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La noche anterior había sido todo un éxito, la comida era exquisita y los empleados muy amables, también habíamos escogido el colegio perfecto para terminar mi último año, realmente estaba nerviosa y a la vez emocionada, era casi mitad de año y tendría que empezar todo de nuevo, desde amigos hasta quizá un novio. Era Lunes por la mañana y yo ya estaba completamente arreglada; un hermoso vestido rosa un poco más arriba de las rodillas, unos semi tacones blancos y un listón rosa en mi cabello.

Silas se encontraba desayunando para su nuevo trabajo en un supermercado, tal vez no era la mayor cosa, pero al menos aportaría algo a mis padres mientras yo terminaba mi último año. Ambas terminamos de desayunar, nos despedimos de nuestros padres y empezamos nuestra caminata hasta nuestros nuevos destinos, mis manos se encontraban inquietas en su lugar, Silas lo notó e hizo una mueca forzada.

—¿Qué? —pregunté con mi entrecejo fruncido.

—Nada —sonrió—, es gracioso verte nerviosa, casi siempre estás muy segura de ti misma.

—Cállate Silas —gruñí haciendo que ella riera más—. No estoy acostumbrada a esto, toda mi vida había estudiado en el mismo lugar.

—Tranquila Sailas, te entiendo perfectamente —suspiró—, yo también estoy nerviosa por mi primer día de trabajo.

—Te deseo lo mejor hermana —sonreí. 

—Y yo a ti hermanita —dijo mientras me abrazaba fuertemente.

Ambas nos despedimos y tomamos buses diferentes, mis manos no paraban de sudar y de moverse, pero a éste punto no podría asegurar sí era por los nervios o por la emoción. Una gran estructura se encontraba frente a mí, mi mandíbula casi cae al suelo al ver el lugar en el que estudiaría, incluso tenía un pequeño mapa en mis manos para guiarme por si sola, no conocía a nadie y no quería ser el asme reír de todos por haber seguido una instrucción equivocada, los chicos a veces solían ser muy crueles y yo no caería en esos juegos.

Después de un gran recorrido por todos los pasillos del colegio, pude llegar a mi salón correspondiente, era amplio y cada uno tenía su lugar distanciado de los demás, suspiré nerviosa y saludé a la clase con una sonrisa tímida, todos se quedaron callados y empezaron a prestar atención, podía sentir las miradas curiosas de los chicos y la envidiosa de las chicas, sonreí mentalmente ante dicho acto y empecé a presentarme.

—Hola, mi nombre es Sailas Giroud y vengo de Francia —dije amablemente—. Espero que todos nos llevemos bien.

—Creo que te has equivocado de lugar cariño —comentó una chica con mala vibra—, esto es un colegio, no un concurso de pastelitos. —sabía que se refería a mi vestido totalmente rosa, pero no le iba a dar el placer de humillarme en mi primer día.

—Prefiero es un pastelito a los que todos aman, a ser una comida insípida a la que todos detestan —contrataqué sonriéndole con malicia.

Mi madre siempre decía "No dejes que otros te opaquen, eres perfecta y eso no lo debes dudar" tal vez lo decía porque yo eras su hija y los hijos ante los ojos de nuestros padres somos perfectos, pero yo me lo había tomado demasiado enserio y seguiría al pie de la letra cada palabra dicha por mi madre. Todos en el salón se quedaron totalmente asombrados, era justo lo que necesitaba, llamar la atención de la mejor forma posible, aquella chica estaba roja como un tómate, quizá por la pena o la rabia, yo seguía sonriendo frente a mi nuevo paraíso.

Las clases en el colegio se me habían dificultado un poco, era buena en el inglés, pero habían palabras nuevas que eran totalmente desconocidas para mí y eso me estresaba un poco, siempre había sido la mejor de mi clase al igual que mi hermana, no podía dejar de serlo solo por un cambio insignificante. El timbre del descanso había sonado en todas partes, cada alumno de cada salón había empezado a salir para tomar o comer algo, pero yo me quedé en mi puesto averiguando quién sería el candidato perfecto para ser mi tutor; sin embargo, ninguno había llamado mi atención y eso era triste.

Decidí salir para comer algo, me estaba muriendo de hambre y así no podía pensar. Mientras metía mis cuadernos al bolso, mis ojos se cruzaron con un lindo chico en los últimos puestos: traía gafas de nerd, sus manos sostenían un gran libro de romance, su ropa era algo pasada de moda, pero todo eso no le quitaba lo guapo y sexy que era, había encontrado a mi tutor perfecto.

—Hola, soy Sailas —saludé extendiendo mi mano.

El chico miró mi mano por unos minutos y con una gran sonrisa perfecta la tomó —Hola, me llamo Sairo, Sairo Wrigley.

—Un gusto conocerte Sairo —musité mientras sonreia—, perdón que interrumpa tu romántica lectura, pero quería saber si podrías ayudarme con mis estudios, hay palabras que no comprendo muy bien.

—¡Claro! —exclamó—, te has topado con el mejor de la clase.

—Eso ni dudarlo —guiñé un ojo causando un leve sonrojo en él.

Ese chico debía ser mío, era realmente guapo y cada vez que se quitaba sus feas gafas, mostraba sus hermosos ojos color miel, no podía negar que era un nerd completo, pero si algún día aceptaba ser mi novio, yo lo podía cambiar de un sapo, aún príncipe azul.

—¿Te parece si después de clases vamos a tu casa? —preguntó haciendo que saliera de mis pensamientos.

—Sí, no hay problema —afirmé para luego salir juntos al descanso. Ese bombón debía estar en mi boca lo más pronto posible.

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