V


V. Cadenas


Sonrojada, había llegado al piso del lord caminando hacia su habitación. Antes de tocar su puerta, intente verme lo mejor que podía, sin embargo, me detuve al instante cuando escuche voces provenientes de la habitación. El joven Dankworth no se encontraba solo, una risa femenina se escuchaba de fondo mezclado con fuertes suspiros que hizo a mi corazón latir con fuerza pues no sabía que estaba ocurriendo pero parecía ser algo preocupante. Un rayo de luz salió a relucir entre la puerta, haciéndome entender que no estaba del todo cerrada. 

Si me acercaba a mirar sería un completa falta respeto por mi parte pero consideraba esta situación como urgencia y en contra de mis principios procedí a tomar la cerradura de la puerta mientras que con otra mano sostenía la tarta. Empuje ligeramente, logrando observar prendas de ropa regadas en el suelo y unos cuantos objetos en desorden. Creí que su madre estaba en el lugar, sin embargo, una melena oscura se asomó entre mi campo visual entendiendo que no era ella la que se encontraba allí. 

—Desearía que se quedará más tiempo conmigo. No temo en gastarlo con usted por el resto de mis días. —escuché decir a Raen en voz baja.

 —No haga promesas que no podrá cumplir, mi señor. —dijo aquella voz femenina apenas audible.

Con el mal sabor de boca y con la respiración a desgastarse, me asomé más de lo que debía pero que de alguna u otra forma me hizo ver lo que tal vez estos días nunca ví. El cuerpo desnudo de Alanna junto al del lord que luego de un apasionado beso hizo que mi corazón saltará y por la impresión de querer escapar, el postre que había preparado calló al suelo haciendo ruido en todo el lugar. Con apenas aire en mis pulmones, corrí lo más rápido que pude, sin embargo, no fue suficiente pues pude observar a mis espaldas como Raen salía de su habitación envuelto en aquellas sábanas blancas junto a Alanna. 

Después de aquello, todo lo que sentía corría a cámara lenta, bajar todas aquellas escaleras y tener que volver a subir desde la otra torre me hacían querer desfallecer. Mis sentimientos se hacían más débiles, mis lágrimas se sentían tal cuales ríos acaudalados, y por primera vez mi corazón se sentía roto, tan roto que ningún otro golpe sería capaz de destruirme como ahora.

Me encerré en mi habitación, lloré y lloré como nunca antes lo había hecho. Los guantes de mis manos se mancharon con mis lagrimas que intenté limpiar, apenas iban a ser las siete de la mañana, pronto vendrían las mucamas y con ellas mi nana. ¿Qué se supone que haría ahora? ¿Hacer como si nada hubiera pasado? No podría ser tan masoquista con mi corazón.

Si divulgó sobre esto todo estaría acabado para Alanna y no solo para ella, sino para todo su linaje. A pesar del dolor causado, de tan solo pensar en dañarla me hacía desear jamás haber presenciado aquello pero ¿Valía la pena hacerlo por ella?. 

—Disculpen... Señorita Lafhord, requiero hablar con usted lo más pronto posible, se lo imploro, por favor —escuche la voz del duque detrás de la puerta junto a los murmullos ahogados de otras mujeres.

—Oh, Mi lord. La señorita saldrá en un momento, le aseguró que podrán tener una agradable conversación en el jardín en unos cuantos minutos. —oí la voz calmada de mi nana quién no sabía el porque de la urgencia del duque. 

—Hannia... por favor —y luego de mucho tiempo volvió a mencionar mi nombre, siendo algo que hubiera sido celestial de escuchar en otras circunstancias. 

—Buenos días, nana. Buenos días, señor Dankworth. Le recuerdo que no es propio de un caballero llamar a una dama solo por su nombre, tengo un título y soy princesa para usted, con permiso —Hice una reverencia ante él y me fui lo más lejos que pude mientras era perseguida por mi nana y las otras sirvientas quienes esperaban arreglarme. 

—Niña, espere, no puede salir así —dijo mi nana preocupada y agitada.

—Lo siento, Louisa. Necesito con urgencia la atención de mi padre —divulgue, deteniendo mi paso en seco mirando a aquellas mujeres tratando de controlar mi llanto.

Mi nana me observó en silencio procediendo a darles unas horas libres a las mucamas quienes se retiraron una vez se les dio la orden. Quedándome a solas con Louisa.

—Mi niña, ¿Estás bien?. Puedo ayudarte en lo que desees —confesó mientras me tomaba de la mano y una lágrima caía sobre mi mejilla.

—Solo... Solo llévame con mi padre —pedí a lo que ella asintió con rapidez mientras me llevaba de la mano hacia el despacho del rey.

Los murmullos se escuchaban por todo el pasillo y algunas risas se mezclaban entre ello. Mi mala suerte se hizo presente en cuanto vi salir del despacho a los padres del duque junto con los míos con unas gratas sonrisas de oreja a oreja.

—Oh, pero miren quien está aquí. Princesa, que dicha verla esta mañana. Justo estábamos conversando sobre usted y mi hijo. Déjeme decirle que vemos un gran futuro para ustedes —confesó mi tía quien iba sujeta al antebrazo de su esposo.

—Hija, que sorpresa verte tan temprano. ¿Por que aún estás en bata?, ¿No llegaron las mucamas? —cuestionó mi madre con una ceja levantada.

—Louisa, ¿Se encuentra todo en orden con el personal? —preguntó mi padre hacia mi nana quien estuvo por responder, sin embargo, fue interrumpida por la madre del duque.

—Si es que no lo está, tendremos que poner mano dura con los empleados. Una princesa no puede verse así por los pasillos de su palacio —comentó indignada mientras se tocaba el pecho con su mano derecha en forma de asombro — ¿Está usted bien? No quisiera que sufra alguna recaída, tiene que mantenerse fuerte o por lo menos hasta la llegada de nuevos herederos —dijo con una pequeña sonrisa al final que compartió con mi madre.

—¡Esta todo bien!... —exclamé con rudeza haciendo que los cuatro dieran un pequeño salto del susto — Lo siento mucho... —suspiré mientras me enderezaba — Solo requiero hablar con mis padres un momento.

—Esta bien, princesa. No se preocupe, no interrumpimos más. —dijo el duque Felipe hacia mi tía quien luego de una reverencia, ambos se retiraron del lugar pero sin dejar de mirar hacia atrás.

—Hannia, me puedes decir ¿A que vino ese comportamiento de tu parte? —riño mi madre mientras me hacía entrar al cuarto junto a mi padre.

—Elizabeth, dejemos que manifieste lo que tenga que decir. — pauso para ir hacia su escritorio mientras mi madre lo seguía hasta parar su paso a lado de la mesa —Te escucho, hija.

—No deseo desposar al duque —expuse lo más rápido y entendible posible mientras las miradas atónitas de mis padres parecían ser eternas.

—¿Cómo? —replicó mi madre de inmediato —Pero, ¿Qué estás diciendo? —miró hacia mí padre buscando su respuesta —Henry...

—Hannia, he sido testigo de tu entusiasmo por tu compromiso con el duque, ¿Qué fue lo que cambió tu decisión? —me preguntó mi padre mientras entrelazaba sus manos mirándome con seriedad.

—No lo amo, padre. He intentado luchar en contra de mis sentimientos y ya no puedo hacerlo más. Se con certeza que el señor Dankworth tampoco me ama a mí, así que por favor, paremos esta agonía para ambos y debutare el día de mi cumpleaños como cualquier dama que asista al baile. —implore con la tristeza embargada en mi cuerpo.

—Tu compromiso esta hecho, Hannia. Nada puede cambiarlo, sabes que no puedes elegir aquí, sabes lo mucho que nos costó encontrar a alguien digno para ti y que sea capaz de conllevar el peso que tiene ser tu esposo, eres consciente. —expresó mi madre a regañadientes.

—Madre, lo siento pero mi compromiso no existe ahora pues el duque aún no me ha proclamado en sociedad —fije mi vista hacia mi padre —Tenemos tiempo, nadie sabe de mi compromiso, podemos parar esto ahora, te lo imploro, padre.

—Tu madre tiene razón, Hannia —mis ojos se aguaron nuevamente —No ha sido fácil encontrar un esposo para ti, no puedo darle mi corona a alguien más digno que el joven Dankworth.

—¿Más digno? ¿Todo esos caballeros que fueron a enfrentarse al bosque no lo son?. —replique.

—Nunca les podría haber heredado mi lugar, solo era una carnada para hallar nuestro camino al enemigo. Que ellos se casaran contigo solo era el consuelo después de la verdad pero ninguno regresó con vida, sabía que sería así. No puedo quedarme rendido mientras veo como otras señoritas tienen esposos menos la misma princesa de Normandía. Incluso la misma iglesia no lo permitiría, Hannia. —suspiró mientras un nudo apretaba más y más fuerte mi garganta —Era buscarte alguien lo suficientemente digno o dejar que la iglesia eligiera un esposo para ti lejos de aquí y hacer como si nunca hubieras existido. Si terminas tu compromiso con el lord Dankworth, ese será tu destino, Hannia.

—Haz que sea fácil, Hija. Con el tiempo llegarán a amarse, ya te lo dije. Incluso después de casarte, seguirás aquí, protegida, con tu esposo e hijos. Como debe de ser.

—Pe-Pensé que me iría de aquí con el duque... —comenté sin tener nada más que protestar.

—Hicimos tratos, Hannia. Eso incluye tenerte aquí, es por tu seguridad y siempre será así, se que lo sabes, hija. —afirmó mi padre mientras escribía algunos papeles, dándome a entender que no podría cambiar su decisión aún si eso me hacía infeliz.

—Lo entiendo... —algo dentro mío se había apagado en un segundo y empezaba a marchitarme con cada minuto que transcurría.

Había sido un sueño pensar que en algún momento podría ser libre, estar atada y encadenada parecía ser mi único fin a la vida. Y lo acepté. Sin embargo, ¿Amar a alguien que no me amá? Era un suplicio, un ahogante grito de dolor que iba a llevar hasta el día de mi ultimo suspiro.

Podría quedarme encerrada mil años más si así me lo pedían pero, ¿Vivir un amor fraudulento?. Parecía mejor entregarme hacia la misma muerte y que ella me envolviera en sus más oscuros mantos para siempre.





Hola de nuevo, aquí un nuevo capítulo ❤️

Espero les haya gustado y solo tengo que decir: Pobre de mi Hannia :c 

No se olviden comentar y votar, que me ayudan muchísimo, los amo ❤️ 

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