Capítulo 21
— Bueno y ¿qué te ocurre inútil? – no dejaría que la trataran de esa forma, no viendo la cara de satisfacción de Amy.
— Por tu culpa casi muero – el odio en su mirada era algo de otro mundo.
— Disculpa, no entiendo nada ¿cómo pude yo hacerte algo?
— Lo único que decían aquellos tipos era “aléjate de Elisa” “pusiste tu mirada en quien no debías” – en serio le dolía hablar pero continuaba – “has tenido todo, no la tendrás a ella” todo era Elisa, Elisa y más Elisa.
— Eso es absurdo – no era natural en ella pero del desconcierto o de los nervios reía, todo era ilógico - ¿quién haría algo así por mí?
— Y James – dijo Alex.
— James no es así, además tampoco es que le gustaba tanto, no sean ridículos. De seguro y fue alguna loca obsesionada contigo, es obvio que nadie quiere que estés conmigo, dicen que no te merezco y bla, bla, bla. Y así lo hubiera hecho algún psicópata obsesionado conmigo – sonreía como que era lo más ilógico del mundo - ¿por qué tendría yo la culpa?
— Lo cierto es que casi muero por ti – su tono fue tan despectivo que Elisa sintió un punzón en el corazón – ahora mismo no quiero verte, vete – gritó más fuerte.
— Eres un idiota – soltó las bolsas y se dio la vuelta – si te dieron esa paliza por mí, te digo que buscaré a quien lo hizo y le daré un premio, quizás y una de mis herencias, en más le reclamaré por no haberte roto todos los huesos maldito imbécil.
Salió con su frente en alto aunque sentía que la cara le iba a explotar. Vanessa iba a acercarse pero una sola mirada bastó para que se mantuviera alejada “extraño, Vanessa nunca se da cuenta del desprecio” pensó y continuo. Quería destruir algo, tuvo que detenerse un momento a pensar, iba a mucha velocidad, necesitaba canalizar su frustración. Un número desconocido llamaba a su celular.
— Señorita Lubensky soy Mattew Olivares su abogado, el…
— Ah ya sé – lo interrumpió.
— Le llamo para informarle que la propiedad de Colin Fart ya está a su nombre, enviaré el título de propiedad a su residencia.
— Entonces ¿ya puedo disponer de ella?
— Por supuesto.
— ¿Usted tiene las llaves?
— Si, se las enviaré ahora mismo.
— No, búsqueme en Home Depot, el de la calle Ringe, lo veo en 15 minutos.
— Allá nos veremos entonces señorita.
Era perfecto necesitaba algo en que distraerse, ahora podría descargar toda su energía negativa en aquel palacio destruido que pensaba remodelar para llevar a sus huérfanos de vacaciones, quería hacer un lugar mágico, algo así como el castillo de Disney. El abogado Mattew olivares tenía mil y un pendientes que hacer, pero si Elisa Lubensky demandaba algo, había que hacerlo sin protestar.
— Señorita Lubensky – saludó el joven abogado.
— ¿Usted es? – preguntó mirándolo con extrañeza, como si de algún ser extraño de otro mundo se tratara.
— Mattew Olivares, su abogado – dijo sonriente, vestía de traje.
— ¿Usted es mi abogado? – reía burlonamente – disculpe, es que siempre creí que era viejo, en más usted era viejo, yo recuerdo.
— Conoció a mi padre, él falleció y ahora estoy a cargo, no había tenido el placer de conocerla, solo hasta hoy hablamos por teléfono.
— Claro ¿Cuándo murió? Me refiero a su padre.
— Hace ya 3 años.
— Cuanto lo siento, es extraño que alguien tan joven lleve mi vida, a veces pienso que le pido permiso para comprar una cosa u otra.
— No es así, yo solo cumplo sus órdenes.
— Que fastidioso debe ser cumplir las órdenes de una niña rica y caprichosa. En fin, las llaves – extendió sus manos esperando.
— Claro, tenga – sacó las llaves de aquel sobre amarillo – acá está el título de propiedad y…
— Está bien ya puede irse – le dio la espalda para continuar con sus compras.
— Adiós – dijo más con sarcasmo.
— Ajá.
Era extraño que su abogado fuera tan joven y apuesto, pero tampoco pensaba hacer entrevistas para verlo más a menudo, “que no daría Magui por tener mi abogado”. Compró pintura de todo tipo, brochas de todo tamaño, cinta, plantillas, espátulas, lija, cal, tinner. Tenía todo lo necesario para pintar.
— No debiste tratarla así – Alex le reclamaba.
— No fuiste tú el que casi murió por ella – Chace respondía.
— Si estás en esto es por tu culpa, no era la intención de Elisa ser tu prometida – refutó Ian.
— Chace necesita descansar – intervino Amy – ya dejen de hablar de ese tema. Amor debo irme, sería muy sospechoso que me quede más tiempo – le dio un beso en la boca – no sabes cuánto me asusté.
— Lo sé – Chace acariciaba su rostro.
— Trataré de volver, adiós y por favor manténganme informada se los pido – Alex e Ian solo asintieron, Liam se ofreció a acompañarla a la salida.
“Vete de aquí, me dijo como si fuera un perro – pasaba con fuerza la lija sobre aquella pared rasposa – pero ni crea que esto se quedará así, ay maldita pared no podía tener más desperfectos”
La propiedad quedaba en las afueras de Chicago, escondida entre dos grandes montañas, alguien había querido hacer un castillo, se quedó sin recursos y ahí estaba esa gran construcción, parecía un castillo destruido en medio de la maleza, Elisa sabía que quedaría hermoso, contraría unos buenos albañiles, jardineros, decoradores y tendría una gema preciosa. Por ahora solo estaba sola en ese edificio de 5 pisos. La noche ya había llegado, las velas ayudaron a Elisa a poder ver, de pronto le pareció estar en una película del siglo XIX, nunca había visto a la luna y las estrellas con tanto esplendor. Pintaba aunque no sabía si su trabajo estaba quedando bien, de todas formas solo lo estaba haciendo para pasar el rato. Le hacía falta una brocha más grande, así que salió de su alumbrado cuarto, para buscar entre las cosas que había dejado en la planta baja, un ruido extraño llamó su atención, era como si un animal estuviera por ahí “de seguro murciélagos” pensó, pero el sonido se hizo más fuerte, con su linterna comenzó a husmear intentando buscar el origen de aquel extraño sonido “pareces loca Elisa, estás como en las películas de terror en donde las personas van directo al peligro, en vez de salir corriendo” pero aun así continuo buscando. Subió al tercer piso intentando seguir el sonido, una luz dentro de una extraña habitación llamó su atención ¿Qué podía hacer una luz en ese lugar? Empujó más la pesada puerta y se adentró, una linterna pequeña posaba encima de una especie de caja de madera, la tomó con desconfianza, inspeccionándola, el ensordecedor ruido de la puerta cerrándose con fuerza la asustó tanto que su propia linterna cayó de sus manos, corrió hacia la puerta, intentó abrirla pero solo escuchaba sonidos como de cerrojos, metales haciendo contacto y rechinando.
— ¿Quién está ahí? – tocaba la puerta de metal con fuerza – Abran – gritaba.
Un papel se deslizó por debajo de la puerta, lo tomó empezó a ver su contenido, entonces escuchó los pasos de alguien alejándose rápidamente, la habitación solo contaba con una pequeña rendija en la parte superior de una de las paredes, por lo que no pudo ver nada en el exterior.
“La pregunta es ¿Alguien se preocupara por ti? ¿Alguien comenzará a buscarte? Por tu bien espero que sí, o aquí sola morirás. Pobre Eliza Lubensky ¿tendrá amigos que la quieran? Yo creo que no. Que en paz descanses”
Arrugó el papel en sus manos, que clase de broma era esa. Miró todo a su alrededor y no había duda estaba sola en esa especie de cárcel, al menos tenía dos linternas con las cuales ver, tuvo el instinto de apagar una para no gastar de una vez la batería de las dos “pero que tonta, ¿Cuánto tiempo piensas estar aquí? No estarás mucho tiempo, me buscaran ¿verdad?” dudaba que de verdad alguien comenzara a buscarla, de todas formas cuando Amy apenas había llegado pasó 4 meses sin ver a Chace, Liam, Ian y Alex y en esos cuatro meses nadie se había preguntado por ella, bastó de 4 meses de ausencia para que la buscaran y solo porque se habían aburrido de Amy “pude haber estado muerta y ellos ni cuenta, cuando pasó lo de Ian también me dejaron encerrada en aquel cuarto de bombas, mejor pide ayuda” comenzó a buscar su celular en el bolsillo del pantalón pero no estaba, se acordó que el celular le estaba sirviendo de estéreo, y aun podía escuchar la música sonar al fondo.
Comenzó a buscar formas de salir, pero las paredes eran de roca sólida, la puerta era de grueso metal y era obvio que la habían cerrado por fuera, dentro solo había telaraña, cajas y más cajas. Comenzó a sentir frío y miedo, después de mucho dar vueltas de un lado al otro se sentó en una esquina abrazando sus rodillas. Arriba la canción I’m With you de Avril Lavigne sonaba “estoy como en la canción sola, muy sola y lo peor ayudando a los demás, a esos idiotas que no merezca que los quiera” fue inevitable que se pusiera melancólica, podía estar sola aunque no con tanto silencio y oscuridad a su alrededor, le disgustaba pensar en sí misma, en lo que sentía o la afectaba, lo mejor era no sentir nada en absoluto. Hizo un juego mental, primero decía todos los nombres de sus compañeros de pre – escolar, cuando terminó dijo todos los nombres de sus compañeros de clases, luego los compuestos de la tabla periódica, los textos de la biblia por orden, recitó las leyes de Newton, de la termodinámica, la teoría de la relatividad, las hipótesis de la teoría de las cuerdas, a la final se dio cuenta de que en realidad era inteligente “no por nada eres la hija de unos genios, pero entonces porque no lo has usado, has pasado por esta vida como una nadie, alguien sin talento en absoluto, quizás porque nunca te ha importado la fama y ahora solo vas a morir deshidratada, encima de tu orina y desechos sólidos, para decirlo de forma linda. Y haciéndote la pregunta del millón ¿Quién demonios me encerró?”
— ¡Qué lindo se ve el niño! – bromeaba Ian.
— Gracias ¿Quién compró la ropa? Creí que me iría en bata – Chace con algo de dolor bromeaba.
— Fue Elisa – dijo Alex jalando la silla de ruedas de Chace – pero por favor no porque ella la haya comprado vayas a botarla.
— Ya se me hacía raro que ustedes pensaran en algo, no he visto a Liam.
— Ha tenido asuntos que resolver – continuó Alex – también veremos la forma en que veas a Amy después cuando estés mejor, aunque creo que tendremos que usar de nuevo a Vanessa – Ian miró al cielo de nuevo como rogando.
— Me imagino que a Ian no le parece – mencionó Chace.
— Me tiene harto, solo fastidia y se pega a mí como una garrapata, es asfixiante, el otro día corrí para perderla de vista y vieras como corre con esos tacones, se quedó despidiéndose con su sonrisa que me da pesadillas mientras me monté en el carro agitado y comencé a huir – Chace y Alex se reían – y no es gracioso, ya quisiera verlos en mi lugar.
— No estaría mal que me persiguiera una chica alta, de bellos ojos y hermosa figura – dijo Alex.
— ¿Te gusta Vanessa? – Ian lo miró entre extrañado y serio.
— Es muy linda debes admitirlo, que sea loquita es una cosa, pero creo que eso la hace tierna – Alex sonreía levemente y miraba al vacío como si se acordara de algún gesto o imagen de Vanessa – no me mires así – dijo ante la mirada de susto de Ian – de todas formas a ti no te gusta, la detestas ¿no te importará si lo intento con ella verdad?
— ¿Qué? – Ian no podía creer lo que escuchaba, Chace también se encontraba sorprendido.
— Si te molesta solo dilo y yo…
— Has lo que quieras con ella – dijo mirando al suelo – pero piénsalo, es una loca, eres mi amigo y ojala y por evitarla a ella no comencemos a distanciarnos.
— De todas formas está loca por ti, Será difícil que me haga caso, pero qué más da – sonrío y miró a Chace – mejor vámonos.
Amy no había vuelto a acercarse a Chace, aunque siempre estaba informada de él. Alex tuvo que ir a la universidad una vez que dejó a Chace en su casa, Ian no dio explicaciones pero salió detrás de Alex “Vaya amigos los que tengo” pensó Chace acostado en su enorme cama de sabanas negras. Si su madre lo había llamado no se había enterado, Rubén la mano derecha de Victoria se había encargado de la clínica y de la investigación que hacían en búsqueda de los agresores de Chace. Estar con una mano enyesada no le agradaba, en la televisión nada le apetecía, con su única mano pasaba y pasaba canales, escuchar música tampoco lo distrajo, escribir con una sola mano en la computadora era insoportable así que dejó eso a un lado también. Totalmente aburrido se acostó completamente, encima de su mesa de noche vio la dichosa perinola, se entretendría intentando darle varias veces seguidas.
“Elisa es una bastarda ingrata – dijo en voz alta – no ir a verme, no ir a buscarme cuando me dan de alta ¿pensará que todo acabó? – continuaba jugando – pero te portaste mal”
Dejó el juguete a un lado y tomó su celular, escribir mensajes de texto sería un suplicio así que mejor llamó, de inmediato cayó la contestadora. Tal vez así era mejor, pensó, esperó el respectivo Pi y comenzó a hablar. “Ya me disculpe, ahora no tengo nada más que hacer”
Una enfermera llegó a darle los medicamentos, la sirvienta llegó con el almuerzo que no comió y luego de un rato uno de los medicamentos lo hizo dormir. A la noche se despertó desorientado, no reconocía su cuarto y no sabía si era de noche o de madrugada, restregándose los ojos vio su celular “las 7 pm, dormí toda la tarde que horror – se sentó aun somnoliento – mensajes de Ian, mensajes de Liam – decía mirando su correo – nada de Elisa, mugre enana piensa que le voy a rogar – decía más despierto – Victoria comenzará a sospechar”
Volvió a marcar su número, la contestadora salió de nuevo “no puedo creer que te comportes como una niña caprichosa, contesta el maldito teléfono, ya me disculpé – decía furioso – tú no eres así Elisa, no eres rencorosa, al menos así solías ser, no pierdas lo único bueno de ti” colgó, miró por la ventana la negra noche y sus propias palabras se repitieron en su cabeza “Tú no eres así, ella no es así – un pensamiento lo asustó de pronto – ya hace tres días desde que la boté de la clínica, era para que ese mismo día en la noche hubiera llegado con todo su despotismo a decirme cuatro cosas”. La sirvienta con la cena tocaba la puerta, le dijo que se marchara y comenzó a marcar a la casa de Elisa.
— Buenas noches residencia Lubensky – decía amablemente el ama de llaves.
— Buenas noches soy Christopher Van der Price comuníqueme con Elisa por favor.
— La señorita no se encuentra joven, hace días que no viene.
— ¿Hace días? – algo le sonaba mal.
— Si joven, no la hemos visto desde el lunes.
— Ok, gracias.
En cuanto colgó y por su cabeza pasaban mil y un pensamientos, su teléfono comenzó a sonar.
— Señor Van der Price – decía un hombre de voz gruesa – disculpe la molestia, soy Jhopset Bennet jefe de seguridad de la señorita Lubensky.
— Ah sí claro ¿Qué desea? ¿sabe algo de ella? – dijo impaciente.
— Creí que usted sabría algo, verá ella nos ordenó investigar su caso, hemos encontrado algunas grabaciones que queremos compartir con ella, pero no la localizamos, por ello me he tomado el atrevimiento de llamarlo.
— Hace días que no sé nada de ella. Necesito que averigüé donde estuvo por última vez, vea en sus estados de cuentas, últimas compras, transacciones, haga lo que usted sabe, pero encuéntrela, en menos de una hora quiero informes – ordenó
— Por supuesto Joven.
“¿Dónde estás Elisa?” llamó a Ian pero no le contestó, llamó a Alex y obtuvo el mismo resultado, con Liam ocurrió igual “valiente hora para desaparecer” optó por enviarles un mensaje general. Puso a su propio personal a buscar información de Elisa, en menos de 10 minutos el señor Bennet le informaba que tenían imágenes de Elisa comprando en Home Depot, su propio personal le indicaba que se había encontrado con un hombre de nombre Mattew Olivares, Chace observó su fotografía y de pronto una rara sensación bajó de su cabeza a los pies ¿qué hacía Elisa encontrándose a escondidas con ese desconocido? “¿la muy zorra tendrá un amor en secreto? – río con ironía – yo aquí buscándola y quizás se haya dado una escapada… por dios que dices – se regañó – esas no son cosas de Elisa”, inmediatamente otro hombre le informaba que ese era el abogado de Elisa, sin embargo el hombre se negaba a dar informes de su encuentro con su clienta.
— Buenas noches – decía Mattew ajetreado, era de noche y no saldría del bufete sino hasta la madrugada.
— Buenas noches, soy Christopher Van der Price.
— Que placer señor Van der Price – dijo recobrando la compostura, como si de alguna parte Chace lo estuviera observando - ¿a qué debo el gusto?
— Tengo entendido que se encontró con mi prometida Mía Elisa Lubensky la tarde del lunes.
— Así es – dijo dudoso.
— Necesito saber el motivo, sé que se negó a dar explicaciones a mis jefes de seguridad, pero soy su prometido y necesito saberlo, verá le pido discreción pero es de vital importancia saber el motivo de su encuentro.
— Tan solo le di a la señorita Lubensky las llaves de su nueva propiedad.
— ¿Cuál propiedad?
— La que compró en High Bury Falls.
— Necesito la dirección exacta, envíela en mensaje a éste número
— Lo haré inmediatamente.
Mattew parecía un abogado novato, comenzó a buscar la dirección entre los papeles en su escritorio, varios se cayeron y esparcieron, tuvo que tomar algunos del piso “¿qué haces? Pero si te sabes la dirección de memoria” dijo tomando aire, escribió la dirección en el celular y por fin los nervios se fueron.
Para cuando el mensaje llegó a su celular Chace ya se encontraba en camino junto con sus guardaespaldas, High Bury Falls quedaba lejos y con el tráfico la demora sería peor “ojala y te encuentre pintando, cantando en voz alta, así podré tomar tu cuello y apretarlo con todas mis fuerzas”
“Maldita sea, no moriré deshidratada – con una especie de hacha daba golpes a la pared esperando encontrar un tubo, ya había intentado derribar la puerta pero era imposible, así que con la lógica de que habían tuberías con agua en todo el castillo comenzó a agujerear la pared de roca – debe haber algo – decía desesperada, ya era mucho el tiempo empleado en aquella labor – me estoy secando, la garganta me duele y lo peor es que no eres muy tomadora de agua Elisa, pero basta que te dejen sin agua para que la sed venga a ti – volvía a dar un golpe a aquel espacio de roca que había podido desprender – tres días, tres días en ésta pocilga y nadie vino por ti, si llego a salir de ésta los mataré – le daba a la pared con más rabia – pero no saldrás de ésta, morirás, no podré estar más tiempo sin agua, sin un baño, sin comida, de todas formas para cuando alguien venga acá ya estarán mis huesos hechos polvo – tenía ganas de rendirse, de lanzarse al suelo y llorar – ¿por qué no he de llorar? Al fin y al cabo morir es feo, todo el mundo quiere vivir, pero que digo – se volvió a levantar tomando el hacha – eres Elisa Lubensky no lloraras porque morirás, que idiota, aun en la tumba verán tu prepotencia y rudeza, sería bueno hacer una especie de dibujo o algo – decía mirando las piedras a su alrededor – digo así tendrán algo que contar, seré famosa, “la millonaria que quedó disecada” “el cadáver de la novia” ¿qué hará Chace? Llorará nada más para aparentar que me quería, los demás derramarán unas lagrimitas, porque aunque sea por educación tendrán que ir a mi entierro, conmigo se irán todos los millones de los que soy heredera ¿cómo no se me ha ocurrido hacer un testamento? Todo debería quedar a mis huérfanos y una parte a la asociación de Maikel Loubstweth, pero no hiciste testamento, así que tus padres harán maniobras para quedarse con todo, o quizás se inventen una nueva hija – volvió a golpear pero esta vez no hizo contacto con roca sino con metal - ¡No puede ser! Ahí estas malvado tubo”
Agarró ánimo y comenzó a darle con todas sus fuerzas, el palacio en ruinas llevaba años en construcción por lo que sus tuberías no se encontraban en el mejor estado, no bastaba de tanta fuerza para agujerearlo. En consecuencia el tubo se partió, saliendo un fuerte y gran chorro de agua del mismo. Elisa mojada festejó, comenzó a tomar y tomar agua, aunque después pensó que no debía abusar porque seguía sin baño y las ganas de orinar serían tremendas, de todas formas estaba feliz.
Luego de unos 15 minutos el agua seguía saliendo con la misma intensidad y la puerta era tan hermética que no dejaba salir ni una gota, ya el agua le llegaba a las rodillas.
“Ya para – gritaba – deja de salir – había intentado tapar el tubo con bolsas, incluso se había quitado la camisa, pero el agua seguía saliendo – genial, hace unos minutos morirías deshidratada y ahora morirás ahogada, esto no puede ser más irónico”
Introdujo unas rocas dentro del tubo, intentó taponearlo, solo una piedra más y estaría listo, sin embargo la roca de más solo hizo que el tubo se rompiera aún más, el óxido era tanto que con tan solo tocarlo se desmenuzaba como tiza. De nuevo Elisa se dio por vencida, estaba ahí sin camisa, solo con su sostén deportivo y unos jeans gastados, se sentó en el suelo, pero a esa altura el agua le dejaba solo la cabeza al descubierto. El agua subía más y más, Elisa comenzó a treparse en las paredes “y yo que no sé nadar bien” luego de casi una hora sabía que sería su fin “siempre dije entre morir ahogada y morir quemada, prefiero morir ahogada, pero ahora no quiero morir” hablaba en voz alta y es que no había quien la tildara de loca.
“Auxilio, ayúdenme, auxilio – gritaba golpeando la puerta desde la parte superior, flotaba sostenida por una especie de palo encima de la gran puerta – nadie te escucha, pero no importa, quizás alguien pase por ahí. Ayúdenme, abran la puerta, auxilioooo”
— ¡Qué lugar tan lúgubre! – decía Chace bajándose del auto, divisó el auto de Elisa estacionado en un lado, no había nadie dentro de él, tampoco signos de nada raro – separémonos.
Dos hombres buscarían en el edificio principal, otros dos se fueron al granero o establo, aún no sabían bien que era eso, Chace y otro se fueron a la edificación principal. El hombre que acompañaba a Chace comenzó a subir rápidamente los pisos, insistió en que Chace por su estado delicado no subiera, la estrategia del hombre era subir al último piso e ir bajando.
— Elisa – comenzó a gritar Chace – Elisa ¿dónde estás?
Comenzó a buscar en la planta baja, mientras gritaba, escuchó un fuerte golpe en el piso superior y corrió hacia allá.
— Ayúdenme – gritaba esperanzada, aunque ya no había donde sostenerse y el agua la cubría completamente, tenía que agarrar fuerza y pegar brincos para tomar un poco de aire y aquello ya la tenía agotada – abran la maldita puerta – gritaba furiosa y en un tono grave.
— Elisa ¿qué ocurre? – Chace llegando al otro lado de la puerta preguntaba.
— ¿Chace? – era casi imposible que Chace la hubiera ido a buscar, de pronto se sintió orgullosa, hasta feliz – abre la puerta, pero rápido – el agua le dificultaba hablar – me estoy ahogando, abre, abre – gritaba desesperada
— Esto está duro – tan solo tenía una mano para mover aquel pasador, que por la presión del agua estaba presionado con fuerza, veía como el agua se derramaba por los alrededores de la puerta, escuchaba la desesperación de Elisa y él mismo se desesperaba, comenzó a gritar para que lo fueran a ayudar – ya casi - se asustó cuando dejó de escuchar a Elisa – Elisa, Elisa – comenzó a gritar – aguanta.
No terminó de decir la frase cuando la puerta cedió, la fuerza de aquella columna de agua lo arrastró un par de metros, tanto Elisa como él se detuvieron gracias a las rejas del pasamanos que daba al piso de abajo. Elisa había aterrizado con fuerza encima de Chace, ambos estaban agitados y tratando de pensar en medio de toda esa agua que los había revolcado y de la cual ahora solo quedaban los estragos.
— ¿Tuviste un diluvio personal? – dijo tomando aire.
— Algo así – sonrío.
— ¿Qué pasó? ¿por qué estabas ahí? – con su mano retiraba aquellos cabellos que se habían pegado a la cara de Elisa.
— Alguien me encerró, dejaron una nota diciendo que nadie vendría a buscarme y firmaron con un “Que en paz descanses” – decía agitada – gracias – dijo penosa – gracias por buscarme.
— No hay de que – sin darse cuenta acariciaba la mejilla de Elisa observándola.
— Pero, por Dios estas recién operado y te caí encima ¿estás bien? – ahora era ella la que retiraba el cabello de la frente de Chace y lo inspeccionaba.
— Estoy cansado pero bien – se sentía débil, como si de un momento a otro se desmayaría, pero intentaba disimularlo.
— Ayúdenme – comenzó a llamar a los guardaespaldas quienes habían mantenido la distancia por respeto – hay que llevarlo a la clínica – indicó.
— No hace falta, estoy bien Elisa.
— Nos vamos a la clínica no hay discusión en eso.
Chace no dejó que lo ayudaran, aunque no pudo evitar que Elisa pasará su mano por detrás de su cuello ayudándolo a caminar, protestó con que no se iba a caer, pero no había remedio.
— Estás helada – tomó una chaqueta que tenía dentro del auto y la colocó encima de ella.
— ¿Cómo es que comenzaste a buscarme? – decía dentro del auto.
— Me parecía extraño que no hubieras ido a verme, eres Elisa, así que habrías estado esa misma noche ahí diciéndome cuan imbécil soy, pero quedándote, nunca te ha importado que te eche de algún lado – ella sonrío - ¿estuviste encerrada tres días?
— Si, honestamente creí que moriría – hubo un momento de silencio – sabes, tuve miedo – dijo cerca de él.
— Es normal, todos tenemos miedo de morir.
— No, tuve miedo de eso también, pero tuve miedo de ti – le daba vergüenza decir eso – tuve miedo de… que… - tartamudeaba, algo le decía que parará y otra parte solo quería hablar.
— Yo también tuve miedo de ti.
Se acercó más a ella y colocando su mano detrás de su cuello comenzó a besarla, no estaba mal hacerlo, estaban rodeados de guardaespaldas y ¿acaso no eran ellos los mayores informantes de Victoria? Como fuera, tal vez era el hecho de haber pasado por momentos difíciles, por haber ambos casi perdido la vida, pero encontraron consuelo el uno en el otro en aquel beso, beso del cual no podían parar o no querían, tendrían que venir las explicaciones, el momento incómodo; sin embargo se separaron, aunque Chace pegó su frente con la de Elisa y susurró “espías” ella solo asintió y como haría una novia indefensa se acurrucó en su pecho, tenía ganas en ese instante de ser una chica común, buscando resguardo y protección en el hombre que se suponía amaba, no quería ser fuerte y ruda, por primera vez quiso no ser ella.
Elisa no estaba para nada bien, toda aquella adrenalina la había hecho aguantar, pero ahora se sentía débil, cansada, como si el corazón se le detuviera poco a poco. Tanto Chace como ella fueron a observación, Chace estaba bien, solo un poco débil por no haber comido en todo el día, de todas formas lo habían operado y necesitaba descansar no estar corriendo de un lado a otro. Elisa había solicitado un baño con urgencia, ahora la tenían con sueros y vitaminas para subir sus energías.
— Entonces, estas desnutrida – Chace entraba a su habitación.
— Sabía que no me podían diagnosticar como deshidratada y es que bien que estaba chapoteando – reía.
— Solo tú podías hacer una piscina personal.
— Estoy toda blanca y arrugada, que fea debo verme.
— Nah, estás como siempre – bromeaba.
— Lo que en realidad me da rabia es que la nota se mojó y ahora no podrán buscarle las huellas digitales.
— Eso te da rabia y no el hecho de casi morir ¿Quién habrá querido matarnos a ambos? – Chace se había sentado a su lado a la altura de la cabeza de Elisa.
— Sigo creyendo que alguna fans loca y obsesiva tuya, es que si el que te golpeó es alguien que está obsesionado conmigo ¿por qué querría matarme?
— Pero casi me mataron a mí también, así que porque alguien que supuestamente me quiere iba a querer matarme, por otro lado según dijiste en tu nota no hacían mención de mí, solo hablaban de que nadie te quería, como si te odiaran a ti y solo a ti, no porque estés conmigo. ¿Serán dos personas diferentes?
— Demasiada coincidencia, pero ¿cómo supieron que estaría sola en ese lugar? Yo misma no sabía que iría ese día.
— Por cierto, seleccionaste a ese abogado observando las grandes referencias que los respaldan – dijo con sarcasmo sonriendo.
— Entrevisté a varios abogados y de todos él era el más lindo – sonreía solo como Elisa lo hacía – la verdad es que apenas lo conocí ¿lindo verdad? – preguntó con picardía
— Hermoso – confirmó.
— Tengo hambre, porqué a una chica que no ha comido en días la tienen pasando hambre, mi estómago resuena.
— Iré a pedir que te traigan algo – iba a levantarse pero ella sostuvo su mano.
— No, esperemos a que alguna enfermera llegue, estás enfermo deberías ir a descansar.
— No me iré sin usted señorita – tocó la punta de su nariz juguetonamente – y de ahora en adelante no saldrás sin guardaespaldas.
— Pero, entonces no podré… - iba a decir encubrir tu relación con Amy, pero él la silenció.
— Vanessa nos ayudará, pero tienes que estar viva sino ¿cómo nos casaremos?
— Tienes razón, mira que quiero caminar hacia el altar con mi gran vestido blanco de capas y capas de tul.
— ¿Blanco? Creí que siendo tan original tu vestido sería de tu tan querida tela de jeans roto.
— Que buena idea juguete de perro.
— Como siempre calamar cocido.
Alex se adelantó un poco a Ian y Liam en llegar a la habitación de Elisa. Desde la ventana podía ver como Chace hablaba al lado de Elisa, estaban cerca y ambos sonreían, parecían cercanos, bien podían ser la pareja perfecta. Ian le dio una palmada en la espalda indicándole que pasara, no había nada que esperar.
— Honestamente no quiero verlos – dijo volteándole la mirada – tres días estuve desaparecida y a nadie le importó.
— Pero aún le hablas a Chace – mencionó Liam.
— Porque él me buscó y gracias a él estoy viva. De ahora en adelante no haré nada por ustedes.
— Igual no pensaba pedirte nada – dijo Liam al descuido.
— Yo tampoco, Elisa sabes que poco te necesito, pero dudo que puedas vivir sin todo lo que significo – Ian bromeaba poniendo aquella mirada seductora que lo caracterizaba.
— Discúlpame – Alex parecía ser el único que se lo tomaba en serio – no sé cómo pudo habérseme pasado, pero creí que tu desaparición era solo por estar molesta con Chace. Perdónanos, creo que tenemos la mala costumbre de dejar a un lado lo que más nos importa – todos se habían silenciado con las palabras de Alex, Elisa incluso sintió algo lindo en su corazón – y es que lo mismo me pasó con Origami – todos se echaron a reír.
— Ya decía yo que todo estaba muy lindo – dijo Elisa.
— Hablo en serio Origami no estaba en casa porque se enfermó y yo no sabía, me sentí muy culpable, le compre huesos y su comida de lata favorita, por eso te traje esto – sacó una lata azul de tapa amarilla – Iam, Liam y Chace no paraban de reír.
— Te perdonaré solo porque son pistachos y muero de hambre – tomó la lata y casi la abrió con presura – pero no soy un animal – decía con la boca llena de pistachos que había desconchado ya.
— No es una ofensa compararte con una mascota – Alex se encontraba ahora en la misma posición que Chace pero al lado contrario – se pueden amar a muchas personas, pero creo que siempre amarás más a tu mascota, ella nunca te traicionará, siempre estará ahí, cuidándote de la forma que puede hacerlo, dándote cariño, aunque algunos no sean de caricias y besos, pero las mordidas también valen, lástima que a veces no veamos los valiosos que son.
— ¿Cómo es que haces para que algo feo como compararme con Origami se convierta en algo lindo? – dijo metiendo otro pistacho en su boca – y tienes razón, que me quieran nunca ha sido el objetivo, no hay cabida en mi vida para esa clase de complejos y tontos sentimientos, sentimientos, sentimientos fuera de aquí – hizo como si se sacudía. Ahora vamos a lo realmente importante – dijo seria – alguien trajo más comida – suplicó. Todos rieron, Elisa no tenía remedio.
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