Capítulo 2

Todas las personas presentes en la cafetería de aquella comisaria, se sobresaltaron cuando por fin comenzaron a escuchar barullo tras las puertas. La mayoría fueron directos para abrir la puerta y solicitar información. ¡Ya llevaban mucho rato esperando!

—Quédate aquí, quieta —ordenó (TN) a su hermana. Ella negó con la cabeza—. Es un momento. Voy a ver qué pasa. Aquí estás a salvo.

La mayor comenzó a caminar, aunque a llegó escuchar como Masako le maldecía por lo bajo. Aquella maldita enana impertinente. No podía obedecer sin rechistar, ni si quiera en una situación como aquella. Cuando por fin se abrió paso entre la gente pudo comprobar de primera mano la expresión de horror que había en los rostros de los policías. Corrían como locos por la comisaria, mientras el tipo de cabellos blancos intentaba poner algo de orden.

—Cerrad bien las puertas. ¡Que no entre un maldito infectado a esta comisaria! —exclamó.

Los ciudadanos que estaban pegados a la puerta se echaron rápidamente hacia atrás. Fue en ese momento que la joven aprovechó para dar un paso al frente y poder observar la situación por sí misma. Ya que las puertas de la comisaria eran de cristal, se podía ver claramente el exterior. Un grupo numeroso de personas infectadas chocaban una y otra vez contra la puerta. Tal y como (TN) había visto en la mayoría de series y películas, no parecían tener la suficiente inteligencia para abrir. Debían moverse simplemente por instinto.

—Joder, Garp. ¿Qué coño vamos a hacer con esta gente? —preguntó Smoker, dirigiendo su mirada hacia la entrada de la cafetería.

—No lo sé, maldición. Estoy intentando comunicarme con Sengoku para ver cómo debemos proceder. Encárgate tú de ellos, yo me quedo aquí fuera —respondió el jefe. Al susodicho no pareció hacerle mucha gracia tener que hacerse cargo de esa situación. Comenzó a andar hacia la zona e hizo una señal para que se apartaran de la puerta. La peli(t/c) y el resto le dejaron paso.

—Todo el mundo sentado y prestando atención —ordenó, mientras se posicionaba de modo que todos pudieran verle claramente. Sacó un puro de una caja negra y se lo enchufó, mientras todos esperaban en silencio—. La situación se ha descontrolado. Os quedaréis aquí hasta que podamos solucionarlo. Las personas infectadas son incontrolables. Digamos que... En fin. Son como zombies.

Mientras decía sus últimas palabras dirigió la mirada hacia (TN). Pensaba que esa cría solo había estado diciendo estupideces, ¿quién cojones iba a pensar que de verdad ocurriría algo así algún día?

El pánico comenzó a cundir entre los presentes, tanto en los clientes como en las dos camareras. Smoker dio un golpe a una de las mesas para que el silencio volviera a reinar en la sala. De este modo, pudo continuar explicando lo que habían descubierto por observación directa.

Tal y como la peli(t/c) sospechaba, las personas infectadas no morían por un disparo ni nada por el estilo. Era algo obvio, porque realmente ya estaban muertos. Sin embargo debía haber alguna parte del cerebro todavía activada, por eso era necesario atravesarles o destrozarles la cabeza. Además, pasaban la infección a través de las mordeduras. Puede que si sobrevivías a las heridas no ocurriera nada. No habían tenido la oportunidad de comprobarlo. Lo que si habían visto eran cadáveres levantarse del suelo.

—¡Silencio! —exclamó Smoker, con tono autoritativo. Obviamente, tras conocer toda esa información, la mayoría de los presentes se había revolucionado—. Como no sabemos cuánto tiempo vais a estar aquí será mejor que os identifiquéis. Esa mesa, que empiece.

—Yo soy Midori —comenzó a hablar la mujer—. Este es mi marido Yoshio y mis dos hijos, Iwao y Kioshi.

—Yo soy Kayoko —se presentó la mujer de mediana edad.

—Hiro —dijo el chico joven, ajustándose las gafas.

—(TN), y esta es mi hermana pequeña. Masako. —La joven señaló a la niña con el dedo.

—Bien. Nuestras dos camareras se llaman Kaede y Kaori —dijo el policía—. Todos. Repito, todos, vais a quedaros aquí. Ni se os ocurra poner un pie fuera de esta comisaría. Si cuando llegue la hora de cenar todavía estamos aquí nos prepararán algo de cenar. Si debemos dormir aquí, lo haremos, pero nadie pisa la calle. ¿Entendido?

Como era de esperar, cuando cayó la noche todavía seguían allí encerrados. Los ciudadanos, el tipo de pelo blanco, el jefe, aquella chica de cabellos negros y gafas y dos policías más. Al parecer, ellos eran los únicos trabajadores que habían sobrevivido a aquel fatídico día.

No es que nadie en aquella sala tuviera mucho apetito dadas las circunstancias, pero las camareras se habían esforzado en preparar la cena y sabían que debían coger fuerzas para lo que les esperaba.

Cenaron en silencio. Tan solo se escuchaban los ruidos de la calle, el sonido de los cubiertos al chocar con los platos y ellos mismos masticando. Por suerte, el ruido de los infectados golpeándose contra la puerta había parado hacía un buen rato. Probablemente, era por el escaso movimiento que había dentro de la comisaria. Puede que pensaran que no había nadie. Bueno, puede que el término «pensar» no fuera exactamente el más indicado.

(TN) cogió un momento el móvil y apretó el botón lateral para encender la pantalla. Mierda. El porcentaje de batería era bajo, no pasaría de esa noche y no llevaba el cargador en la mochila. Volvió a dejarlo encima de sus piernas y continuó con la cena.

—Esto es lo único que hemos encontrado. Son para los más pequeños —anunció Garp, entrando de nuevo. Llevaba tres cojines y los repartió a los tres niños—. El resto tendremos que apañarnos.

No hubo ninguna queja, al menos no en voz alta. (TN) se acercó a su mochila y sacó una sudadera. Siempre solía llevar algo para abrigarse, aunque fuera primavera. Nunca sabías cuando se podía girar el tiempo. Se colocó al lado de su hermana, que ya estaba tumbada sobre el suelo y con la cabeza apoyada en el cojín. Dobló la sudadera y la puso en el suelo. No era mucho, pero mejor que nada. Se tumbó y encendió el móvil. Puede que fuera el último mensaje que mandara.

«Mamá, papá, no me queda mucha batería. Masako y yo estamos bien. Estamos con los policías y más gente. Ellos nos protegerán. Cuidaos y no os pongáis en peligro. Ya encontraremos la forma de comunicarnos. Besos».

Dejó el móvil a un lado, en el suelo. Esperaba recibir respuesta antes de que se acabara la batería. Se colocó en posición fetal, de cara a su hermana. Estiró su mano y la posó encima de la de la pequeña. Esta la agarro con fuerza y se acurrucó contra la mayor. Aunque les costó bastante, al final acabaron durmiendo, rendidas por el cansancio.

[•••]

La situación no mejoró. Ya habían pasado dos semanas desde aquel fatídico día. El gobierno había intentado tomar medidas en el asunto rápidamente. El ejército salió a las calles. El problema radicó en que las primeras órdenes fueron retener a los infectados y tenerlos en cautividad hasta que se comprobara si había una posible cura. Cuando se dieron cuenta de que era necesario exterminarlos, ya fue demasiado tarde. La situación se había vuelto incontrolable. Un gran número de soldados y policías habían sido infectados, el resto temía por sus vidas y no podía continuar con su deber, tan solo luchar por su propia supervivencia.

No solo Japón estaba padeciendo aquel problema. Aquel día en el que todo empezó, los vuelos no se paralizaron. La gente tan solo hizo lo posible por huir.  No se sabe si las personas infectadas llegaron a otro país desde vuelos del aeropuerto o vuelos privados, pero la cuestión es que también se estaba extendiendo por otros lugares. Esto significaba que no podían pedir ayuda al exterior, ya que cada gobierno se estaba encargando de gestionar la situación en su propia nación.

(TN), su hermana y el resto ya llevaban catorce días en la comisaria. Las reservas de comida habían llegado a su fin y había llegado el momento de abastecerse si no querían morir de hambre.

—Atención —dijo Smoker, mientras entraba a la cafetería. Los presentes dirigieron sus miradas hacia él—. Garp, Tashigi y yo vamos a dirigirnos al supermercado más cercano. Los dos frikis de los zombies vendrán con nosotros.

—Vaya, necesitan de nuestras habilidades —murmuró Hiro, orgulloso.

—¡No! ¡No te vayas! —exclamó Masako, agarrándose al brazo de su hermana mientras esta se levantaba.

—Necesitan ayuda para conseguir comida... —explicó (TN)—. Cuantos más seamos más cosas podremos coger. Te traeré algo de chocolate, ¿vale?

—Vale... Esos bollos de Hello Kitty —pidió la pequeña. Su hermana puso los ojos en blanco y le dio unos golpecitos en la cabeza.

—Intentaré encontrarlos.

Ambos jóvenes siguieron la oficial de policía. Obviamente, si iban a acompañarles debía hacerlo armados. Caminaron detrás de él por los pasillos de la comisaría. A través de aquellas paredes grises iluminadas por la luz de las lámparas. Se pararon en una de las puertas. Smoker abrió y les hizo una señal para que pasaran.

—Hemos reunido aquí todas las armas disponibles —comentó, mientras se acercaba a las mesas que había en el centro de la sala—. Elegid las que penséis que sabréis usar mejor.

—Es mejor escoger armas blancas... —dijo Hiro, mientras se acercaba a inspeccionar las navajas y cuchillos.

—El ruido es una de las cosas que atrae a las personas infectadas —añadió (TN), mientras se aproximaba también a la mesa. Escogió una daga, ya que no había ningún arma más larga. También cogió una navaja para escondérsela en el pantalón. Nunca se sabía.

Smoker bajó la mirada para observar las pistolas que llevaba enganchadas. Tal vez debía hacer caso a las palabras de aquellos críos y coger algún cuchillo.

[•••]

Los cinco estaban dentro del coche, a las puertas del supermercado. Había sido fácil salir de la comisaria. Los infectados debían haberse ido a otras zonas, atraídos por el ruido de la gente. Sin embargo, con el coche había atraído a unos cuantos a aquella zona. Ahora, debían bajar y deshacerse de ellos antes de entrar al supermercado.

—Tan solo son diez, al menos a simple vista —anunció Garp, aunque todos podían verlo—. Será fácil encargarse de ellos. Intentemos ser sigilosos y dar golpes limpios.

El resto asintió antes de abrir con cuidado las puertas del coche. El corazón de (TN) latía con fuerza a medida que se acercaban a aquel grupo de infectados que, a su vez, también se aproximaban hacia ellos. El olor a putrefacción de los cuerpos podía percibirse en el ambiente, a pesar de estar completamente al aire libre.

Había algún que otro cadáver en el suelo. Algunos estaban tan destrozados que era imposible que volvieran a alzarse. De otros tan solo quedaban algunos miembros del cuerpo, mordisqueados y ensangrentados. De pie, tan solo estaban aquellos diez. Cada vez más cerca. Sus cuerpos habían comenzado a descomponerse. Sus rostros estaban medio descarnados. Esa apariencia monstruosa era un punto a favor. O eso pensaba la peli(t/c), para ella era menos difícil atacar que cuando todavía conservaban una apariencia completamente humana. La otra vez fue bastante impactante.

Una vez estuvo lo suficientemente cerca del primero, clavó la daga con todas sus fuerzas en su frente. Fue bastante fácil atravesarle la cabeza y luego sacarla de nuevo. Desde luego era una mejor arma que aquella tubería oxidada que encontraron en el contenedor. Era bastante aterrador tener que estar a centímetros de un infectado para poder acabar con él, pero era la forma más efectiva. Al menos en aquellas circunstancias.

Una vez acabaron con todos, Garp hizo una señal con la cabeza. Había llegado la hora de entrar al supermercado.

Debían moverse con cautela. No sabían si dentro habría más infectados ni la cantidad de ellos. Igual que tampoco eran conscientes de los productos que quedaría. Lo más probable era que otras personas hubieran tenido la misma idea que ellos.

Se repartieron por los pasillos. Debían buscar carne, pasta, cereales, conservas, agua, leche y otros productos básicos. Aunque, bueno, (TN) le había prometido a su hermana algo de chocolate, así que esperaba encontrarlo por el camino. Los pequeños agradecerían darse algún capricho.

Iba metiendo los productos en su mochila a medida que los veía por las estanterías. ¡Bingo! Había dado con la sección de pasta. Metió cuatro paquetes de macarrones y continuó su camino. Vaya, tortitas de maíz. No vendrían, mal. ¡Eh, pasta de dientes! Llevaba el cepillo y algo de pasta. Siempre la llevaba detrás, pero no estaría mal llevarse un tubo. Finalmente, llegó a la zona de carne. Puede que ya hubiera cogido alguien, pero cogería algo. Dos packs de hamburguesas y otro de filetes de lomo. No podía creer lo que acababa de ver en uno de los pasillos de enfrente. Eran los jodidos bollos de Hello Kitty. Aceleró el paso. Al meterse de lleno en el pasillo se encontró de frente con un infectado. Al echarse hacia atrás perdió el equilibrio. Su mochila cayó al suelo, esparciendo el contenido.

—¡Ah! —Por suerte, ahogo el gritó llevándose una mano a la boca.

Pegó una fuerte patada a aquel tipo, que estaba prácticamente sobre ella. Rodó por el suelo, de lo contrario, se le hubiera caído encima. Se levantó con algo de torpeza. Cogió la daga de su cinturón. Sus manos temblaban por el sobresalto que se había llevado. Hundió el arma con fuerza en la cabeza del infectado y se puso a recoger rápidamente todo lo que se le había caído. Cogió con velocidad un paquete de aquellos bollos. La mochila no podía cerrarse de lo llena que estaba, pero daba igual.

Se dirigió de nuevo hacia la puerta, pero al cambiar de pasillo vio que otros dos infectados se dirigían hacia allí. Había hecho demasiado ruido. Su cuerpo tuvo un espasmo cuando notó que alguien pasaba por su lado. Por suerte era Tashigi, que se adelantó para acabar con ellos. Le hizo una señal con la mano, apremiándole para dirigirse hacia la salida.

Al salir al exterior, se veían grupos de infectados aproximándose. No tenía sentido ir a por ellos. Tenían tiempo de sobra para llegar al coche, así que lo hicieron.

—Joder. Lo hemos conseguido —murmuró Garp, mientras arrancaba el coche.

—Ha sido más sencillo de lo que esperábamos —comentó Tashigi—. Habíamos contemplado la posibilidad de que hubiera más infectados. Ha sido una suerte.

—¿Qué coño...? —Smoker cogió de un zarpazo los bollos que asomaban de la mochila de (TN). A ella le costó unos segundos de más reaccionar. Todavía estaba tratando de recuperar la respiración—. ¿Crees que esto es necesario?

—¿Qué problema tienes? ¡Solo quería que mi hermana y los niños tuvieran algo que les hiciera ilusión! —No quería ser grosera, pero estaba demasiado nerviosa como para intentar no tomarse a mal aquel comentario que le había hecho.

—¡Ya basta! No vamos a pelear por unos malditos bollos —exclamó el jefe, desde el asiento del conductor—. No ha pasado nada y los pequeños se alegraran. No montemos un drama de esto. Estamos todos bien. Es motivo de celebración. Yo he cogido unas cervecitas para la comida.

—Es usted muy despreocupado —comentó la policía, negando con la cabeza.

—Sí. Es solo que no quiero que nadie se exponga a más riesgos de lo necesario —dijo Smoker, serio, en respuesta a las palabras de su jefe.

—Siento haber hablado mal. Estoy nerviosa —se disculpó la joven, casi en un murmuro. El policía escuchó sus palabras, pero no hizo ningún comentario más.

Después del trayecto en coche, por fin estaba sanos y salvos dentro de la comisaria. Se acercaron a la cafetería para enseñar al resto todo lo que habían conseguido. Masako se lanzó a abrazar a su hermana mayor nada más entraron por la puerta.

—¿Dónde está el resto? —preguntó Garp, mientras observaba a los presentes. Era cierto, faltaban tres personas.

—Mi mujer y mis hijos han salido a tomar el aire al patio interior —explicó Yoshio. Los tres policías se miraron, preocupados.

—¡Mierda! —exclamó Smoker, mientras dejaba caer las bolsas al suelo y salía disparado. ¿Cómo habían llegado hasta allí? ¿Habían estado dando una vuelta turística por la comisaria?

Los infectados no podrían entrar en el edificio, ya que la puerta estaba cerrada, pero había una segunda entrada que comunicaba el patio con el exterior. Con todo el jaleo del primer día nadie se acordó de aquella puerta. ¿Alguien la habría cerrado? No tenían constancia de ello.

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