Capítulo 1

—¿Qué pasa? ¿Por qué corremos? ¿Dónde vamos? —preguntó, alarmada, la pequeña. Mientras se dejaba arrastrar por su hermana. Se habían escondido en un pequeño callejón. Detrás de un contenedor.

—Tan solo haz caso a lo que te diga, ¿vale? —ordenó la mayor, mientras abría la tapa del contenedor. Necesitaba encontrar algo puntiagudo. ¡Bingo! Cogió una botella de vidrio y dio un golpe contra la pared, para romperla.

—Tengo miedo —murmuró Masako, echa un ovillo en el suelo.

—No eres la única —aclaró (TN), mientras comenzaba a andar sigilosamente hacia la entrada del callejón—. ¡Joder!

El tipo que había mordido a ese joven estaba delante de sus narices. Ahora que se fijaba, tenía los ojos enrojecidos y la mirada perdida. Había sangre alrededor de su boca y en sus ropajes. Estaba caminando hacia ella mientras estiraba los brazos hacia delante. La chica empuñaba la botella con el objetivo de defenderse. Cuando lo tuvo prácticamente encima, dio una patada —con todas sus fuerzas— a una de las piernas del hombre. Este cayó al suelo y (TN) aprovechó para clavar repetidas veces en su cabeza la parte puntiaguda del envase de vidrio. No paró hasta destrozarle la cabeza.

Se quedó unos segundos sentada en el suelo, observando el cuerpo inmóvil. Le temblaban las manos y notaba que sus ojos se estaban llenando de lágrimas. Se miró las manos, manchadas de sangre. Su jersey también tenía algunas manchas rojas. Todavía en shock, agarró su mochila y sacó la botella de agua. Se lavó las manos e hizo lo mismo con la cara, aunque no sabía si la tenía manchada.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Masako, asustada—. ¡Has matado a un hombre!

—¡Cállate ya! ¡No sé lo que estoy haciendo! —exclamó la mayor, nerviosa. ¿Y sí era algo que se contagiaba por entrar en contacto con la sangre? Se limpió bien, por si acaso—. Busca algo para defendernos.

—¿Defendernos?

—¿¡No has visto que se estaban comiendo a una persona delante nuestro!? —preguntó, sacudiendo los hombros de la pequeña. Esta comenzó a llorar escandalosamente. Joder. Debía calmarse—. Tranquila, vamos a buscar algo que podamos usar. Venga, ayúdame.

Se acercaron de nuevo al contenedor y comenzaros a buscar dentro de él y en las bolsas que había alrededor. Necesitaban cualquier cosa que pudieran clavar. Aunque iba a ser complicado, si ella ya tenía poca fuerza y había tenido que clavar la botella mil veces... Su hermana poco podría hacer. ¿Pero que iban a hacer si no? Debían intentar defenderse hasta el último momento. ¡Por Dios! ¿Y si solo era un tipo drogado y le había matado?

—¿Esto sirve? —preguntó su hermana, mostrándole unas barras de acero. Estaban partidas y tenían la punta algo afilada.

—Sí, creo que es lo mejor que habrá por aquí —contestó la mayor, mientras cogía una de ellas—. Vamos a intentar llegar a casa. No te separes de mí.

Se dirigieron de nuevo hacia la entrada del callejón. Era difícil afirmar cuál de las dos estaba más nerviosa. La pequeña estaba aterrorizada y confundida, pero no era consciente de todo lo que podía estar pasando. En cambio, a (TN) se le ocurrían muchas cosas. Ninguna buena. Los gritos que se escuchaban a lo lejos no ayudaban para nada a mantener la calma.

Miraron hacia ambos lados antes de salir. La zona parecía despejada, al menos en esa pequeña calle. Antes de continuar su camino, la mayor se ladeó la cabeza para comprobar que aquel hombre seguía sin vida. Era difícil que se levantara de nuevo con la cabeza reventada, pero nunca estaba demás asegurarse. Un grupo de colegialas pasó corriendo delante de ellas, con sus uniformes del instituto. Gritaban como locas mientras huían de algo. Masako se colocó rápidamente detrás de su hermana, mientras esta empuñaba la vara de metal a modo de defensa.

—Mierda... —murmuró, prácticamente para sí misma.

El joven al que habían mordido la pierna estaba caminando hacia ellas. Se movía con bastante dificultad ya que su pierna derecha estaba casi totalmente mordisqueada. Se podía ver la sangre todavía brotando y trozos de carne medio colgando. Y no solo eso, su rostro también había sido mordido. ¡Incluso podía verse parte de su cerebro! Eso dejaba las cosas claras. No eran tipos drogados. Era algo mucho peor.

—¡(TN)! ¡Tengo miedo! ¡Es un zombie! —exclamó la pequeña, mientras rompía a llorar de nuevo.

—Yo me encargo de él —dijo, tratando de mantener la calma—. Tú deja de gritar de una vez. Tenemos que intentar no hacer ruido. Y coge bien la barra por si tienes que utilizarla. Ven detrás de mí, pero despacio.

La distancia que separaba a las dos chicas de aquella cosa era cada vez menor. Por suerte, estaba en un estado bastante deteriorado. Eso les daba ventaja. Empuñó la barra como si fuera una raqueta de tenis y le dio en la cabeza con todas sus fuerzas. Obviamente no fue suficiente. Salpicó algo de sangre y consiguió desequilibrarle, pero todavía seguía moviéndose. Volvió a repetir el movimiento y esta vez consiguió que cayera sentado al suelo. ¡Era el momento! Otro golpe más. Consiguió que se tumbara. Apuntó a su cabeza y clavó la barra como si fuera una estaca, atravesándole el cráneo. Su corazón latía a mil por hora, la adrenalina del momento.

—Bien hecho, hermanita —le felicitó Masako, sin alzar mucho la voz.

Ya parecía algo más tranquila que antes. Se sentía segura al lado de su hermana. La mayor apoyo un pie en el pecho del cadáver e hizo fuerza para conseguir desenganchar su arma de allí. Se arrepentía de no haber ido más al gimnasio. Estaba claro que se necesitaba fuerza para poder hacer todo esto. Lo consiguió al segundo intento, aunque casi cae de culo al suelo.

—¡Alto ahí! ¿Qué estáis haciendo? —Escucharon una voz masculina. Ambas se giraron y vieron a un policía que les estaba apuntando con la pistola—. ¿Habéis matado a ese tipo? ¡Oficial! ¡Oficial Smoker!

—¿A qué vienen esos gritos? —preguntó un hombre de cabellos grisáceos que se acercaba al otro joven—. ¿Has encontrado a más tipos drogados?

—Esas crías acaban de matar a uno de ellos. Lo han dejado destrozado —explicó el chico de pelo morado.

—¡No! ¡No lo entendéis! —exclamó (TN). El tipo mayor observó a aquella joven que sujetaba una barra de metal ensangrentada.

—Escúchame, niña. Ya sé que tenéis el cerebro lavado con tanta tontería de los zombies, pero estos tipos deben haber estado drogándose. Ha habido casos de contrabando de la droga caníbal —explicó el tal Smoker—. Entiendo que estás asustada. Se tendrá en cuenta en tu declaración. Ahora las dos subiréis al coche y os llevaremos a comisaria. ¡Tashigi! Lleva a estas niñas al coche.

—¡No! No puede ser eso. Este chico de aquí... —intentó explicar la mayor de las hermanas.

—¡Cuidado! Ahí hay otro. —Smoker hizo caso omiso a sus palabras y se dirigió a su subordinado. Una mujer de cabellos oscuros y con gafas cogió a cada una de un brazo y tiró de ellas—. Amenázale con dispararle y a ver si se le quita la tontería. Redúcelo y espósalo. Nos lo llevaremos también.

—Por favor. Tenéis que escucharme —insistió (TN), aunque sabía que en su estado parecía una loca que había perdido los estribos—. No se trata de una droga. Un tipo de esos ha mordido a un chico joven y después estaba caminando como si nada. ¡Con la pierna destrozada y medio cerebro a la vista!

—Estamos a punto de retener a uno de ellos. Corto y cambio. —La mujer estaba hablando por el walkie, haciendo caso omiso a las palabras de la joven.

—¡Código rojo! ¡Debéis volver a la comisaria cuanto antes! —se escuchó de repente, al otro lado de la línea. La mujer policía se dispuso a salir del coche, algo nerviosa. Debía avisar a sus compañeros. La puerta del conductor se abrió de golpe.

—¡Quieta ahí, Tashigi! Nos largamos aquí ahora mismo —ordenó Smoker, alterado.

Arrancó rápidamente el coche y pisó el acelerador a fondo. (TN) se giró para poder mirar a través del cristal trasero del coche. Se llevó la mano a la boca para ahogar un grito. El joven policía de cabellos morados estaba en el suelo, mientras tres de los infectados se estaban dando un festín con su cuerpo.

—¡Espera! ¿Dónde está Koby? —preguntó la mujer, confundida, mientras bajaba la ventanilla para asomarse.

—¡Lo hemos perdido, joder! —contestó él, con rabia—. No ha servido de nada amenazarles con disparar. ¡Ni si quiera dispararles! Seguían caminando por más tiros que les diéramos en el puto corazón.

—¡Es que no me estáis escuchando! —exclamó (TN), al borde de la desesperación. Al parecer, por fin había logrado captar la atención de los policías—. No es ninguna droga. El chico joven estaba bien y uno de esos se comió su pierna y su cara. Unos minutos después estaba caminando como si nada. ¡Y venía a por nosotras!

—El jefe Garp ha ordenado que vayamos inmediatamente a la comisaria. Deben saber algo sobre todo esto —dijo la pelinegra.

—Va a ser más grave de lo que habíamos pensado —murmuró Smoker, con la mirada fija en la carretera.

Tardaron más o menos un cuarto de hora en llegar a aquel edificio. Durante el trayecto, se podía observar como la desesperación se había apoderado de las calles de la ciudad de Nara. Gritos, gente corriendo, saqueando tiendas, barricadas en los portales... Todo en tan solo unas horas. En la comisaria, el escándalo no era menor que en las calles. Los trabajadores corrían de un lado para otro. Todos los coches estaban en el aparcamiento.

—¿Quiénes son estas crías? —preguntó un hombre mayor, que llevaba la placa de superior. Ese debía ser el jefe—. Bueno, da igual. Llevadlas a la cafetería. Allí está el resto de ciudadanos que estaba en la comisaria en estos momentos. Smoker, a mi despacho. Debemos reunirnos cuanto antes.

Las dos hermanas se dejaron guiar por Tashigi. Estaban aturdidas y agotadas. Se sentaron en dos de las sillas que había libres. Tan solo había diez personas más en la sala. Una de las camareras se acercó rápidamente y les ofreció un vaso de agua. Las dos se lo tomaron en silencio mientras escuchaban al resto especular sobre lo que podía estar pasando.

—¡Silencio! Va a salir algo en las noticias —avisó la camarera más joven.

Todos se quedaron callados, observando atentamente la pequeña televisión que había colgada en una de las paredes. El presentador estaba hablando en uno de los canales más importantes. Habían descubierto algo sobre lo que estaba pasando.

Al parecer, uno de los laboratorios más importantes de Tokio que había estado investigando una cura para el cáncer por fin había encontrado una vacuna que podría ser útil. Es más, había sido todo gracias a la ayuda de uno de los estudiantes que estaban en prácticas. Otro de los compañeros, en un ataque de celos, había manipulado los componentes de la fórmula. Al aplicar la sustancia en los sujetos voluntarios, el resultado no había sido el esperado. Los sujetos comenzaron a comportarse de un modo extraño y atacaron a los trabajadores del laboratorio. Algunos lograron salir con vida y el día anterior fueron trasladados al hospital. Están en estado grave con mordeduras en diversas partes del cuerpo, bajo tratamiento.

—¿Qué? —murmuró (TN), anonadada. ¡Podían convertirse en zombies en cualquier momento!

—No me puedo creer que el apocalipsis vaya a comenzar por semejante gilipollez —comentó un tipo joven, que parecía tener pinta de estar muy puesto en ese tema—. Poco nos pasa para lo imbéciles que somos.

—Pero esto acabará pronto. Atraparán a los sujetos infectados y ya está —comentó otra mujer, de mediana edad.

—Esto no ha hecho más que empezar —advirtió el joven, ajustándose las gafas.

—Hay que avisar al hospital —intervino la peli(t/c), mientras se levantaba de la silla. Todas las miradas se posaron en ella—. Esos trabajadores que tienen mordeduras pueden convertirse en infectados en cualquier momento.

—¿Cómo sabes tú eso? —preguntó la mujer.

—Antes han mordido a un chico que estaba huyendo. Delante de mí. Unos minutos después me lo he vuelto a cruzar... Y estaba en ese estado —explicó.

—Entonces... Es cierto que estamos ante un posible apocalipsis —murmuró el chico de las gafas.

—¡Por favor! Dejad de decir estupideces. La policía lo arreglará todo rápidamente. —Una mujer que estaba junto a su marido y sus dos hijos pequeños se unió también a la conversación. Eran siete personas en la cafetería, nueve contando a las dos camareras.

—¡Atención! —Una potente voz resonó en la sala. Todos se giraron hacia la entrada. Era el jefe Garp, seguido por sus oficiales—. Todas las comisarias del territorio se han coordinado para atrapar a las personas infectadas. Las retendremos y esperaremos a que se encuentre una cura para ellas. Permanezcan en la cafetería. No se muevan de aquí. Ahora mismo es el lugar más seguro para ustedes. Les mantendremos informados.

Garp y el resto del equipo abandonaron en lugar entre murmullos de los presentes. ¿Cómo que a retenerlos? ¿Iban a meterlos en la comisaria? ¿Y ese sería el lugar más seguro? Escuchó el apenas audible sonido de su móvil. ¡Debía ser su madre! Abrió rápidamente la mochila y descolgó.

—¿Mamá?

—¡Por Dios! ¡Te he llamado mil veces! ¿Dónde estás? ¿Estás con tu hermana? —preguntó, preocupada.

—Sí. Estamos en la comisaria, con más gente —contestó (TN).

—No salgáis de ahí y haced caso a todo lo que os digan —ordenó su madre—. Yo estoy en la empresa y tu padre me ha dicho que se han encerrado en el restaurante del centro comercial. Él y sus empleados.

—Está bien. Nos quedaremos aquí. Ya os informaré si nos cuentan algo. Han ido a patrullar por la zona —explicó.

—Vale, cariño. Estamos en contacto. Cuida de tu hermana.

Esas fueron sus últimas palabras antes de cortar la llamada. Ladeó la cabeza para observar a la pequeña. Tenía la mirada perdida en su vaso de agua y todavía sujetaba la barra de metal entre las manos. Sacudió la cabeza y cogió la mochila para volver a dejar el móvil. No. ¡Un momento! Debía ponerse en contacto con el hospital. Ni si quiera le había dado tiempo a hablarlo con la policía, pero no había tiempo. Los trabajadores del hospital debían ser conscientes del riesgo que corrían. Tecleó el nombre del hospital en el móvil y enseguida apareció el número para contactar.

—¿Hola? ¿Centro Médico de Tokio? —preguntó, cuando una de las recepcionistas descolgó la llamada—. He visto en las noticias que tenéis a unos cuantos pacientes del laboratorio donde ha ocurrido todo.

—Sí. ¿Eres familiar de alguno de ellos? —preguntó la mujer.

—¡No! Escúcheme, por favor. Tienen que mantenerlos encerrados. Pueden infectarse en cualquier momento —intentó explicar la joven.

—Señorita, por favor. Sé que es una situación algo extraña, pero debe mantener la calma... —Se escuchó un grito y un golpe seco, como si hubiera dejado caer el teléfono.

—¿Hola? ¿Sigue ahí? —insistió la peli(t/c). Sus compañeros de la sala le miraban, extrañados.

En aquellos momentos, rezaba mentalmente porque hubiera sido cualquier tipo de emergencia excepto que las personas infectadas hubieran abandonado sus habitaciones. En ese caso, la situación estaba a un paso más de descontrolarse.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top