5

El día se encontraba totalmente helado y nostálgico, era como si aquellas nubes grises supieran el dolor que yacía en mi pecho por una traición doble, poco me importaba la vida amorosa de mi hermana, yo la quería y lo único que importaba era verla feliz, pero me había traicionado acostándose con la persona que a mí me gustaba, se suponía que había un gran amor entre nosotras y que jamás nos lastimariamos, pero ella había empezado éste juego y yo lo terminaría de peor manera posible. El día había pasado rápido, Silas trató muchas veces de hablar conmigo, pero yo no tenía ninguna intención de aclarar cuentas con ella, ya mis padres se encargarían.

Me encontraba en la sala mirando fijamente la puerta, quería ser yo la primera en saludarlos y contarles lo ocurrido, no permitiría que Silas con su cara de niña norma, se saliera con la suya y no recibiera ningún castigo. Las horas parecían días, pero aunque tardaron más de lo común, al fin estaban encontrando por aquella puerta que había mirado por horas, rápidamente me apresuré a saludarlos mientras rezaba que Silas no apareciera y después de atenderlos un poco, empecé a contar todo después de que mi madre preguntara sobre dicha fiesta. 

—¿Qué quieres decir con que Silas se acostó con un chico? —preguntó mi padre con su ceño levemente fruncido.

—Vamos papá, sabes qué quiero decir —rodeé los ojos—. Silas se acostó con un chico en su habitación ¿Les cuesta mucho creerlo?

—Es que hija... —suspiró mi madre—, es casi imposible ver un comportamiento así en Silas, es díficil creer.

—¡Siempre le creen a ella y a mí no! Ella siempre ha sido su preferida, nunca ven los errores de ella y a mí se me tocan los regaños y castigos —grité sintiéndome sola, sin apoyo—. Los odio, quédense con su perfecta Silas.

—Espera, Sailas —la voz de mi hermana se hizo presente en la habitación justo cuando empezaba a irme—. Ella tiene razón —dijo mirando a mis padres, yo quedé igual de sorprendida que ellos.

—¿Pero qué haz hecho hija? —preguntó mi madre en un hilo de voz—. No puedes convertir la casa en un burdel.

—De verdad lo lamento, me dejé llevar por los tragos y terminé envuelta en los brazos de Sairo —sollozó, se estaba haciendo la víctima y mis padres no parecían notarlo—. Sailas, sé que te gusta Sairo, pero él me juró que tú no le interesabas y decidimos empezar una relación a escondidas.

—¡¿Cómo pudiste engañarme Silas?! Se suponía que éramos mejores amigas y hermanas, pero eso no te importó —gruñí con mis manos en forma de puño, quería golpearla y quitarme toda ésta irá contenida.

—Sube a tu habitación Silas, estás castigada por un mes —musitó mi padre.

—Como tú digas papá —susurró subiendo a su habitación.

—¿Un mes? —repetí incrédula— ¿Un mes por haberme hecho sufrir y por haber ensuciado nuestra casa con sus asquerosos gemidos?

—Basta Sailas —me reprendió mi madre—. Tu hermana ya está grande y sabe qué hacer y que no, algún día iba a tener sus deseos, nada podemos salir.

Salí de la sala hecha una furia, mis padres siempre tenían alguna excusa para pasar por alto el asqueroso comportamiento de Silas, mientras yo, yo siempre estaba en el segundo lugar, estaba casi segura que si hubiera sido yo, me hubieran echado de la casa sin permiso a regresar; sin embargo, siempre quise a mi hermana y eso no me importaba, pero ella había empezado la guerra y se arrepentiría de todo. La tarde siguió igual, no quise bajar a cenar y mis padres ni siquiera se molestaron en traerme algo, fue Silas la que insistió en que debía comer, era una hipócrita.

Decidí dormir y olvidar por completo todo, mañana tenía un examen importante y ni siquiera había estudiado la primera letra, el fin de semana había sido un desastre por culpa de esos dos, yo solo quería desaparecer. La mañana siguiente me levanté casi arrastrandome, tenía unas bolsas gigante bajo mis ojos que ni siquiera el maquillaje podría tapar, decidí ir a la ducha y luego bajaría por algo de comer, me estaba muriendo de hambre y si seguía así probablemente moriría de verdad.

—Sailas —llamó mi madre tras la puerta— ¿Puedo pasar?

—Como quieras —respondí una vez que salí de la ducha.

—Sé que nos portamos muy mal contigo. —dijo algo inquieta— también sé que no quieres saber de tu hermana por ahora, pero... —la interrumpí.

—Si viniste a darme una charla motivacional, mejor vete —musité sin ánimo.

—Sailas, tu hermana no está —la miré sin entender a qué se refería—, su habitación está en completo orden, como si no hubiera pasado la noche ahí ¿Tú no sabes nada o sí?

—No y no me importaba —mascullé—. Lo más seguro es que se haya escapado con su novio —dije haciendo énfasis en la última palabra.

—No, tú hermana no es así —podía ver tristeza en sus ojos, mientras que en los míos solo había odio.

—¡Me importa una mierda lo que tú creas mamá! —grité—. Ahora vete que debo terminar de arreglarme.

Mi madre completamente anonanada salió de mi habitación, estaba harta de escuchar el nombre de mi hermana por aquí o por allá, me importaba poco lo que le hubiera pasado, probablemente solo quería hacerse la importante y de la nada aparecería. Mis padres la tenían en un pedestal y poco a poco se les estaba derrumbado. Terminé de arreglarme, comí algo y salí de mi casa sin despedirme, tome el bus y cogí mi rumbo al colegio, por lo menos ahí podría descansar de todo y de todos.

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