Siete
Sophia
Desperté por la vibración constante de mi celular en la mesita de noche. Tanteé con una mano hasta que di con él y contesté aún con los ojos cerrados.
—¿Hola? —Bostecé mientras tallaba mis ojos con una mano.
—Sophi, soy Javi. Paco me llamó, dijo que iniciaríamos el ensayo antes, nos quiere ahí a las diez.
Separé el celular de mi oreja para observar la hora en la pantalla, marcaba las 8:30 a.m. Exhalé audiblemente mientras intentaba levantarme y abrir mis ojos por completo.
—Está bien, gracias por llamar.
Colgué el teléfono sin esperar respuesta y me senté en el borde de mi cama observando a la nada mientras intentaba despertar por completo. Odiaba los lunes, el fin de semana me servía para desconectar la rutina y acostumbrarme de nuevo a ella era un martirio.
Llegué al baño arrastrando los pies, y después de lavarme la cara me sentí más despierta. Me había duchado antes de dormir y como iría a sudar decidí solo cambiarme y hacer una trenza en mi cabello. Me sentía muy deportiva con mi top negro y mi holgado pantalón gris junto a los tenis; estos solo me servirían para llegar, pues una vez en el ensayo debía colocarme mis puntas.
Tomé mi mochila con las cosas necesarias, mi batido proteico y salí directo al estacionamiento de mi edificio a las 9:20, tenía el tiempo justo para llegar pues debido al tráfico siempre tardaba como media hora por mínimo.
Cuando entré a nuestra sala de ensayo la mayoría ya estaba ahí estirando; todos dijeron en coro un buenos días que correspondí antes de comenzar a hacer mis propios estiramientos.
Mi tobillo había sufrido muchos esguinces a lo largo de mi carrera, hacía pocos días comenzó a hincharse de nuevo por el esfuerzo ejercido por lo que me empecé a vendar el pie antes de colocarme las puntas. Ya era una experta en los vendajes funcionales que prácticamente terminé el proceso en tres minutos, justo cuando Paco entraba al salón gritando órdenes y agitando papeles.
Me levanté del suelo de madera para colocarme en la escena que nos quedamos, aquella que me había dejado moretones y raspones en mi costado derecho.
—Te prometo que ahora si te sostendré —susurró Javi yéndose a su lugar asignado.
Me coloqué en la primera posición antes de que la melodía comenzara a sonar y yo a fluir. Realizaba mis pasos sin pensarlo de tantas veces que habíamos repetido la escena; respiré hondo abriendo mucho los ojos para el último paso.
Javi ya se había detenido, esperando a que yo llegara hasta él..., me quedó muy lejos por lo que reboté en las plantas de mis pies para saltar mejor y alcanzarlo. Adopté la posición adecuada y cerré los ojos cuando sentí las manos de Javi en mi cintura... y extrañamente ahí se quedaron. Abrí mis ojos con una sonrisa en cuanto sentí que mi pie tocaba el piso cuando Javi me bajó, tomé su mano y me di una vuelta antes de que quedáramos a la par e hiciéramos una reverencia.
El salón se llenó de aplausos de mis compañeros y yo solté un suspiro de alivio acumulado, por fin había salido bien. Miramos la cara de Paco, seria y taciturna como siempre, pero juraría que suspiró con alivio.
—Bien, podremos pasar de escena al fin. Una más y terminaremos el primer acto.
Nos sonreímos entre todos y fuimos a nuestras nuevas posiciones siguiendo las instrucciones —o más bien órdenes—, de Paco. Sin embargo, el que hubiéramos pasado por fin la escena anterior no significaba que la siguiente fuera menos complicada. Era difícil el terminar el salto anterior y rápidamente colocarme en la nueva posición, requería de mucha elasticidad y si no fuera porque había estirado y calentado lo suficiente, seguro que algo podría quebrarse. Consistía en estirar las piernas hacia arriba y colocar las manos en los tobillos contrarios. Sentía mi espalda estirarse al igual que mi empeine. Solté el aire temblorosamente cuando Paco nos dejó en esa posición por más tiempo del debido; algunos empezaron a decir incoherencias y los hombres empezaban a desistir de la tarea pues decían que se les estaban cerrando las piernas y dolía en sus partes íntimas.
—No me rompas a mis estrellas, Francisco —dijo riendo una voz masculina entrando al salón, se escuchaba como un eco, pero nosotros nos encontrábamos de cara a la pared por lo que no podíamos ver nada, además que en esa posición voltear el cuello podría ser contraproducente.
—Descansen. —Una palabra proferida por Paco y todos nos derrumbamos recostados en el suelo con suspiros colectivos de alivio. Mis piernas temblaban por lo que decidí masajearlas un poco para evitar la tensión—. Todos vengan aquí.
Nos levantamos con pesar y llegamos hasta nuestro director quien platicaba con nuestro principal patrocinador y dueño del estudio donde practicábamos, además del teatro, el señor Gonzalo. A su lado se encontraba un chico, llevaba una mochila cruzada, era alto y sus ojos cristalinos me resultaron familiares, además de su cabello rizado y su barba incipiente. ¿De dónde lo conocía?
—Chicos, tengo noticias —habló el señor Gonzalo—. Ya tengo las fechas para sus presentaciones. El Cascanueces como ustedes saben, es una interpretación navideña, por lo que el quince de diciembre será la apertura en el Palacio de Bellas Artes.*
Se escuchó un sonido de aprobación grupal, eso nos ayudaría a llegar a ser más reconocidos, sobresalir más en nuestra carrera, nuestra pasión.
—El veinte de diciembre será su última presentación —continuó Gonzalo—. Y el veintiuno viajarán a Cancún* para presentarse el veintitrés y veinticinco en su teatro como un extra.
Todos gritaron emocionados, iríamos a Cancún con todo pagado, ¿quién no se emocionaría? Aunque solo fuera por tres días.
—Por último, les quiero presentar a su fotógrafo oficial. Necesitamos fotos de todos en cuanto sus trajes estén listos, además de fotos en sus ensayos y en cada presentación para poder distribuirlas a los periódicos y revistas. Espero que lo hagan sentir bienvenido; están acostumbrados a las cámaras por lo que déjenlo hacer su trabajo y saldrá bien. Pueden retirarse.
Todos asintieron y fueron a estirar, se habían levantado abruptamente; sin embargo yo necesitaba verlo de cerca, me molestaba esa sensación de saber que lo conocía pero no de donde.
Me acerqué sigilosamente pues Gonzalo le explicaba algo; al notar mi presencia se detuvo y me saludó cortésmente.
Cuando el chico a su lado volteó casi me golpea sin querer, ahí fue donde recordé.
—Tú chocaste conmigo un día cuando corría... —observé con reconocimiento sin prestar atención al señor Gonzalo. El chico levantó sus cejas apenado.
—Sí..., lo lamento por eso. —Rascó su ceja como gesto de nerviosismo y me ofreció su mano—. Soy Alonso.
—Sophia —respondí estrechando su mano. Abrió la boca sorprendido con una sonrisa enorme que me dejó noqueada. Esos ojos, el tacto, Alonso...
—Vaya, nos volvemos a ver... novia.
Rió ligeramente y yo solo logré contener el aire. Sin máscara y con ropa normal se veía diferente, guapo sin duda; pero había algo más, un sentimiento que me transmitían sus ojos cuando logré mirarlos sin restricciones.
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*Palacio de Bellas Artes: es un recinto cultural ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, considerado el más importante en la manifestación de las artes en México y una de las casas de ópera más renombradas del mundo.
*Cancún: es una ciudad de México ubicada en la península de Yucatán que limita con el mar Caribe y que es conocida por sus playas, los numerosos centros turísticos y la vida nocturna.
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Lamento la demora, la escuela me consume por completo. ¿Les gustó el capítulo? ¿Sí? ¿No? ¿Por qué?
¿Me regalarían un voto o comentario o ambos?
¿Desde dónde me leen?
Recuerden que pueden unirse al club de lectores, hay muchas dinámicas (link en mi perfil)
Posición con la que sufrieron los bailarines en multimedia.
Gracias por leer, hasta la próxima.
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