ya que unas coloridas gafas cubrían sus ojos. Pero su sonrisa... Daba más miedo que cualquiera de los que había ido a la urbanización.
—Bienvenidas a nuestra humilde comunidad, chicas —saludó, levantándose de su asiento. Se acercó para observarlas de cerca—. Nos encargaremos de que estéis lo más a gusto posible.
[•••]
—¿Cuánto les faltará? —susurró Law, entre dientes, subido en una de las torres de vigilancia y observando fijamente el camino por el que la camioneta se había marchado.
Un rato después de que aquellos mal nacidos desaparecieran, parte del grupo había salido con uno de los coches. La intención era seguir las huellas de los neumáticos de la camioneta, para ver si lograban ver el lugar donde residían.
Sabo, Shanks y Franky habían sido los escogidos para la misión.
Todavía no había un plan establecido, pero la localización era importante. Después podrían pensar en qué hacer.
—A saber a qué distancia está... O si les han pillado siguiéndoles —divagó Kid. No es que quisiera que así fuera, tan solo ponía sobre la mesa todas las posibilidades.
Posibilidades que todos había cavilado.
—Voy a la enfermería. Informadme de cualquier cosa.
Necesitaba estar ocupado para tratar de ignorar aquel nudo que tenía en la garganta. Aquel malestar que sentía en su interior.
Hacía tiempo que lo había perdido todo y nunca pensaría que tendría de nuevo algo que perder.
La quería de vuelta. La necesitaba de vuelta.
Bajó la escaleras, pensando en lo vacío que se sentía aquel lugar sin (TN) rondando por allí. Sabiendo que no aparecería tras unos minutos disculpándose por llegar tarde —aunque no hubiera ningún horario. Ella siempre se disculpaba por todo.
Se acercó al escritorio y tomó entre sus manos la hoja de papel que había encima, en la que había información escrita sobre lo que habían descubierto de las variaciones de los infectados.
El último momento de ambos en la enfermería vino a su cabeza.
—Law... ¿Podemos seguir con la información mañana? Estoy un poco cansada.
—Claro, lo dejamos ahí y mañana seguimos escribiendo.
El nudo en la garganta se hizo más notable y sintió un ligero picor en la nariz antes de que sus ojos se humedecieran. Aunque las lágrimas no llegaron a caer.
Se suponía que (TN) debía estar ahí, continuando con la información...
Se llevo una mano a la cabeza y se sobó el cabello. Siempre había estado solo. Disfrutaba de la soledad y, en aquellos momentos, la odiaba.
Cuando la salvaron de aquellos tipos en el bosque jamás imaginó que llegaría a convertirse en alguien importante en apenas unos meses.
Tal vez lo que había empezado a sentir si era más fuerte de lo que pensaba.
[•••]
—Esta será vuestra suits presidenciales —indicó Trébol, tras abrir una de las celdas—. Esta para ti.
Cogió a la peli(t/c) del brazo y tiró de ella hasta meterla dentro. Tras hacerlo, metió la llave en la cerradura y dio un par de vueltas.
La joven se dio media vuelta, era un espacio muy pequeño, de paredes grises y frías. Un colchón y un inodoro eran los únicos muebles disponibles.
Volvió a girarse y rodeo los barrotes con las manos. Observó a sus vecinos de en frente. Sabía que Robin estaba al lado, pero no alcanzaba a verla.
En la celda de delante había un tipo de cabello rubio, también pegado a los barrotes y siguiendo Trébol con la mirada, observando cómo se alegraba.
En la celda que estaba en frente de Robin había un niño de unos doce años. Estaba sentado en el suelo, hecho un ovillo y con la barbilla apoyada sobre sus rodillas.
¡Un momento! ¿No era ese el pequeño que aparecía en la foto de Hiriluk?
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