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Nunca había disfrutando tanto un descanso como el de hoy, Sairo hacía que cada minuto de mi vida valiera la pena y eso ya era mucho decir, las personas al rededor no dejaban de murmurar cosas sin sentido, pero como había dicho anteriormente, a Sairo no le importaba y a mí mucho menos. El descanso estaba por concluir así que que Sairo y yo nos dirigimos a nuestros salones, pero un grito estruendoso llamó la atención de todos en el colegio haciendo que corrieran para averiguar de donde provenía tal sonido.
Sairo y yo no fuimos la excepción, así que ambos corrimos hacia la multitud preocupada que veía como la chica lloraba aferrada a una de las profesoras, su rostro expresa horror y confusión, lo que sea hubiera allá dentro, le había causado el peor de los miedos y eso solo hacía que los estudiantes se pusieran más curiosos y empezarán a preguntar qué había pasado. Pasaron algunos minutos y la ambulancia había llegado, no habían dejado pasar a nadie al baño de las mujeres por lo que ninguno estaba entero de nada.
—Por favor, dejen pasar. —dijo un señor de mediana edad mientras pasaba con la camilla—
—¿Qué ocurrió? —preguntó un chico mientras impedía el paso.
—Alguien le cortó la lengua a ésta señorita y murió desangrada —respondió el señor sin expresión alguna.
Tanto el joven como los demás, quedamos totalmente aterrados por tal suceso ¿Quién sería capaz de hacer tal mortalidad? Quien sea que haya sido, era una persona sin sentimientos o escrúpulos. La ambulancia se alejó rápidamente y nosotros fuimos enviados a casa mientras miraban las cámaras del colegio y llegaban con el culpable de la muerte de aquella joven que me estaba insultando, tal vez se lo merecía por decirme tantas infamias, el Karma puede ser una cosa de locos, de eso no ten duda.
Sairo se ofreció a acompañarme a casa y yo rápidamente asentí, tenía miedo de estar sola ya que mis padres probablemente estarían en el cementerio llorando frente a una tumba vacía. Subí al auto y el chico condujo en silencio hasta la puerta de mi casa, lo invité a pasar y él aceptó sin más.
—¿Quieres beber algo? —susurré ante el inmenso silencio.
—Solo agua por favor —sonriò forzosamente, sabía que le costaba estar acá sin mi hermana.
Fui a la cocina y llené dos vasos con agua fresca y deliciosa, volví a la sala donde se encontraba Sairo mirando algunas fotos familiares colgadas en la pared.
—Ahí estábamos en Francia. —musité atrayendo su mirada— fue un día antes de llegar a los Estados Unidos, se suponía que sería un nuevo comienzo.
—No pienses en eso —increpó tomando el vaso con agua—, ya verás que las cosas mejorarán.
—¿Tienes idea de quién pudo lastimar a esa chica? —cuestioné cambiando de tema.
—No, no conozco a alguien con tanta maldad... ¿Y tú?
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