7/7

Al abrir los ojos sientes que no tienes control de nada, ahora estás dentro del mismo tanque en que viste a Jimin meses atrás.

Tu mirada baja para quitarte la duda que sentiste en ese momento, hay una cabecita pegada contra tu pecho, el pequeño humano bebe de uno de tus pezones, no hay duda de que Yoonji siempre te habló con la verdad.

—Lo hiciste bien, gracias por todo.— Sabes que este es el final de la epidemia para ti, estás a nada de ganar tu libertad para siempre en cuanto las cadenas de tus manos caigan, ¿Por qué dejas de sentir esperanza justo ahora?, ¿Acaso tienes miedo de dejar todo esto atrás?

Ella toma al pequeño y lo coloca en una cuna plástica, luego te seca el cuerpo con una toalla antes de dirigirte hacia una puerta que nunca antes habías notado— Es hora de que nos vayamos, nadie debe notar nuestra ausencia antes de que amanezca.— No quieres hacerlo, te dan ganas de arrepentirte y quedarte a mirar un poco más lo que pueda suceder con el bebé o tu amigo, pero es tarde porque acabas de abordar una pequeña barca que ella rema sin tanto esfuerzo.

Miras como el agua y el cielo se entremezclan en un mismo claro, estás tan cansado de pensar que sólo quieres mirar como la luna comienza a despedirse para permitirte encontrar al sol de un nuevo comienzo. Yoonji admira en silencio, tampoco tiene más palabras por decir, está tan agradecida contigo que se empeña en cumplir la promesa que te hizo desde su primer encuentro...Sólo hay que aceptar lo que sea que pueda venir de ahora en adelante aunque dejes atrás todo lo que amas y conoces.

En un punto la embarcación se detiene, miras que a lo lejos se ve tierra firme y que ahora es tu responsabilidad llegar hasta ahí para comenzar a vivir como siempre lo quisiste.

Sin más, ella besa tus labios a manera de despedida, quieres aferrarte a la calidez que estás por perder, pero es imposible porque ya se ha desvanecido entre las aguas para nunca jamás volverse a ver.

"Las estrellas marinas reconocen sus lazos sanguíneos y el mío nacerá de ti"

—¡Felicidades, Hannie, tienes un hijo muy hermoso!

Han pasado tantos años que tu mente apenas recuerda el episodio traumático de tu juventud, eres alguien distinto que cosechó fama gracias a su talento con la pintura.

Tu joven amigo, quien carga a su hijo recién nacido, repasa su mirada en el bultito envuelto en la cobija verde limón que acabas de regalarle y que ahora sostiene entre sus brazos con una cara de gran devoción. Miras con gusto la felicidad del joven, pues desde que lo conociste te comentó lo mucho que deseaba tener una familia propia, te da gusto ver lo mucho que se esforzó para cumplir ese anhelo.

Aunque te ofrece sostener al pequeño ser humano te niegas a hacerlo, todavía queda el remanente de recuerdos que hacen que sientas un poco de recelo contra cualquier niño que se te cruce por enfrente, creías haberte curado desde tu llegada al pueblo, pero aparentemente fue imposible eliminar cualquier clase de esos pensamientos.

El pequeño abre los ojos, te mira fijamente, sientes como el mundo empieza a darte vueltas con la suave sonrisa que te dedica. —Parece que le agrada, hyung.

Nadie conoce ese lado tuyo porque siempre has ocultado el dolor que te genera no saber lo que ocurrió con tu propio hijo, porque eso siempre sería, el bebé que llevaste dentro de tu cuerpo y con el que te encariñaste al punto de querer quedarte dentro del matadero con tal de llegarlo a conocer. Era inevitable que lo hicieras, nadie iba a creerte que fuiste tú quien gestaste durante los inicios de tu juventud, ni aunque les enseñaras la evidente cicatriz que recorre tu abdomen para constatar tu honestidad sobre lo que la gente vive al otro lado del mar.

Preferiste vivir con falsa demencia para justificar tu ignorancia sobre lo que las personas de este lado conocen llaman "primordial", por eso Hansung empatizó contigo cuando te conoció, no eras un adulto soberbio y pedante como el resto.

Aún recuerdas cada día de la epidemia, los amargos sabores de las vitaminas y los piquetes dolorosos en tus venas, es un pasado que no puedes borrar por mucho que así lo quieras. Tampoco es que realmente quisieras hacerlo, si eso fuera, también perderías el recuerdo de aquella tarde dónde unos pescadores encontraron a un pequeño niño de cabellos símiles a los tuyos flotando en una canasta enmedio del mar, era tan pequeño e indefenso que desde el primer momento conectó contigo aunque tú sólo lo habías visto por tan sólo unos breves segundos.

Le diste un nombre para que todos tuvieran una manera en cómo llamarlo, sin embargo, no te atreviste a arroparlo entre tus brazos pese a que tenías lo necesario para darle techo. Sí, te justificaste diciendo que aún eras joven y debías vivir más cosas, hecho en lo cuál tenías razón aunque no quisieran aceptarlo. Cuando lo escuchaste llorar por primera vez corriste a socorrerlo, abrazaste tanto a ese niño que tú aroma lo calmaba y seguido estaba en la pequeña recámara que rentabas con tanto esfuerzo porque eras su refugio.

La gente del pueblo no quiso quedárselo, pese a que varias parejas del lugar deseaban cuidarlo, porque esperaban a que tú decidieras cumplir con ese pequeño deseo de recuperar al hijo que perdiste el mismo día que llegaste al lugar.

Aún sin títulos, siempre estuviste ahí. Cuidaste de Hansung desde pequeño, lo premiaste en público y lo corregiste en privado, con el tiempo lo terminaste encaminando al hombre que era hoy en día. En cierta manera sigues aún los ejemplos de tu madre, pese a tu terror, criaste a un niño hasta convertirlo en un hombre de bien, así como cuando ella se lanzó al mar para salvarte aunque por dentro moría de miedo.

Ahora tu corazón dicta que debes vencer tus miedos, dejar a las estrellas en el arrecife y cargar por primera vez un humano que es más puro de lo que puedas imaginar, igual que el pequeño Hansung que pescaste alguna vez.

Lo recibes con cuidado, saludas al tomar una de sus pequeñas manitas a lo que su respuesta es un pequeño balbuceo—Eres muy bonito, nadie me creería si dijera que eres hijo de tu papá.—Hannie solo se ríe, nunca ha dejado de ser el pequeño niño que siempre disfruta de tus ocurrencias.

—¡No sea malo, Hyung!

Tus sentimientos se mezclan, una nueva corazonada acompaña al pensamiento que no dejas salir...Desearías tanto que él fuera hijo con quien compartiste tu cuerpo y alma hasta que lo conociste bajo el agua, al que querías pero que no lo supiste a tiempo, sabes que es muy tarde para pensar en esas cosas que nunca estuvieron destinadas a suceder.

Sientes como la nostalgia te abraza hasta el punto en que nuevamente estás triste y tus lágrimas amenazan con mostrarse,

—Hyung, ¿Se encuentra bien?

De nuevo miras esos hermosos ojos almendrados, no tienes intención de mostrarte vulnerable en un momento de tanta alegría, prefieres devolver al pequeño a los brazos de su padre tras darle un leve beso en la frente.

—Estoy bien, pero algo tarde y debo regresar a mi casa. Te veo en dos semanas, Hannie.

El menor te mira confundido pero no intenta detenerte, conoce tu carácter así que es mejor respetar esa decisión. Sales en silencio, no sin antes agradecer el que te recibieran con un buen trato, en ese departamento que queda justo frente a la bella playa donde el agua y el cielo son uno mismo al anochecer.

Por algunos segundos dejas que la brisa marina pegue contra tu cara, que el bochorno del lugar conforte esa nostalgia de estar lejos de tu pasado, tus oídos se deleitan con el siseo de las aguas como si fueran susurros.

Al fin bajas por las escaleras, la corazonada sigue persiguiéndote pero haces de todo por ignorarla, te concentras en el silencio de las calles costeras donde no hay ni un alma después de las diez.

Tus pies se arrastran contra la arena cuando decides ir a casa pasando por la orilla de la playa, sabes que ya no hay peligro, eres un hombre viejo y respetado sin nada que perder.

El ritmo del vaivén de tu pecho se ha vuelto más rápido, aunque no sabes por qué, de nuevo es como si estuvieras en esa madrugada donde viste a tu madre bailando desnuda por primera vez.

Intentas calmarte con el titilante brillo del cielo, la únicas estrellas que no te dan pánico y te alumbran por placer. Una de tus manos baja cuidadosamente hacia el bolsillo derecho de tu gabardina, ahí guardas una navaja en caso de emergencia, tomas el mango metálico antes de gritar con la esperanza de que todo sea un vil cuento de tu imaginación.—¿Quién eres y porqué me sigues?— Tu voz suena temblorosa, sientes mucho pánico, pero nadie te responde, entonces notas el camino de estrellas marinas frente a ti.

Quieres correr para escapar a como dé lugar, justo ahora deseas volver a tu antigua juventud, escuchas como cada ventosa de esos animales se mueve y eso despierta más a tu angustia.

—¿Mamá?

Con el cuerpo casi paralizado empuñas tu navaja, entonces recuerdas la frase que Yoonji te dijo alguna vez: las estrellas marinas reconocen sus lazos sanguíneos.

Sabes que les perteneces desde el primer momento, saben quien eres y lo que serás, es imposible escapar para siempre de ellas y, por más que lo pienses, nunca habrá algo que pueda cambiar tu vida.

Al final ni siquiera te mueves, es inútil tomarte el tiempo de analizar esta historia tan extraña, sientes como unas suaves manos femeninas se adhieren a tu ropa, sabes perfectamente que todos te tacharan de enfermo o loco si contaras esta historia alguna vez, dejas que ese aroma conocido te envuelva, eres consciente de que en verdad sucedió cada cosa escondida en tu mente.

Poco a poco te arrastran por la arena, el agua salada dentro de poco va a absorber cada pedazo de tu piel, es parte de la epidemia, del ciclo de vida natural, ni siquiera vas a poner resistencia contra los pequeños cuerpos que han comenzado a alimentarse de tu vieja piel.

Es probable que la epidemia siga pasando, que tú seas de los pocos que lograron romper temporalmente el ciclo con la ayuda de una estrella traicionera, la cicatriz en tu vientre es la mayor prueba de ello.

Aunque eso nunca podrás saberlo porque ya no formas parte de esos seres y nunca entenderás los secretos que se esconden más allá del arrecife. 

Sólo eres un simple hombre que calla lo poco que conoce de las tierras que casi nadie en la vida podrá tocar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top