Capítulo 23 parte 2
Se bajó de inmediato lanzando la puerta detrás de ella, subió las escaleras de su majestuosa mansión, se acercaba a la puerta, cuando Chace jalándola del brazo la acorralaba entre su cuerpo y sus brazos.
— Crees que esto ayudará a nuestra relación – dijo sin dejar de mirarla y articulando cada palabra.
Inmediatamente antes de que pudiera protestar comenzó a devorar sus labios, en un beso salvaje, uno que Elisa nunca hubiera recibido. Chace mordía su labio inferior, haciendo que Elisa aunque esforzándose por no hacerlo gimiera de ese sentimiento extraño que recorría su cuerpo.
— Amy no te lo perdonará – dijo separándose un poco, algo agitada.
— ¿Por qué? Todo es un show, ella sabe que cuando te beso solo pienso en ella – volvió a acercarse a sus labios, pero Elisa comenzó a forcejear para que la soltara.
— Ya suéltame, creo que estuvo bien el teatro por hoy – hacía de todo para soltarse de los brazos de Chace, pero él simplemente no cedía – suéltame ya Jhonny Bravo – intentaba no gritar, para no llamar la atención “no te pateo solo por seguir la pantalla, pero Chace como quisiera arrancarte la cabeza”.
— Crees que eres invencible, pero no es así Elisa – con una sola de sus manos sujetó sus manos, y con la otra tomó su cara, obligándola a mirarlo de frente.
— ¿Qué es esto? ¿Qué demonios pretendes?
— Solo esto – con su rostro prisionero aprovechó para volver a besarla, aunque ésta vez fue ella quien mordió los labios de Chace, no con pasión sino con rabia, tanto que lo hizo sangrar y tuvo que soltarla.
— Ven cariño – dijo cambiando la expresión de odio de su mirada – vamos a terminar de saciar nuestra lujuria en la habitación.
— ¿Qué? – decía extrañado, aun limpiándose la sangre.
— No seas tontito, entra que no sabes cuánto te deseo.
Con todos aquellos guardaespaldas escuchando sin querer Chace no tuvo otro remedio que tomar la mano de Elisa y entrar a la mansión, dentro unas sirvientas curiosas fingían limpiar los objetos cercanos a la entrada. Elisa tomando la mano de Chace corrió hacia su habitación, tan solo cerró la puerta para darle un buen golpe a Chace, uno que no se esperaba, presentía que le intentaría dar una paliza, pero nunca que el golpe fuera tan fuerte e intenso.
— Escúchame bien excremento de vaca nunca más en tu vida vuelves a tratarme de esa forma – que si estaba molesta, claro que lo estaba, su cara estaba roja de la ira.
— ¿o sino qué?
— Tengo las mil y una cosas con las cuales chantajearte, y tú lo sabes. Pero no recurriré a eso, vuelves a hacerlo y te juro que no me importará tener un novio desfigurado, me entiendes. Dime todas las cosas horrorosas que se te ocurran, pero no quiero tu mugrosa lengua en mi garganta, ni tus pestilentes manos en mi cuerpo.
— Perdóname, me pasé de la raya. Estoy algo extraño.
— ¿Acaso Alex y tú se están drogando o algo?
— Al menos yo no, es toda ésta situación. Elisa mejor me voy.
— Aun no, ¿o quieres tener fama de ser el más veloz en la cama?
— No.
— Eso imaginé. Entretente en algo, voy a darme un baño.
Chace tan solo se acostó en la cama viendo el techo. No había explicación lógica para lo que había acabado de hacer. Un monstruo interno lo había movido a salir velozmente del auto y hacer todo aquello, no quería admitirlo pero la prepotencia de Elisa lo sacaba de sus casillas. Había querido demostrarle que él era más fuerte y que si se le antojaba podía hacerle cosas peores “pero ¿por qué quieres intimidarla?”.
— Elisa dime que no es tan fácil someterte – gritó para que ella lo escuchara dentro del auto.
— ¿A qué te refieres? – salía secando sus cabellos con una toalla. Se había puesto rápidamente un ligero mono verde y una camiseta negra.
— A qué debes saber pelear ¿no?
— Claro que sé, no te di una paliza antes porque ni modo que lo hiciera a la vista de todos, aunque – dijo dejando la toalla a un lado y con sus cabellos aun goteando se sentaba al lado de Chace – los hombres siempre serán más fuertes que yo, un solo golpecito y caeré rendida, estoy consciente de ello.
No supo si fueron por las palabras de Elisa o por algo más, que por primera vez vio lo vulnerable que era, incluso pudo ver un tanto angelical su rostro más blanco de lo normal debido a la reciente ducha.
— Toma – se apresuró a sacar algo de su bolsillo.
— ¿Una navaja? Por Dios Piolín, dame una pistola, no un cuchillito – comenzó a reírse burlonamente como siempre.
— Calla idiota – gritó para sostener fuerte las manos de Elisa, lo que hizo que ella callara de inmediato – una pistola no podrás cargarla todo el tiempo contigo, esto lo puedes colgar en tu llavero, además siempre estas rodeada de guardaespaldas armados.
— Por lo mismo, siempre están protegiéndome, ¿para qué voy a necesitar eso?
— Por qué ya una vez me agarraron a mí, sin importar los guardaespaldas quien dice que no hagan lo mismo contigo.
— Y ahora dirás que te importa lo que me pase, me gustaba más cuando eras sincero y no te importaba demostrar tu desprecio por mí, no finjas solo creyendo que así me tendrás siempre haciéndote favores.
— Hace un rato dije todo lo despreciable que eres, no finjo Elisa. No quiero que James tenga la oportunidad de hacerte nada.
— Otra vez con lo de James, él no me hará nada.
— Tan solo tenlo, que tanto te cuesta – le extendió la elegante navaja portátil.
— OK, gracias – comenzó a examinarla en sus manos.
— Si alguien te ataca y no tienes nada más, hunde la navaja en su pierna y dale vueltas, así intensificaras el dolor, entiendes – decía mirándola fijamente, ella solo observaba el filo de aquella cosa.
— Si, entiendo – se vio así misma con la navaja y una imagen graciosa vino a su mente – mira soy Chucky Elisa – fingía una voz grave y terrorífica – ahora soñaras más conmigo Piolín, conmigo y mi cuchillo.
— No tienes remedio – la miraba como si fuera la mujer más tonta del mundo – me voy. Adiós Chuky.
Como por instinto se acercó a Elisa y le dio un beso en la frente, para él todo fue tan normal que no se dio cuenta de su extraño gesto sino hasta que entró a su auto “¿qué fue eso?” se preguntaba asustado. Elisa había esperado que se volteara y le dijera algo burlón, algo que demostrara que estaba jugando, pero en cambio Chace se había ido sin decir nada. Ahora ella tenía una sensación extraña ahí donde Chace la hubiera besado.
“Aghh quítate – restregaba su frente – ya me tienes harta – continuaba restregando pero aquello no se quitaba, era casi como la sensación de pesadez que da cuando por primera vez se usan lentes – ahg no es normal sentirse así" Dijo para finalmente lanzarse en la cama.
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